Historia de una piñata teatral
Mario Lamo Jiménez
A veces llegan cartas… cartas inesperadas, con noticias de sitios lejanos que nunca soñamos conocer… esta ha sido la tercera carta que he recibido a causa del teatro, con una propuesta especial. Primero había sido de Tondela, Portugal; después, de Hermosillo, México, y ahora era de Texas. Me pedían autorización para poner en escena una de mis obras de teatro, titulada “La piñata más grande del mundo”*. Inmediatamente les respondí que sería un honor que montaran mi obra. Sería la tercera vez que un grupo internacional montaría una de mis obras de teatro infantiles.
La carta más reciente provenía de un sitio llamado Edinburg, en el estado de Texas, y estaba escrita por una estudiante de la Universidad de Texas Panamericana, María Alvarado.
No supe de ellos por un rato, hasta que otro día recibí otra carta, que les gustaría contar con mi presencia en el estreno de la obra. Lejos estaba yo de soñar con viajar a Texas y mucho menos con ver el montaje de una de mis obras para niños.
La obra en sí, había sido inspirada por un fabricante de piñatas, a quien había conocido tiempo ha en un festival del Smithsonian. Provenía de Laredo Texas, y era de origen mexicano. Su arte era la cocina y las piñatas… pronto veríamos las dos cosas. Se llamaba Cipriano Cedillo, hombre de pocas palabras y de manos diestras, vistió un mandil rojo cada mañana por dos semanas para fabricar sus hermosas piñatas.
Al ver a Cipriano, supe de inmediato que estaba ante un auténtico personaje, que parecía salido de algún maravilloso cuento de ficción infantil. Fue así que observé atentamente, día a día, cómo fabricaba sus piñatas, con los materiales que había traído de Laredo. A la vez que fabricaba sus pequeñas piñatas, también le iba añadiendo elementos a su gran piñata. Poco a poco, la figura de un charro fue emergiendo entre el bambú y el papel crepé, hasta que llegó a la cara. La trabajó con detalle y delicadeza. Aparecieron la boca, la cejas, la nariz… cuando le puso los ojos noté una cara familiar que me miraba. Sin poder plenamente distinguir al personaje, le pregunté quién era. “Es el mero presidente, el señor que vive en esa casa”, dijo apuntando hacia la Casa Blanca. ¡Era la piñata de Ronald Reagan!
El día final del festival se celebró al aire libre con una fiesta de piñatas frente a uno de los grandes museos del Smithsonian. La primera piñata en regar el suelo de dulces fue la piñata del presidente.
Fue así como llegué a Texas un miércoles 19 de marzo. Las presentaciones serían el viernes 21… no sabía qué esperar… ni quién me esperaba. Un par de venezolanos amables, padre e hija, me esperaban en el aeropuerto. La hija era una de las actrices de la obra. Esa misma noche asistí a uno de los ensayos y conocí al elenco de la obra… el montaje parecía estupendo.
Supe que la universidad tenía más de 20 mil estudiantes, la mayoría latinos y de origen mexicano; que la directora de la obra, María Alvarado, era una joven estudiante de 19 años; que un estudiante de música, Valentín González, de una familia con 4 generaciones de tradición musical, había compuesto la música para las 11 canciones de la obra y que Jessica Peña, otra dotada estudiante de danza, había hecho la coreografía. María, además de dirigir la obra, era la directora de “Latino Theater Initiatives”, la organización encargada de escoger y montar las obras infantiles en español.
Y, también conocí al gestor de este maravilloso proyecto, el Dr. Eric Wiley, profesor de teatro, dramaturgo, y, gracias a quien, por primera vez en décadas, se podía montar teatro en español.
El Dr. Wiley me explicó cómo la vieja guardia de la universidad tenía prohibido el teatro en español, a pesar de que la mayoría de los estudiantes era bilingüe. Pero, con paciencia y confianza, poco a poco logró lo que nadie había logrado: El montaje de una obra en español en la Universidad de Texas. A esa le siguieron otras, y ahora su grupo ha logrado reconocimientos a nivel nacional, especialmente por el montaje de “Crawling with Monsters”, una obra sobre la violencia del narcotráfico en la ciudad fronteriza de Reynosa, a solo 15 minutos de allí, y en otras partes de México.
El viernes 21 de marzo a las 5:30 P.M. fue el estreno de la obra. En un magnífico y amplio teatro, se corrieron las cortinas, y los estudiantes de UTPA, acompañados por música en vivo, exhibieron su trabajo… personajes perfectamente logrados, disfraces, maquillaje, telón de fondo, iluminación, además de baile y canto de los mismos actores y actrices. El público reía y aplaudía encantado durante el desarrollo de la obra, a la vez que en una pantalla a un lado, se traducían al inglés todos los diálogos y canciones de la obra… la siguiente función no se hizo esperar, una hora más tarde, con igual éxito.
Para UTPA, ni para mí se trató de una obra más, sino de todo un parto artístico, en el cual se dio a luz a una magnífica presentación teatral. Las piñatas empezaron a resonar en Texas, y pronto la obra se estará presentando en las bibliotecas y escuelas públicas de los alrededores. El significado mayor es que los estudiantes de ascendencia mexicana, tienen ahora derecho a hacer teatro en su propio idioma y sobre temas que son de su interés y de la comunidad latina en general.
Solo puedo concluir que la obra gustó, a grado tal, que Latino Theater Initiatives, a través del profesor Eric Wiley y de su directora, María Alvarado, me ha comisionado para que escriba una nueva obra infantil para este importante proyecto. Apenas concluya estas líneas, me sentaré de nuevo ante la computadora a escribir una vez más… “Había una vez…” y un nuevo mundo de fantasía empezará a cobrar vida propia.
* Mención de Honor en el concruso de dramaturgia infantil de Colcultura, en los años 90.
La obra está disponible en la tienda de Apple, en forma de libro electrónico:
https://itunes.apple.com/us/book/la-pinata-mas-grande-del-mundo/id544619148?mt=11