Bruja acusada, bruja quemada

por Mario Lamo Jiménez

 

Desde chiquito le había gustado cazar brujas. Había aprendido el oficio de su padre, quien a su vez lo había aprendido de su abuelo, quien a su vez lo había aprendido de su bisabuelo, quien a su vez…en resumidas palabras, cazar brujas era un oficio de familia. Y cazar brujas era todo lo que sabía, y bien que lo hacía. Por eso, cuando recibió la llamada del presidente para que le ayudara en una gran cacería de brujas, el corazón casi se le sale del pecho. Finalmente, después de más de 400 años, aquel denigrado oficio familiar sería reconocido como algo saludable, y por todo el mundo.

En el Palacio Presidencial lo recibieron como si fuera un ministro venido de tierras lejanas y lo sentaron a esperar en una sala de terciopelo. Un sirviente de librea y corbatín le sirvió un fino té hindú de una tetera de plata, mientras que por un parlante perfectamente camuflado en alguna pared se derramaba, como si fuera una fuente de agua, la música de Mozart.

Al poco rato apareció el presidente. Al principio no lo reconoció y ni siquiera se puso de pie al verlo, porque en la vida real era un hombrecillo insignificante que ni siquiera se parecía al presidente que aparecía en la televisión. El de la televisión era alto y éste era bajo, el de la televisión tenía ademanes presidenciales y éste andaba a tropezones, el de la televisión leía discursos bien redactados y éste apenas balbuceaba…y tanta fue la confusión que estuvo a punto de tenderle su taza vacía para que se la retirara. Cuando cayó en cuenta que se trataba del presidente, se paró de un salto y se atragantó en sus propias palabras. El presidente, hombre ocupado como era, ni siquiera cayó en cuenta de su cambio de colores, ni en la vergüenza que acababa de pasar su invitado y de una fue al grano.

-- Amigo -- le dijo sentándose al frente suyo y mirándolo fijamente-- . La patria requiere sus servicios. Necesito que me ayude en una caza de brujas. Sospecho que pueda haber unas brujas que me quieren hacer brujería y quiero deshacerme de ellas antes de que sea tarde.

-- Quiere decir que las brujas todavía no han actuado…

-- Ni han actuado ni sé quienes son. Por eso necesito conocer su técnica para que las brujas confiesen que son brujas.

-- Es algo muy fácil. Primero hay que encontrar una mujer de apariencia sospechosa y espíritu controversial. Si tiene muchas riquezas, mejor, porque no vale la pena deshacerse de una bruja pobre si después no le queda a uno nada. Una vez encontrada, se procede a acusarla de bruja, y ésta es la parte importante de mi trabajo. Mi trabajo no es probar que la bruja sea bruja, sino hacerla confesar. Su confesión es la prueba. Si la bruja se niega a confesar, hay que amenazarla con quemarla viva, hasta que confiese. Una vez que confiese, se le quema viva por haber confesado, y lo anterior además de servir de castigo, sirve de ejemplo para las demás brujas.

-- ¿Y qué pasa si la bruja es inocente?

-- Toda mujer acusada de brujería es culpable hasta que no se demuestre lo contrario. Por ejemplo, uno puede acusar a una bruja de preparar pociones malignas para atacar a la humanidad. En tal caso se manda un inquisidor a su casa para comprobar si tiene hierbas, raíces, ungüentos y demás artilugios del oficio. Incluso elementos de doble uso, como un hueso de pollo o un gato negro son de por sí ya pruebas de culpabilidad. Si se llegaran a encontrar dichos elementos en casa de la bruja, la casa debe ser fumigada, desinfectada, vaporizada y finalmente quemada, eso sí, previa evacuación de cualquier objeto de valor que nos sirva para pagar los gastos que acarrea enjuiciar a la bruja. Si no se llegara a encontrar nada, hay que concluir entonces que la bruja lo tiene todo muy bien escondido y hay que declarar que, aunque tenemos pruebas de ello, no las podemos mostrar para no revelar nuestros métodos investigativos.

-- ¿Y qué se puede hacer en caso tal de que amigos, familiares o simpatizantes de la bruja digan que la bruja es inocente y que no tenemos derecho a quemarla?

-- Algo muy sencillo. Se les acusa de complicidad y de no querer ayudar a la humanidad a deshacerse de la bruja. Se puede hasta inculparlos de practicar brujería y hacerles ver que corren peligro de sufrir el mismo destino de la bruja. Algunos pueden incluso ser encarcelados de por vida, sin acusarlos de nada y otros pueden ser despojados de su nacionalidad y expatriados a tierras donde traten aún peor a las brujas.

-- ¿Y qué pasa si el mismo tribunal encargado de la caza de brujas decide que debemos mandar más inquisidores para realmente comprobar que la bruja sea una bruja antes de quemarla?

-- En caso tal diremos que el tribunal es irrelevante en la cacería de brujas y que de ahora en adelante toda cacería de brujas corre por nuestra cuenta.

-- Y en el hipotético caso de que la bruja decidiera usar su brujería contra nosotros antes de que la quememos viva, y nos queme vivos a nosotros, ¿cuál sería la medida más efectiva para que esto no sucediera?

-- Un ataque preventivo. Bruja acusada, bruja quemada. Es la mejor manera de acabar con las brujas. Se lo digo por experiencia. De las brujas hay que vengarse por anticipado, matarlas antes de que ellas ni siquiera sueñen en hacerle mal a uno.

El presidente sonrió de oreja a oreja después de esta clase práctica en cacería de brujas, y con un golpecito en la espalda despidió al cazador de su ornada sala. Su consejero, como buen hombre de negocios que era, no podía menos que alegrarse por haber contribuido a tan noble causa. Silbando una cancioncita de moda, se dirigió a su hogar para contarle las buenas nuevas a su esposa: Ahora él era nada más ni nada menos que consejero presidencial, y finalmente reconocido como un gran experto en la caza de brujas. Su felicidad habría de durar poco, pues al llegar a su casa descubrió que su esposa y sus tres hijas acababan de ser arrestadas, acusadas de brujería. La gran caza de brujas había comenzado.