
Mi querido Padre Celestial:
Me veo en la penosa obligación de presentar renuncia pública a mi cargo como miembro de la Santísima Trinidad, hasta ahora compuesta por Padre, Hijo y Espíritu Santo, que de aquí en adelante me imagino será el “Dúo Divino” o el nombre que a bien tengas escoger.
Mi trabajo como Dios y miembro de este triunvirato ha sido un completo fracaso. Ahora los templos de oración han sido sustituidos por bancos, donde la gente va a adorar el dinero, el Paraíso queda en Disneyland, y el llamado Luzbel, Lucifer, Demonio o Chiras, es ahora el CEO de todas las compañías multinacionales que han convertido la Tierra en un verdadero infierno.
Pero la cosa no para ahí. Hace dos mil años y pico, cuando empezamos este proyecto y Tú me mandaste a predicar los Evangelios para que la humanidad se humanizara y no siguiera con el vicio de Caín, matando a garrotazos hasta a su propio hermano, la cosa parecía funcionar.
¿Te acuerdas de la parábola del rico Epulón y Lázaro que fue un bestseller en esa época? Epulón, para refrescarte la memoria, era ese ricachón que tanta guerra nos hizo y que prefería dar las boronas de su comida a los perros, mientras que Lázaro, lleno de llagas, se moría de hambre. Al morir, Lázaro se fue al cielo y Epulón me imagino que todavía está en el quinto patio del infierno pagando cadena eterna por avaro. Sin embargo, las cosas en la Tierra, dos mil años después, son al revés que en el cielo, los avaros aparecen en la primera página de los diarios como “hombres de éxito”, y los Lázaros son dispersados con gases lacrimógenos cuando protestan reclamando sus justos derechos, si no es que son asesinados torturados o desaparecidos.
Dejo mi puesto de crucificado a algún otro que tenga cara de mártir, porque ya me aburrí de servir de mal ejemplo en cosas de poner la otra mejilla. Como sabrás, ahora crucifican a los Jesuses a balazos y los únicos que resucitan son los bancos con el dinero que roban al resto de la población.
Finalmente, me pienso realizar como ser humano, ya que como Dios he sido un verdadero fracaso. Los Diez Mandamientos fueron reformados por el Congreso sin siquiera consultarme, y los redujeron a dos o tres: Se puede robar y matar, con penas reducidas a la mitad de la mitad de la mitad de nada, si el culpable acepta el delito, no solo hay que desear a la mujer del prójimo sino acostarse con ella, y en vez de amar a Dios sobre todas las cosas hay que amar todas las cosas que venden en tiendas y almacenes, especialmente aparatos electrónicos, videograbadoras, iPods y teléfonos celulares. De ñapa, la Navidad, aunque no fue exactamente la fecha de mi nacimiento, la convirtieron en una gran fiesta comercial, motivo para comer y beber en exceso y endeudarse comprando cosas que no se necesitan con dinero que no se tiene.
En fin, mi querido Padre Celestial, ya entenderás el motivo de mi renuncia irrevocable, y pido además que mi rostro sea borrado de cuadros, almanaques, iglesias, escapularios, rosarios, cuadros medievales y contemporáneos, llaveros, salvadores de pantalla, estampas, oraciones, monederos, camisetas y estatuas gigantes al borde de playas y demás, ya que tengo el copyright de mi imagen y no quiero que siga siendo usada con fines comerciales o mi abogado se encargará de demandar a los mercaderes que convirtieron mi templo de oración en centros comerciales.
Ahora salgo de vacaciones para orar en el desierto que es lo único que ha aumentado de tamaño desde mi temprana partida a los 33 años. Después comenzaré de cero, pero esta vez no pienso empezar una religión, ya que como hemos visto, las religiones acaban convirtiéndose en bancos o centros comerciales. Me dedicaré a lo que siempre quise ser, un trovador ambulante que le canta a las cosas bellas y sencillas de la vida, aunque espero que por mi pelo largo, mis sandalias y mis prédicas contra los ricos, no me tachen inmediatamente de terrorista o de subversivo, porque todavía es cierto que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un billonario sea invitado al Reino de los Cielos, así sea a un simple cocktail.
En fin, me dedicaré a ver personalmente qué anda mal o bien con el mundo, a reírme un poco, y por qué no, a disfrutar finalmente de la creación de mi Padre Eterno, por los siglos de los siglos, amen. |