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Número 10, Octubre 15 de 2013



Memoria Histórica

 

e

 

Imaginarios

 

de Villa de Leyva

 

 

 


 

        

                                   

Prólogo del libro Memoria Histórica e Imaginarios de Villa de Leyva, por

 

Isabel Cristina Trejos V
Diego Arango R
Adriana Lagos Z


Dedicamos este trabajo
a todos los abuelos y abuelas de Villa de Leyva y sus alrededores

Este trabajo de recuperación de la memoria se inscribe en el ámbito de la historia de las mentalidades; a través del ejercicio del recuerdo, la memoria deviene en el hilo conductor para adentrarse en ese complejo e intrincado laberinto espacio-temporal, que constituye el imaginario de la historia del territorio del municipio que hoy habitamos; un territorio donde hombres y mujeres han conformado su mundo de la vida a través de distintas prácticas culturales, modos de producción, habla, creencias, tradiciones, técnicas, ritos, oficios, etc., en una vasta y fecunda conjunción de costumbres y saberes, que constituyen parte fundamental de su idiosincrasia e identidad.

En el indagar de la memoria colectiva, esta investigación recoge los fragmentos de una tradición oral, elaborada en el imaginario social, construido y decantado a lo largo de la experiencia colectiva; acervo de tradiciones y conocimientos que condensa el legado del saber de los antiguos, por medio del cual las generaciones se entrelazan y se perpetúan, se transmiten sus particulares apreciaciones del mundo de la vida, en el intento por desentrañar el sentido de los hechos que marcan el transcurso de sus vidas, situadas en un horizonte interpretativo de mundo que las antecede y moldea, y alrededor del cual articulan su concepción del mundo de la vida en tanto que individuos y seres sociales a la vez, unidos en el tiempo por sus vínculos con un espacio común, cuyas múltiples percepciones son el material de este “memorial colectivo,” de esta polifonía de la memoria, espejo de muchas otras visiones, similares y diferentes a la propia, que en sus murmullos y susurros deja traslucir el espíritu de una época, remite a un pasado que subyace, imperceptible para algunos, en la conformación de la representación mental de los acontecimientos de su temporalidad vital, donde lo imaginario -que no es el discurso del delirio, aunque pueda tener elementos delirantes- y lo real, se entretejen indisolubles en una interpretación que se reclama como válida y legítima. La mentalidad de una época está ligada a una forma de sociedad caracterizada por unas relaciones económicas y sociales específicas, que se manifiestan en el terreno del imaginario social, una de las fuerzas reguladoras de la vida colectiva; la realidad del imaginario anima la vida real y concreta de seres de carne y hueso que inciden en un mundo real. Como anota George Duby, “estas representaciones mentales, las conductas que éstas pretenden justificar, los temores de los que ayudan a librarse, las percepciones de que se alimentan deformándolas, son fruto de todo lo concreto de la existencia en cuyo seno hundían sus raíces dichas representaciones”.

Al ir “en busca del tiempo perdido,” del recuerdo olvidado, se propicia un espacio para la expresión de esas voces de la memoria, muchas veces confinadas al monólogo interno, ante la carencia de un otro que escuche y valore aquello que ellas cuentan; un proceso enriquecedor para el que narra como para el que escucha estas “confidencias,” que suscitan el diálogo y la reflexión en torno a la importancia de ese pasado recobrado que, en la riqueza de su variedad interpretativa, se desliza hacia ese otro vasto trasfondo del tiempo histórico, que como pasado vivo, actuante en el presente, ayuda a descubrir las claves de esas revelaciones surgidas al avizorar en el calidoscópico universo de la memoria colectiva.

En el quehacer de desciframiento y ensamble de cada uno de los fragmentos extraídos de ese mar de recuerdos colectivos, de esos atisbos fugaces de otros tiempos y modos de vida, emerge el rompecabezas de la vida real y concreta de un pueblo en su cotidiano trajinar por un territorio, cuyas huellas remiten a tiempos prehistóricos. Fragmentos nítidos de una historia real, que se revelan en esta lucha de la memoria contra el olvido sobre todo cuando sabemos que, con el paso del tiempo, es inevitable una pérdida de la memoria de la experiencia, no solo en el recuerdo de quien la ha vivido sino, también, en su transmisión cultural y, más aún, en estos tiempos de instantaneidad de la imagen, donde “todo lo sólido se desvanece en el aire;” de un presente cada vez más efímero, que desconoce su anclaje en el pasado, que hace más apremiante la necesidad de conocer y conservar la herencia cultural, de ser fiel a nuestras raíces, a nuestra identidad. No obstante sus fallas, la memoria permite aprender, soñar, conocer, desear; nuestra vida es la memoria de lo que fuimos; estos recuerdos aportan elementos para comprender la dinámica de cambio de la vida social y, a la vez, revelan la permanencia y el arraigo de ciertos elementos e instituciones, como en el caso de la educación y la religión, para justificar ideológicamente una concepción del mundo. Estos testimonios, indiscutiblemente, reflejan en el paso del tiempo, el cambio de una forma de vida, el final de una cultura, de una forma de entender el mundo y las relaciones humanas que, con sus aciertos y errores, ha llegado al final especialmente para los viejos, que tienen más dificultad para asimilar el vertiginoso ritmo del cambio en estos tiempos de postmodernidad y globalización.

Se han recogido la mayor cantidad de voces posibles, de aquellos viejos sabios, hombres y mujeres, pertenecientes a distintos sectores sociales, que todavía existen en las veredas del municipio. Voces que, al contar su visión de un mundo ya ido y de las realidades que tuvieron que afrontar, se han respetado no solo en el contenido de lo expresado, sino también en la forma de contar propia de cada persona. Luego de la transcripción de los testimonios grabados, estos han sido sometidos a un cuidadoso proceso de edición, en el sentido de clasificarlos con respecto a ciertos temas y de ordenarlos para su mejor comprensión como texto de lectura, pero se ha hecho el esfuerzo por conservar al máximo, en su traducción escrita, la voz particular con su interpretación de los hechos, atento a sus matices, construcciones gramaticales, ritmos, creaciones, pronunciación, arcaísmos, cambio de sentido de las palabras; en fin, esa infinita riqueza del habla villa leyvana, que es parte de su expresión cultural e identidad. El pasar de lo oral a lo escrito no es sino el intento de devolverles, en otra forma narrativa, todo lo que ellos nos han dado con su generosa contribución de tiempo y paciencia para esta tarea, en las numerosas conversaciones individuales o de grupo sobre temas específicos, sostenidas durante varios meses en sus casas, en la Casa de Los Abuelos, en salidas por el campo y, en el caso de las personas ya muertas, en conversaciones realizadas hace muchos años, cuyas memorias conservábamos; todo esto, unido a un conocimiento del territorio y a un permanente vínculo con la comunidad, nos permitió asomarnos a su mundo de la vida. Con relación a algunos aspectos mencionados, por las personas entrevistadas, hay una serie de notas de pie de página y anexos, que complementan, aclaran o dan un contexto más amplio para su mejor comprensión.

El primer tomo, dividido en cuatro capítulos, se inicia con la visión y comentarios de los cronistas acerca de la época amerindia, como el mito de la creación en la tradición muisca; el capítulo segundo, siglos xvi y xvii, se centra en la llegada de los españoles al territorio, la fundación de la Villa de Leyva, las encomiendas, etc., e incluye los comentarios que acerca de esto tienen los habitantes actuales; en el capítulo iii, s xviii a xix, aparece la Villa de Leyva a través de los relatos y descripciones de los viajeros de la época; en el capítulo iv, siglo xx, rememoran los habitantes del pueblo distintos aspectos de la vida local, que van desde comienzos del siglo xx hasta finales de los años sesenta; aun cuando hay alusiones a períodos más recientes. Este capítulo, se abre con el relato de tradiciones, leyendas y creencias, pasando por los rostros del patrimonio, los oficios y artesanías, fiestas, descripción física del territorio, ríos, quebradas, vegetación, caminos, veredas y haciendas, prácticas agrícolas y mineras. El tomo segundo, comienza con la vida en la Villa, se describen las transformaciones del espacio urbano, su arquitectura, condiciones y vida cotidiana, patrimonio artístico, educación, salud, religión, época de la violencia, vida municipal y otras serie de facetas constitutivas de este gran rompecabezas de la vida en la Villa.

Esperamos que la lectura de este hipertexto, donde cada testimonio contiene alusiones que remiten a distintos capítulos, en el intento por transcribir esa abigarrada complejidad de la vida social, encarnada en las voces de estos hombres y mujeres que rememoran a lo largo del tiempo histórico, sea un sugestivo incentivo en el conocimiento y revalorización de la historia de un territorio, sometido a grandes transformaciones por la presencia de varias culturas, cuyos ecos recoge esta investigación, abierta a los aportes provenientes de otras disciplinas y a la multiplicidad de miradas del imaginario social, y que nos permite afirmar, como señalaba Jorge Orlando Melo, que no hay una historia, sino más bien un proceso de reflexión y conocimiento abierto e indeciso.

Para terminar, este trabajo debe un especial reconocimiento a Germán Sánchez Pereira, alcalde de Villa de Leyva 1997-2000, pues gracias a su interés por la cultura y preocupación por rescatar del olvido definitivo ese acervo de conocimiento que yace en la memoria de los mayores, fue posible emprender esta travesía por la memoria de una colectividad, que a pesar de sus limitaciones de tiempo para incluir otras personas y aspectos, aspira a contribuir, a partir de los procesos que puede generar su divulgación en las escuelas y colegios municipales, por ejemplo, a que las nuevas generaciones sobre todo tengan una mirada más amplia, matizada y crítica del pasado que sostiene su presente, que sepan aprovechar la herencia de su patrimonio histórico para construir un mejor mañana, con base en el conocimiento de su propia tradición, al escuchar las voces de esta polifonía de la memoria, que nos hablan de la vida y el sentimiento hacia un territorio, que no es tanto el espacio limitado por una convención, sino la herencia que impone identidad y la prolonga, secreto a la vez evidente y recóndito de la existencia.

Isabel Cristina Trejos V.