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Número 3, Junio 1 de 2013
Sábado 25 de mayo: Protesta mundial contra Monsanto
Villa Viva Vive
El pasado sábado 25 de mayo hubo una protesta mundial contra el demonio mayor de todas las corporaciones: Monsanto. Activistas de todos los países se dieron cita en plazas, parques y calles para oponerse a esta corporación que amenaza con acabar con los recursos de alimentos del planeta, convirtiendo la herencia agrícola de la humanidad en propiedad suya, ¡y a la brava!
A continuación un artículo sobre la diabólica corporación.
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Hace pocos años, Monsanto amenazó con éxito a la cadena de televisión FOX para que no transmitiera un video crítico del uso de hormonas producidas por dicha compañía para ser inyectadas en vacas lecheras y los riesgos para la salud humana que ello conllevaba. Los periodistas autores del informe a su vez fueron amenazados por Fox, después trataron de sobornarlos para que se quedaran callados y finalmente fueron despedidos de la cadena televisiva. El caso fue a la corte y un juez dictaminó que la cadena televisiva no tenía ninguna obligación de decir la verdad. Un video en el cual los periodistas explican cómo fueron acallados y Monsanto se salió con la suya, puede ser visto en este enlace:
Sin embargo, ésta no era una práctica nueva de dicha compañía. Según Brian Tokar, autor del artículo "Monsanto, un estudio en arrogancia corporativa" ésta es la historia de avaricia y engaño de dicha corporación:
Sus inicios se remontan a principios del siglo XX cuando John Francis Queeny, un químico autodidacta, importó de Alemania a los EE. UU. la tecnología para producir sacarina. La compañía que habría de fundar, “Monsanto”, sería para la década de 1920 una de las principales fabricantes de ácido sulfúrico y de otros productos químicos industriales. Desde 1940, Monsanto ha estado cada década en la lista de las compañías de productos químicos más grandes de los Estados Unidos. Para esa misma época, el negocio principal de Monsanto eran los plásticos y las telas sintéticas.
En 1947 un carguero francés que contenía nitrato de amoniaco, hizo explosión y mató a más de 500 personas, destruyendo también una planta de plásticos de Monsanto. Fue el primer desastre visible en una larga lista de desastres ambientales y humanos asociados con dicha compañía. En 1980 la Agencia de Protección Ambiental de los EE. UU. (EPA) dictaminó que los químicos usados por Monsanto en su producción de plásticos ocupaban el quinto lugar en la producción de una mayor cantidad de desechos peligrosos.
Desde 1929 Monsanto se había metido en otro negocio cuyo producto principal los bifenilos policlorinados, conocidos por sus siglas en inglés como PCBs, usados como refrigerantes en transformadores, tendrían que ser prohibidos en los EE. UU. en 1976. Científicos suecos que estudiaban los efectos biológicos del DDT encontraron concentraciones significativas de PCBs en la sangre, pelo y tejido graso de animales silvestres en los años sesentas. Los PCBs eran unos cancerígenos potentes que además causaban desórdenes del sistema inmunológico y reproductivo. El centro mundial para la producción de PCBs se encontraba en la planta de Monsanto localizada en las afueras de East St. Louis, en el estado de Illinois. Según el autor Jonathan Kozol, un autor crítico del sistema educativo en los Estados Unidos, esta ciudad “tiene unos de los niños más enfermos de los Estados Unidos” y la ciudad tiene la tasa más alta de muerte fetal y de nacimientos prematuros del estado, la tercera tasa más alta de muerte infantil y las tasas más altas de asma de los Estados Unidos.
Contaminación por dioxinas
En 1982 un poblado entero tuvo que ser evacuado por órdenes del gobierno a raíz de los altos niveles de contaminación con dioxinas que presentaba: Times Beach, Missouri. La ciudad había empleado a un contratista para que rociara las vías con aceite usado para que no fueran tan polvorientas. El mismo contratista había sido empleado por compañías químicas locales para que limpiara sus tanques contaminados con dioxinas. La asociación de Monsanto con las dioxinas se remonta a la manufactura del herbicida 2,4,5-T, que empezó al final de los años 40 “casi inmediatamente”, dice al autor Meter Sills, “sus trabajadores empezaron a enfermarse con salpullidos de la piel, dolores inexplicables en los miembros del cuerpo, coyunturas y otras partes del cuerpo, debilidad, irritabilidad, nerviosismo y pérdida del deseo sexual” y añade: “memorandos internos mostraban que la compañía sabían que esos hombres en verdad estaban enfermos como afirmaban, pero mantuvo toda la evidencia secreta”. Una explosión en la planta de herbicidas de Monsanto en West Virginia en 1949 atrajo aún más la atención a las quejas presentadas contra la compañía. Sólo hasta 1957 se encontraría que las dioxinas era las responsables de los problemas de salud que se estaban viendo. Esto atrajo de inmediato la atención del ejército, ya que veía la posibilidad de usar dicha substancia como producto para la guerra química. Documentos obtenidos bajo el Acta de Libertad de Información revelaron que desde 1952, Monsanto y el ejército estadounidense habían mantenido una extensa correspondencia de más de 600 hojas sobre el producto secundario del herbicida.
Y el agente naranja...
El herbicida denominado “agente naranja” que fue usado por el ejército gringo para defoliar la selva tropical del Vietnam durante los años sesentas se podía obtener de diferentes compañías químicas, pero el agente naranja de Monsanto tenía una concentración más alta de dioxinas que el ofrecido por Dow Chemical, la otra gran empresa fabricante. Esto hizo que Monsanto y otras compañías fueran acusadas por veteranos de la guerra del Vietnam, ya que presentaban un sinnúmero de síntomas debilitantes, atribuidos al agente naranja. En 1984 dichas compañías fueron obligadas a pagar 184 millones de dólares de indemnización, correspondiéndole a Monsanto el 45.5%.
En 1980 Monsanto llevó a cabo “estudios” para tratar de minimizar su responsabilidad, no solamente en el caso del agente naranja, sino en casos repetidos de contaminación de sus propios empleados en su planta de producción de West Virginia. Un caso que duraría tres años y medio que fuera presentado por trabajadores ferrocarrileros tras el descarrilamiento de un tren que los expuso a las dioxinas, revelaría un patrón de manipulación de datos y de realización de experimentos cargados a favor de la compañía en los supuestos estudios. Un funcionario de la EPA concluyó que los estudios habían sido manipulados para apoyar las afirmaciones de Monsanto que los efectos de las dioxinas eran limitados a una enfermedad de la piel.
Los investigadores de Greenpeace, Jed Creer y Kenny Bruno, describieron el resultado:
“De acuerdo con el testimonio del juicio, Monsanto clasificó mal los trabajadores que habían sido expuestos y los que no habían sido expuestos, de manera arbitraria borró varios casos clave de cáncer...e hizo aseveraciones falsas acerca de la contaminación por dioxinas en sus productos”.
El jurado castigó a Monsanto con la suma de 16 millones de dólares y además se reveló que muchos de los productos de Monsanto, desde los herbicidas caseros hasta un germicida usado en el desinfectante Lysol, estaban contaminados con dioxinas. El periódico Toronto Globe informó al respecto: “La evidencia de los ejecutivos de Monsanto en el juicio mostró una cultura corporativa donde las ventas y las ganancias tenían una prioridad mayor que la seguridad de los productos y la de los trabajadores”.
Una revisión posterior del caso por parte de la EPA reveló que Monsanto tenía un record de ofrecer opiniones “científicas” fraudulentas: “Monsanto de hecho ha presentado información falsa a la EPA con lo cual se han debilitados las regulaciones”. También se reveló que las muestras de herbicidas enviados al Departamento de Agricultura habían sido adulteradas para evitar que se regularan de acuerdo a su toxicidad. En resumen, Monsanto encubrió la contaminación con dioxinas en una variedad de sus productos, no informó acerca de la contaminación o presentó información falsa según la cual no había contaminación o mandó muestras al gobierno que habían sido adulteradas para que no presentaran contaminación por dioxinas.
Aparece el glifosato
A finales de los años noventas, herbicidas como el infame “Roundup” o glifosato representaban una sexta parte de las ventas anuales de Monsanto y la mitad del ingreso operacional de la compañía. Monsanto promovía agresivamente el glifosato aseverando que era seguro y que era un herbicida de uso general para ser usado en todas partes, desde prados hasta huertas. Sin embargo la Coalición Noroeste de Alternativas a los Pesticidas, basada en el estado de Oregon, revisó más de cuarenta estudios científicos acerca de los efectos del glifosato y de las polioxietileno-aminas usadas como surfactantes en el glifosato y concluyó que el herbicida es mucho menos benigno que lo que sugieren las propagandas de Monsanto:
“Los síntomas de envenenamiento agudo después de la ingestión de Roundup incluyen dolor gastrointestinal, vómito, hinchazón de los pulmones, pulmonía, embotamiento de la conciencia y destrucción de los glóbulos rojos, en trabajadores que estaban mezclando, empacando o aplicando glifosato”.
Una serie de intentos de suicidio en Japón durante los años ochentas con Roundup reveló que seis onzas del mismo eran suficientes para matar a un ser humano. El herbicida es 100 veces más tóxico para los peces que para las personas, es tóxico para las lombrices de tierra, la bacteria del suelo y demás vida silvestre, además de los efectos negativos que producen al defoliar los bosques.
Un estudio de 1993 de la Universidad de California en Berkeley encontró que el glifosato es la causa más común de enfermedades causadas por pesticidas entre los trabajadores que proveen servicios de mantenimiento en California y la tercera causa más común entre los trabajadores agrícolas. Un estudio llevado a cabo en Vermont en 1996 demostró además que ocasiona daños a los pulmones, pálpitos cardiacos, náusea, problemas reproductivos, aberraciones cromosómicas y muchos efectos más. Lo que es más en 1997, después de cinco años de quejas por parte del Fiscal general de New York de que sus propagandas eran engañosas, Monsanto se vio obligada a cambiarlas y a borrar sus afirmaciones de que el herbicida era “biodegradable” y que era “seguro para el medio ambiente”, además tuvieron que pagar 50 mil dólares por los gastos legales del caso.
En marzo de 1998, Monsanto acordó pagar una multa de 225 mil dólares por poner etiquetas que no correspondían en sus recipientes en 75 ocasiones. Según el Wall Street Journal, Monsanto distribuyó barriles del herbicida con etiquetas que decían que se debía restringir la entrada al área tratada por sólo 4 horas en vez de las 12 horas requeridas. Éste fue tan sólo un caso más de los muchos en que ha estado involucrada Monsanto. En 1986, debieron pagar 108 millones de dólares por la muerte de leucemia de un trabajador y en 1986 pagaron 648 mil dólares por no reportar datos de salud a la EPA y la lista sigue de manera interminable: multas por un millón de dólares en Massachussets, por 39 millones en Texas, etc. (Ver: http://www.saynotogmos.org/monsanto_1.htm)
El pesticida más usado en el mundo
Para el año 2005 el glifosato era el pesticida agrícola más usado en el mundo y el segundo pesticida residencial más aplicado en los EE. UU. Un estudió reveló el mismo año que los elementos “inertes” presentes en el herbicida eran más tóxicos que el mismo ingrediente activo por su cuenta. El glifosato resultó ser tóxico para las células de la placenta humana a pocas horas de exposición al mismo y a un nivel 10 veces más bajo que el usado en la agricultura. Este estudio, llevado a cabo por “Environmental Health Perspectives” reportó que las hormonas sexuales también eran afectadas incluso a niveles muy bajos de concentración. El mismo sugería que los otros ingredientes presentes en el glifosato facilitaban los impactos hormonales.
El Roundup producido por Monsanto es una mezcla de glifosato y otros productos químicos catalogados como “inertes”, diseñados para facilitar la penetración del herbicida en su blanco y lograr así su efecto tóxico. Ya que los elementos “inertes” no aparecen como “ingredientes activos” la EPA no evalúa sus impactos de salud o ambientales, a pesar de que más de 300 productos químicos en la lista de ingredientes inertes en pesticidas están o fueron registrados en algún momento como ingredientes activos de un pesticida, y esos ingredientes, por volumen, ocupan más de un 50% del producto.
La evidencia presentada en estudios recientes ha conectado al glifosato con daños en el sistema reproductivo, incluidos daños en el ADN en ratones y cromosomas anormales en sangre humana. Estudios epidemiológicos han ligado la exposición al herbicida con un aumento en el riesgo de tener linfoma de non-Hodgkin y estudios de laboratorio se han empezado a centrar en el mecanismo por medio del cual este producto químico actúa en la división celular para causar cáncer. Un estudio canadiense vinculó la exposición al glifosato con un aumento de abortos espontáneos en los tres meses anteriores al parto.
En resumen, una compañía para la que las ganancias están por encima de la salud humana y que ha usado falsa propaganda para vender sus productos y que además ha sido castigada monetariamente por perjudicar la salud de sus trabajadores, tiene en el mercado el pesticida/herbicida más usado en el mundo, el cual está siendo aplicado indiscriminadamente en Colombia, a pesar de los riesgos de salud y contra el medio ambiente que su uso implica. De la misma manera que ocultaron los efectos nocivos de las dioxinas, o del agente naranja, ahora ocultan los efectos tóxicos de un producto que se vende como si fuera benigno para el medio ambiente y para los seres humanos, cuando en verdad no lo es. Obviamente, nada de esto podría pasar sin la complicidad de los gobiernos que parecen ser sus socios en un crimen contra la humanidad y contra el medio ambiente.
Segunda parte: Las semillas del engaño
En su libro Las semillas del engaño, Jeffrey Smith, revela cómo casi todos los frijoles de soya, maíz, canola y algodón que se cultivan en Norte América han sido manipulados genéticamente, es decir que a través de la ingeniería genética se les ha introducido un ADN foráneo para cambiar así sus características originales. Estas plantas se usan entre otras cosas para obtener alimentos para animales y sus productos se encuentran en la mayoría de los alimentos procesados. El polen producido por las plantas modificadas genéticamente puede ser llevado por el viento a miles de kilómetros de distancia y contaminar así cosechas tradicionales producidas de una manera orgánica, dificultando su cultivo. Monsanto, la empresa líder en crear y patentar semillas transgénicas o genéticamente manipuladas, con el apoyo de la Corte Suprema de Justicia de los EE. UU., ha demandado y obtenido grandes cantidades de dinero por “perjuicios” de granjeros que sin saberlo habían plantado semillas modificadas genéticamente patentadas por Monsanto. Dicha amenaza hace imposible para los granjeros el almacenar semillas para plantarlas más adelante y a menos que compren las semillas de Mosanto, se ven obligados a abandonar el negocio. El resultado es que la biodiversidad se encuentra en un serio peligro a causa de dichas semillas patentadas.
El gobierno estadounidense, apoyado por la Organización Mundial del Comercio está usando todo su poder para obligar a la Unión Europea para que las cosechas de estas semillas puedan ser importadas a sus países o que las semillas se planten allí.
Jeffrey Smith, en su libro Las semillas del engaño, demuestra que hay una fuerte evidencia de que los alimentos producidos con semillas modificadas genéticamente pueden ser perjudiciales para la salud. En el capítulo primero del libro La supresión de la evidencia nos cuenta la increíble historia de Arpad Pusztai y sus papas transgénicas. Después de descubrir que había una relación directa entre las papas transgénicas y las lesiones en el sistema inmunológico de las ratas, las cuales además tenían el cerebro, el hígado y los testículos menos desarrollados así como una proliferación de células en el estómago y en los intestinos, presagiando un cáncer, Pusztai fue despedido del instituto donde había trabajado en Inglaterra por 30 años y sus hallazgos fueron ocultados.
Esto no era de extrañar, ya que detrás de esto se encuentra un plan maestro desarrollado por compañías multinacionales, entre ellas la omnipresente Monsanto, para apoderarse de las fuentes mundiales de alimentos. El plan consiste en disminuir año tras año las semillas naturales, de modo que en el curso de 5 años, el 95% de las semillas hayan sido genéticamente modificadas. Por ejemplo, Monsanto ya ha introducido en el mercado sus infames semillas “listas para el Roundup”, las cuales han sido alteradas genéticamente de manera tal que puedan ser bañadas en glifosato sin que se mueran, mientras que cualquier otra planta que crezca a su lado desaparece como por encanto de la faz de la tierra. En vez de arar la tierra para cultivar, las semillas se plantan directamente en la tierra y las plantas son un 100% dependientes en el glifosato para deshacerse de las hierbas que crecen su alrededor. Lo peor de todo es que ahora, a raíz de este proceso, han aparecido “superhierbas”, las cuales necesitan hasta 8 veces la cantidad requerida de glifosato para poder ser eliminadas. El resultado es que los agricultores están teniendo que usar herbicidas mucho más tóxicos para controlar las hierbas, los cuales supuestamente habían sido reemplazados por el “benigno” glifosato, y como el genio que se escapa de la botella, los genes que hacían a las semillas de Monsanto resistentes a su propio herbicida, ahora han migrado a plantas silvestres, incluidas las propias hierbas que el glifosato estaba destinado a matar.
En resumidas cuentas, el problema que se suponía según la propaganda que el glifosato iba a aliviar, el uso excesivo de herbicidas/pesticidas, se ha agravado y ahora los alimentos que le llegan al consumidor tienen una mayor concentración de productos tóxicos para su salud y para completar, el pesticida está acabando con los animales mismos que servían para controlar las plagas, como por ejemplo, las ranas, ya que una sola rana en una cosecha puede consumir hasta diez mil insectos. La madre naturaleza está no solamente siendo envenenada sino que está siendo reemplazada por una compañía que ha manipulado las investigaciones para vender sus productos, dominar el mercado y acabar con la biodiversidad del planeta a costa de la salud humana. Según Charles Margulis, un especialista en ingeniería genética de Greenpeace, para Monsanto “las ganancias van primero que decir la verdad acerca de la toxicidad de sus productos”.