Acontecimientos claves en el devenir histórico del valle de Zaquenzipá
Los momentos claves en el devenir histórico del valle de Zaquenzipá, donde hoy se asienta Villa de Leyva, han dado las pautas que han determinado la historia del país.
EL MAR DEL CRETÁCEO
Hace 130 millones de años, un mar poco profundo llegaba y se iba. El vaivén del oleaje fue conformando lentamente la cordillera de los Andes. Hasta que el lecho marino se levantó a la altura de 2000 metros, para dar asiento al valle de Zaquenzipá. Sus huellas, los fósiles, aparecen a flor de tierra, dando lugar a un campo de investigación paleontológica inagotable del que Colombia no ha sabido sacar provecho; más bien, ha permitido que valiosos hallazgos hayan salido del país. Los campesinos de la vereda Monquirá, en cambio, nos dan una lección con su museo que visitan miles y miles de turistas.
Ese proceso geológico inicial ha conformado la geografía del país, drásticamente dividido en regiones separadas que han dificultado la integración bajo un propósito nacional común. No tenemos un norte común. El miope centralismo de los presidentes gramáticos que gobernaron el país durante muchos años sólo tenían en mente los intereses de sus haciendas sabaneras. Y hoy en día, ese centralismo carece de visión de país.
IGUAQUE, CUNA DEL GÉNERO HUMANO
A partir del año 800, el poblamiento de los valles interandinos dio lugar a la aparición de la nación muisca. De esta cultura hay que resaltar su mito fundador, el mito de Bachué, según el cual, del fondo de la laguna de Iguaque emergió Bachué, diosa de la fecundidad, madre del género humano. Mito que trae consigo el culto del agua y de la Madre Tierra. El muisca se consideraba jardinero, no dueño, de la tierra que le confiaban sus divinidades, para que cuidara de ella. Mito fundador cuyos valores fundamentales conviene rescatar del olvido, cuanto antes. Encomiables valores en los que debería enraizarse una cultura autóctona, valores llamados a orientar hoy en día la vida del planeta entero. Ahora, cuando la especie humana devora y destruye la naturaleza, contribuye a la extinción de muchas especies y de los humanos mismos.
En el proceso de evangelización y conquista, las lagunas y fuentes de agua fueron satanizadas. Para los evangelizadores españoles, lagunas y ríos eran residencia de demonios y espíritus malignos, a tal punto que llegaron a prohibirles a los aborígenes el baño en las quebradas, por ser, según los frailes, "ocasión de pecado". Ya los reyes católicos, después de expulsar a los moros del territorio español, hicieron cerrar todos los baños que éstos tenían en toda Andalucía. El culto al agua de la cultura muisca debe ser rescatado como valor fundamental que oriente las políticas de urbanización y cuidado de la naturaleza en el valle de Zaquenzipá.
A cambio del mito fundador de Bachué e Iguaque, tan promisorio y conveniente, los invasores impusieron el mito de Eva, visión eminentemente machista y depredadora que introdujo el sentimiento de culpa y la nefasta incitación del "poblad y dominad la tierra", cuyas consecuencias estamos padeciendo. Pero los españoles también impusieron el mito de Caín y Abel, mito fundador de nuestro desventurado país, regado con sangre desde 1538 hasta hoy.
ASESINATO DEL ZAQUE AQUIMÍN
Toda una época de tierra regada con sangre que se inaugura con un falso positivo: El asesinato de Aquimín en 1549, el día de su coronación como nuevo Zaque de Hunza. Quemuenchatocha, soberano del reino de Hunza, acababa de morir. Sus súbditos acordaron erigir como nuevo soberano al joven Aquimín, quien llamó a todos los caciques del reino para celebrar, en un mismo día, su matrimonio y coronación. Los españoles forjaron una mentira. Un indio que codiciaba a la prometida de Aquimín fue sobornado por los encomenderos para que declarara que aquella afluencia multitudinaria de gentes era una rebelión contra los españoles. En la mañana de ese día, Aquimín, joven de 22 años, acepta recibir de manos de los frailes el bautismo católico y luego el matrimonio. Y Hernán Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada, le corta la cabeza, a media tarde, en la plaza de Tunja. Los días siguientes son asesinados todos los caciques invitados a la boda. Objetivo: infundir miedo, descabezar la cultura misma, y obligar a los sobrevivientes a darles más tierra y más oro.
El asesinato de los líderes populares ha sido recurrente en toda la historia del país, crimen que va aparejado con la apropiación dolosa de la tierra. Para animar a sus soldados a sofocar la rebelión de los indios gualíes en las tierras de Mariquita, Gonzalo Jiménez de Quesada les decía: "Sembrando guerra cosecharéis buena tierra".
Consigna que sigue vigente hoy con el asesinato de líderes sociales y desplazamiento de campesinos para ensanchar latifundios. Esa estrategia, junto con el engaño de que se valieron para incumplir el acuerdo con los Comuneros en 1781, es el proceder que continúa hoy y parece empujar al país a una nueva etapa de violencia, injusticia y sangre.
LA FUNDACIÓN DE LA VILLA
En 1572, soldados de milicias coloniales, ociosos y rebeldes, liderados por peruleros (soldados que huyeron del Perú, tras la fracasada rebelión de los hermanos Pizarro contra la Corona Española), intentan la quema de las familias encomenderas incendiando la iglesia mayor de Tunja, durante la misa dominical. Su objetivo era tomarse el poder por las armas. El presidente de la Real Audiencia, Andrés Díaz Venero de Leyva, sofoca la rebelión, ejecuta a los cabecillas y decreta la fundación de la villa para dar a los soldados revoltosos, casa, tierra de cultivo y siervos. 600 indios fueron despojados de sus tierras para poder cumplir la voluntad del presidente. Aunque la fundación inicial de la villa en la vereda Monquirá fue traslada a su sitio actual, en vano pidieron los indios la devolución de sus tierras: otra de las pautas que han hecho historia para el resto del país hasta hoy.
PRIMER CONGRESO DE LAS PROVINCIAS UNIDAS
El 5 de junio de 1811, Villa de Leyva firma acta de separación de España y se une a Santafé.
Del 4 de octubre al 9 de diciembre de 1812, se instala y sesiona el primer Congreso de las Provincias Unidas. La Villa se constituye en capital de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.
De sus determinaciones se deriva la primera guerra civil entre Federalistas (Camilo Torres) y Centralistas (Antonio Nariño) de la Patria Boba.
Nariño, traductor y defensor de los Derechos del Hombre, defensor de la soberanía popular, proclama Libertad, Igualdad, Fraternidad y Sufragio Universal.
Camilo Torres defiende los intereses de los criollos, descendientes de los encomenderos. Religión, Patria y Rey, es su divisa. "La Constitución napoleónica -dice- será un contagio funesto, que apestará nuestros pueblos. Perseguidla, quemadla y quemad vivo al que quiera introducirla..."
A propósito de esa primera guerra civil, los pastusos se declararon partidarios de la Corona Española. ¿Por qué?
Porque en septiembre de 1810, la Junta de gobierno, controlada por los criollos, derogó los Resguardos de indios, les quitó sus tierras y les decretó impuestos. Primera reforma agraria a favor de los terratenientes. Otra pauta que sigue vigente.
RESTOS ARQUEOLÓGICOS DE MONQUIRÁ
Durante la colonia, el valle de Zaquenzipá había sido el granero que le daba pan de trigo a todo el nuevo Reino de Granada. Monocultivo que agotó sus tierras y arruinó la agricultura. En 1849, Manuel Ancízar da testimonio de las áridas y empobrecidas laderas que hacían de Leyva el cantón más pobre de la provincia de Tunja. Este autor también cuenta que los restos arqueológicos de Monquirá, mal llamado El Infiernito, atraían la atención de algunos viajeros, como Manuel Vélez quien pasó por allí en 1847.
Un artículo del Papel Periódico Ilustrado, (Bogotá, 1. 10. 1884) da testimonio de cómo el señor Vélez "llegó a reunir una muy variada y rica colección de objetos indígenas, de los que muchos regaló a sus amigos y otros fueron destinados al Museo Británico de Londres". El señor Vélez dice que "cerca de las minas de cobre de Monquirá, entre Leyva y Gachantivá, en la barranca del río, visitó una gruta descubierta por un campesino, donde había momias sentadas sobre sillas de madera, vestidos y objetos…" De lo cual, regaló una manta de algodón (54 por 52 cm) al Museo Británico de Londres. Es decir, el tráfico de la herencia arqueológica de Villa de Leyva empezó muy temprano.
Los españoles ya habían hecho del observatorio astronómico muisca, mal llamado El Infiernito, la cantera para las construcciones de los alrededores. Según Joaquín Acosta, en el claustro del convento del Ecce-Homo hay 32 de estas columnas, 12 en el costado norte de la plaza de Villa de Leyva (la Casa de los Portales) y 2 más en Sutamarchán.
Según testimonios de mediados del siglo XIX, de allí fue extraída una estatua de piedra que durante muchos años estuvo frente a la iglesia de Monquirá, y luego fue llevada por un fraile a un convento de Villa de Leyva, donde fue destruida a golpes de martillo por los "demoníacos sortilegios" que emanaban de ella. Episodio que, probablemente, indujo a los fanáticos frailes a bautizar el lugar con el mote de "infiernito".
EL MAR DEL CRETÁCEO
Hace 130 millones de años, un mar poco profundo llegaba y se iba. El vaivén del oleaje fue conformando lentamente la cordillera de los Andes. Hasta que el lecho marino se levantó a la altura de 2000 metros, para dar asiento al valle de Zaquenzipá. Sus huellas, los fósiles, aparecen a flor de tierra, dando lugar a un campo de investigación paleontológica inagotable del que Colombia no ha sabido sacar provecho; más bien, ha permitido que valiosos hallazgos hayan salido del país. Los campesinos de la vereda Monquirá, en cambio, nos dan una lección con su museo que visitan miles y miles de turistas.
Ese proceso geológico inicial ha conformado la geografía del país, drásticamente dividido en regiones separadas que han dificultado la integración bajo un propósito nacional común. No tenemos un norte común. El miope centralismo de los presidentes gramáticos que gobernaron el país durante muchos años sólo tenían en mente los intereses de sus haciendas sabaneras. Y hoy en día, ese centralismo carece de visión de país.
IGUAQUE, CUNA DEL GÉNERO HUMANO
A partir del año 800, el poblamiento de los valles interandinos dio lugar a la aparición de la nación muisca. De esta cultura hay que resaltar su mito fundador, el mito de Bachué, según el cual, del fondo de la laguna de Iguaque emergió Bachué, diosa de la fecundidad, madre del género humano. Mito que trae consigo el culto del agua y de la Madre Tierra. El muisca se consideraba jardinero, no dueño, de la tierra que le confiaban sus divinidades, para que cuidara de ella. Mito fundador cuyos valores fundamentales conviene rescatar del olvido, cuanto antes. Encomiables valores en los que debería enraizarse una cultura autóctona, valores llamados a orientar hoy en día la vida del planeta entero. Ahora, cuando la especie humana devora y destruye la naturaleza, contribuye a la extinción de muchas especies y de los humanos mismos.
En el proceso de evangelización y conquista, las lagunas y fuentes de agua fueron satanizadas. Para los evangelizadores españoles, lagunas y ríos eran residencia de demonios y espíritus malignos, a tal punto que llegaron a prohibirles a los aborígenes el baño en las quebradas, por ser, según los frailes, "ocasión de pecado". Ya los reyes católicos, después de expulsar a los moros del territorio español, hicieron cerrar todos los baños que éstos tenían en toda Andalucía. El culto al agua de la cultura muisca debe ser rescatado como valor fundamental que oriente las políticas de urbanización y cuidado de la naturaleza en el valle de Zaquenzipá.
A cambio del mito fundador de Bachué e Iguaque, tan promisorio y conveniente, los invasores impusieron el mito de Eva, visión eminentemente machista y depredadora que introdujo el sentimiento de culpa y la nefasta incitación del "poblad y dominad la tierra", cuyas consecuencias estamos padeciendo. Pero los españoles también impusieron el mito de Caín y Abel, mito fundador de nuestro desventurado país, regado con sangre desde 1538 hasta hoy.
ASESINATO DEL ZAQUE AQUIMÍN
Toda una época de tierra regada con sangre que se inaugura con un falso positivo: El asesinato de Aquimín en 1549, el día de su coronación como nuevo Zaque de Hunza. Quemuenchatocha, soberano del reino de Hunza, acababa de morir. Sus súbditos acordaron erigir como nuevo soberano al joven Aquimín, quien llamó a todos los caciques del reino para celebrar, en un mismo día, su matrimonio y coronación. Los españoles forjaron una mentira. Un indio que codiciaba a la prometida de Aquimín fue sobornado por los encomenderos para que declarara que aquella afluencia multitudinaria de gentes era una rebelión contra los españoles. En la mañana de ese día, Aquimín, joven de 22 años, acepta recibir de manos de los frailes el bautismo católico y luego el matrimonio. Y Hernán Pérez de Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez de Quesada, le corta la cabeza, a media tarde, en la plaza de Tunja. Los días siguientes son asesinados todos los caciques invitados a la boda. Objetivo: infundir miedo, descabezar la cultura misma, y obligar a los sobrevivientes a darles más tierra y más oro.
El asesinato de los líderes populares ha sido recurrente en toda la historia del país, crimen que va aparejado con la apropiación dolosa de la tierra. Para animar a sus soldados a sofocar la rebelión de los indios gualíes en las tierras de Mariquita, Gonzalo Jiménez de Quesada les decía: "Sembrando guerra cosecharéis buena tierra".
Consigna que sigue vigente hoy con el asesinato de líderes sociales y desplazamiento de campesinos para ensanchar latifundios. Esa estrategia, junto con el engaño de que se valieron para incumplir el acuerdo con los Comuneros en 1781, es el proceder que continúa hoy y parece empujar al país a una nueva etapa de violencia, injusticia y sangre.
LA FUNDACIÓN DE LA VILLA
En 1572, soldados de milicias coloniales, ociosos y rebeldes, liderados por peruleros (soldados que huyeron del Perú, tras la fracasada rebelión de los hermanos Pizarro contra la Corona Española), intentan la quema de las familias encomenderas incendiando la iglesia mayor de Tunja, durante la misa dominical. Su objetivo era tomarse el poder por las armas. El presidente de la Real Audiencia, Andrés Díaz Venero de Leyva, sofoca la rebelión, ejecuta a los cabecillas y decreta la fundación de la villa para dar a los soldados revoltosos, casa, tierra de cultivo y siervos. 600 indios fueron despojados de sus tierras para poder cumplir la voluntad del presidente. Aunque la fundación inicial de la villa en la vereda Monquirá fue traslada a su sitio actual, en vano pidieron los indios la devolución de sus tierras: otra de las pautas que han hecho historia para el resto del país hasta hoy.
PRIMER CONGRESO DE LAS PROVINCIAS UNIDAS
El 5 de junio de 1811, Villa de Leyva firma acta de separación de España y se une a Santafé.
Del 4 de octubre al 9 de diciembre de 1812, se instala y sesiona el primer Congreso de las Provincias Unidas. La Villa se constituye en capital de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.
De sus determinaciones se deriva la primera guerra civil entre Federalistas (Camilo Torres) y Centralistas (Antonio Nariño) de la Patria Boba.
Nariño, traductor y defensor de los Derechos del Hombre, defensor de la soberanía popular, proclama Libertad, Igualdad, Fraternidad y Sufragio Universal.
Camilo Torres defiende los intereses de los criollos, descendientes de los encomenderos. Religión, Patria y Rey, es su divisa. "La Constitución napoleónica -dice- será un contagio funesto, que apestará nuestros pueblos. Perseguidla, quemadla y quemad vivo al que quiera introducirla..."
A propósito de esa primera guerra civil, los pastusos se declararon partidarios de la Corona Española. ¿Por qué?
Porque en septiembre de 1810, la Junta de gobierno, controlada por los criollos, derogó los Resguardos de indios, les quitó sus tierras y les decretó impuestos. Primera reforma agraria a favor de los terratenientes. Otra pauta que sigue vigente.
RESTOS ARQUEOLÓGICOS DE MONQUIRÁ
Durante la colonia, el valle de Zaquenzipá había sido el granero que le daba pan de trigo a todo el nuevo Reino de Granada. Monocultivo que agotó sus tierras y arruinó la agricultura. En 1849, Manuel Ancízar da testimonio de las áridas y empobrecidas laderas que hacían de Leyva el cantón más pobre de la provincia de Tunja. Este autor también cuenta que los restos arqueológicos de Monquirá, mal llamado El Infiernito, atraían la atención de algunos viajeros, como Manuel Vélez quien pasó por allí en 1847.
Un artículo del Papel Periódico Ilustrado, (Bogotá, 1. 10. 1884) da testimonio de cómo el señor Vélez "llegó a reunir una muy variada y rica colección de objetos indígenas, de los que muchos regaló a sus amigos y otros fueron destinados al Museo Británico de Londres". El señor Vélez dice que "cerca de las minas de cobre de Monquirá, entre Leyva y Gachantivá, en la barranca del río, visitó una gruta descubierta por un campesino, donde había momias sentadas sobre sillas de madera, vestidos y objetos…" De lo cual, regaló una manta de algodón (54 por 52 cm) al Museo Británico de Londres. Es decir, el tráfico de la herencia arqueológica de Villa de Leyva empezó muy temprano.
Los españoles ya habían hecho del observatorio astronómico muisca, mal llamado El Infiernito, la cantera para las construcciones de los alrededores. Según Joaquín Acosta, en el claustro del convento del Ecce-Homo hay 32 de estas columnas, 12 en el costado norte de la plaza de Villa de Leyva (la Casa de los Portales) y 2 más en Sutamarchán.
Según testimonios de mediados del siglo XIX, de allí fue extraída una estatua de piedra que durante muchos años estuvo frente a la iglesia de Monquirá, y luego fue llevada por un fraile a un convento de Villa de Leyva, donde fue destruida a golpes de martillo por los "demoníacos sortilegios" que emanaban de ella. Episodio que, probablemente, indujo a los fanáticos frailes a bautizar el lugar con el mote de "infiernito".
Jorge Guaneme Pinilla