Las dos muertes del fiscal: El caso Nisman

 

Enrique Santos Molano

 

El fiscal argentino Alberto Nisman (q. e. p. d.) resolvió acusar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, al canciller Héctor Timerman, al diputado Andrés Larroque, al dirigente de Miles, Luis D’Elia; al de Quebracho, Fernando Esteche, y a un argentino de ascendencia iraní, Alejandro ‘Yusuf’ Khalil, de confabulación para dejar en la impunidad a los autores del crimen contra la Asociación Mundial Israelí de Argentina (Amia) mediante la suspensión de las alertas rojas por parte de Interpol. En las últimas semanas, la acusación Nisman fue el tema favorito en los medios argentinos, resaltado por prensa internacional que tiene cierto interés en desprestigiar al gobierno de la señora Kirchner y a cualquier gobierno que no esté sometido a los mandatos del neoliberalismo en materia económica.

Se decía que el documento de aproximadamente trescientas páginas elaborado por el insobornable Nisman (ya lo habían convertido en el héroe impoluto de la oposición) era una bomba súper que daría en tierra con el gobierno CFK. Que hacía revelaciones de escuchas “aterradoras” y que probaba sin dejar dudas cómo el gobierno kirchnerista había complotado con las autoridades iraníes para tapar la verdad de lo sucedido en el horrible atentado del que fue objeto la Amia en Buenos Aires (1994).

De repente, el misterio. El fiscal Alberto Nisman, que estaba de vacaciones, en curso hacia Europa, dio una insólita media vuelta, regresó y presentó su escrito el miércoles 14 con una celeridad inexplicable. No lo acosaban vencimientos de término, ni estaba corto de tiempo. Fue citado por el Congreso argentino para explicar ante los diputados los fundamentos de su acusación, el lunes 19. No pudo hacerlo. Lo encontraron muerto ese día en el baño de su lujoso apartamento, con un tiro en la sien. Los primeros peritajes determinaron que la muerte del fiscal se produjo entre las dos y las cuatro de la madrugada del domingo 18. De acuerdo con el exjuez de la Suprema Corte Eugenio Zaffaroni, la pregunta clave que está sin respuesta es ¿por qué el fiscal Nisman renunció a sus vacaciones y se apresuró a presentar su denuncia en tiempo feriado? Zaffaroni cree que Nisman fue víctima “de una operación, y que le suministraron información falsa”. (Vea acá el documento)

Como es natural, se armó el escándalo. El grueso de la prensa indujo a pensar que en la muerte abrupta del fiscal Nisman podría estar incurso el gobierno. Es decir, que se trataba de un crimen de Estado. Entretanto ¿qué había pasado con el documento acusatorio elaborado por el fiscal Nisman? El fiscal lo entregó, según el procedimiento, al juez federal Ariel O. Lijo, quien a su turno, al enterarse de la muerte de Nisman, lo trasladó al presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, y Lorenzetti ordenó colgarlo de inmediato en la página web de la Corte, para conocimiento universal.

El martes me pegué mi buena amanecida leyendo la acusación, de doscientas noventa páginas, del fiscal Alberto Nisman contra la presidenta Cristina Kirchner, su ministro de Relaciones, Héctor Timerman, y las otras personas que cité al comienzo. (Vea aquí el documento)

Uno empieza a leer emocionado y expectante el documento sensacional en busca de las pruebas irrefutables que le permitan concluir “Sí, señor, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner intervino para amparar la impunidad de los perpetradores del crimen de la Amia”. Cuando termina desencantado las doscientas noventa páginas, no puede evitar una exclamación: “No, señor, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es inocente por completo de los cargos que le formula el fiscal Nisman”. El Fiscal Nisman, en su alegato, prueba la inocencia de Cristina, queriendo demostrar lo contrario. Son las paradojas de la mala fe ejercida por un alto funcionario judicial, si bien el exjuez Zaffaroni cree que Nisman actuaba de buena fe, pero engañado (ver primer enlace).

Como podrá comprobarlo (haciendo clic en el segundo enlace y bajando el PDF que contiene la denuncia completa del fiscal Nisman) cualquiera que conozca algo de derecho probatorio, en la presunta denuncia no hay elemento probatorio alguno acerca del fundamento de la acusación del fiscal Nisman: que la presidenta Fernández de Kirchner y el canciller Timerman, en confabulación con las autoridades iraníes, intrigaron ante la Interpol para obtener que fueran levantadas las alertas rojas sobre los presuntos responsables del atentado a la Amia. Esa acusación no aparece fundamentada, ni mucho menos probada a lo largo del extenso e incoherente escrito de Nisman, pues se trata de hechos que no ocurrieron. Con razón otra juez le había devuelto al fiscal el alegato de acusación “por carecer de sustentos probatorios”. Léanlo ustedes y fórmense su propio juicio.

Además, el exsecretario general de la Interpol, Ronald Noble, declaró que Nisman mentía y que, lejos de haberle solicitado ninguna gestión para levantar las alertas rojas, tanto la presidenta como el canciller exigieron que se las mantuviera con toda severidad hasta tanto no fueran detenidos, enjuiciados y castigados los autores del crimen de la Amia. Lo cierto es que nunca hubo el menor intento de levantar las alertas rojas por parte de la Interpol, ni existieron jamás las negociaciones para intercambio de grano argentino por petróleo iraní, que el fiscal Nisman presenta como el soporte único de su acusación.

El fiscal Nisman murió por una de dos acciones. Se suicidó o fue asesinado. Eso tendrá que elucidarlo la justicia argentina, no los titulares sesgados de los periódicos; no obstante, hay que formularse, como acostumbran los infalibles investigadores Sherlock Holmes, Hercule Poirot, y las señoritas Marple y Fisher, la pregunta de rigor: ¿a quién le sirve la muerte del fiscal Alberto Nisman? No al Gobierno argentino, que se ve expuesto a pasar como sospechoso de asesinar al fiscal que lo está acusando, y que ya mismo enfrenta el griterío de la oposición, que, sin ningún elemento de juicio, y con la debida precipitación, le lanza esa nueva inculpación a la presidenta Kirchner, y erige al finado fiscal en víctima, mártir y héroe de la justicia. Sí le sirve a la oposición, que ha encontrado en la muerte del fiscal un ariete para tumbar a la brava un gobierno legítimo, y que tiene a su favor la circunstancia de que la mayoría de las personas no se van a leer las doscientas noventas páginas de la acusación Nisman. Se limitarán a orientarse por los titulares mediáticos, no siempre imparciales.

En las últimas horas han aparecido pistas de pisadas y de huellas que provendrían de un tercer apartamento, al parecer habitado por “un extranjero”. Sin embargo, la pista más interesante es un extraño mensaje que el fiscal Nisman envió por celular a sus amigos, horas antes de radicar su denuncia ante el juez Lijo. En un párrafo del mensaje dice Nisman que “lo que iba a hacer, estaba previsto desde hacía tiempo, aunque nunca sospechó que sería tan pronto”. El dramatismo del mensaje hace pensar que Nisman no se refería precisamente al acto de entregar la acusación, sino a que tenía decidido suicidarse. (Vea acá el documento)

Quienes tengan interés en ahondar en las complejidades que se esconden detrás de un episodio como el de la muerte del fiscal Nisman, lean un famoso libro de un célebre escritor ya olvidado (Curzio Malaparte: ‘Técnica del golpe de Estado’, 1931), y entenderán por qué el “caso Nisman” encaja a la perfección en esa técnica.