La Hojarasca

Número 76, octubre de 2016, año XII

Como en la canción de John Lennon: Démosle una oportunidad a la paz

Mario Lamo Jiménez

Hace casi medio siglo que Lennon escribió su famosa canción “Démosle una oportunidad a la paz” (Give Peace a Chance), la cual se volvió como un himno contra la guerra del Vietnam. La canción no acabó con la guerra, ni nadie pudo votar para terminar la misma, pues se trataba de una guerra de agresión de un país a otro.

Ahora los colombianos, después de lo que parece como cinco siglos en guerra, podemos darle también su oportunidad a la paz y podremos votar para ponerle fin a la guerra que nos ha desangrado como si nunca hubiera parado desde la llegada del primer español a nuestras tierras.

La guerra de agresión contra Vietnam era supuestamente para “detener al comunismo”, bajo la fallida teoría de los dominós del Pentágono, según la cual si un país tenía un gobierno comunista en Asia, pronto los demás caerían bajo el comunismo, como un dominó que tumba a otro en una cadena. Corría el año 1969, cuando Lennon escribiera su famosa canción. Solo seis años antes, en 1963, según lo relata el historiador Enrique Santos Molano, el gobierno de Guillermo León Valencia había ordenado bombardear las regiones “invadidas por el comunismo”, refiriéndose a Marquetalia, El Pato y Río Chiquito, etc.

El problema no era como decía Álvaro Gómez Hurtado desde 1961 que en esta zona hubiera una “república independiente” , sino que allí vivían exguerrilleros que habían depuesto las armas bajo el gobierno de Lleras Camargo y les habían otorgado en esa zonas tierras para que vivieran y trabajaran. Dos años más tarde, nos cuenta Santos Molano, esos mismos campesinos expulsados de sus tierras fundarían esta vez sí una guerrilla de ideología comunista, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El mismo gobierno había ayudado a crear lo que se suponía que estaba exterminando antes de que apareciera. Algo así como fumigar los sembrados antes de que se plantaran las semillas… pero esto no era de extrañar, ya que los Estados Unidos con su visión maniqueísta del mundo de “capitalismo o comunismo”, estarían involucrados no solo en empezar una guerra de contrainsurgencia en Colombia, sino que la vez sembrarían las bases para la creación del paramilitarismo en en el país.“Varios documentos del Pentágono sacados a la luz pública en los EE. UU. revelan que desde los años sesenta los EE. UU. propugnaron la creación del paramilitarismo en Colombia como medio para combatir las “guerrillas comunistas”.

Los manuales de las fuerzas especiales gringas puestos en efecto en los años 60 van aun más lejos: abogan por el uso del terrorismo como método de lucha no convencional en contra de las guerrillas”. Aquí pueden leer el inicio de esta otra época negra de la historia de Colombia:[http://blogs.eltiempo.com/the-american-way-of-life/2007/05/15/el-verdadero-origen-del-paramilitarismo-en-colombia/]

Pero, adelantemos el reloj un poco más de medio siglo. La guerra de contrainsurgencia de los años 60 ya ha creado sus propios monstruos: el paramilitarismo, el narcotráfico, los asesinatos masivos, los asesinatos selectivos y claro está, fue la partera de la “cultura de la corrupción” que dio luz al verdadero “Bebé de Rosemary” Colombiano: Todo el tejido social estaba infiltrado por dineros del narcotráfico que como un cáncer hacía metástasis en ganaderos, políticos, organismos estatales y hasta en las mismas fuerzas encargados de combatir al narcotráfico, léase ejército y policía. En medio de esta guerra sin fin que le ha causado ya al país cientos de miles de muertos, pérdidas económicas incalculables y una corrupción rampante, surge el proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc. Por primera vez un gobernante entiende que las guerras no las gana nadie y las FARC a su vez entienden que nunca ganarán esta guerra y que estarán condenados a vivir 100 años de soledad en las selvas sin llegar nunca al ansiado poder.Tras cuatro años de negociaciones, el pueblo colombiano tiene la oportunidad de refrendar por medio de un plebiscito lo acordado en La Habana entre las partes beligerantes. El que quiera leer las 297 páginas de lo acordado, lo debe hacer, aquí está el enlace:[http://www.escritoresyperiodistas.com/NUMERO75/acuerdo.html]

Pero, por encima de lo acordado hay una premisa básica, ¡estamos viviendo un extraordinario momento de cordura tras la locura de la guerra! Que los guerrilleros dejen las armas y ahora hagan política con hechos y palabras es un adelanto social equivalente en las ciencias al descubrimiento del átomo: El mundo al fin y al cabo no estaba hecho de aire, agua, fuego y tierra solamente como acertadamente decían los antiguos, ni la política estaba hecha de verdades en blanco y negro: “O somos comunistas o somos capitalistas”, como rezaba la doctrina gringa. Ahora hay más tonos de gris y más entendimiento de los procesos sociales y de la humanidad que hace medio siglo. Sin embargo, las mismas fuerzas de antaño que impulsaron el bombardeo en las “repúblicas independientes” y que desencadenaron estas décadas de matanzas, de corrupción y de subdesarrollo, son las mismas que quieren bombardear el acuerdo de paz de La Habana con su intransigente “No” y las mismas falacias de antaño, como si no hubieran aprendido nada de la historia, o como si quisieran que la historia se siguiera repitiendo indefinidamente, con ciclos de violencia interminables en que los que perdemos somos todos los colombianos y los que ganan son los que viven del odio y de las ideas retrógradas, ¡que fueron las que empezaron esta guerra!

El del dos de octubre será un voto por la historia. O cambiamos este país para que se pueda vivir en paz y las generaciones presentes y por venir tengan futuro, o nos quedamos con el mismo país atrasado, violento, corrupto y subdesarrollado, el único que todos nosotros hemos conocido a lo largo de nuestras vidas. La decisión de por qué votar no es muy difícil e implica un compromiso para cambiar de raíz a este país por medio de la paz, la justicia, la democracia participativa y el “buen vivir” que a la gran mayoría tampoco nunca nos ha tocado.

En verdad el voto por el “No”, aunque se dará, solo demuestra que la falta de democracia es un mal que también carcome el cerebro; la verdadera democracia, por su parte, le da vida, alienta la esperanza. Solo falta darles a los impulsores del “No” este anuncio: “Señoras y Señores, ¡llegó la paz! Hay que avisarle pronto al sepulturero, no sea que a fuerza de costumbre siga sepultando nuestros sueños”. Sobra preguntarse quién es el sepulturero.

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