El mal sin retoques...¿será ésta la próxima fruta podrida que caiga?

 


 

Burgueses

No me dan pena los burgueses
vencidos. Y cuando pienso que van a darme pena,
aprieto bien los dientes y cierro bien los ojos.
Pienso en mis largos días sin zapatos ni rosas.
Pienso en mis largos días sin sombrero ni nubes.
Pienso en mis largos días sin camisa ni sueños.
Pienso en mis largos días con mi piel prohibida.
Pienso en mis largos días.

Nicolás Guillen

 

EN ESTA HOJARASCA

EVENTOS: Documentales, Museo de Arte Moderno de Bogotá, jueves 10,

7 P.M.

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Mario Lamo Jiménez: ¿La caída del imperio del mal?

José Eduardo Jaramillo-Zuluaga: Formas violentas

Octavio Quintero: No comparto ni acato

Se acabó dictadura de las casas editoriales

 

 
ENLACES DEL MES:
 

  • Número #15, octubre-noviembre de 2005   

     

    Frente a la catástrofe que se avecina:

     

    ¿La caída del imperio del mal?

    Mario Lamo Jiménez

    Adán y Eva, reza la mitología cristiana, fueron expulsados del paraíso por comer del fruto prohibido. Los gobernantes actuales de los EE. UU. no sólo se comieron el fruto prohibido sino que derribaron el árbol, parcelaron el paraíso y lo pusieron en venta al mejor postor. ¿Cuál será su castigo? Aparentemente no tendremos que esperar mucho para ver los resultados. Como frutas podridas, los co-conspiradores de George W. Bush que engañaron al mundo y al pueblo norteamericano para lanzar una guerra de agresión contra Irak, están empezando a caer. El jefe republicano del Congreso, Tom Delay, fue arrestado acusado de lavado de dineros para repartirlos entre candidatos republicanos de manera ilícita y apoderarse así del congreso. Esta semana se esperan cargos contra altos funcionarios de la Casa Blanca, entre ellos el maquiavélico Kart Rove, llamado "el cerebro de Bush". Rove y otros funcionarios de la oficina del vicepresidente tal vez sean acusados de conspirar para obstruir la justicia y de haber hecho público el nombre de una agente encubierta de la CIA, lo cual es un crimen federal. Esto lo hicieron para vengarse del embajador Joseph Wilson, a cuya esposa delataron, quien fue uno de los primeros en exponer las mentiras de la retórica de Bush que justificaba la guerra contra Irak. Wilson viajó a Nigeria para constatar si Sadam Hussein intentaba comprar uranio de dicha nación con fines nucleares. Su investigación demostró que dicha acusación era completamente falsa. En base a papeles falsificados, probablemente por el servicio de inteligencia italiano, y que la CIA sabía que carecían de valor, George W. Bush dijo en unos discursos de guerra que existían pruebas contundentes de que Irak se aprestaba a producir armas nucleares. "No queremos que un hongo nuclear sea el aviso", dijo. Desacreditadas sus afirmaciones por el embajador Wilson en un editorial del New York Times, los neoconservadores, sedientos de guerra y de petróleo, se lanzaron como perros de presa en contra de Wilson y para ello pasaron información secreta acerca de la identidad de la esposa de Wilson a diversos reporteros, quienes se encargaron de publicarla. Bush afirmó en ese entonces: "Quiero llegar al fondo del asunto. Si alguien de la Casa  Blanca reveló esa información, será despedido". Una vez que avanzó la investigación y los dedos acusatorios de la justicia apuntaban a la oficina del vicepresidente y a la de su consejero, Kart Rove, Bush cambió de tono: "Si alguien cometió un acto criminal, será despedido". Ahora los acusados tendrían que ser declarados culpables para que Bush actuara. Sin embargo, circula información que desde un principio Bush sabía que su asesor Rove era el que había filtrado la información y que tan sólo lo estaba encubriendo. Tal como en Watergate, en que un pequeño crimen se convirtió en un gran crimen por tratar de encubrirlo, es posible que en este caso el crimen mayor sea el encubrimiento de otro crimen, lo cual podría sacar del paraíso a los criminales que se tomaron por medio del fraude electoral la Casa Blanca.

     

    Sin embargo sería iluso pensar que aquellos que han creado este imperio del mal que ha torturado y masacrado a miles de personas en Irak y Afganistán, vayan a abandonar sus cargos sin dar una gran pelea. Para ello cuentan con el aparato militar más grande y perverso que se haya desarrollado en la historia de la humanidad y con un sinnúmero de medios de propaganda dispuestos a repetir hasta la saciedad sus falsedades.

    Así como a pocos días del recuento de los votos de las elecciones del año 2000 ocurrió el atentado de las torres gemelas, lo cual distrajo la atención de todo el mundo y convirtió al presidente ilegítimo en un "líder en tiempos de guerra", no sería de extrañar que los EE. UU. se lance en otra aventura bélica, hasta con armas nucleares, ya sea contra Irán o contra Siria, para distraer una vez más la atención del mundo en el momento preciso.

    Sin embargo, a los neoconservadores, con Bush a la cabeza, les está saliendo el tiro por la culata, ya que la resistencia iraquí tiene al ejército norteamericano en jaque y el petróleo del que pensaban obtener pingües ganancias, se está evaporando con cada bomba que les destruye un oleoducto más cada día de guerra. En resumidas cuentas, Bush se ha creado su propio Vietnam y se está ahogando en el petróleo del que pensaba apoderarse para beneficio de las multinacionales norteamericanas. Ahora, como Nixon, sólo falta que sus mentiras locales lo hagan caer en desgracia, ya que los organismos internacionales parecen hacerse los de la vista gorda ante sus crímenes de guerra.

    En uno de sus discursos, Bush acusó a Irak, Irán y Corea del Norte de ser el eje del mal. Ahora está más que claro que nunca que el verdadero eje del mal se encontraba en la Casa Blanca y que su imperio del mal corre el riesgo de ser expulsado del paraíso terrenal, antes de que lo destruyan. Lo que está en juego es un asunto serio, las políticas neoconservadoras de guerra y agresión son un mal menor comparadas con sus políticas ambientales que amenazan con destruir todo el planeta a causa del calentamiento global. O cae el imperio del mal o caemos todos, arrastrados por la avaricia de unas cuantas compañías multinacionales para las que unos dólares más son más importantes que el futuro de la humanidad misma.

     



    Relato fantástico ...

    Formas violentas

    José Eduardo Jaramillo-Zuluaga

    Nota: A nuestra revista ha llegado el siguiente “Relato fantástico” acompañado de una nota explicativa. Por razones que nuestros lectores comprenderán, lo hemos declarado fuera de concurso.

    La Dirección

    Estimado señor director:

                  Me hubiera gustado participar con estas fotografías en su concurso de cuentos. Me parece que yo habría obtenido el primer premio con facilidad si Ud. tuviera una concepción más amplia de la literatura. En efecto, exigir que los relatos tengan un número determinado de palabras equivale a decir que la literatura es un arte esclusivamente verbal, y el mío, como puede ver, combina palabras e imágenes: el título “Relato fantástico”, dos breves notas bibliográficas y las mencionadas fotografías. Me parece que si Ud. publica una revista con ilustraciones a todo color y es tan aficionado a la multimedia, no debería subscribir una idea tan conservadora de la literatura. De todas maneras, no voy a extenderme en reproches. Existe una razón más importante por la cual no participé en su concurso: no quiero lucrarme con un hecho que es a un tiempo descorazonador y macabro.

                  Hace ya varios años que me dedico a la enseñanza de la literatura y al diseño minucioso de un CD-ROM sobre la obra del poeta José Asunción Silva. El verano pasado, cuando preparaba mis clases para el nuevo año académico, el decano de mi facultad me solicitó un curso sobre la situación de mi país. A pesar de que se trataba de un tema ajeno a mi disciplina, accedí Text Box:   José Asunción Silva en su lecho de muerte. Toma de Alfredo Esperón, 1896. Robinson Quintero Centenario Silva 1896 / 1996. Santafé de Bogotá: Banco de la República, 1996: 67. de inmediato: compuse una bibliografía básica, leí libros de historia e inicié mi estudio sobre la Violencia en Colombia. Así pues, durante el día tomaba notas en la biblioteca para mi nuevo curso y durante la noche trabajaba frente al computador en la sección del CD-ROM que se ocupa del suicidio de Silva. Mi intención aquí era rodear la hermosa fotografía de Silva muerto con breves textos que explicaran las razones que tuvo para suicidarse. Creo que usted conoce la foto a la que me refiero. Aparece reproducida en los periódicos cada vez que se conmemora un nuevo aniversario del poeta suicida.

                  La historia de la fotografía es de por sí interesante. A más de cien años de los acontecimientos, nosotros imaginamos la escena del siguiente modo: Es domingo. Es temprano. Todos duermen o están en misa. La criada va a despertar al poeta,  lo encuentra muerto y comienza a dar gritos. Los vecinos se alarman, la calle se alborota y en un segundo la noticia se extiende por toda la ciudad como un látigo. Los amigos llegan, un juez hace el levantamiento del cadáver y, de pronto, ¡flash!, el fotógrafo Alfonso Esperón toma la foto.

                  Aunque es probable que así ocurrieran los acontecimientos, hay algo que resulta por completo anacrónico. Me refiero a la súbita aparición del fotógrafo. Es obvio que Esperón no era un fisgón y que no hizo el retrato de Silva con una de esas másquinas instantáneas que la Kodak comenzaba a popularizar por aquellos días. Por el contrario, se trata de un retrato estudiado y lento y sin duda ceremonial, el momento quizás más importante entre los ritos funerarios del poeta suicida: el último recuerdo que de él tendrían su madre y su hermana. Según explica Jay Ruby en su bello libro Capturar la sombra, la fotografía post-mortem era una costumbre muy extendida en la época y tenía por objeto ayudar a los dolientes a aceptar la muerte del ser querido. En cierta forma, estas fotografías eran un adelanto tecnológico con respecto a las mascarillas funerarias: eran más baratas, más duraderas y representaban al finado como si no estuviera muerto sino dormido.

                  Entre los ejemplos que Ruby reproduce en su libro se encuentra la fotografía de un niño cuyo nombre se ha perdido en el tiempo y que debió morir por la misma época de Silva en un pequeño pueblo del Estado de Pensilvania llamado Lock Haven. No hace falta describir la fotografía, pero quiero que se fije en los siguientes detalles: el niño viste un traje negro impecable que contrasta con la blancura de las bocamangas y de la gorguera de encajes; una de sus manos yace al costado y la otra reposa sobre su abdomen con naturalidad; finalmente, y en esto reside la maestría de la fotografía, sus labios, apenas entreabiertos, comunican la ilusión de que todavía respira.  

                  Nada más dulce que un niño dormido. Nada más conmovedor que un niño muerto. Sin embargo, ¿cómo explicar lo que sentimos cuando descubrimos que ese niño ha muerto dos veces? Es pura coincidencia que estuviera yo leyendo el libro de Rubin al mismo tiempo que tomaba notas para mi curso sobre la Violencia en Colombia. El primer libro que se publicó sobre este tema lleva por título precisamente La violencia en Colombia. Uno de sus autores, monseñor Germán Guzmán Campos, incluye en él algunas fotografías de su archivo personal. A diferencia de las fotos que estudia Rubin, las de Guzmán Campos no cumplen ninguna función terapéutica, no se proponen facilitar el duelo de los parientes del muerto ni representar a éste como si estuviera dormido. Muy al contrario, estas fotografías son un testimonio de la atrocidad; lo que vemos en ellas son los gestos y la expresión de terror que tenían las víctimas en el momento en que fueron masacradas. Es verdad que el nombre del pequeño niño de Lock Haven se ha perdido en el tiempo, pero las víctimas del infierno colombiano fueron anónimas siempre. Si alguno de sus familiares sobrevivió a la matanza, a sus manos nunca llegó la fotografía del muerto como no fuera porque la descubriera en un periódico, como ilustración gráfica de una estadística de la crueldad.

               Entre esos muertos anónimos me pareció ver de pronto al niño de Lock Haven.Ya no aparece con su traje dominical sino con sus ropas desgarradas de campesino colombiano. Sus manos todavía se levantan en señal de rendición y en su boca abierta hay un grito que no termina. Es el mismo niño. Hasta donde lo permiten ver las fotografías, las cejas, la oreja y el pelo son los mismos. En su muerte repetida lo único que ha cambiado es la forma de morir que le hemos inventado los colombianos.



    No comparto ni acato

    Octavio Quintero

     

    En otros tiempos parecía erudición decir “acato el fallo pero no lo comparto”. Hoy es una frase pendeja de alguien que no tiene materia gris para sustentar su disenso o que tiene interés particular en guardar silencio.

    Por el largo camino de acatar fallos sin compartir, en Colombia se ha venido construyendo un caprichoso estado de derecho que la razón no entiende, y explica en buena parte la violencia armada de los paras y guerrillos.

    No se requiere ser constitucionalista para entender que si al presidente Uribe lo eligieron sólo para un período de cuatro años, sea constitucional –y ni siquiera correcto-  cambiar las reglas del juego para que de inmediato pueda ser reelegido. Eso, como diría Sherlock Holmes, es elemental mi querido Watson.

    Pero la ‘omnisciencia’ de la Corte dijo que sí, y eso dizque hay que acatarlo. Hay que acatarlo porque aquellos que no pensaban acatar el fallo en caso de que les hubiera sido adverso, llevaron a estos, a quienes consideraban que la reelección inmediata del presidente Uribe era inconstitucional, a que anticipadamente se comprometieran a acatar el fallo de la Corte, fuera el que fuera.

    En el primer acto se montó el teatro sobre la independencia de la Corte y se filtraron noticias en los medios más poderosos que daban la impresión de que la reelección se caería. Es más, el Procurador pidió que el acto legislativo se declarara inexequible por vicios de forma y de fondo. Los uribistas se rebelaron contra todos los antireeleccionistas; amenazaron con desconocer el fallo y la respuesta de los buenos fue firmar un hipotético pacto de honor de respetar el fallo, fuera el que fuera, repito.

    Claro, con esa promesa de los buenos entre el bolsillo, los malos empezaron a tejer la red. Sería dispendioso reconstruir la telaraña. Mandaron a una distinguida dama a prenderle velones a la Corte para que la iluminara Dios; enviaron propuestas a los magistrados de muy diversa índole, una de las cuales ha puesto digno a uno de ellos que amenaza con demandar a su colega que insinuó la venta de su voto. Hasta el propio presidente de la Corte cambio su decisión horas antes de la votación. Como quien dice, este jurista se iluminó momentos antes de votar en contra y halló constitucional lo que a lo largo de los meses y del debate le parecía inconstitucional. Creo que desde los tiempos de los apóstoles, el Espíritu Santo no se había insinuado tan  directamente en la iluminación intelectual de un mortal.

    Y llegó la hora. La filtración de la noticia fue tan descarada que hasta la simpática señora de los tres dedos en CM&, reveló la votación y se fue de vacaciones muerta de la risa. La decisión de la Corte llegó, arrastrando de las mechas un fallo de exequibilidad que hay que acatar, aunque no se comparta.

    Al presidente Uribe lo cogió de ‘sorpresa’ en un acto ridículo de la Universidad Libre que le confería el título ‘honoris causa’ en derecho y ciencias políticas, a él que es abogado. Hasta en esto Uribe es sui generis: termina graduándose de abogado empírico años después de haberse graduado de abogado en la universidad (¿?). Y para la Libre, queda en la memoria, para cuando el derecho vuelva a ser una cosa razonada, que le otorgó título en derecho a quien, por la época, se constituía en el máximo violador de la Constitución. ¡Qué adefesio!  

    Nunca antes como hoy quisiera escuchar un atronador ¡MAMOLA! Pero no. El doctor Serpa está llevando del bulto por creer que esta Corte iba a ser tan independiente como la que tumbó el Upac, magistralmente orientada por José Gregorio Hernández.

    Yo que no comparto el fallo ni lo acato; y en eso me parezco mucho a los neoliberales que no acatan ni un solo fallo que les sea adverso, me declaro en desobediencia civil porque creo que si las leyes son absurdas, quien las acata es un bobo.

    ¡Síganme los buenos!

     


     

    VOCES DESDE LA TIERRA

    SOMOS TIERRA…

    Museo de Arte Moderno de Bogotá

    Jueves, 10 de Noviembre - 7:00 P.M.

     

    El próximo jueves 10 de Noviembre, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz presenta en la Sala Los Acevedo del Museo de Arte Moderno de Bogotá, los documentales Voces desde la Tierra**, un testimonio vivo de comunidades desplazadas de la región del Alto Ariari – Meta, y Somos Tierra, experiencia de recuperación de sueños y esperanzas para los niños del Cacarica – Chocó.

    La proyección será seguida de un conversatorio con algunos de sus protagonistas, en el que se analizará y debatirá el contexto social y político que ha dado lugar a la presente situación, las motivaciones económicas subyacentes, así como las reacciones y propuestas que presentan las comunidades desplazadas y organizaciones de apoyo.

    **VOCES DESDE LA TIERRA
    Duración: 39'
    Dirección: Natalia Díaz
    Produce: Comisión Intereclesial de Justicia y Paz

    Resumen:

    Del año 2002 hasta el presente, cientos de familias campesinas han sido expulsadas, por medios violentos o intimidatorios, de sus veredas en la región del Alto Ariari, municipio de El Castillo (Meta). Al duro golpe de dejar atrás toda una vida de esfuerzo, trabajo y felicidad, se une la gran fractura psicológica y emocional que sufren unos y otros. Sin embargo, 45 familias desplazadas asentadas en Villavicencio se han reagrupado para pedir que se haga justicia, exigir una reparación integral y conseguir el retorno a sus tierras. Son conscientes de que la lucha es contra un poder político y económico dispuesto a lo que sea para preservar sus intereses. Pero también saben que unidos, serán más fuertes.