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Villa de Leyva: Del Cretáceo a la edad del plástico

¡Tierra buena, tierra buena!
Tierra que pone fin a nuestra pena
...se regocijaba Juan de Castellanos y con él todos los soldados de Gonzalo Jiménez de Quesada, sobrevivientes de las plagas de la selva del Magdalena y de las flechas envenenadas, al llegar a las altiplanicies de los Andes.
Y se despertaba la codicia que los empujaba a la búsqueda de El Dorado.

Tierra de oro, tierra bastecida,
... pues llegaban a una planicie plácida, de tierra amable, salpicada de valles y lagos, con un clima benigno que invitaba a quedarse...
tierra para hacer perpetua casa,
tierra con abundancia de comida,
tierra de grandes pueblos, tierra rasa,
tierra donde se ve gente vestida

...donde se establecería por la fuerza de las armas una civilización europea que implantaría un dios extranjero, una lengua, unas costumbres, una concepción del mundo extrañas...
tierra de bendición, clara y serena,
tierra que pone fin a nuestra pena!

En 1537 Jiménez de Quesada entra al territorio muisca por Guatoque (Santa Sofía), pasa por Sorocotá, Suta, Tinjacá, Guachetá, y en Suesca entra al Reino de los Zipas.
Comenzaba la epopeya cristiana de El Dorado, para los invasores; y la extinción para los nativos.
Villa de Leyva compendia todas las etapas de este país y desde su inicio da la pauta para el devenir del mismo. Desde el acto mismo de su fundación, los que llegaron se apropiaron del Valle de Saquencipá desalojando a los aborígenes, quitándoles sus tierras de cultivo y eliminándolos en el transcurso del siglo siguiente. El resto del país ha sido objeto del mismo proceso y en algunas partes continúa hoy en día. Los desplazados de hoy engrosan los barrios marginales de las grandes ciudades. "Sembrando guerra cosecharéis buena tierra" fue la divisa con que Jiménez de Quesada reclutó voluntarios para "pacificar" a los indios Gualíes, reacios a ir a las minas de oro de Mariquita. Las continuas guerras durante 500 años han sido el medio para ampliar los latifundios.

LO PALEONTOLOGICO
Pero antes que la historia de sus pobladores se da la historia de la tierra misma, la historia natural cuyas huellas nos revelan procesos tan antiguos como la desmembración de los continentes, un flujo y reflujo del mar en períodos de millones de años y la formación de los Andes, cuyas montañas y valles se nutrieron de todo cuanto quedó atrapado cuando las aguas se retiraron por última vez.
El valle de Saquencipá es el resultado de grandes cataclismos
Los fósiles que pululan por las laderas y se incrustan en zaguanes y frisos, nos dan testimonio del fondo marino que fue levantado a dos mil metros de altura por un cataclismo que duró más de setenta millones de años y luego fue amasado y moldeado por el paso de los milenios a golpes de lluvia y vientos.
Debido a sucesivos hundimientos y levantamientos de la superficie terrestre, desde hace 150 hasta hace 70 millones de años, el mar proveniente del nordeste, vino y se fue varias veces, igual que las olas, por largos períodos. De poca profundidad, fue un mar nerítico lleno de equínidos y lamelibranquios, suficiente para albergar reptiles, peces y moluscos.
Hace unos 70 millones de años, el mar se había ido del todo, dejando una inmensa zona que se fue desecando y que a la postre, por presiones de la corteza terrestre, dio lugar a las cordilleras de hoy en día. Las rocas y sedimentos que forman el valle de Saquencipá son formaciones que se originaron en el Cretáceo medio y se demoraron unos 35 millones de años en depositarse hasta alcanzar el espesor de hoy. Las formas de vida que quedaron atrapadas en esos depósitos son los fósiles de hoy, restos mineralizados de animales (amonitas, lamelibranquios, gasterópodos, reptiles, mamíferos ) y plantas que murieron al retirarse el mar.
Entre 5° 14' a 5° 38' de latitud Norte y 73° 28' a 73° 41' de longitud occidental, el valle de Saquencipá, a 2000 m.s.n.m., cuenta con la mayor concentración solar en el ámbito de toda la cordillera de los Andes. Su temperatura de 20° C promedio, se caracteriza por una sequedad de 44°, excepcional en Colombia.

Hallazgos más importantes
• De 1945 a 1948. Dos fósiles completos de Plesiosaurio (Elasmosaurio Alzadasaurus colombiensis) del Aptiano Inferior. El primero puede verse en el Museo Geológico de Ingeominas, Bogotá. El segundo se halla en el Museo de Paleontología, Universidad de California en Berkeley.
• En 1967. Cráneo de Ictiosaurio, exhibido en Ingeominas, Bogotá.
• 1977. Cronosaurio o Kronosaurus boyacensis, una nueva especie de pliosaurio del Cretácico. Se puede ver en la vereda Monquirá.
• Molares de Mastodonte, provenientes del Cuaternario, hace 1 millón de años.

EL DEVENIR HISTORICO
En 1538, al llegar a las altiplanicies de los Andes, los españoles encontraron la nación Muisca, una densa población dedicada a la agricultura, la cerámica y el comercio.
La ocupación humana del valle de Saquencipá se dio desde hace unos 10.000 años.
El período premuisca, llamado Herrera, duró unos 1600 años, a partir del 800 antes de nuestra era. El Muisca Temprano va del 800 al 1000. Y el Muisca Tardío, desde el 1000 al 1600.

Para los Muiscas, las lagunas y los ríos eran sitios sagrados, cuyos espíritus acuáticos protegían a sus gentes. Según su mitología, el origen de la humanidad se da precisamente en las inmediaciones del valle de Saquencipá, en la laguna de Iguaque, de origen glacial.
Del fondo de las aguas, al alba de la vida, emergió Bachué, diosa de la fecundidad. De la mano llevaba a un niño, Iguaque, que quiere decir Revelación de la Montaña, su futuro consorte. De las cumbres bajaron, e igual que la diosa Sie, el Agua, fluye inquieta y vivaz, voluntariosa y voluble colmando todo de vida en apasionado connubio con el Sol, así ellos dos, progenitores primordiales, poblaron la Tierra. Hecho lo cual, y cortejados por sus descendientes, tornaron al final de sus vidas, a las aguas sagradas. "Soy Bachué, diosa de la fecundidad, madre de todos los hombres, Tierra fecunda". Les declaró. "Os dejamos en legado la tierra; pobladla, hacedla fructificar, trabajadla mano con mano, en minga, todos a una. En observancia fiel de los mandamientos, vivid en paz, hijos, acatad nuestras enseñanzas y preceptos. Así como un día vine y ahora me voy, todo viene y todo pasa. Nada es eterno". Y dicho esto, desaparecieron bajo las aguas en forma de serpientes.
Inevitable cotejar a Bachué, la mujer primordial muisca, con la Eva de judíos y cristianos, puerta por donde, como lo aseguran unos y otros, entraron al mundo el pecado y la culpa.

Según otra leyenda, Bochica pasó por Saquencipá fundando pueblos e impartiendo enseñanzas:
"Bochica llegó a Saquencipá por el oriente, con el Sol, territorio cubierto por un inmenso lago que estaba aprisionado por los bastiones de las cordilleras y que con cetro de oro rompió en los abismos del Hayal las rocas que represaban las aguas que se desbordaron por las depresiones de Gacha hasta encontrar en el Saravita las aguas del Fúquene; que Bochica, habiendo señalado la fundación de Chíquiza, Gachantivá, Sáchica, Suta, Guatoque, Tinjacá, Ráquira, Monquirá, Yuca, Sorocotá y Turca, permaneció una época en el valle desecado enseñando a cultivar la tierra, a hilar y a tejer el algodón y a fabricar la loza de barro; que pasada esa época salió por el Guane hacia Suamox del valle de Iraca a organizar el culto a la divinidad; que en los cerros de Cuítiva dejó sus huellas impresas en una roca y que desapareció entre las nubes."

FUNDACIÓN DE VILLA DE LEYVA
La Villa de Nuestra Señora de Santa María de Leyva fue fundada el 12 de Junio de 1572 en el Valle de Saquencipá, hoy vereda de Monquirá, por el corregidor Hernán Suárez de Villalobos, delegado por el primer presidente del Nuevo Reino de Granada, don Andrés Díaz Venero de Leyva. El presidente es informado de que soldados de milicias coloniales, ociosos y rebeldes, liderados por peruleros, intentan la quema de las familias encomenderas incendiando la iglesia mayor de Tunja, durante la misa dominical; y luego buscan tomarse el poder por las armas. Venero de Leiva logra sofocar la rebelión, ejecuta a los cabecillas y decreta la fundación de una villa para darles a los rebeldes casa y tierra de cultivo.

Fueron beneficiados 27 adjudicatarios españoles que, según el acta de fundación, recibieron solar en el asiento de la Villa, con huerto en sus inmediaciones y con tierras dentro de su jurisdicción.
Al año siguiente, (8 de enero de 1573), las comunidades indígenas de Saquencipá, Sáchica, Suta y Monquirá denuncian que "se les ha causado grave daño con el reparto de sus tierras a los españoles que los han atropellado y robado". Son 600 indios que piden la devolución de sus tierras. Además de quitarles sus tierras, los indígenas del valle estaban obligados a ir desde sus pueblos, cargados con leña y otras cosas, a alquilarse en la ciudad de Tunja, por lo cual muchos enfermaban y otros morían.
En 1582 la Villa fue trasladada más al oriente y sobre la margen opuesta del río, pero "estuvo muy lejos de ser cumplida justicia, pues las tierras invadidas nunca fueron restituidas a sus antiguos dueños, quienes por mucho tiempo lamentaron desde la Sierra del Llanto el injusto despojo de que fueron víctimas".
Los adjudicatarios del nuevo asentamiento ascendieron a 120, además de los terrenos destinados a los conventos de San Francisco y Santo Domingo y casas de cabildo y carnicería. Entre los adjudicatarios de solares se contaban a los caciques de Saquencipá, Monquirá y Suta y a Diego Yaya, un indio anacona.
A partir de la invasión, el desalojo y el despojo de tierras, se da la destrucción de la cultura aborigen: quema de santuarios y de sus chamanes, prohibición de su lengua, de su vestimenta y degüello de sus jefes.

En 1572, Fray Francisco Molina, doctrinero del pueblo de Iguaque, intentó destruir y robar el santuario donde los indios rendían culto a sus divinidades. Junto con Bartolomé Pérez Garzón y un mestizo de nombre Santana, entraron de noche al santuario. En la primera casa, además de las ofrendas, vieron más de tres mil mantas de algodón finas. En la segunda, vieron una inmensa riqueza de oro fino en barras, tejos y centillos, con figuras de aves, sierpes y otras sabandijas. Pero lo que más les admiró fue una figura de un muchacho, puesto en pie, de oro macizo.
Se dieron cuenta los indios y en un instante acudieron más de trescientos a la defensa. Llovieron macanazos sobre el fraile, le acertaron con uno en la cabeza, y perdiendo el sentido, cayó medio muerto. Cargaron los indios con todo lo que había en el santuario aquella noche y subiendo a la parte de la laguna, lo escondieron, de suerte que hasta hoy no se ha podido rastrear a dónde...

LA COLONIA
Además de soldados revoltosos, ya desde el comienzo, la Villa fue refugio de varias órdenes religiosas.
1582-95 Fundación del Convento de San Agustín.
1592 Surgen los Resguardos de Indígenas. Tierras que desde entonces codiciaban los encomenderos.
1607. Se termina la construcción de las primeras casas; entre ellas, la del cronista y beneficiado de la iglesia de Tunja, don Juan de Castellanos.
1613 Se autoriza la fundación del Convento de San Francisco
1636 La población indígena queda reducida a sesenta y ocho tributarios, incluidos los de Saquencipá.
1648 Se establece el monasterio de las Carmelitas.
1665 Se concluye la construcción de la Iglesia principal.

MONOCULTIVO DEL TRIGO Y DEGRADACIÓN DE LOS SUELOS.
Al referirse a la nueva fundación, la Real Audiencia de Santa Fe decía que la tierra de este valle ..."es la mejor que hay en todas partes de las Indias... porque de todo lo que se coge en este reino se coge lo mejor es de aquel valle."
El trigo ya se cultivaba dos décadas antes de la fundación. La abundancia y calidad de las cosechas de trigo fueron famosas. Los molinos se multiplicaron: 2 en 1582, 6 en 1610, 15 en 1617. De Villa de Leyva "...salían las mejores harinas del Reino para Santa Fe y otras partes, hasta que en el año de 1691 a 23 de agosto, acaeció un horrendo eclipse de sol que agotó toda aquella tierra en el malogro de sus abundantes cosechas de trigo; al comenzar a granar las espigas se llenaba su caña de un polvillo de color tabaco que impedía la producción de sus granos y quedaban vanas sus aparentes espigas... por lo que ... sus moradores pobres y arruinados emigraban quedando esto solo y casi desierto." Según otros, todo se debió a la profanación del Jueves de Corpus de 1691, cuando unos jinetes ebrios atropellaron con sus cabalgaduras los altares durante la procesión en la plazoleta de San Francisco. El guardián del convento indignado por el sacrílego irrespeto, lanzó una maldición sobre la Villa. Al otro día llovió ceniza blanca que destruyó bosques y sementeras y esterilizó la tierra.
Una tercera explicación es el monocultivo, la deforestación y degradación de los suelos. Lo cual incrementa la presión sobre la tierra y lleva, a finales del siglo XVIII, a la desintegración de los resguardos de indios, para ampliar el latifundio.
En 1760, la Villa de Leyva sufría una franca decadencia.

MOVIMIENTO COMUNERO
Durante el movimiento insurreccional de Los Comuneros, la mayor parte de los pueblos de Boyacá participan, envían gentes y capitanes para conformar las tropas populares. En 1781, los capitanes charaleños Ignacio Calvino y Antonio José Araque, junto con los socorranos Isidro Molina y Benigno Plata y otros, entran a la Villa y sublevan al pueblo; se quema el tabaco, se arman y nombran como capitanes a los leyvanos José de Neira Páez, Juan Ignacio Páez y Gregorio Suárez y marchan hacia Tunja.

INDEPENDENCIA
El 5 de junio de 1811 Villa de Leyva firma el acta de separación del gobierno español y se une al de Santa Fe.
El cuatro de Octubre de 1812 se da la instalación del Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, que sesionó hasta el 9 de diciembre, convirtiendo a la Villa en la capital de las Provincias Unidas de la Nueva Granada. De sus determinaciones se deriva la primera guerra civil entre Federalistas (Camilo Torres) y Centralistas (Antonio Nariño) de la Patria Boba.
Nariño, traductor y defensor de los Derechos del Hombre, defensor de la soberanía popular, proclama Libertad, Igualdad, Fraternidad y Sufragio Universal.
Camilo Torres defiende los intereses de los criollos, descendientes de los encomenderos. Religión, Patria y Rey, es su divisa. "La Constitución napoleónica -dice- será un contagio funesto, que apestará nuestros pueblos. Perseguidla, quemadla y quemad vivo al que quiera introducirla..."
En septiembre de 1810. la Junta de gobierno, controlada por los criollos, había derogado los Resguardos de indios, además de decretarles impuestos.


Reconquista española
En 1816, el comandante patriota, general Manuel Roergas de Serviez, establece un Cuartel General en Villa de Leyva. En abril, las fuerzas realistas ocupan el convento del Ecce Homo.
En abril de ese año, el comandante Antonio Cárdenas, Joaquín Viana y el abogado Joaquín Umaña son fusilados, por orden de Pablo Morillo, en la plaza mayor. En octubre fueron ahorcados Manuel José Sánchez y Juan Bautista Gómez y sus manos clavadas en un muro del cabildo, por haber retirado de allí e incinerado en la plaza el retrato de Carlos III. Placas conmemorativas pueden verse en el costado sur de la plaza.

REPÚBLICA
La extinción de los Resguardos indígenas, lleva a más despojo de tierras y expansión de feudos independientes, caldo de cultivo de las frecuentes guerras civiles del siglo XIX.
La periodista Silvia Galvis nos revela la atmósfera que se respiraba en la Villa. Las calumnias hacían parte de la guerra entre los dos partidos en pugna:
"Los godos, entre éstos los curas, decían del general Sergio Camargo (liberal, rojo), caballero sin par, corazón noble, como pocos (según Francisco Eustaquio Alvarez, copartidario suyo), decían los godos que ese general, durante la guerra de 1885, "entró desnudo a Villa de Leyva, rompió las puertas del templo e hizo degollar ganado dentro, les puso enjalmas a las imágenes de los santos y a las santas las vistió de juanas, y pareciéndole aún poca la ruindad, robó los copones, la custodia, los candeleros y él mismo, con sus propias manos, bajó a la Madre de Dios de su pedestal y la fusiló contra el confesionario […] de todos estos inventos y falsedades hacen eco los púlpitos, lo difunden los párrocos en los sermones; la intención, se adivina, no es otra que engordar el odio en las almas candorosas, el fanatismo en los corazones crédulos, para eso es que godos y curas proclaman santa la ignorancia…"

En 1849, Manuel Ancízar da testimonio de las áridas y empobrecidas laderas que hacen de Leyva el cantón más pobre de la provincia de Tunja. Los restos arqueológicos de Monquirá, mal llamado "El Infiernito", atraían la atención de algunos viajeros, como Manuel Vélez quien pasó por allí en 1847.
Un artículo del Papel Periódico Ilustrado, (Bogotá, 1. 10. 1884) da testimonio de cómo el señor Vélez "llegó a reunir una muy variada y rica colección de objetos indígenas, de los que muchos regaló a sus amigos y otros fueron destinados al Museo Británico de Londres". El señor Vélez dice que "cerca de las minas de cobre de Monquirá, entre Leyva y Gachantivá, en la barranca del río, visitó una gruta descubierta por un campesino, donde había momias sentadas sobre sillas de madera, vestidos y objetos…" De lo cual, regaló una manta de algodón (54 por 52 cm) al Museo Británico de Londres. Es decir, el tráfico de la herencia arqueológica de Villa de Leyva empezó muy temprano.
Según el arqueólogo Eliécer Silva Celis, el lugar comprendía dos centros de "carácter astronómico-religioso y cívico", "áreas rectangulares enmarcadas por el norte y por el sur, en un caso por alineaciones columnares orientadas de Este a Oeste, y, por gruesos monolitos tallados e igualmente orientados, por el segundo." Las 26 columnas que aún se ven allí, las que quedan del saqueo y guaquería de siglos, todas mutiladas, tenían una longitud original de 5,50 m. Silva Celis conjetura que eran dos hileras, cada una de 56 columnas.
Los españoles ya habían hecho del lugar la cantera para las construcciones de los alrededores. Según Joaquín Acosta , en el claustro del convento del Ecce-Homo hay 32 de estas columnas, 12 en el costado norte de la plaza de Villa de Leyva (la Casa de los Portales) y 2 más en Sutamarchán.
Según testimonios de mediados del siglo XIX, de allí fue extraída una estatua de piedra que durante muchos años estuvo frente a la iglesia de Monquirá, y luego fue llevada por un fraile a un convento de Villa de Leyva, donde fue destruida a golpes de martillo por los "demoníacos sortilegios" que emanaban de ella. Episodio que, probablemente, indujo a los fanáticos frailes a bautizar el lugar con el mote de "infiernito".

Durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX, la Villa se distinguió por los conventos y monasterios que diversas órdenes religiosas regentaban. Cinco de frailes y dos de monjas.

SIGLO XX
Los viajeros que por casualidad llegaban al aislado y desértico valle, dan testimonio de su estado y de la impresión que suscitaba:
1928
"La primera impresión que hiere el alma, al divisar la Villa de Leiva, es melancólica, llorosa. Aquellas colinas desnudas, aquel terreno amarillento, aquella vegetación raquítica, estrujan el corazón…De los tesoros naturales y bien conquistadas glorias de la Villa de Antonio Venero de Leiva, hoy no queda sino el recuerdo.
1952
"Más allá tras el follaje de los sauces solápanse las ruinas del caserío denunciando la grandeza pretérita. Plantas rastreras se propagan por los vencidos muros y crecen en contorno hostiles bosquecillos de cactus. En medio de esta gris confusión de casas caídas y de verdura, suplicante alzan su blanca geometría las torres de los templos recién enjalbegadas de los templos (…) No se ha apagado aún en Leiva el eco de los últimos cantos de la Colonia y todavía persiste en su fisonomía provinciana ese color católico (…) Antes, mediada la Colonia, todo era bullicio y movimiento en el ámbito de este valle paradisíaco. Llegó a ser el cruce de caminos más importantes de caravanas que iban y tornaban de la planicie santafereña a la Capitanía de Venezuela, su población se acreció tanto que excedió, según los cronistas, a las de centros destinados, por su desarrollo y carácter, a tener más copiosa cifra. Su producción agrícola alcanzó niveles superiores a los calculados por la Real Audiencia… (…) Todo aquel aparato de grandeza fue entrando en decadencia conforme iba muriendo la época dorada de la Colonia (…) El comercio decrecido, los campos se agotaron y la miseria provoco entonces la lenta emigración de las gentes (…) Todavía sus mansiones conservan intactas las líneas arquitectónicas (…) De Leiva, de su grandeza, de su pasado histórico no queda ya sino el trajín de los conventos."
1960
"Hoy es un pueblo melancólico que languidece en añoranzas y pesares a la sombra del triste saucedal que, en actitud de defensa, guarda compasivo ruinas de iglesias, conventos y mansiones. Uno que otro edificio… deja adivinar en sus apariencias la fortuna de otros tiempos. Un fuego invisible calcina implacable el terreno, va borrando hasta la última huella de vida, y desde el sur avanza atropellando el cerco de dividivis, cardos y pencos y otros arbustos agresivamente espinosos que en bravía maleza se adentran por calles y plazas, se cuelgan desesperados por los agrietados muros, invaden las habitaciones y cubren irreverentes los seculares empedrados, mientras el ululante viento de la inmensidad con furia misteriosa golpea sin cesar."

"Se entiende que seres privilegiados vayan allí en busca de ese algo indefinido ofrecido por Villa de Leyva para el reposo del cuerpo, el sosiego de la inteligencia, el remanso del espíritu y la elación anímica, factores para ese estado de alma sacramental en que la Villa lo va sumergiendo a uno cuando se adentra en su intemporalidad y en su inespacialidad, cuando uno descubre ese efluvio que le va penetrando por los poros, hasta el corazón y el cerebro, hasta sentirse en otra época y en otra parte."

"La primera vez que llegué a la Villa de Leyva, no estaba preparado para el impacto que mi espíritu iba a recibir al desembocar en la enorme plaza por uno de sus costados (…) Mi ánimo quedó como en trance suspendido, degustando dos grandes impresiones: la grandeza y el silencio. (…) El silencio brotaba de las piedras y estaba prendido en los muros y en los techos; silencio de escucha más que de vacío, silencio de acogida como el de una bienvenida que cabalga en el viento. Y la grandeza era, la grandeza de lo bello manando de los elementos modestos: piedra, madera, cal y barro; nobles pero auténticos, y porque ausentes allí la pretensión o la desmesura que son las máscaras del engaño. En suma la grandeza de lo humilde y de lo pequeño, que se convierte en grande porque cada cosa está en su puesto adecuado (…) Si se habla de un microclima físico en este lugar, y si el barón de Humboldt creyó encontrar aquí el más agradable clima de todo el Nuevo Mundo, podría hablarse también de un clima espiritual o un clima de interioridad envolvente: y tal fue lo que experimenté desde el primer momento de mi encuentro con esta Villa y sus alrededores.

El arquitecto Germán Téllez observaba en 1982:
"La existencia de la villa ha sido permanentemente plácida y lenta, y el tono general de su carácter urbano refleja justamente esta condición (…) La conservación del contexto urbano de la ciudad se debe precisamente a la quietud socio-económica que le cayó en suerte durante la época formativa de la república... El conjunto urbano de Villa de Leyva presenta las características usuales y comunes a toda la producción arquitectónica de la época colonial en la Nueva Granada: Una absoluta unidad estilística, producto de un convenio social respecto de los recursos formales y técnicos aplicados a la arquitectura y de las limitaciones impuestas por el sistema económico predominante en la época… Presenta la indudable virtud de su pureza formal…El siglo XIX y comienzos del XX tendrán en Villa de Leyva una acción arquitectónica epidérmica primero, cambiando buena parte de los recursos de carpintería y decoración de época colonial, y luego erigiendo unas pocas casas más, que difieren marginalmente de sus congéneres de época colonial (…) Se comprende así el terrible efecto cuantitativo y volumétrico que algunas edificaciones contemporáneas de gran tamaño han tenido en el tenue y frágil contexto de la Villa y la grave amenaza que la arquitectura contemporánea tal como se entiende y se practica en Colombia constituye para la ciudad. Por suerte éste peligro solo se ha plasmado hasta ahora (1982) en ejemplos tales como la nueva Escuela Normal…el hotel "Duruelo" y tres o cuatro casas nuevas de gran tamaño…Bastarán dos o tres edificaciones más de gran tamaño para pervertir completamente la índole ambiental de la ciudad".

Uno de los períodos más oscuros de la Villa transcurrió durante la violencia de 1945 a 1958.
Un testimonio, como botón de muestra:
"Cuando el mandato de Laureano Gómez, por lo menos en Leyva, fue la corrupción más grande que yo he conocido, el gobernador era José María Villareal; este era un pueblo muy pasivo y toda esa tropa que venía de policía, porque era una confrontación muy tremenda, agarraba y abusaba de toda esa cantidad de señoras, ahí no se quedaba nadie: el caso de la señorita Amalia, la señorita Florinda… En el campo a uno le tocaba, cuando veía venir una volqueta o un carro, echar pa'l monte porque alguno decía: ¡aquél puede ser liberal, cójalo!; aquí no los mataban, pero si los cogían y los arrastraban y les daban juete, los alcanzaban a llevar hasta el lado de Arcabuco y los devolvían …¡había tanto trigo, tanto trigo! y allá en esos montones de trigo iba o mandaban la tal policía y, nada menos por saber que eran de liberales, le metían candela; todo eso fue ardido, les ardían las casas, les baleaban los animales, a unos los bañaban en la pila... cuando se venían los choferes por allá de Santander con sus viajes de panela, los agarraban y ahí mismo saqueaban la carga y, por la noche, esos carros iban a dar a Barbosa y los choferes iban a dar al Monte del Diablo; ese era un monte muy verraco, ¡qué cuentos de carretera, un camino pero feroz que había! y los llevaban a ese lado y allá les robaban todo lo que llevaban y enseguida los echaban a despresar, a quitarles los pedazos, y ya los dejaban colgados ahí al borde de la carretera".

Y uno más sobre el malogrado Archivo histórico de Villa de Leyva:
"No hay historia porque no hay archivo; en una candelada encontré una cosa bien alta, un bulto, era el Archivo del Concejo y yo alcancé a rescatar algunos documentos importantes. Eso eran componendas de esa época, del caciquismo que había, y por eso era que escondían el archivo; le prendieron candela para que no tuviéramos orientación, pues los negocios del municipio se manejaban como finca particular".

EL AZOTE DEL TURISMO
Los acontecimientos que desencadenan esta última etapa son:
La declaratoria del pueblo como Monumento Nacional por Decreto No. 3641 del 17.12.1954.
En 1961, la Proclamación de la Alianza Nacional Popular (ANAPO)
De 1970 a 1985, el pueblo se convierte en escenario de varios largometrajes de cine.
Son hechos que atraen la atención nacional e internacional. A continuación empieza el flujo cada vez más tumultuoso del turismo.
Empieza una migración poblacional en dos sentidos: los que vienen a quedarse y los campesinos que se van, desplazados por la masiva compra de tierras para un proceso caótico de urbanización del valle y de cultivos lesivos al medio ecológico; con grave deterioro del paisaje, ahora un mar de plástico que cubre cultivos de tomate. Cambios irreversibles en el ámbito geográfico, social y cultural que han ido lesionando los valores patrimoniales que constituían lo más precioso del lugar. La otrora aldea, emporio de paz y silencio, ya naufraga en un mar de ladrillo, cemento y plásticos.
El desarrollo a ultranza versus la salvaguarda de los valores patrimoniales, he ahí el problema, hoy. ¿Qué rumbos, por ejemplo, se le han de fijar a la industria turística y qué criterios van a orientar ese desarrollo? ¿Hasta qué punto, el incremento poblacional acentúa aún más el deterioro ecológico de todo el valle de Saquencipá?
El periplo del valle podría resumirse en la acertada expresión de Jaime Ospina:
DEL CRETÁCEO A LA EDAD DEL PLÁSTICO.





Jorge Guaneme Pinilla
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