Mil Palabras
UNIVERSIDAD, DEMOCRACIA Y CIUDADANÍA EN
AMÉRICA LATINA
Néstor-Hernando Parra
La política la hacen los políticos y de ellos depende la calidad de la misma. La educación la hacen los profesores y de ellos depende la calidad de la educación. No hay democracia sin ciudadanos. Ambos se forman recíprocamente. El sistema político basado en los principios de libertad, igualdad, justicia y solidaridad, se expresa en una forma de gobierno en la cual los ciudadanos son iguales ante la ley y ante las oportunidades. Supuestamente, el sistema democrático lo hacen los políticos, a través de constituciones, leyes, reglamentos e instituciones. Al ciudadano lo forma el sistema educativo y la organización social a través del proceso enseñanza-aprendizaje de principios, conocimientos, valores, destrezas y capacidades. En últimas, el educador es el responsable del sistema político, es decir, de que la democracia sea un ejercicio real de ciudadanía.
¿Quién prepara a los profesores, dentro de qué filosofía, principios, conceptos y valores? Es allí donde surge la Universidad como la entidad que tiene la misión de formar al formador de ciudadanos, quienes deben nutrirse de principios filosóficos, conocimientos, y valores. Grecia introduce el racionalismo, Roma aporta el concepto de Estado y la Cristiandad la religión. La fusión de esos valores se logra en la Edad media. En el Renacimiento se alcanza la independencia entre sí. En ese proceso evolutivo, participan Aristóteles, Platón, Sócrates, Santo Tomás, San Agustín, Hobbes, Rousseau, Kant, Weber, Rickert, Dewey, Habermas, Rawls y muchos más.
América Latina, caracterizada por sus grandes distancias sociales y por la extendida pobreza, ha adoptado el sistema democrático, aunque los logros han sido más formales que reales. En la mayoría de los países de la región, con excepción de Chile, Uruguay, Costa Rica y en parte Argentina, no han conformado una “escuela” de educación, de largo alcance. dinámica y evolutiva basada en la investigación social, la experimentación metodológica y la formación y evaluación de profesores. Sin embargo, existe en la sociedad en general, y entre los padres y estudiantes en particular, gran expectativa por las bondades de la educación y el ascenso hasta sus máximos niveles, como forma de movilidad social y oportunidad de trabajo debidamente remunerado. Así, se reconoce a la educación un componente utilitario. Pero, el sistema educativo es más que eso: tiene la finalidad de lograr que el ciudadano del mañana tome conciencia de su derecho a participar en el poder político y en la organización social, e introducir los cambios necesarios para resolver problemas propios de su época.
Acaba de celebrarse en Bogotá el Coloquio Nacional Universitario 2004, “La Universidad y las Competencias Ciudadanas” en el cual intervinieron académicos de diversas disciplinas ante un nutrido público, quienes dejaron insumos que de seguro alimentarán el programa de “Colombia Aprende” que adelanta el Ministerio de Educación Nacional. Esos valiosos aportes, complementados con las investigaciones que otros países vienen realizando han de servir para tomar decisiones de política educativa de indudable trascendencia.
Cuando en el 2000 la OECD hizo una investigación en la que, a más de algunos de sus miembros, incluyó a Argentina, Brasil, Chile, México y Perú, encontró que los países latinoamericanos registran la máxima aceptación a la escuela como el lugar donde el estudiante sí quiere ir. En México la aceptación llegó al 87%, en Perú al 82%, en Chile al 77%, en Brasil al 76% y en Argentina al 65%, contra un promedio del 69% en los países encuestados de la OECD (Alemania, Canadá, Corea, España, Francia y Japón)
Esa alta expectativa contrasta con los bajos niveles de escolaridad y aprendizaje y la mala calificación de los docentes, bien por pedagogías inefectivas, por materiales educativos deficientes, o por falta de dedicación. (Infortunadamente no se midió la vocación de los profesores, factor determinante en el buen desempeño) En la referida investigación, los maestros en los países altamente desarrollados son percibidos como seriamente comprometidos con el objetivo de que los estudiantes en realidad aprendan, por lo cual, “siguen enseñando hasta que todos los alumnos comprendan”. La calificación es alta en Corea (18%), Japón (15%), Alemania (12%), mientras que en Perú es del 4%, en México, Chile y Brasil 5% y Argentina 7%.
Una investigación hecha por Hewlett Foundation (1998) indicó que la escuela tiene la más alta confianza de los ciudadanos en Chile (89%) y en México (64%) La más baja valoración en Chile la tienen los partidos políticos (27%) y en México el Congreso (28%) Esto indica que mientras la credibilidad en la escuela sigue siendo alta, la confianza en las instituciones democráticas es mínima.
El sistema educativo Canadiense tiene claridad en el objetivo social y político de formar “forjadores de paz” (peacemakers) y, por lo tanto, trabajadores en la prevención de violencia. El currículum incorpora, en forma transversal teoría y práctica, desde la primaria, segmentos que tienen que ver con los valores, los cuales aplica mediante el desarrollo de habilidades, tales como pensamiento creativo, pensamiento crítico, pensamiento lógico, toma de decisiones, solución de problemas y habilidades afectivas, personales y sociales. Destaca entre todos estos componentes el valor de la tolerancia y la destreza en el reconocimiento del otro, mediante acciones tales como saber comunicarse, escuchar, responder y aceptar las conductas de los demás, participando y entendiendo los roles de grupo.
En varios países de Europa se han llevado a cabo investigaciones tendientes a identificar la motivación de los estudiantes de secundaria por la política nacional e internacional, habiendo llegado a recomendaciones de incorporar actividades prácticas como la lectura de periódicos del día, revistas, y simulación del funcionamiento de instituciones democráticas dentro de la escuela.
Hecho este recorrido, forzosamente hay que referirse de nuevo a la Universidad en donde deben realizarse las investigaciones políticas, sociales, culturales y educativas que permitan formar docentes debidamente fortalecidos en las competencias pedagógicas, para que a su turno sean capaces de desarrollar competencias ciudadanas en los estudiantes abarcando todos los escalones del sistema educativo. Así se hará democracia y ciudadanía, simbiosis creativa de Sociedad y Estado y del concepto de lo público.
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