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Abril 29, 2006

Prohibido cantar en español

No acababa de sacar el productor musical británico, Adam Kidron, una versión en español del himno nacional de los Estados Unidos, cuando los críticos, de Bush para abajo, se le vinieron encima. “El himno nacional se debe cantar en inglés, no en español” declaró W, “para que no perdamos el alma nacional”. Tanta miopía, mezcla de ignorancia, racismo y xenofobia, en verdad espanta. Para empezar, ¿cómo lo van a cantar en inglés personas que no hablan inglés? La respuesta de W, naturalmente, “que aprendan inglés y que lo canten en inglés”. Sin embargo, se le olvida al protector del “alma nacional”, que el inglés no se aprende de la noche a la mañana y que hay personas que ni siquiera tienen necesidad de aprenderlo, pues su vida cotidiana transcurre en el idioma español.

También hay que recordar que el inglés, tanto como el español, son idiomas foráneos en el continente norteamericano. Antes de la llegada de los ingleses y españoles, se hablaban cientos de idiomas a lo largo y ancho de América (y cuando digo “América”, me refiero a todo un continente y no a un país). Una estrategia del colonialismo cultural en todas partes del mundo (además de exterminar a los hablantes de una lengua), ha sido suprimirles su cultura, incluido su idioma, para de esa manera tratar de asimilarlos a la cultura del invasor.

Cuando los ingleses desembarcaron del Mayflower en Plymouth en 1620, allí no se hablaba inglés, se hablaba wampanoag o massachusett (de ahí el nombre del estado), y la comunidad wampanoag recibió a los peregrinos que llegaban sin visas ni pasaportes, con los brazos abiertos, y no los obligaron a aprender su idioma ni a convertirse a su religión, ni mucho menos a cantar sus himnos. Como pago, los peregrinos terminaron esclavizándolos y prácticamente exterminándolos. También prohibieron el uso de su idioma, massachusett, y el uso de sus nombres tribales.

Casi 400 años más tarde, el español se ha convertido en el segundo idioma más hablado de los EE. UU. y en California, por ejemplo, el 35% del total de la población del estado es latina. Lo que es más, los anglos son ahora una minoría (el 44.6% del total de la población del estado) y llegará un momento en que los latinos seremos la mayoría en este estado. No creo que se nos ocurra entonces obligar a los anglos a aprender español (aunque aprender dos idiomas, dicen los estudios, estimula el cerebro), pero si quieren cantar cualquier canción en español, desde La Cucaracha, hasta el himno de los EE. UU., son más que bienvenidos. De todos modos, el poema en que está basado el himno, escrito en 1814, tiene palabras tan complicadas para un inmigrante que esté aprendiendo inglés, que tal vez ni el mismo Mr. Bush las entienda. Tampoco es de extrañar que un poema guerrero haya sido adoptado como himno de los EE. UU., ya que en general la función de los himnos es inspirar un falso patriotismo, usualmente por medio de imágenes bélicas. Es así que un poema, no muy brillante de por sí, aunado a una música dispar, es ahora uno de los símbolos patrios de los EE. UU.

Sin embargo, si alguien quiso tomarse la molestia de adaptarlo al español, ¿por qué quejarse? Tal vez debería ser traducido desde el tagalo hasta el chino, para que todos aquellos que no hablen inglés puedan entender y apreciar “el alma estadounidense”, pues al contrario de lo que piensa Mr. Bush, su alma no se desgastará si su himno se canta en otro idioma.

Abril 24, 2006

El verdadero cuento de Judas

Transcripción del arameo de un relato bíblico hallado en una cueva, en La Tebaida (Quindío)

Estaba yo echándome una siesta en el Monte de los Olivos cuando de pronto llegó Chuchito, me despertó de repente y me dijo:

“Judas, te tengo un encargo”.

“Qué se le habrá ocurrido a este man ahora”, me dije mientras me despertaba.

“Se trata de lo siguiente, tú vas y me delatas, diciéndoles a los romanos dónde tengo mi caleta, ellos me aprehenden y me crucifican, yo resucito al tercer día y verás que ahí sí la secta coge vuelo”.

“Un momento, un momento, Chuchito”, le dije sin darle crédito a lo que oían mis oídos, “de modo que usted queda como el putas del paseo y yo como un traidor, pagando escondederos a peso para que no me pasen al papayo los demás apóstoles. A eso no le jalo”.

“Mirá Judas”, me dijo Chucho poniendo esa carita de crucificado que usaba para parecer más convicente, “esto quedará entre nosotros dos, pero para mí tú eres lo máximo, mi apóstol predilecto, el único en quien confío para pedirle ese favorcito y no se te vaya a ocurrir escribir ningún recuento en un papiro y dejarlo por ahí en una cueva para que después se enteren las malas lenguas…”

“Un momento Chuchito, y cómo es que va usted a resucitar si ya sabemos que una vez que lo pegan a uno a un madero de esos, no hay Santa Lucía que valga”.

“Pues para eso soy el milagroso, el del corazón sagrado, la tercera parte de la Santísima Trinidad, el putas de la Tebaida. Al que van a crucificar es a Jesús María, que se parece mucho a mi persona y una vez que lo bajen de la cruz, sacamos el cadáver y aparezco yo, todo vestido de blanco y me voy pa’l cielo… con María Magdalena, y verás como esta religión empieza a vender como un verraco”.

“Muy bonito todo eso que propones Chucho, ¿pero a cuenta de qué voy a ser yo la puta del paseo?”

“Pues mira Judas, yo tengo unos ahorritos, 30 monedas de plata que me pagaron por unos shows que hice cuando cambiamos las botellas de agua por las de vino y cuando caminé por la cuerda floja que había instalado en ese lago para parecer que estaba caminando por encima del agua, ¿te acuerdas?”

“Ah, bueno Chuchito, con marmaja de por medio la cosa es a otro precio. Con tal de que a la gente no le dé por decir cuando vean un traidor, “ése es un Judas”, todo lo demás está bien, pasame la plata y yo les aviso a los romanos donde está Jesús María y les digo que sos vos”.

“Judas, eres un verraco, si el cielo existiera, seguramente te daríamos la mejor habitación y una pensión vitalicia para que no tuvieras por qué preocuparte”.

“¿Y de la platica qué?”

“Ah, ésa te la pasó después de que resucite, pero con gusto te firmo un pagaré”.

Y así fue, el plan salió a la perfección, salvo un pequeño detalle. Una vez resucitado, el vergajo se escapó con la María Magdalena y no me pagó ni un centavo. Por eso fue que me tocó escribir este cuento para ver si algún día lo encuentra algún fiscal y me conmutan esta pena eterna de ser acusado de ser un Judas y le dejan de creer el cuento a Chuchito de que él era el divino maestro, porque pa’ lo único que era un verdadero maestro era pa’ meter embustes.


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