Una mujer víctima del terror de Nagasaki amamanta a su bebé. Los efectos de la radiación matarían a decenas de miles de sobrevivientes.

 


 

Parar oído

Dicen que las paredes

tienen oídos

pero lo que yo he visto

es que algunas personas

tienen paredes en los oídos.

 

EN ESTA HOJARASCA

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Mario Lamo Jiménez: Terrorismo en Hiroshima

Octavio Quintero: Unos locos muy cuerdos

Se acabó dictadura de las casas editoriales

 

 

 
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  • Número #12, agosto de 2005   

     

    A sesenta años del acto terrorista más grande del planeta:

     

    Los criminales continúan impunes

    Mario Lamo Jiménez

    Todo aquel que haga detonar bombas entre la población civil, por definición es un terrorista. El acto terrorista más grande del planeta tuvo lugar hace 60 años. Dos bombas atómicas fueron  detonadas contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki, causando 120.000 muertos en la primera ciudad y 40.000 en la segunda. Las ciudades fueron completamente destruidas y los seres humanos que no fueron evaporados vivos, sufrieron monstruosas quemaduras y más tarde las secuelas de la radiación: cáncer y mutaciones genéticas que ocasionaban deformidades y muerte.

    Los norteamericanos usaron al pueblo japonés como conejillos de indias para ensayar el efecto de sus armas de destrucción masiva. Tanto así que el episodio fue filmado desde aire y tierra en "technicolor", algo que casi ni Hollywood usaba en la época. Las películas fueron marcadas "Top Secret" y escondidas por décadas para que la humanidad no se enterara de los efectos devastadores, sanguinarios, crueles y terroristas del uso de dichas armas contra una población indefensa. (Ver: http://www.truthout.org/docs_2005/080205B.shtml)

     

    Los relatos de los sobrevivientes narran escenas dantesca de seres humanos con las cuencas de los ojos vacías y con la piel colgando de los huesos implorando por recibir un vaso de agua para después sufrir una terrible agonía.

    El complejo político-militar, autor de dicha masacre quedó en la impunidad total. Mientras que los esbirros de Hitler fueron llevados a tribunales de guerra por sus crímenes contra la humanidad, los crímenes contra la humanidad de los norteamericanos jamás fueron castigados. Tanto así, que un par de décadas más tarde aniquilarían a más de dos millones de vietnamitas de la faz de la tierra usando de nuevo sus armas de destrucción masiva, tales como el NAPALM y los bombardeos indiscriminados contra civiles y una vez más el crimen  quedaría sin castigo.

    Y como que a los norteamericanos les quedaron gustando las masacres y la impunidad, porque hoy en Irak están repitiendo una vez más torturas y masacres, pero esta vez con una diferencia: gracias a Internet sus actos abominables son reportados de manera inmediata por los órganos de prensa alternativos y no hay que esperar 60 años para ver las imágenes de destrucción masiva causadas por un imperio sediento de guerra y de petróleo.

    El mismo complejo político-militar de hace 60 años continúa en el poder, tanto así, que el verdadero presidente de los EE. UU., Dick Cheney, ha amenazado con usar armas atómicas tácticas contra Irán, después de un supuesto atentado contra EE. UU. estilo 11 de septiembre, así "Irán esté o no involucrado en el mismo".  (Ver: http://www.truthout.org/docs_2005/080405K.shtml)

    A 60 años de las masacres de Hiroshima y Nagazaki, el imperio norteamericano se alista a ensayar sus nuevas armas nucleares que ha venido desarrollando por seis décadas y la única manera de probar su eficiencia, según su corrupta mentalidad, es dejándolas caer sobre poblaciones indefensas y bajo cualquier excusa.

    Los EE. UU. invadió a Irak bajo la afirmación de que este país poseía armas de destrucción masiva. Dicho hecho fue comprobado hasta la saciedad que era una falsa excusa para apoderarse de las reservas petroleras iraquíes. EE. UU. es el país con más armas de destrucción masiva en la historia de la humanidad, las ha ensayado y usado contra poblaciones indefensas. Es hora que su gobernantes, responsables de estos hechos, (por lo menos los que aún están vivos) sean juzgados como lo que son: Criminales de guerra.

     



    A propósito de la locura...

    Unos locos muy cuerdos

    Octavio Quintero

    Cuentan en mi tierra, la de Epifanio Mejía (Yarumal por más señas), que el poeta parecía ensimismado al paso de una loca todas las tarde por el frente de su casa que gritaba… “Todos estamos locos”. Y dicen que el poeta, basándose en esa retahíla, se inspiró en decir…“Todos estamos locos, dice la loca; qué verdad tan amarga dice su boca”.

    Todos estamos locos, principalmente, quienes creen ignorantes a los neoliberales… Quienes los creen de buena fe equivocados.

     Eduardo Sarmiento es un intelectual que lleva 15 años de lucha contra el neoliberalismo. Pensaría que es el único que ha puesto toda la carne en el asador y que ha pagado el más alto precio personal y profesional por mantener su disenso.

    Pero Eduardo también está loco cuando cree que a ignorancia se debe el proceder de estos tipos que han introducido y profundizado el neoliberalismo en Colombia. Y entonces estamos llamando ignorantes al ex presidente Gaviria, Hommes, Perry, Ocampo, Juan Manuel, Urrutia, Juan Camilo, Junguito y Carrasquilla, para no hablar sino de unos cuantos de la lista completa que no tengo ni quiero recordar.

    Me da la impresión de que Eduardo se está obsesionando con la idea de que solamente él entiende el problema y solamente él puede resolverlo. Por supuesto, he discutido con él, pero noto que cada día está más convencido de su cuento. Y como aprecio mucho su amistad, he decido no discutir más el asunto.

    En este mundo de Subuso me faltaba explicación a dos hechos políticos del momento: el inmenso apoyo a la reelección de Uribe y el aclamado nombramiento del ex presidente Gaviria como director único del Partido Liberal. Porque resulta inexplicable que gente que le ha hecho tanto daño a la sociedad retorne como el Cid Campeador; o, peor aún: gente que le está haciendo tanto daño a la sociedad tenga una imagen que ni Bolívar alcanzó en su cumbre. Locos tienen que estar los que creen en la seguridad democrática del presidente Uribe porque hoy pueden viajar a sus fincas por carreteras y caminos alfombrados de verde oliva. Creer que lo primordial de un Estado es su seguridad personal y no social, no deja de ser una ironía parecida al que no le presta atención a la desgracia del vecino, porque todavía no ha tocado a su puerta.

     “Todos estamos locos”, sería una gran razón, aunque trágica, tierna. Pero, eh ahí que en el caso de la actitud colectiva, que elige y reelige a los neoliberales, se trata más bien de una forzosa racionalidad de pobreza que obliga a la gente a votar por el pan diario: el puestico aquí, el contratico allá; puestos y contratos que manejan el gobierno y una elite muy selecta de la empresa privada, únicos favorecidos con el modelo neoliberal.

    Si la pobreza es la materia prima del capitalismo en la medida en que mientras más pobre sea la gente, por menos trabaja; entre más pobreza acusa un pueblo de menor libertad dispone, macabramente tenemos que admitir que la teoría neoliberal no está equivocad a la luz de sus propios intereses, pues, eso es lo que está produciendo: ¡pobreza!

    Por eso, mi querido Eduardo, para seguir combatiendo al neoliberalismo tenemos que partir de la base de que esos tipos no son ignorantes, y que se merecen, no un castigo académico sino político. Un ejemplo te doy de su sagacidad: por aquí en este Tocancipá, donde vivo, he descubierto lo último en guaracha: las empresas de flores hacen trabajar a grupos de personas 15 o más días, al cabo de los cuales no las contratan dizque porque no sirven, y tampoco les pagan los días trabajados, precisamente dizque porque no sirvieron.

    OQUINTERO_2000@YAHOO.COM