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Número 21, Agosto 15 de 2014

 

 

 

 

“Raizales” y “vinculados”

 

 

 

 

Alejandra Quintero

 

Soy una orgullosa habitante de Villa de Leyva. Mi familia ha nacido y vivido acá desde hace varias generaciones, mis abuelos están enterrados acá. Yo, por el contrario, nací en Bogotá, y aunque desde niña este pueblo ha sido mi segundo hogar, solamente hace dos años decidí radicarme acá de manera definitiva.

 

Para algunos, esta situación me hace “vinculada”, y para otros, “nativa”. La verdad, para mí eso no tiene importancia: decidí regresar a mis raíces porque amo este pueblo, y en los dos años que llevo viviendo acá, he tratado de involucrarme en los asuntos que lo afectan, y de contribuir a las soluciones como una ciudadana más.

 

Sin embargo, con sorpresa y preocupación observo que la supuesta división entre “vinculados” y “raizales”, se está convirtiendo en un asunto que genera conflicto, resentimiento y odio. Cada vez menos, las diferencias de pensamiento en nuestra comunidad se resuelven mediante el diálogo y el respeto. Con más y más frecuencia, el argumento recurrente es que las personas que no nacieron acá, y que por cualquier razón han elegido vivir acá, no pueden opinar por ser “vinculados”, como si todos los problemas del municipio, fueran ocasionados por ellos.
En estos tiempos de proceso de paz, quisiera invitar a los lectores a una reflexión sobre la paz en nuestro municipio, y a que, con honestidad, nos preguntemos si cultivar el odio y el resentimiento entre las personas que compartimos un territorio, es una receta apropiada para alcanzar la convivencia pacífica, o si por el contrario, alimentar los prejuicios y generalizar es una manera de generar más violencia.

 

En lugar de estar prejuzgando al otro porque “no es de acá”, creo que deberíamos empezar a mirarnos unos a otros simplemente como habitantes de un territorio, bien sea porque nacimos acá o porque los escogimos, y entender que ser “nativo” o “vinculado” no me hace una mejor o peor persona.

 

Lo que hace a un buen leyvano, no es su lugar de nacimiento o su apellido. Un buen leyvano es aquél que es cívico, aquél que cuida el territorio, paga impuestos, respeta las normas, y contribuye a hacer de este un lugar mejor, independientemente de dónde haya nacido. En Villa de Leyva, como en cualquier otro lugar de Colombia, hay personas que hacen cosas maravillosas por el municipio, y que no han nacido en él, así como también hay otros que a pesar de haberlo hecho, no lo cuidan, ni respetan el bien común.

 

Concuerdo en que en la actualidad, nuestro municipio atraviesa graves problemas ocasionados por el crecimiento desmedido y la falta de planificación, tales como la escasez de agua, la apropiación del espacio público y la inseguridad. Pero no me parece justo culpar a los “vinculados” de estos males. Más aún, no vamos a lograr superar estas problemáticas a menos que superemos este prejuicio y comencemos a trabajar juntos.

 

Para terminar, tomémonos un momento para pensar cuánto tiempo se necesitaría para dejar de ser “vinculado”: ¿Cuántas generaciones atrás habría que ir para poder decir que eres un leyvano de verdad? Sólo recordemos que en algún momento de la historia, todos los ancestros de los raizales, fueron a su vez “vinculados”.

 

Según cuentan las crónicas de la conquista, cuando los españoles llegaron a este valle, no había nada; los asentamientos indígenas se encontraban en los municipios vecinos, como Sáchica, Chíquiza, Arcabuco y Gachantivá. Ellos eran los verdaderos nativos. Así que, no importa qué tan atrás se vaya, todos terminamos siendo “vinculados” a este territorio de una u otra manera, y en 100 años, aquellos que recién están eligiendo venir a vivir acá y sus descendientes, serán considerados “nativos”.