A la vejez, viruelas
Octavio di Leo
(El Periódico de Catalunya, Barcelona. Suplemento Libros)
Un hombre a orillas del Magdalena celebra sus 90 años con una virgen de 14. El argumento de la novela Memoria de mis putas tristes vuelve a girar en torno a una niña, como en Del amor y otros demonios, donde ella aparece muerta con una cabellera de 22 metros. Pero la marquesita de 1994 hablaba; ahora la virgen, no. Una línea dice en todo el libro (“Fue Isabel la que hizo llorar a los caracoles”), y esa línea no tiene sentido. Asombra que un escritor con la imaginación de Gabriel García Márquez no deje contar a la virgen sus fortunas y adversidades. Los niños y los animales –dice el narrador—son mudos del alma. A lo mejor fue su madre políglota la que dejó sin lengua a la única mujer que amó, pero el prefiere que las putas sean (más que tristes) mudas.
En el cuento o la novela breve, las biografías están hechas de destellos, de frases lapidarias y hasta de versos. Pero la gracia de Macondo no estaba en su extensión sino en su genealogía fantástica, que hacía verosímil la historia más anacrónica. Quiromantes, reporteros, aparecidos, son la fauna que adorna las historias del Nobel. Unos leen el futuro, otros buscan la noticia que cambiará la vida, otros regresan del más allá para saldar una cuenta. Todos cuestionan el tiempo lineal. El narrador de memoria de mis putas tristes, sin embargo, relata su edad por décadas. A los 20 empezó a hacer cuentas de camas, como Don Juan. Por frecuentar los burdeles del pueblo oyó secretos por los tabiques y se convirtió en Celestina. En su hamaca leía La lozana andaluza, donde aparece por primera vez el nombre del Lazarillo. Los mitos emigrados a Indias aseguraban la continuidad de la literatura en español. El Siglo de oro resucita en el trópico.
Pero García Márquez recupera más tópicos, como el amor romántico entre un anciano y una niña, o el escritor latinoamericano que se hace hombre entre librerías de viejo y burdeles. Si el amor está hecho de lugares comunes (“El bolero es la vida”, dice la madama del burdel), ¿qué originalidad le queda a un narrador? Contar la historia más inverosímil en primera persona. Una puta lo llama sabio triste; otra, en cambio, maestro del amor. La primera novela en 10 años; la novela tiene 100 páginas; la tirada será de 1.000.000. La ansiedad decimal de los editores entusiasma a sus lectores. Pero habrá que esperar el segundo tomo de sus memorias para que una historia de amor vuelva a ser magistral.
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