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       MARIO LAMO  JIMÉNEZ
 
 
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                                        RELATOS

 

¡Veneno, veneno, veneno!

 

Atención, niñas y niños, grandes y pequeños, abran bien los oídos porque les voy a contar un cuento. Éste no es un cuento como todos los cuentos, porque es un cuento verdadero. Yo no me lo inventé, me lo soñé, porque a veces cuando estoy durmiendo, para no aburrirme, me sueño cuentos.

Este cuento tiene lugar hace siglos de siglos de siglos, y si alguien se está preguntando qué es un siglo, un siglo es lo mismo que un año, pero 100 veces más largo. Nuestro sueño, quiero decir, nuestro cuento,   tiene lugar en un pueblo que no era ni muy grande ni muy chico, sino del tamaño perfecto.   La gente vivía feliz y contenta y los niños correteaban por las calles y elevaban cometas con el viento. Pero un día, toda esta felicidad se vio amenazada porque el pueblo se llenó de ratones; ratones negros y   ratones blancos y grises, ratones de orejas rosadas y narices rojas y ojos negros, ratones grandes y pequeños.

 

 

Pero el problema en verdad no eran los ratones sino lo que tenían que comer: desayunos, almuerzos y comidas, uno que otro postre, tortas de cumpleaños … bueno lo de las tortas de cumpleaños no me lo soñé, eso me lo inventé yo, pero sigamos. En resumidas palabras, los ratones comían tanto que se estaban prácticamente comiendo el pueblo.

 

Fue así como el alcalde decidió convocar a todo el pueblo para una reunión urgente. Ah, sí, el alcalde…bueno, un alcalde es algo así como un gobernador, que es como un…presidente, que es como… ¡ah, claro, como un alcalde! ¿Entendieron lo que es un alcalde? ¿No? Bueno, un alcalde es algo así como el papá, pero de todo un pueblo, pero más orejón y más feo.

Todo el mundo llegó a la reunión, hasta gente que nadie había visto nunca , pero el alcalde pensó "entre más gente, mejor, más rápido acabaremos con los ratones".

Cada cual expuso sus quejas.

Una señora gorda dijo gimiendo: --Un ratón me mordió dos veces el dedo gordo del pie.

Una niña dijo entre llantos: --Yo encontré un ratón tomándose mi leche.

  Un niño de pelo rizado dijo soltando una sonrisa: --Un ratón ahora duerme en mis zapatos.

Una mujer, madura ya, y de hermosa cara se quejó: --A la medianoche un ratón tomaba un baño en la bañera de mi casa y al otro día -continuó sollozando- amaneció ahogado.

-- Suficiente, --dijo el alcalde, no fuera que alguien sintiera compasión por los invasores-- ¿se le ocurre una solución a alguien?

Todo el mundo se quedó callado porque ésta era la primera vez que llegaban ratones al pueblo y en verdad nadie sabía qué hacer con ellos. Finalmente la tímida voz de una abuelita dijo:

--Podríamos decirles que se fueran…

--Bueno -dijo el alcalde-dejémonos de bobadas porque yo tengo la solución para resolver el problema -y con un gran rugido de voz, exclamó: --¡Veneno, veneno, veneno! Veneno para el ratón grande y el ratón pequeño, veneno para el ratón triste y el ratón risueño, veneno verde y amarillo, veneno del bueno, ¡Veneno, veneno, veneno!

 

Dichas estas palabras, la gente se miró entre sí, y como si fuera un rezo, empezó a repetir a coro, primero en voz baja y después mas fuertemente:

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

--¡Veneno, veneno, veneno!

 

Pronto, la reunión se disolvió y cada cual se fue para su casa a buscar veneno. Pero, ¿se acuerdan que dijimos al principio del sueño, quiero decir del cuento, que " todo el mundo llegó a la reunión, hasta gente que nadie había visto nunca "?

Bueno, resulta que esa "gente que nadie había visto nunca", después de la reunión se metió en una casa abandonada. Por curiosidad, yo decidí seguir a esas personas para ver quiénes eran, y cuando entraron a la casa abandonada, las espié por entre el polvo y las telarañas de una ventana. Eran tal vez cuatro o cinco, pero a lo mejor eran seis o siete, no lo sé, pero a medida que entraban en la casa, algo raro pasaba. Yo no podía creer lo que mis ojos veían. Aunque su cuerpo era el de personas comunes y corrientes, ¡tenían cara de ratón! Incluso allí estaba el de orejas rosadas, nariz roja y ojos negros. Traté de escuchar lo que decían, pero sólo logré entender tres palabras, dichas por la boca peluda de uno de aquellos personajes:

--¡Veneno, veneno, veneno!

 

¡Los ratones se habían infiltrado en la reunión convertidos en personas y ahora conocían nuestros planes! El corazón me palpitaba locamente, los ratones no solamente se habían apoderado del pueblo sino que se habían apoderado de figuras humanas y a su gusto eran personas o ratones, y lo peor de todo era que ¡tal vez estaban planeando también cómo deshacerse de nosotros! Tal vez eso era, claramente lo habían dicho: "¡Veneno, veneno, veneno!" Pero, ¿qué creen que pasó después? ¿Nos envenenaron a nosotros los ratones? ¿Los envenenamos nosotros a ellos?

Ni lo uno, ni lo otro. Al día siguiente, y no se asusten por lo que les voy a decir, porque a pesar de que este cuento es verdadero, sólo es un sueño, al día siguiente…¡todos los ratones desparecieron! No quedó ni el menor rastro de ellos. El alcalde, orgulloso, pensó que su "¡veneno, veneno, veneno!" le había funcionado a las mil maravillas. Sólo yo supe la verdad, gracias a mi sueño,   y ahora ustedes también la saben, pero de todos modos ya no importa que se sepa la verdad, porque este cuento sucedió hace muchos, muchos siglos…lo que en verdad me preocupa ahora es que esos ratones con cara de persona todavía nos estén espiando, no sé por qué, pero mi vecina de al lado tiene una cara un poco ratonil…y el señor del frente parece…no, no puede ser...pero de todas maneras, pienso yo, todo esto tan sólo fue un sueño … ¿o no?

 

F I N