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Mauricio Palomo: A propósito de "La rabia" de Javier Moyano,
La poesía como incendio





















Se escribe por distintas razones, la más poderosa es por combatir el miedo. La rabia volumen II está escrita con todo este vértigo que implica temer, y toda esa potencia semántica que encierra el nombre de una de las emociones más brutales del ser humano. Aquí, desde los epígrafes hasta los agradecimientos se enmarca una fuerza con las palabras desprovista de trivialidad y de falsedad poética, tan abundante en los versos de hoy.

La verdad no es más que una buena mentira, y en este libro está todo su hilaje, desde esa necesidad de irnos, sin irnos, pasando por esas ganas profundas de matarnos, sin matarnos, y llegando hasta los impulsos brutales de escupir el hijueputazo a la vileza de turno y a la falta de humanidad. La poesía es la única arma que puede herir sin que sangre. Solo queda escribir, y de eso Javier Moyano sabe, sin eufemismos, sin la retórica estancada de la poesía institucionalizada. Los versos en este libro son del aquí, del ahora, puro Carpe Diem, no carecen de estética ni de imagen, y apuntan directamente al corazón del destinatario determinado. Es hora de decir, de una vez por todas, que tampoco soportamos el aroma de los ascensores los lunes en la mañana, porque nos producen de inmediato las postales del hastío, de la rutina, de los rostros autómatas dirigiéndose a sus oficinas, del turno asesino de 8 horas y de la felicidad escapándose por entre las rendijas de eso que somos nosotros mismos. Por eso debemos hermanarnos con estos versos, pues nos hacen ver la realidad circundante de una manera abrupta, sucia, despiadada. Es necesaria esta voz, porque le quita la máscara a ese juego que nos inventamos todos los días, que realmente se trata del desasosiego en el que nos encontramos, ese desmadre, esos odios, esas ganas de incendiarlo todo.

La Rabía. Piedra, Papel y Gasolina, en su segundo volumen es un collage de estéticas. Deambulan por sus páginas estribillos de rock and roll, fotografías, ilustraciones, cine, metaliteratura, que hacen converger un todo artístico en una sola textualidad, enmarcando directamente el hecho de que la poesía además de estar en todas partes, también habita todas las demás artes mayores. Por eso cada verso de este libro es un grito de oxígeno al sopor que nos contiene en estas ciudades de hoy que siguen siendo ciudades Nadie.

La soledad es enfrentarse a lo peor de uno mismo, nadie puede enseñarte a soñar. Esto es poesía de desborde, de intimidad familiar, de discurso social, ideológica, de duda, de amistad. Leer a Rabiarte es un frenesí, impacta línea tras línea, invita al esnife de las pupilas y con bofetones simbólicos no hace manar la sangre externamente, pero sí que la hace transitar de manera diferente por nuestras interioridades. Nos recuerda que para ser un canalla basta con olvidarse de los sueños, nos mueve, nos despierta, nos dice con ira contenida ¡ey! estás vivo, qué diablos estás haciendo con lo que tienes a tu alrededor. Esto es poesía transgresora, te incomoda, te maltrata, te hace sentir culpable, te hace dar ganas de ir y apostarle a la muerte sin plata en los bolsillos. Desde la luna se ve un mar de sangre, así que leer lo que hay entre estas solapas es acercarse a lo que somos, si es que lo somos, es arrojarse de un rascacielos. Tinta del vértigo, de la emoción, de la respiración entrecortada. Así que tranquilos, no existe prisa alguna, el botón de salida de escape está averiado, lean a Moyano, y después, después consigan algo para la resaca.

Aquí seguimos creyendo en el rock and roll y en el olimpo de las palabras.
La Hojarasca, Número 83
marzo_abril de 2020

EDITORES

Enrique Santos Molano
Novelista, Investigador

Mario Lamo Jiménez
Antropólogo, Investigador, Dramaturgo

Jorge Guaneme Pinila
Sociólogo, escritor, historiador