El amor en tiempos piratas
Carles Geli
(El Periódico de Catalunya, Barcelona, Suplemento Libros)
Que las dos únicas personas en Random House Mondadori que lo sabían todo sobre la última novela de Gabriel García Márquez recibieran una llamada en sus móviles hacia las dos de la madrugada del pasado día 14 [de octubre] sólo podía ser señal de lo peor. Ricardo-Cavallero, consejero delegado de la editorial afincada en Barcelona, y Claudio López Lamadrid, el director literario, se enteraban así, casi al unísono, desde Colombia y México, respectivamente, de lo que habían intentado evitar desde hacía cinco meses: en el centro de Bogotá se acababa de detectar la venta de una edición pirata de Memoria de mis putas tristes, 14 días antes de la salida oficial de la nueva novela en 10 años del Nobel colombiano.
Nunca quizá se habían tomado tantas medidas para evitarlo y nunca, paradojas de la vida de las que tanto gustan a Gabo, había aparecido una edición pirata de un libro suyo con antelación, El escritor, un clásico del pirateo en Suramérica, cuenta sus libros por copias ilegales, como de las memorias Vivir para contarla, de la que existía una falsa edición de bolsillo en el Little Bogotá de Brooklyn, en Nueva York, sólo 10 días después del lanzamiento mundial de la versión en rústica. Pero ahora tanta antelación era tan preocupante como desalentadora. Por unos instantes las medidas y el secretismo con que desde junio se había llevado todo el proceso editorial parecían no tener sentido: las correcciones del original solo en el ordenador personal del director editorial, el viaje relámpago del propio López Lamadrid y de Cavallero en septiembre para entregar el original digital a la imprenta, la ocultación del diseño de la portada hasta el pasado día 7 de octubre… Y también parecía un sin sentido el complejo sistema de vigilancia al que se había comprometido por escrito Quebecor World Latinoamérica, la imprenta colombiana que había diseñado un “Plan de Seguridad Proyecto Gabo” que hasta entonces parecía incluso hiperbólico: planchas originales transportadas con maletín encadenado a su portador, eliminación de pliegos defectuosos ante miembros de seguridad apostados en cada fase del proceso de impresión, destrucción de las planchas y una marca en las páginas solo visible con luz ultravioleta.
Las precauciones adoptadas en uno de los únicos seis centros de todo el mundo donde se han impreso el millón de ejemplares de la primera edición del libro no sorprenden en un país que, según la International Intelectual Property Alliance, es el cuarto de América latina por volumen de pérdidas anuales en ese derecho (detrás de Brasil, Paraguay y Argentina) y que provoca que el sector editorial deje de ingresar 7.000 millones de pesos anuales por piratería, a pesar de que la incautación de libros falsificados se ha multiplicado por cinco desde 1998, pasando de 37.000 a 180.000 el año pasado.
Una Corrección Clave
López Lamadrid hizo aquella madrugada una pregunta clave para constatar la gravedad del proceso: “¿La edición pirata recoge la última modificación que hizo Gabo?” Sí, la contenía. Pocas semanas antes, Klety Sotiradou, la traductora del autor colombiano al griego, había detectado un lapsus de Gabo en la novela que fue corregido in extremis. Los piratas había trabajado fino y de prisa. “Es muy difícil controlar cada uno de los 350.000 ejemplares que se han impreso en Colombia” –afirman en Random House Mondadori— “Con las nuevas tecnologías, y esta edición de sólo 118 páginas, lo tenían fácil”. La pregunta intentaba acotar en qué momento del proceso desapareció el original: la inclusión de la rectificación permite no descartar una filtración en la imprenta, si bien en la editorial sospechan que el volumen debió robarse durante el transporte de ejemplares ya impresos para la distribución a otros países del área. Y eso a pesar de que todos los volúmenes de Memoria de mis putas tristes salían en cajas precintadas y camufladas, sin sello editorial ni nombre alguno que delatara su contenido. A ello se unía que cada uno de los camiones del transporte llevaba un sistema de navegación GPS para ser controlado vía satélite. ¿Muy cinematográfico? “Sí, también lo creímos nosotros hasta que hace dos años desapareció en México, en plena ruta, un camión cargado de libros de Paulo Coelho, recuerda un portavoz de Random House Mondadori.
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