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Número 6, julio 15 de 2013


TESTIMONIOS DE LA FIESTA DEL CARMEN


FIESTA PATRONAL DE VILLA DE LEYVA QUE SE CELEBRA

 

DEL 13 AL 18 DE JULIO

Obra: Memoria Histórica e Imaginarios de Villa de Leyva
Isabel Trejos V – Diego Arango R- Adriana Lagos Z
Texto 1989-1999

 

Hablar de la Virgen del Carmen es lo mismo que hablar de la llegada de los españoles, porque de las vírgenes que ellos trajeron, la de la devoción más popular fue la del Carmen, cuyos verdaderos propagadores fueron los devotos anónimos que eran los conquistadores, los sacerdotes y los religiosos. En Villa de Leyva, hay que unir esta devoción a la presencia de las carmelitas, que llegaron desde 1645, y fueron las que con su presencia la sostuvieron y difundieron y, poco a poco, fue extendiéndose a los pueblos y departamentos vecinos.

Nosotros, los carmelitas, como llegamos apenas en 1911 cuando ya se tenía esta devoción, lo que hemos hecho es ayudar a mantener la tradición recibida. En nuestro pueblo se ha tomado a la Virgen del Carmen para los momentos difíciles de la vida, como la agonía, para el bien morir; la han tomado como patrona de los trabajos que lindan con la muerte: los bomberos, los policías, el ejército y, sobre todo, ha sido característica de los choferes, los transportadores, -y por esto es en Colombia donde hay más vírgenes quizás a lo largo de carreteras y caminos-, y son los transportadores de Leyva quienes organizan, como desde 1960, la celebración de su día, el catorce de julio, con desfile de carros, fuegos pirotécnicos, la banda de música y la fiesta cívica, y traen a bendecir los carros.

Me ha tocado ver la evolución de la fiesta desde 1945, al principio era netamente religiosa y por eso se acababa el día dieciséis con la procesión, pero luego se transformó en una fiesta cívico-religiosa. Los promeseros venían con anticipación, dormían en las calles, en los carros, donde pudieran, y pasaban la noche cantando al son del tiple, el requinto y la guitarra, cantando coplas de la vida sentimental y afectiva del pueblo boyacense. En aquel entonces, era famosa la misa y procesión con el obispo, era una misa muy pomposa. De acuerdo con la tradición, el día quince sale la Virgen -una Virgen muy recogida y bella, que las madres guardan y veneran durante el año- y, a la salida del monasterio, un hijo del pueblo de la Villa, le habla a la Virgen en nombre de todos; el día dieciséis viene la misa y la procesión en que la Virgen da la vuelta al pueblo y el diecisiete, es la entrega cuando la Virgen regresa de nuevo al monasterio y queda guardada hasta el año siguiente; en ese momento todos quedan tristes, como si hubieran perdido una madre y el peregrino ya no quiere sino regresar. Hay una tradición de la fiesta que son los cargueros, es algo muy antiguo, y son sólo hombres de familias del pueblo que, aunque se hayan ido, vienen cada año a cargar y al morir uno de ellos, le cede el derecho a su hijo mayor; no dejan acercar a nadie, son como veinte, y las madres les dan de regalo, fuera de el escapulario, la flor de albahaca que ellas cultivan durante todo el año y la llevan con mucho respeto.

La fiesta ha cambiado, ahora es cívico-religiosa, y lo cívico atrae mucha gente por el espectáculo: feria del tiesto, encuentro folclórico, bailes etc; la fiesta religiosa se ha simplificado y los peregrinos ya no acuden la víspera, sino que salen desde las dos de la mañana para llegar a eso de las nueve y media, y regresar hacia las cuatro de la tarde el mismo día; sigue el fervor de venir desde pequeños, a uno le dicen: Padre, recíbale la misa al niño porque él viene por primera vez; el peregrino no viene más que a lo religioso, no se queda a lo cívico; oyen la misa, comulgan, dejan pagada una misa para que se la celebren, y luego se toman unas cervezas, comen algo y se van; es un rito de toda la familia y traen los recados de los vecinos que no pudieron asistir y, entonces, hay que darles un testimonio para demostrar a los que quedaron, que si cumplieron con el encargo. Ellos compran sus recuerdos para llevar a las casas: dulces de Moniquirá, alfondoques, bocadillos, y los recuerdos que se les dan en la iglesia.

La peregrinación recuerda a las bíblicas, nadie los llama porque no se hace propaganda, vienen desde Venezuela, los Santanderes, Boyacá y Cundinamarca, los departamentos promeseros de Colombia, y por eso el pueblo cundiboyacense va a todos los santuarios, a Chinavita, al Cristo de Viracachá, Chiquinquirá, y uno de ellos es el de la Virgen del Carmen, la Señorita del Carmen o La Mechudita como la llaman cariñosamente, y que no es Mamá Linda, que para Leyva es la Virgen Renovada del Rosario; pero acá se conoce es la devoción del Carmen que llega a reunir unas cuarenta o cincuenta mil personas, en la plazuela del Carmen y calles adyacentes; aquí el turismo no existe, es el puro pueblo con sus penas y alegrías, con sus silencios, pues el promesero no habla, viene y regresa en silencio, no es dicharachero y sólo ahora está hablando un poco, y únicamente va a lo religioso. La peregrinación es familiar, religiosa, y recoge las esperanzas del pueblo que durante el año, trabaja para hacerla; es el acto más grande que realiza la familia al año; esta modalidad de peregrinación no existe en ningún otro departamento pues acá la promesa es toda una institución y en el pueblo cundiboyacense es lo que más define su cultura, una cultura religiosa, de promeseros y de peregrinos”. 1

“El origen de la fiesta del Carmen propiamente no lo sabemos, pero es lógico considerar su origen con el establecimiento de las monjas aquí; se presume que desde que llegaron las monjas, se intensificó al menos si es que existía alguna devoción a la Virgen del Carmen. Es curioso que la devoción a la Virgen del Carmen se ha extendido por todo el mundo, no por los carmelitas, sino por todos los conquistadores. Se dice que Cristóbal Colón, Martín Alonso, llevaban el escapulario; son tradiciones”. 2

“Las fiestas del Carmen son las tradicionales de la Villa, se iniciaban el diez de julio y terminaban el veinte de julio; eran unas fiestas muy divinas: con tiple y un asunto llamado pandereta y guacharaca; para el toreo no hacían barrera sino que se cerraban las esquinas de la plaza, echaban cuatro toros ahí y todo mundo toreaba, no era corte de oreja, ni le hacían ningunos agravios; esa era la diversión de la Villa de Leyva y a reírse, que golpió a zutano, que golpió a fulano.

La Virgen del Carmen eso era muy respetuoso y mucha plata cogían los curas del Carmen, los carmelitas, que llegaron en 1911, y que son los que están representando cada año a la fiesta de la Villa de Leyva. Por la devoción a la Virgen, venían gentes de todas las partes de la república; los que venían de Mogotes, de San Gil, de Málaga, aseguraban sus bienes a sus hijos, hacían títulos, escrituras, por si ya no regresaran porque era muy larga la peregrinación. Hoy no dura la fiesta sino un día porque ya hay fiestas, el dieciséis de julio, en Toca, en Samacá y en varias partes; y por eso han perdido la credulidad los promeseros: que Virgen allá y Virgen en toda parte, ya no viene nadien a fiestas y, lo segundo, por la inseguridad.

Los cargueros de la Virgen eran los señores Borrás, don Manuel y sus hijos: José del Carmen, Tito, Manuel, Miguel, después murieron ellos y siguieron sus nietos; ellos tienen su trayectoria, eso es muy bonito. Las novenas se hacían en la iglesia; ahora, es en las casas, y decía la gente que para la procesión del sábado de la Virgen, como allá son dos estatuas, una que es revelada y otra, cada siete años sale la principal”. 3

“Soy alcalde de la fiesta y me toca lo de la banda, fui fundador de la fiesta del transportador junto con ocho personas más, por ahí como en mil novecientos sesenta y cuatro, debido a que uno de los transportadores se accidentó un 14 de julio viniendo de Santa Sofía, y entonces le ofreció una misa a la Virgen del Carmen. Vino aquí al único taller de mecánica, que era el de Agustín Neira, y como siempre la tertulia en la mecánica, invitó a los unos y a los otros y fuimos a la misa; y luego, como costumbre que no falta, a tomarnos unas cervezas y empezamos a decir que porqué no hacíamos algo más; nos organizamos, reunimos para echar una pólvora en la misa y así nació la fiesta del transportador. Cuando llegó el padre Beremundo, se nos alió a la celebración, entonces la fiesta ya pasó de las misas al rosario, sacábamos una estatua de la Virgen del Carmen, en el jeep de Robertín, un monumento chiquito adornado con flores y cinticas, y hacíamos la procesión; después el cura empezó a invitar a sus amigos, resultamos con corridas de toros, y se agrandó la fiesta; y es la única fiesta que se hace antes de hacer las vísperas. Ahora ya no hay tanto carro, antiguamente venían de Sáchica y Suta y hacíamos una sola fiesta, ellos no la celebraban; ahora la celebran en todos lados”. 4

“La fiesta de julio es la que tiene más potencia, la más mencionada. En ese tiempo era a visitar la Virgen y a tomar chicha, y como había la chichería, eso era ese gentío a caer al suelo, ¡sírvame tantas copas!, y tomaban y cantaban canturíos; siempre llegaba harta gente de varias partes, y puay se ponían a dormir en la calle. Hacíamos promesas, una salve a la Virgen pa’ que nos diera la salud; se encomendaba cualquier cosa que uno necesitara, era ir a cumplir con un deber”. 5

“Antes de pasar la carretera, por ahí del veinte pa’delante, llegaba tanta gente caminando, a pie con los avíos encima de las mulas, los piscos y las ovejas colgando, que decían que venían desde Venezuela, de Bucaramanga, y alquilaban una casa o una piecita pa’ dormir y duraban ocho días aquí en fiestas. Habían unas tiendas de chicha en la calle Caliente; eso iba uno a tomar chicha buena, pero con cinco vasos ya estaba uno durmiendo la borrachera; las señoras ponían toldo, la gente se divertía; y después del día de la fiesta montaban en sus bestias que traían y daban una vuelta de plaza, como cien personas gritando a las fiestas, y se iban. Desde cuando era pequeño, todos los años he venido a fiestas a la Villa de Leyva: a misa de cinco al Carmen, y a veces me quedo a la procesión”. 6

“La fiesta era divina, llegaban mil tiples aparte de los requintos, la gente que más concurría era de Puente Nacional, Vélez, Guabatá, Bolívar, San Benito, El Loro; ellos se venían a lomo de mula cuatro días antes. La procesión era un recorrido por todas las calles y había cantos y oraciones; venían unos a la Virgen, y otros ni se acordaban; eran cuatro días a cantar, bailar y tomar, presentar los caballos y torear, y para irse la gente le pagaba las mandas y compraba sus escapularios”. 7

“A las fiestas de la Virgen del Carmen venía mucha gente de Pamplona, del Socorro, de distintas partes de Colombia. Los curas hacían su novena muy linda, y recité muchas veces a la Virgen en las novenas, eran recitaciones que nos enseñaban las monjas. Se hacían los rosarios, invitaban al obispo; los curas traían a los candelarios, de La Candelaria, a cantar las salves y las misas; y unos señores de Chiquinquirá, que los llamaban Los Arturos, y una señorita de aquí, Rita Villamil, que tenía una voz preciosa, venían a acompañar a los curas a la fiesta, a cantar el rosario y las misas; y los sacerdotes salían a dar comunión en la plazoleta porque la iglesia se llenaba. Eran las calles todas llenas de gente promesera, traían caballos y bestias, y por ahí las gentes daban posada, o venían también a los hoteles: el de la señora Emperatriz de Retis, en la plaza principal, y el de Sara, Rosa y Manuel Antonio Castellanos en la casa que hoy es de Alejita Morales. Los señores cargaban el pabellón mayor y las señoras, los estandartes; esos estandartes tan lindos que vestían las monjitas, con sus cintas, la imagen de la Virgen o un pabelloncito; y las gentes principales de Leyva salíamos a llevar las cintas en la procesión. Eso se acabó porque las señoras de Leyva como que se retiraron, ya la juventud fue distinta, y entonces sacaban los estandartes y no había quien los recibiera, y tenían que dárselos a los pasajeros, a los que llegaran y por eso los quitaron; pero todo era muy lindo, muy emocionante”. 8

“Las fiestas del Carmen eran muy lindas antes, ahora no; veníamos a las novenas y a las seis media de la tarde cogíamos pa’ la casa; pero no se oía de nada, no era gente de mala condición, se podía caminar toda la noche y nadie lo atajaba, nadien lo salía a perturbar. ¡Tan felices que nos hallábamos que mi mamá nos trajera a la novena!, en la iglesia oía uno todo con devoción con muy buena gentileza, hoy cualquier murmullo se oye distinto; y en las calles, harta pólvora echaban; y la gente se quedaba a tomarse una copita y a cantar y a bailar, tocar tiple; venía gente de por allá, de otras parte, a pagar su promesa y esa gente era muy divertida, cantaba, bailaba guabina, todo lo más, torbellino, joropo, el tres”. 9

“Antiguamente no había sino únicamente la fiesta del Carmen, era la más importante, y se hacían las festividades en el atrio de la iglesia; ahí las gentes se ajuntaban, echaban sus pólvoras, ¡y a tomarse su vasito de chicha!, hacían sus cantos, sus guabinas tradicionales de la época, y seguía la ceremonia”. 10

“En las fiestas del Carmen, las fiestas patronales de julio, era mucha diversión, mucha pólvora, mucho toreo, mucho personal; muchos peregrinos de todas partes venían a pagar promesas: de Saboyá, Moniquirá, Puente Nacional, Bogotá, Chiquinquirá; se iba a la misa, confesarse y comulgar. La fiesta era la fe en la Virgen y el gusto de ver bastante gente, bastante alegría, bastante ambiente. Todo eran bellezas en la plaza principal, mucho baile, mucho canto; ahora es al son de disco y todo grabación”. 11

“En esa época repicaban las campanas no solamente en el Carmen, sino también en la catedral, los curas dominicos ayudaban a los carmelitos con repiques de campanas para la procesión para que se oyera más amena y más alegre, más emocionante la fiesta, y ahora ya ni repican. Venía mucho promesero, venían de Santa Sofía, de Moniquirá, de Bogotá; podía uno pasar la noche con la boca abierta mirando a la gente tocar y cantar guabinas, mucha música de cuerda; eso era un patrimonio cultural la cosa más divina que había, pero hoy ya no existe. A la fiesta ya no viene casi nadie, se ha perdido mucha fe; lo primero, por la situación muy cara; y lo segundo, por la creencia que se va perdiendo a pesar de que los padres carmelitos son más concretos en la fiesta y buscan más la armonía y toda esa cuestión”. 12

“En el parque de Nariño paraban toldos donde vendían guarapo y chicha y eso la gente era baile y tome chicha, y había toreo en la plaza mayor”. 13

“De Moniquirá, mi padre traía miel a vender para las fiestas de julio; venía harta gente, había harta música; habían dulces y puestos de reliquias que traían de Chiquinquirá, la loza de Ráquira, canastos, todo eso”. 14

“Vengo a la fiesta cada año, desde que se principia hasta que se acaba; la fe en Dios primeramente, y la Virgen del Carmen por la sencilla razón que Ella nos ampara y nos favorece a todo momento, me voy a trabajar y me va divinamente porque soy devoto a la Virgen; aquí a más tardar, cada seis meses vengo a pagar salves y misas.

La fiesta antes era brillante, la gente no cabía en el pueblo y se quedaba en toldos o en los camiones en que venían; en la plaza grande hacían un circo de toros y eso era visible para todo mundo y ahí nos divertíamos mirando; había una toldería pero grande en ese tiempo, cuando se vendía la chicha; eran coplas y un canturío al estilo puentano, y al son de las músicas bailaba la gente el joropo, la rumba, la guabina y el tres”. 15

“La tradición de botar flores a la Virgen la inició Beatriz de Rico, porque el papá de ella fue el jardinero especial de las monjitas; antes no había, no se le pagaba a nadie, y solamente entraban las personas especiales porque ellas eran de clausura, y mi abuelo fue durante cuarenta años el jardinero sin cobrar un solo peso”. 16

Romerías y Promeseros. 17

“Los promeseros de antes eran de pueblo a pueblo; conocí las grandes brigadas de gente, de pa’rriba y pa’bajo, en los caminos de herradura que eran los del promesero, por allí venían caminando los ocho días como nos contaban que venían desde el oriente de Colombia y Venezuela, las cabalgatas de Chiquinquirá, tropas hartísisimas de caballos y mulas. La gente venía ya un poco agobiada por el camino, los que montaban en bestias eran los papaes y los hijos a pie; y se quedaban en esos portales de la plaza principal, que eran tiendas de guarapería, y eso eran tendalones de gente: tienda puay la ruana y otros en el suelo; vivían la noche y seguían su camino.

Yo fui un gran caminante en creencia, creo mucho, el arrepentimiento que viene es espiritual. La promesa a Chiquinquirá la hice, tenía fe porque a los primeros, como mi papá y mi mamá, les gustaba mucho la oración, el rosario, y así lo enseñaban en la creencia a uno; la promesa mía se hacía era en actividad que es ir a Chiquinquirá; yo hacía el propósito entre la semana pero no se me quitaba la idea de que se me llegara el domingo pa’ irme a la ciudad de Chiquinquirá; era cumplir una devoción, entonces iba y daba mi descargo, me devolvía por la misma tarde, o duraba un día o dos según la cantidad de gente que fuera, y me ajuntaba con más promeseros; a La Candelaria también fui, eso ya fue moderno”. 18

“Una vez vine hasta a pie, me trajeron unos amigos de promesa por aquí, vine por el camino de Samacá, eso llegaba uno cansado; duraba la fiesta unos dos o tres días, eso veníamos y se trasnochaba la gente, era tome chicha y baile. Hace mucho tiempo vengo, por lo menos unos cuarenta años y más, y vengo con la familia, y siempre pido a la Virgen que me dé la salud para yo y todos mis hijos; todo le pido y me ha concedido. Ella me ha hecho varios milagros, como estar en la casa y llegar unos bandidos, esos de cuenta común, a meterme pa’ dentro de la casa y que les entregara lo que había; y yo lo que hice fue pedirle a la Virgen del Carmen y entonces ya se fueron y no me robaron nada, y por eso siempre vengo a verla cada año”. 19

“Cada año venimos a pagar promesa a la Virgen del Carmen, a veces venimos sólo por el día, le pagamos una manda a la Virgen pa’ que nos ayude y nos socorra; venimos a pedirle a nuestra Madre Linda del cielo, que nos ampare y nos favorezca y que nos dé la paz .

Venimos desde hace más de veinte años, y hubo un tiempo en que si nos quedábamos acá y pedíamos posada, pero ahora venimos al diario porque la plata no nos alcanza; le pedimos a la Virgen que nos ayude y nos perdone y que nos dé nuestra salud, Ella nos ayuda y nos protege bastante”. 20

“Venía de Jesús María, Santander, de donde soy oriundo, y vengo por devoción a la Virgen del Carmen que me ayudó con un niño, hace cuarenta y siete años, y desde eso vengo todos los años a rezarle: primero venía con los amigos, después con los hijos, y ahoritica estoy viniendo con los amigos, los hijos y los nietos. Veníamos a caballo por Puente Nacional, Santa Sofía y de ahí a Leyva; era un camino real, como todos los caminos de esa época tremendamente malo, barrialoso, y las bestias se iban hasta la cincha. Cuando veníamos a fiestas se traían los perros, las escopetas y las carabinas y se hacía la cacería, y alguna vez metimos el venado al pueblo, eso era un entusiasmo tremendo, los perros ladrando y el venado corriendo. En un principio nos quedábamos una semana, y cada familia traía un piquete que se utilizaba para las tres comidas del día: yuca, auyama, plátano verde, arracacha, costilla de cerdo... Íbamos muy devotamente a la misa de ocho o nueve de la mañana, y después nos dedicábamos a tomar cerveza en cualquier tienda, y por la noche más cerveza y música naturalmente, porque había un par de compañeros que tocaban el tiple y el requinto muy bien; las coplas eran muchas con picardía, pero picardía decente y muchas tremendamente groseras, que abismaban a la gente, pero la gente se aguantaba y nadie se escandalizaba de eso. Se bailaba el tres y se bailaba el moño y se bailaba torbellino. Al principio veníamos solo los señores, después ya trajimos a las señoras; comprábamos escapularios, los pagábamos muy bien, y los llevábamos de regalo a la familia”.21

“Yo soy transportador de papa y lo que llaman líchigo, y siempre vengo a pagar promesa. La Virgen del Carmen es especial para el transporte, pero se encomienda uno siempre a Ella para todo, un niño enfermo, un familiar. No fallo cada año y traigo a mi familia; este año traje a mi abuelo, aprendí la tradición de ellos, y uno se aferra a eso y se confía ya de la Virgen: cualquier cosita uno se invoca a Ella y le hace el milagrito, a veces se demora un poquito pero llega. Para el piquete se alistan los pollitos o a veces, cuando hay más platica, hasta un chivito se mata y viene uno con su comidita y papita, y la cervecita que no falta. El viaje es especial para pagar la misa o la salve o lo que uno haya mandado a la Virgen para el bienestar de uno y de la familia; cuando nos vamos, uno compra sus cositas para llevarle a los amigos: las conservas, los tumes, los alfandoques, el maní, los tiesticos. Ahora veo más poca gente, no sé si será falta de dinero, porque de resto gente campesina se ve bastante y bastante turista, que ellos no vienen tanto por ver la Virgen sino por conocer y mirar porque no creo que esa gente crea mucho en la Virgen”. 22

“Nosotros, los transportadores, toda la vida devotos de la Virgen del Carmen; primeramente Dios y la Virgen del Carmen, he sufrido volcadas pero la fe de Nuestra Señora de la Virgen del Carmen me ha salvado; sabemos que es el dieciséis de julio, el día que caiga, entonces ya uno hace la proporción de venir, eso es fe. Uno paga su santa misa, compramos escapularios para mandarlos bendecir, se toma sus cervezas, trae sus instrumentos pa’ voliar guitarra y pasar un rato tranquilos. Nos quedamos en el camión, aquí no hay problema de nada, la fiesta es la misma que allá en Carmen de Carupa; pero mis abuelitos eran personajes de venir a fiestas acá, hace mucho tiempo, y por eso venimos a Villa de Leyva”. 23

“Vengo cada año a pagar mi promesa a la Virgen, venimos de Toca toda la familia. Todos los años la misa la pagamos a la una de la tarde, es la misa de nuestros familiares, venimos por las almas benditas y por devoción, primeramente, a la Santísima Virgen del Carmen, y pedimos que el Señor nos dé salud y licencia de poder vivir. Antes nos quedábamos acá, en ese entonces había comodidades para uno demorarse, pero ahorita no se consigue ni pa’ pagar la salve. La primera vez que vine fue por lo menos hace setenta años, la fiesta era una belleza, eso había gente en abundancia; mi padre se venía a pie con todas las cargas de comida y la familia, en ese tiempo eso era a pie y echaba uno casi el día; pedíamos hospedaje y nos demorábamos ocho días; ahora venimos a ver la salida de la Virgen y a pagar la misa por la familia y por la tarde nos vamos”. 24

“Vengo de Samacá todos los años hace mucho tiempo; en la misa pido que la Santísima Virgen me dé mi salud y para toda mi familia”. 25

“Le pido a la Virgen que me dé mi salvación porque la salud ya se fue; la salvación de mi alma,¡el resto vale nada!”. 26

Los cargueros de la Virgen del Carmen

“Aquí se acostumbra que uno es carguero de la Virgen, el quince de julio que es el día que sale, a mediodía; eso venía de nuestros antepasados que tenían costumbre de festejar la fiesta de la Virgen del Carmen, la patrona de nuestro pueblo; eran unas familias muy escogidas, muy especiales: aquí eran la familia Borrás, la Garavito, la Jiménez, los Madero, los Castellanos… La Virgen salía del monasterio entonando con la banda, arreglada y adornada con flores y en cada esquina del paso del anda una mata de albahaca, y siempre se ha acostumbrado que las personas intelectuales den un discurso. También, a la salida de la Virgen había siete estandartes para las damas de aquí, y era entre tres que lo llevaban: una cargaba el estandarte y las otras dos las cintas; mi mamá cargaba el de San José con doña Chepina Rojas, pero eso se acabó por lo menos hace unos treinta años. Como se hereda por tradición, entonces yo venía de Bogotá a cargar la Virgen; era solo un día que se cargaba dándole la vuelta a la plazuela, al mediodía. Esa fiesta sagradamente salía el quince de julio y esa noche eran las vísperas; el día dieciséis era el recorrido por la población, la Virgen entraba a la catedral y salía y seguía su curso hacia su iglesia. Venía mucha gente de todas partes, y los feligreses pagaban sus salves porque eso era, y se establecía la venta de los escapularios, una industria de las monjas que los elaboraban muy lindos, y todavía queda esa costumbre. La Virgen entraba siempre el diecisiete de julio, después de la misa mayor de las ocho de la mañana que era la de los cargueros. Había pólvora y castillos y, una vez que entraba la Virgen, se terminaba la fiesta. Venía mucha gente de Santander a sus promesas, eso era bello, las comparsas con sus cantas, sus coplas, la música era una costumbre que daba alegría a la fiesta”. 27

“La fiesta más importante de la Villa es la de la Virgen del Carmen; y los cargueros nos sentimos orgullosos paseando a la Virgen por las calles del pueblo, diciéndole, a Ella, el orgullo y la alegría de tenerla entre nosotros. Como cargueros, hemos llevado toda una tradición de más de cien años poniéndole el hombro a la Virgen; pero el carguero no es solo aquel que pone el hombro, el carguero también da ejemplo de amor, afecto y respeto hacia los demás, tiene que tener esa filosofía; y por eso, le ponemos el hombro a la Virgen todos los años con nuestros anhelos y alegrías, ese es el carguero de la Villa y de los pueblos circunvecinos. La albahaca que las monjitas nos regalan todos los años, nos alivia en todo lo que le pedimos a la Virgen y nos ayuda con la agüita aromática, que tomamos todos los días. Esta es una tradición que tenemos algunas familias leyvanas y de fuera: Corredor, Borrás, Gaona, Madero, Castellanos, Parada, Quintero, Rico, Hurtado, de Moniquirá, y muchas otras más; yo inicié y continué por herencia y lo seguiré haciendo toda la vida hasta que me muera”. 28

“Hace cincuenta y dos años soy carguero y, actualmente, soy el coordinador de ellos; las monjitas tienen por tradición darnos cada año, como recuerdo de la Virgen, una mata de albahaca que nos llevamos para la casa y nos sirve como medicamento; una vez estuve hospitalizado, y las monjitas le dijeron a mi esposa: no se afane porque él tiene dos pararrayos, la Carmencita, como le dice él, y la Renovada, y en pocos momentos queda bien; y con esa devoción y ese cariño a la Virgen del Carmen y a la Virgen Renovada, Ella, me tiene parado aquí, la Virgen me da mucha garantía. Esto viene por tradición, mis papás trabajaron con las monjitas y yo me crié con ellas; mi mamá les amasaba el pan y yo permanecía en el convento; ahora son veintiún monjitas en clausura, ahora ya algunas salen un poco y tienen más libertad, pues, antiguamente, no se dejaban ver de nadie”. 29

“Mi papá, Julio Corredor, cargó la Virgen toda la vida, yo salí con él a la edad de siete años, y hace veinticinco que lo reemplacé; desde esa época vengo cargando en el paso. Todos los cargueros estamos por tradición de padre a hijo. De Moniquirá está la familia Hurtado, también vienen por tradición. Luis Pereira ha sido siempre el encargado para que, cuando va a salir la Virgen, la gente no se entre y le cojan el manto o las flores, es el encargado de cuidarla durante los tres días de la fiesta. Hay una misa especial para los cargueros, es una misa cantada por las monjitas, el dieciséis de julio. Los cargueros sacamos la Virgen, le damos la vuelta a la plazoleta y nosotros mismos la entramos; y desde hace unos tres o cuatro años, los constructores pidieron el permiso de que les dejaran, el día diecisiete, darle una vuelta por la plaza, pero la entramos los mismos cargueros de toda la vida. Para uno que es católico, que se encomienda a la Virgen, es una alegría venir todos los años a cargarla, siente uno un alivio; y aunque es bastante pesada, si uno mira el peso en la conciencia donde uno se da cuenta si es devoto, se siente ligera”. 30

“Hace cincuenta y dos años soy carguero, cargué durante treinta y tres, pero estoy viniendo desde 1937 y no he fallado sino un año; hoy no puedo cargar porque estoy pisando los ochenta y un años ya, pero los acompaño. Un amigo de Cómbita venía cargando la Virgen, le pedí que me dejara, y me dijo que si quería seguir, que pagara dos pesitos para la limosna de la Santísima Virgen y ahí está el diploma de carguero. Las fiestas son lo mismo de antes; pero ahora toca esperarse hasta el día diecisiete, porque la fiesta de los ebanistas no se celebraba en ese tiempo, y cuando colocamos la Virgen en el convento ya nos despedimos y nos vamos.

La Virgen me ha hecho milagros; yo prácticamente soy liberal pero muy católico. Una vez estaba la política fea y, en Arcabuco, a lo que me vieron se fueron en busca mía diecisiete personas; yo pegué la carrera hacia Villa de Leyva y pasé el río, y más adelante se me acabó el barzalito y no tenía para dónde coger, entonces saqué el escapulario, que a mí no me falta, y me lo coloqué en la boca, y dije: Madrecita Santísima del Carmen,¡cúbreme con tu santísimo manto, una piedra, un tronco, protégeme de mis enemigo!, y llegaron y pasaron y no me vieron; y yo ahí en lo puro limpio, es un milagro muy divino”. 31

“Mi papá tiene cincuenta y dos años de carguero, nosotros llevamos unos quince; él viene todavía y venimos a cargar la Santísima Virgen cada año, sin falta, porque somos devotos. El diecisiete de julio, todos los cargueros pagamos una misa para Ella, es una misa templadísima, linda, divina. La fiesta ha cambiado bastante, antes era mucha multitud de gente, ahora se ha descontinuado un poco”. 32

“Mi papá siempre fue carguero, duró cincuenta y dos años cargando el paso de la Virgen, mi abuelo duró treinta y ocho años, y hoy venimos con la misma devoción los hijos, seguimos con la tradición de familia. Al comienzo eran seis familias: Borrás, Forero, Gaona, Madero y Franklyn, de Villa de Leyva, y Becerra de Arcabuco. Cuando uno carga la Virgen siente una paz interior, y ese orgullo de llevar el paso de la Virgen; las monjas nos dan unos escapularios, un manojito de albahaca y una estampa de la Virgen del Carmen, y se celebra la misa de los cargueros, el diecisiete de julio”.33

 

NOTAS

1.- Enrique Uribe, padre Carmelita

2.- Rafael Eugenio Mejía

3.- Noe Leví Cortés C

4.- Gregorio Rodríguez
5.- Promesa o “manda”

6.- Manuel Rodríguez

7.- José Heliodoro Cortés C

8.- Aura María Borrás de Páez

9.- Anastasia Aguasaco

10.- Ignacio Fitatá

11.- Adolfo Velásquez

12.- Jesús Neira

13.- Marco Tulio Aguasaco

14.- Heroína Cortés Abril

15.- Abraham Hernández

16.- Félix Torres

17.- La Romería es una de las expresiones culturales más arraigadas en algunos sectores populares de Boyacá. Son peregrinaciones religiosas “que se hacen por devoción a un santuario”. Estas vienen de las romerías españolas y de las peregrinaciones indígenas, como las de los muiscas al templo del Sol en Sogamoso, o a los lugares donde se celebraba la “corrida de la tierra”. Entre las romerías más importantes, en Boyacá, encontramos: a la Virgen de Chiquinquirá, entre el 22 y el 30 de diciembre; a la de Monguí, a la Virgen Morena de Güican, a la Virgen de Chinavita, a la patrona del Valle de Tenza, a la Virgen del Milagro en el Santuario del Topo, en Tunja, a la de Tutazá, a Santa María la Antigua en Nuevo Colón, a la Virgen de La Candelaria en el desierto de La Candelaria, a Nuestra Señora de la “O”en Morcá, al Cristo de los Milagros en Sátivasur, al Señor de la Columna en Tunja y a la Virgen del Carmen en Villa de Leyva.

18.- Félix Torres

19.- Abraham Hernández

20.- María Briceida Hurtado, promesera de San Pedro de Iguaque

21.- Armando Muñóz

22.- Humberto Montañés, promesero de Paipa

23.- José Hernández, promesero de Carmen de Carupa.

24.- Isabel de Jiménez, promesero de Toca

25.- Dioselina Buitrago

26.- Napoleón

27.- Manuel Gaona q.e.p.d

28.- Victor Forero

29.- Luis Pereira

30.- Sergio Corredor

31.- Faustino Hurtado, de Moniquirá

32.- Familia Hurtado, de Moniquirá, Hermandad de los Cargueros de la Virgen.

33.- Gonzalo Franklyn

 

 

 

 

 

II

El Sesquicentenario de la Virgen Renovada de Leyva,
la "Mama Linda"

Artículo de Isabel Trejos-Diego Arango en el libro: “Villa de Leyva: Huella de los siglos” 1986

El Padre José Benedicto Borda, capellán del convento de las Carmelitas de la Villa a principios del siglo XIX, le entregó a la superiora en el año 1810 un lienzo que había encontrado en una casa abandonada, al que en los inviernos durante bastante tiempo le había caído el agua. El lienzo "casi podrido" y prácticamente borrada su pintura que había sido una réplica del cuadro de la Virgen de Chiquinquirá, de pintor desconocido, posiblemente del siglo XVII, lo conservaron las monjas en ese estado durante más de 25 años, aún con la oposición de posteriores capellanes. El padre Borda y las monjas tenían la intuición y el deseo de que este lienzo se renovara como el histórico de Chiquinquirá..

Aunque se dice que desde 1830 se empezaron a revelar las figuras del
cuadro, sólo entre el 27 de diciembre de 1836 y el 5 de enero de 1837
se produjo la renovación totalmente. Era capellán ayudante del convento
en el tiempo de la renovación un gran devoto de la Virgen de Chiquinquirá, el padre José Joaquín Paéz Murcia.

A esta Virgen renovada la han llamado los leyvanos la "Mamá linda". La historia de la construcción del templo de la Virgen renovada, el del convento del Carmen, aparece en este libro en el capítulo de la Fundación y Desarrollo de la Villa.

En 1835 el arzobispo Mosquera autorizó conmutar las promesas hechas de la romería de los habitantes de Leyva, en cumplimiento del antiguo voto de visitar anualmente a la Virgen de Chiquinquirá en la ciudad de su nombre por la vista a la iglesia de la renovación.

Este año de 1986 se cumplen justamente 150 años de la Renovación. La interpretación popular de la Renovación y la devoción a la Virgen del Carmen nos la manifiesta así, en sus palabras un hombre penetrado del desierto de Leyva, donde habita, don Máximo Alfonso Bautista.

"Nuestro Señor quizo que fuera acá donde la Virgen se dejara ver en manos del padre Murcia, don Nico, él se la llevó a las monjas y les dijo: "Hijitas mías, ved este lienzo que es de la madre de Cristo, pedidle con todo corazón, que se deje ver lo más posible por más que nos cueste mucho sacrificio'. Las monjitas lo recibieron y lo pusieron por ahí porque no era, entonces a otras noches así, ellas distraídas de rato en rato la luz del lienzo resplandecía, entonces ya le pusieron cuidado y . lo curiosearon y levantaron el cuadro hasta que ya se dejó ver y fue después de muchos años, como veinticinco o treinta más después que el padre lo topó ... ".

"Eran tres hermanitas, Nuestra Señora del Carmen, la de Monguí y la de Chiquinquirá. Discutieron las tres: ¿Y para dónde se va Usted Hermanita? 'Yo me voy para aquel pantano', pa la Laguna de Fúquene, '¿Y allá quién la va a ver?' 'van a ver qué serán como hormiguitas', y dijo la otra: '¿Y Usted pa donde?' 'Yo me voy pal barranco' y esa es
Nuestra Señora de Monguí, Virgen de la Lluvia, y la otra dijo que se quedaba ahí al pie del cerro, ella es Nuestra Señora del Carmen, ampara rayo del mundo entero".

III

Mama Linda Renovada

“Nuestra Señora del Rosario que es la patrona vivía primero aquí en la Villa de Leyva y nació en el cerro más alto, Iguaque, donde están las columnas que soportan el mundo; y dicen que, después, en una sábana se presentó el rostro de una niña que miraba al cielo, se sonreía y bendecía el cielo, y ahí fue que la trajeron las monjitas.

Ahora vino el Sumo Pontífice a ver la Virgen, (1) pues Dios quiso que este fuera su paraje; Ella es la institución del mandato para la venida del Señor y tiene que presentarse porque lo que es espíritu de Dios no tiene vuelta, se cumple. La Virgen es una sola, pero al principio eran tres hermanas; nuestra Mama Linda, la de Chiquinquirá y la de Monguí; allá discutieron un poquito las tres hermanitas: ¿y para dónde se va usted?, yo me voy pa’ aquel pantano que hay allá, en la laguna de Fúquene; la otra dijo que se venía pa’ el pie del cerro de Iguaque; y la otra que se iba al barranco, porque Monguí es entre una barranquera. Entonces, cuando las monjitas se vinieron aquí, Ella se les presento ahí en el convento y es el ampara rayos del mundo entero; hace tiempos que hubo un sacudón, ellas creían que el coro se derrumbaba abajo, pero no pasó nada porque la Virgen las salvó.

Nuestra Señora se fue de Leyva porque Dios lo quiso así, Ella ya estaba instalada en el mundo cuando posó en Aposentos y la gente decía que ese era el momento de dejarse ver; y una india se asomó por la hendija de la puerta y notó que la Santa Madre de Dios estaba postrada de rostro en el piso y manaba el resplandor en la iglesia. Ella se fue de aquí presentándose en Aposentos, vecindario de Sutamarchán; y cuando pasó una cosita en Chiquinquirá,(2) les advirtió que sí seguían así se venía para su tierra porque en mi tierra no se ve esto, porque la Virgen es del cielo y de la tierra; pero, aquí fue donde el Señor quiso que se dejara ver en manos del padre Murcia,(3) dominico. Ella, a lo que estuvo organizada y a bien en Chiquinquirá, hizo el segundo viaje a Tunja, adonde llaman la Picota, esa roca no la podían derribar y allá eso alumbraba; y cuando se vino de regreso, encima del Alto de Las Cruces, arriba de la Piedra de Los Compadres, se desmontó de la burrita a descansar y puso sus piecitos sobre la tierra y bendijo este Alto de Sopotá.Ya entonces, a lo que se declaró eso, por aquí cruzaba toitica la gente de todas partes, de Ráquira, de Suta, de Venezuela, pa’ la promesa; y todo mundo que cruzaba, dejaba una piedra con una cruz, pero hoy ya nadie hace eso porque los caminos se acabaron.

La señora que se reveló fue Nuestra Señora Renovada, Ella se dejó ver del padre en un olivo que había en un ranchito por San Agustín; al padre Murcia le dio por salir antes de las cinco la mañana y lo fue acompañando un reflejo; aparecía el reflejo y él se limpiaba sus ojitos, y miraba y miraba y seguía más adelante y otra vez el reflejo lo acompañaba, hasta que topó con un lienzo sucio y lo recogió. Lo tuvo varios años y, a los dos, se dio cuenta qué era, Dios le dio su misterio y en el lienzo estaba la figura; luego, llamó a las monjitas y dijo: hijitas mías, ved este lienzo que es de la Madre de Cristo, pedidle con todo corazón que se deje ver lo más posible, más que nos cueste mucho sacrificio… hijitas mías, mirad, tomad este liencito, que les acompañe su riqueza…es la Virgen, ponedla por con curiosidad y adoradle siempre. Las monjitas lo recibieron, y el padre Murcia les volvió a preguntar y les dijo: hijitas mías, no habéis tenido cuidado, Ella no se está dejando ver de ustedes; y a lo que tuvieron cuidado, vieron que se formaba una llama en el lienzo y, de rato en rato, la luz en el lienzo resplandecía; entonces, ya lo curiosearon hasta que ya se dejó ver, pero eso fue como después de veinticinco o treinta años de que el padre Murcia le topó.

Luego, Nuestra Señora salió de aquí después de un dieciséis de julio, porque Ella tenía que estar aquí; salió por el cerro, llegó a Tunja y se fue para la iglesia catedral, y como allá estaba el Cristo grandote, le dijo: hijo, camine, vamos a hacer una correría a ver qué hay que hacerle a Tunja; y acercándose las cuatro de la mañana ya dentraron y, ¡cómo es el misterio de Dios!, lo puso donde estaba y Ella amaneció en la Villa de Leyva; y de ahí pa’cá vino el empuje de Tunja, pero cuando uno cuenta estas cosas las gentes no creen que sea la realidad, porque ahora viven inmersos en la fantasía.

Después, hará unos treinta años, tal vez más, hubo una visión aquí en la iglesia de Ella; cruzaban unas gentes y se sorprendieron al ver una luz que salía por la ventana de la iglesia y se trasladaba iluminando toda la plazuelita del Carmen; le preguntaron a las monjitas y dijo una monja viejita, llamada Salustiana, a las hermanas: no se les haga raro hijas, hay que poner cuidado y rezar porque la Virgen está probando el misterio a ver si la adoran en la hora de su llegada, porque Ella va a Chiquinquirá y se vuelve a su templo aquí en la Villa de Leyva.

La Virgen Santísima anda en el mundo por tierra, Ella habla con nosotros; hace unos días vino una Señora, volvió porque ya había venido de antes, yo estaba frente al arbolito en mis oraciones cuando, de pronto, sentí una cosa bien rara en mi cuerpo, en mi cabeza, y voltié y vi como una sombra que me habló: usted se va a curar de las piernas, va a venir una persona, él lo va a curar, ¡póngale mucha atención, hay que creer! y ahí me hablaba y me hablaba, y yo quietecito escuchándola, era una voz suave, así como cuando viene un vientecito y lo envuelve a uno, así me hablaba”.4

NOTAS:
1.- En la época de la entrevista vino el Papa a Chiquinquirá.
2.- Se refiere al problema del “entredicho
3.- Se refiere a fray Joaquín Páez Murcia
4.- Alfonso Maximino Bautista. q.e.p.d