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ENRIQUE SANTOS MOLANO

 
 
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LA VIDA DE ANTONIO NARIÑO

Las memorias fantásticas

Primera parte: El arzobispo de terciopelo

 

Primera parte: El arzobispo de terciopelo
(Graciosa reseña de una obra que como los hechos narrados en la misma, también hará historia.)
—¿Se refiere usted a la obra o a la reseña?
— Me refiero a la obra, don Antonio, ni más faltaba.

Mario Lamo Jiménez


I Introducción

Al igual que el cometa Halley que sólo aparece cada 76 años, El arzobispo de terciopelo de Enrique Santos Molano, es una de aquellas obras que tal vez veamos una sola vez en la vida. Y si alguien la estuvo esperando todo ese tiempo, como la visión del cometa, la espera valió la pena.

Al finalizar su lectura al lector le queda aquella sensación de satisfacción que sólo es capaz de producir una maravillosa obra de arte o un atardecer idílico. El arzobispo de terciopelo , además de ser una gran novela histórica sobre la vida de Antonio Nariño, es la recreación de un momento histórico en la que el autor, con la meticulosidad y la sapiencia de un arqueólogo, ha reconstruido la vida cotidiana de la que fuera Santafé hace más de dos siglos. A la reconstrucción de esa vida cotidiana hemos de sumarle la visión del historiador que ha sabido captar la esencia del conflicto histórico que se vivía en esa época y la pluma del literato, que con unos diálogos de perfección teatral y una trama que envuelve al lector desde el mismo prólogo, nos mete de lleno en la novela. De repente, los personajes de la historia patria cobran vida y se nos presentan como seres humanos, con sus defectos y virtudes y sin siquiera quererlo, nos sumergimos en su mundo y su conflicto se convierte en el nuestro.

II La trama

La novela empieza en el presente. El autor se encuentra en Villa de Leiva y nos cuenta cómo por un azar del destino, debajo de una tabla suelta en la casa en donde muriera Antonio Nariño, encuentra un manuscrito fantástico: Las memorias de Nariño, escritas de su puño y letra, complementadas por las de su hijo, de nombre también Antonio Nariño.

UNA VILLA DE LEIVA FANTÁSTICA

El autor, convertido en personaje de su propia novela, nos narra cómo se sienta por años a desenredar los hilos de manuscritos antiguos para tejer con ellos la trama de sus memorias fantásticas. El resultado es una novela narrada en primera persona por el mismo Nariño, (resucitado por la mágica pluma de Santos Molano), y que comienza en algún momento de 1781 en una encrucijada histórica que habría de partir en dos la historia de América: La revolución de Los Comuneros y la revuelta de Tupac Amarú.

El joven Antonio Nariño, antes de cumplir los diecisiete años, nos cuenta su vida cotidiana; pero no se trata de una vida cualquiera. Es una vida en la cual de las reuniones de sociedad se pasa a las intrigas políticas y a los cortejos amorosos. Santos Molano, de un plumazo, nos transporta al pasado, y de repente el lector se encuentra en un poblado de veinte mil habitantes y como espectador de primera fila del conflicto histórico que se venía encima: Los comuneros avanzan hacia Santafé para derrocar el poder autoritario de la metrópoli que desangra a las colonias para financiar sus guerras y los intelectuales criollos, entre ellos Nariño, se aprestan a cumplir con su misión histórica de servirles de apoyo. Sin embargo los criollos actúan bajo la máscara del anonimato. El arzobispo de terciopelo, Caballero y Góngora, sospecha de ellos y no encuentra el momento de pescarlos in fraganti para enviarlos a la tortura de las mazmorras de Cartagena o para exhibir en un poste sus cabezas.

III Los personajes
Enrique Santos Molano logra enseñarle al lector, como si de una pintura al óleo se tratara, los rasgos de toda una serie de personajes que desfilan por la obra. Lejos de las caricaturas históricas que reducen a un personaje a fechas, eventos o parajes, el autor recrea primero que todo el alma (o falta de la misma) del personaje. Los personajes centrales de la obra son Antonio Nariño, y su antípoda, El arzobispo de terciopelo, Caballero y Góngora.


El protagonista

El personaje de Antonio Nariño, por cuya boca conocemos el mundo santafereño, es en verdad apasionante. Santos Molano se ha compenetrado no sólo con los aspectos históricos del personaje, sino que lo ha reencarnado hasta en su más mínimo detalle. El Nariño de Santos Molano es un ser vivo, a grado tal, que cuando vibra por sus venas el fervor patriótico o la pasión amorosa, uno como lector no solamente siente en carne propia las injusticias del momento, sino que hasta huele el perfume de la amada, descrito por Santos Molano con poéticas palabras:

"Magdalena nos miraba, enternecida y analítica, y se arrodilló a nuestro lado para compartir el juego con el muñeco y rematarme con el aroma embrujador de su perfume; pero no, no era el perfume. El aroma venía de su interior y el perfume actuaba como su emisario". (pág. 62)

PRENSA DE ANTONIO NARIÑO


Y mientras Nariño reparte versos subversivos para fijar en las paredes de Santafé, a la vez pide consejos amorosos para conquistar a Magdalena, a lo cual todo el mundo pone un reparo: ella es dos años mayor que él. El Precursor de la Independencia de América, a pesar de su tierna edad, ya está enfrascado en aventuras políticas y amorosas a las que hombres mayores nunca se atreverían. Una vez que entra en su mundo, el lector no tiene alternativa, la personalidad deslumbrante de este Nariño que nos regala Santos Molano, como en una película de guerra, amor y misterio, nos obliga a poner los cinco sentidos en la novela con el ansia de anticipar lo que nos espera a la vuelta de la esquina de una calle santafereña en pleno siglo XVIII. Y no cuento de él más, para dar al lector el placer de recorrer por su cuenta, a través de los ojos de Nariño, esas mismas calles de pintorescos nombres, empedradas con el enigma de los siglos.

El antagonista

Su excelencia, el arzobispo Caballero y Góngora nos lo describe Nariño como un hombre "alto, robusto, de magnífica presencia y maneras distinguidas, aristocráticas, inteligentes…" A lo largo de la obra el lector puede percatarse que debajo de sus ropajes y aristocracia se encuentra un político manipulador, que no duda en mentir con tal de alcanzar sus objetivos inmediatos: Suprimir a sangre y fuego la Revolución de Los Comuneros. El arzobispo se encuentra ante una encrucijada: las tropas realistas han sido derrotadas en el Puente Real y Galán y sus veinte mil comuneros se aprestan a tomarse a Santafé y acabar para siempre con el gobierno realista. Es allí donde El arzobispo de terciopelo demuestra ser mejor guerrero que los guerreros y más mañoso que los políticos: Se ofrece como mediador ante los insurrectos para en base a mentiras y manipulaciones (las famosas Capitulaciones) acabar con la revuelta. Para controlar a los criollos conspiradores, cuenta con una red de espías que siguen a Nariño a sol y sombra.

El personaje del arzobispo se encuentra perfectamente delineado en la obra, y por boca de otros personajes y del arzobispo mismo, el autor perfila a su desalmada excelencia. Por ejemplo, el doctor Moreno y Escandón, otro de los personajes de la novela, afirma acerca del arzobispo: "será nuestro enemigo, y por ello debemos respetarlo tanto como temerlo, porque es inteligente, astuto, sagaz, sabio, y hasta creo que inescrupuloso, como acaba de demostrarlo en Zipaquirá". (pág. 105)

Sin embargo, la esencia misma del arzobispo y la metáfora en que se basa el título de la obra la llegamos a conocer a través del pensamiento de otro de los personajes, uno de los espías a sueldo de los realistas, don Francisco Carrasco, quien en un diálogo con el arzobispo, piensa de él de esta manera:

"Su ilustrísima parece de terciopelo, pero pega con guante de hierro".

En resumidas cuentas, el arzobispo de terciopelo es el preámbulo del estado moderno: Iglesia, ejército, represión, prensa, verdugo y espía, todo envuelto en un solo paquete; bendecido por la Santa Madre Iglesia y estampado con el sello real.

Otros personajes fantásticos
El arzobispo de terciopelo es una obra que goza de una gran singularidad, los personajes secundarios son tan apasionantes como los principales. En estricto desorden alfabético nos referiremos a algunos de ellos, más para que el lector goce de su presencia cuando lea la obra, que para hacer un análisis exhaustivo de los mismos. Son tantos los personajes que aparecen en la obra, y sus rasgos tan interesantes, que prácticamente habría que escribir otro libro para darles a todos cabida y el respeto que se merecen. El abanico que a continuación abrimos, constituye tan sólo una muestra de dichos personajes.

"Arrepentíos de vuestro pecado"
Empezaré por un personaje que parece salido de una tragedia griega; personaje de una teatralidad tal y de una belleza poética insuperable, que si no fuera porque el mismo autor afirma que un día en verdad deambuló por las calles santafereñas, uno juraría que era inventado o que se trataba simplemente de un personaje alegórico. Su nombre verdadero es un enigma, pero el nombre con el cual era conocido por calles y mesones era el de El Pecado Mortal. El Pecado es un mendigo que esconde bajo sus ropajes, más de lo que su humilde imagen aparenta. Es una obra de teatro ambulante "de barbas luengas y enmarañadas, cubierto con un sombrero tricornio tan viejo como él y una capa esmirriada" que transita las calles, instando a los pecadores a que se arrepientan de sus pecados; y ya sea por temor o por arrepentimiento verdadero, recibe unas cuantas monedas de sus benefactores. Sin embargo, El Pecado tiene un secreto, el cual le dejará saber a Nariño una noche mientras vaga por las calles repitiendo su estribillo de "Pecadores, pecadores…arrepentíos de vuestro pecado mortal". Y desde el momento en que aparece, El Pecado le da una dimensión aún más fantástica a la novela, pues además de convertirse de manera inesperada en el hilo conductor de una apasionante subtrama, su mera presencia, medio bíblica y medio burlesca, sirve para romper con cualquier esquema narrativo que uno esté esperando, y el lector, casi sin quererlo, resulta queriendo a este personaje al revelarse la naturaleza del alma que El Pecado Mortal oculta tras su extraño ropaje.

El autor hace admirable uso de este personaje, y como en una partida de ajedrez perfecta, aparece y desaparece de su cuadro del tablero de personajes, justo en el momento apropiado o cuando más se necesita.

Un perfume de mujer
Como en toda gran obra, no podrían estar ausentes los personajes femeninos; pero en la obra de Santos Molano, los personajes femeninos no son meras decoraciones ni simples objetos del deseo masculino. Son también seres pensantes y de sentimientos revolucionarios, que a pesar de las restricciones sociales de la época, como los grandes ríos, se saben salir de cauce para inundar con su presencia todos los rincones de la novela. Y es aquí donde nos referiremos a Magdalena Ortega y Mesa, a quien dejáramos abandonada, pero no olvidada, al principio de esta reseña cuando hablábamos del personaje de Nariño. Magdalena era hermana de la ya fallecida esposa de José Antonio Ricaurte y Rigueyros, abogado de Nariño, y de quien nos ocuparemos más adelante. Cuando primero aparece en la novela, la percibimos a través de los ojos de Nariño haciendo "un chiste subversivo", y luego, en una escena que nos demuestra que detrás de su belleza, hay una mujer de principios, que se queda sentada cuando después de una cena, los criollos aplauden, algunos por falsa cortesía, otros por hipocresía, un anuncio del visitador regente: "Ella no aplaudió, ni puso cara de contento. Estaba mustia, contrariada de ver a los criollos vivar a su verdugo..." (pág. 39).

Magdalena colabora con la causa de los insurrectos en contra del régimen español y cuando un grupo de criollos intenta derrocar fallidamente en Santafé al régimen infame, ella les da asilo a dos de sus cabecillas en su misma casa en la "Calle de las Véjares", arriesgando de paso su propia vida. (pág. 114)

Más adelante, cuando Galán va a ser asesinado en plaza pública por órdenes del arzobispo de "mano de hierro" y Magdalena, junto con otros de los personajes recibe la orden de asistir a presenciar la ejecución de la sentencia, ella responde:

"Nadie podrá obligarme a presenciar el martirio de Galán (…) lo que se va a cometer el primero de febrero es un crimen, un acto horroroso de crueldad…" (pág. 149)

Magdalena hace una acertada lectura política de la ejecución de Galán y muestra a la vez el temple de la que habría ser la esposa del Precursor, Antonio Nariño.

Y dos de los conspiradores
Dos de los personajes de la aristocracia criolla que expresan su simpatía por la causa revolucionaria y que participan en las reuniones "subversivas" de la época en contra del régimen español, son el Marqués de San Jorge, Jorge Miguel Lozano de Peralta y José Antonio Ricaurte y Rigueyros. Del primero, oímos por boca de Nariño la siguiente apreciación, al escuchar aquél los nombres de los patriotas presos y torturados tras la fallida insurrección de Los Comuneros:

"Yo tenía de don Jorge Miguel Lozano de Peralta, padre de unos de mis mejores amigos, la idea de un hombre duro, impasible, frío, rico y poderoso. Era otro el que contemplé esa tarde. Sollozaba con cada nombre que soltábamos…" (pág. 124)

CASA DEL MARQUÉS DE SAN JORGE

Santos Molano nos presenta a un Marqués de San Jorge en su debida dimensión histórica, el único noble que existiera en la Nueva Granada no es partidario de la causa realista. Su simpatía por la causa revolucionaria es tal, que en la página siguiente así se expresa:

"Estos plebeyos a que se refieren con su desprecio de seres superiores el señor arzobispo y los señores oidores, esos plebeyos son los verdaderos nobles, los aristócratas de espíritu, llenos de ideas generosas, ilustrados, trabajadores y honrados; ellos están arruinados, por anhelar algo mejor para esta república que tanto aman, (…) ellos están perdidos y yo tengo buena parte la culpa por haberlos incitado". (pág. 125)

Es así que sabemos que el Marqués de San Jorge ha jugado su parte en la insurrección y que incluso siente que el merecedor del castigo es él, cuando exclama: "…es a mí y no a ellos a quienes deben castigar, y estoy aquí, cagado del susto, escondido y llorando como un pusilánime". (pág. 125)

El discurso del Marqués de San Jorge, salido de la pluma de Santos Molano, es un discurso reflexivo, analítico y que sintetiza los males que siglos más tarde todavía nos siguen atormentando.

Unos versos revolucionarios
Un personaje legendario en la antigua Santafé, fue el doctor José Antonio Ricaurte y Rigueyros. De él sabemos en la novela que había enviudado hacía poco y que era dueño, entre otros inmuebles, de la casa que hoy en día es el Museo de El Chicó.

CASA DE ANTONIO RICAURTE Y RIGUEYROS

A pesar de gozar de una cuantiosa fortuna y de que podría haberse hecho el de la vista gorda antes los atropellos de los españoles, Ricaurte y Rigueyros abraza la causa revolucionaria. En su lujosa hacienda de El Chicó tienen lugar a veces las reuniones de los subversivos de aquel entonces. Santos Molano recrea de una manera magistral las reuniones de estos revolucionarios. En una de ellas, en casa de Ricaurte y Rigueyros, los mismos, después de una noche de baile y tertulia que había contado hasta con la presencia del mismo arzobispo, se sientan a una mesa para ponerle poesía a la revolución: La pluma prueba que es capaz de batirse con más fuerza que el filo de una espada. Santos Molano nos describe así la escena:

"Sentados en torno a una mesa redonda rellena de colaciones y de seis tazas de chocolate humeante y espumoso, conversaban José Antonio y los hermanos Luis y Pepe Ayala. José Antonio nos indicó las sillas vacías, nos invitó a que honráramos el chocolate y las colaciones, y entre sorbo y sorbo informó que tenía para leernos unos versos". (pág. 43)

Nariño piensa en un principio que Ricaurte y Rigueyros los ha reunido allí tal vez para leerles unos versos de amor, pero pronto se da cuenta de que estaba equivocado:

"No eran versos de amor los escritos en los seis pliegos que blandía amedrentador el doctor Ricaurte, eran los más sediciosos, desafiantes y revolucionarios versos que se habían compuesto aquí desde el advenimiento de don Gonzalo Jiménez de Quesada a estas tierras de dificultades". (pág. 43)

Es así que los ahora conspiradores no sólo tienen que escuchar lo versos sino además copiarlos y fijarlos en sitio público. Eran unos versos de apoyo a Los Comuneros. Uno de ellos, perfectamente podría aplicar a la Colombia del siglo XXI:

"A más de que si estos dominios tienen
sus propios dueños, señores naturales,
¿por qué razón a gobernarnos vienen
de otras regiones malditos nacionales?"
(pág. 46)

Pero en aquella época, la poesía, además de ser revolucionaria, podía costarle al autor o a quien la propagara la vida.

IV Antropología de la obra


El arzobispo de terciopelo es una obra de una riqueza tal, que se presta para ser analizada desde tantos ángulos, como ángulos tiene la vida misma. Sin ser una obra costumbrista, es un cuadro de costumbres perfecto de la época, y sin ser un tratado de antropología, la información antropológica que ofrece serviría para llenar todo un tratado de antropología. El arzobispo de terciopelo es un ejemplo vívido de las costumbres, relaciones familiares y sociales de la época neogranadina. El autor ha hecho una exhaustiva investigación genealógica, y como en el mejor estilo antropológico, podríamos trazar, usando la misma como herramienta, los árboles genealógicos de decenas de los personajes que Santos Molano recrea en su obra. Allí, por ejemplo, nos enteramos quiénes eran los abuelos y tíos abuelos del héroe de San Mateo, Antonio Ricaurte, y quiénes los padres y hermanos de Magdalena Ortega y Mesa, quien fuera la esposa de Nariño, además de ser hermana de la fallecida esposa de Ricaurte y Rigueyros. La minuciosa investigación histórica de Santos Molano nos presenta los nombres de las calles coloniales por las que circulan los personajes y la ubicación exacta de las casas donde tiene lugar la acción de la obra. Por ella nos enteramos de la salida secreta trasera de la casa del Marqués de San Jorge que da al río de San Agustín o de las mazmorras donde es detenido Galán, antes de su infame ejecución. Las casas están descritas en detalle, desde sus canapés hasta sus gobelinos y ni qué hablar de las calles, cuya descripción casi cinematográfica nos ubica física y espiritualmente en un entorno que, como una hermosa postal, se queda para siempre grabada en nuestra memoria. Para ejemplo, un florido botón de una de las descripciones callejeras que percibimos por boca de Nariño:

"Atravesé pensativo la Plazuela de San Francisco, embellecida por jardines atractivos de flores nativas de mil colores y especies que rodeaban la capilla de El Humilladero, y bordeaba sus cuatro costados por árboles sembrados en persona por el doctor Mutis con asiduidad cariñosa y científica". (pág. 80)

Podríamos consultar también en la obra de Santos Molano los libros que se leían en la época y que influyeron en el pensamiento filosófico y revolucionario de los patriotas o la naturaleza de la organización masónica en que se agruparon los criollos para conspirar contra el gobierno colonial, e incluso podríamos escuchar la música y ver los bailes que hicieron época en aquel entonces. La recreación lingüística del habla y locuciones de la época daría para escribir todo un diccionario del español hablado en épocas de la colonia, y también podríamos leer en El arzobispo de terciopelo las descripciones de un alma poética, que con un romanticismo revolucionario comunica metafóricamente las sutilezas del alma. Todo esto y mucho más podría ser objeto de análisis y seguramente lo será, sin embargo, para concluir, quiero a hacer un pequeño análisis de un elemento que a mi entender recorre toda la obra: El Humor.

Humor


El humor inglés, como los cortes de tela inglesa, prueba con Santos Molano estar muy bien adaptado al frío de la sabana. Al igual que Shaw, quien mezclaba la filosofía y el humor, El arzobispo de terciopelo contiene ambos ingredientes y en las proporciones debidas. Por ejemplo, un par de personajes que se nos presentan al principio de la novela, los espías españoles a sueldo del arzobispo, con cada una de sus apariciones, a pesar de la seriedad de la situación, nos ponen a sonreír por su apariencia y por la descripción que de ellos hace el autor.

En el segundo capítulo "Dos lunares nerviosos", Nariño se da cuenta de que lo espía en una biblioteca un hombre en cuyo bigote izquierdo se destacan dos lunares, y él nos describe así al espía:

"La personalidad toda del individuo se concentraba en aquellos lunares, y tuve la impresión de que no se trataba de un hombre, sino de un par de lunares nerviosos a los que la figura humana les servía de adorno". (pág. 21) Los "dos lunares nerviosos" se irán transformando en el curso de la obra para describir a través de los mismos las acciones del personaje. Es así que en determinado momento, sabemos que "los lunares nerviosos brincaron", (pág 176) o que los lunares patean rabiosos. (pág. 185)

El compañero espía de "los lunares nerviosos" es descrito como un "gesto burlón, perverso, que desentonaba con el conjunto armonioso de su cara" (pág. 28). Los "dos lunares nerviosos" y el "gesto burlón" se convierten en los personajes de una farsa llena de humor, expresado sutilmente y con muchas gamas.

A veces el humor de la novela toma aires de comedia, como en el Capítulo XIII, donde la sordera de uno de los personajes se presta a una divertida comedia de equivocaciones. El siguiente diálogo tiene lugar a las cuatro de la mañana entre el padre de las Ortega y Mesa, quien sufre de sordera, y su hija Magdalena:

"—¿Qué el señor arzobispo viene a jugar ajedrez, hija? ¿A estas horas?

—No, padre —le dijo Magdalena, en tono más subido y arrimándole los labios al oído—, que están aquí el señor marqués de San Jorge, con José Antonio Ricaurte y unos amigos, porque han pasado cosas terribles.

—¡Ah, sí! –dijo don José Ignacio—. Pobre marqués. Estos son tiempos terribles, tiempos terribles, impropios para jugar ajedrez". (pág.114)

La seriedad de la situación (a los patriotas perseguidos, Magdalena Ortega y Mesa les da refugio en su casa), se da a través de una situación humorística que baja la tensión del momento, pero no por mucho tiempo.

Además del humor, Santos Molano utiliza otras técnicas como la ironía en los diálogos, el uso de recursos tipográficos para que el lector se entere del modo de hablar de las personas sin necesidad de describírselo, o simplemente el uso de una sola palabra que, puesta en el sitio indicado, les da a los diálogos la fortaleza del lenguaje cotidiano, el cual Santos Molano no es tímido para usar:

"—Qué alivio —dijo José Antonio—, ya me estaban dando churrias". (pág 102)

Y, finalmente, hasta en el preámbulo de la muerte, uno de los patriotas que está a punto de ser asesinado por el arzobispo, Lorenzo Alcantruz, encuentra lugar para reírse de la situación imposible en que se encuentra:

"—¡Carajo, como soy de pendejo! Yo sí estoy arrepentido…estoy arrepentido, arrepentido de no haber pedido más tabacos a su ilustrísima. Sólo me quedan dos". (pág. 160)

Para concluir esta parte, traeré a colación una cita del mismo Bernard Shaw, la cual podríamos aplicar perfectamente a esta novela:

"Si uno le va a decir la verdad a la gente, lo mejor es hacerla reír".

Santos Molano nos cuenta una gran verdad histórica que incluso hoy en día muchos quisieran no oír por sus paralelos con el presente, pero lo hace con un fino sentido del humor, humor que seguramente también refleja el humor de la época; el humor visto por los ojos de un historiador.

V Conclusiones


La obra de Enrique Santos Molano tiene un mérito innegable: Por primera vez en la historia de la literatura colombiana los áridos personajes de nuestros libros de historia infantiles y juveniles dejan de ser personajes de cartón, fechas a memorizar y eventos a repetir mecánicamente, para convertirse en personajes de carne y hueso.

La historia, como nos la presenta Santos Molano, es una historia verdaderamente revolucionaria, ya que logra que el lector sienta esta historia como propia: es un análisis del pasado, para aplicar en el presente y para evitar que sus errores se repitan en el futuro.

El lector curioso podrá hacer con esta obra sus propias comparaciones, ya que los eventos del pasado tienden a repetirse en el presente y la obra de Santos Molano parece como una señal de alerta: El que no conoce la historia está condenado a repetirla.

Los textos de historia, consciente o inconscientemente han hecho de la historia una materia tan árida y aburridora que lo único que han logrado es la creación de una conciencia ahistórica en el pueblo colombiano.

El arzobispo de terciopelo, como dijimos al principio de esta reseña, hará historia, pues por primera vez tenemos en nuestras manos una novela que sirve a su vez de texto de historia, pero no de la historia de "Oh gloria inmarcesible", sino de la verdadera historia, aquélla que escribieron con sangre nuestros antepasados y que cada vez que olvidamos, la estamos traicionando.

Santos Molano ha recuperado la historia de Colombia, y con ella la memoria colectiva del pueblo colombiano, para que recuerde que son los pueblos los que hacen la historia y no los amos.

Fin de la primera parte de esta reseña de "Las memorias fantásticas".

—¿Quiere usted decir que aquí nos quedamos?
—No, don Antonio, ya salió el segundo tomo y quedan otros cinco.
—¡Tener memoria es una cosa fantástica!
—Absolutamente cierto, don Antonio; pero mejor aun es tener unas memorias fantásticas.

Ya que muchos lectores quieren saber dónde se consigue la obra, pueden adquirirla en Bogotá en las Librerías del Círculo de Lectores y en el centro Andino en Tower Records.