Mancha de la tierra,
algo más que una
gran novela
Mario Lamo Jiménez
Mancha de la tierra (Penguin Random House/Grijalbo, 687 páginas) de Enrique Santos Molano, es una novela épica que narra la vida del libertador, Antonio Nariño. Esta novela, que formará parte de una trilogía, comprende desde 1734 hasta 1781*.
La obra novelística de Santos Molano fue comenzada en 1971 con Las memorias fantásticas, donde ya se avizoran los personajes que Santos Molano estaría desarrollando por más de 4 décadas. Mancha de la tierra, en cierto sentido la continuación de esta epopeya, nos cuenta la vida de Antonio Nariño hasta 1781. Al comienzo de la novela, la esposa de Nariño, Magdalena Ortega y Mesa, le está leyendo al héroe sus propias memorias en su lecho de muerte. Es entonces de voz de Magdalena que el lector “escucha” esta fantástica novela, a través del cual, Santos Molano nos da un recorrido sin igual por las raíces históricas de la rebelión contra los españoles, empezando por la Rebelión de los Comuneros.
Santos Molano, además de ser un gran historiador, es un narrador de una pluma exquisita. La combinación de estas dos destrezas ha producido las novelas históricas más profundas y completas jamás escritas en Colombia. Mancha de la tierra no solo es una de esas grandes novelas, sino que promete ser la mejor novela colombiana de todos los tiempos.
La narración de Santos Molano es envolvente y cinematográfica. Cual un espectador de los hechos que narra y que describe, el autor nos transporta más de 200 años atrás en la historia y nos sienta al frente de los acontecimientos mismos que se respiraban en aquella época, en medio de la opresión que viven los criollos por parte de la Corona Española, y los vientos subversivos que viajaban de Europa hasta Norte América y hacia el sur del continente. El personaje central no podría ser otro más, sino el colombiano de todos los tiempos, don Antonio Nariño y Álvarez. Santos Molano ha sido su máximo investigador en Colombia y como nadie ha sabido contar su historia, ya sea como biógrafo o como autor de ficción. Sin embargo, la ficción de Santos Molano sobrepasa con creces lo que podría hacer cualquier historiador, ya que bajo el lente de su memoria histórica, sus personajes cobran vida y no de cualquier manera, sino a través de sus vivencias cotidianas, amorosas, políticas y filosóficas.
La novela comienza cuando Nariño tiene tan solo 17 años, y a través de su narración nos enteramos de las canteras que lo formaron: La Real Biblioteca y bibliotecas familiares, siendo a esa tierna edad ya un políglota:
“Uno de los rincones donde Pedro Fermín de Vargas y yo permanecíamos era la Real Biblioteca de Santafé, fundada por el virrey Manuel Guirior en apoyo al plan de reformas educativas presentado por el doctor Moreno y Escandón, e inaugurada por el virrey, don Antonio Flórez, el 9 enero de 1777. Los trece mil libros que antes de su expulsión guardaba la Compañía de Jesús en el colegio de San Carlos, costado sur de la Primera Calle de la Esperanza, formaron el patrimonio inicial de la Real Biblioteca, cuya sede en la misma casona del colegio donde hice mis dos únicos años de estudios, fue para los dos, nuestro santuario peculiar. Allí nos embebíamos en la lectura de tratados de economía y filosofía, de historia y de literatura, en griego, en latín, en francés y en inglés; pero los libros que alteraron nuestra visión de la vida no los leímos en la Real Biblioteca, sino en las bien nutridas de mi tío Manuel y del marqués de San Jorge.”
Con su conocimiento enciclopédico de la historia colombiana, Santos Molano se mueve como pez en el agua entre genealogías santafereñas de la época, calles de la antigua Santa Fe, personajes que vivieron el conflicto, relaciones entre ellos, de dominación, amor o de poder; usos y costumbres de aquel entonces, tipo de vestuario, mobiliario, comidas, lecturas, formas de cortejar, conspirar, guerrear y amar. Con su linterna histórica, Santos Molano penetra los rincones más oscuros de casas y espíritus para guiarnos por una laberinto de emociones, sensaciones, actitudes y posiciones políticas, religiosas y filosóficas, de ahí que su novela sea tan envolvente, ya que una vez un personaje cobra vida, sea ese el de Antonio Nariño, Magdalena Ortega y Mesa, el Arzobispo Caballero y Góngora, o el del mismísimo José Antonio Galán, no lo queremos soltar, y su saga, como en toda gran novela, se vuelve nuestra saga.
Los conspiradores de la época contra la Corona Española, criollos, nobles y hasta españoles, como don José Celestino Mutis, se nos presentan en franco diálogo, de modo que la acción es permanente, sus conexiones políticas y filosóficas con el Movimiento de los Comuneros nos hacen ver cómo la liberación de la Nueva Granada del imperio español fue una tarea que envolvió a muchos grupos sociales y a varias generaciones. El diestro arte de la política, la diplomacia y la intriga, son presentados en la novela como un gran juego de ajedrez, con algunas jugadas aparentemente obvias, escondidas por otras ocultas, en las que los personajes se están jugando una partida verdaderamente significativa: La de su propia vida.
El conflicto histórico es perfectamente delineado a través de los personajes, aquellos a los que Nariño llama “los conjurados”. Todo empieza con lo que parece una reunión de carácter social a la que ha sido invitado el joven Nariño en la casa del Marqués de San Jorge, la cual cambia de aspecto misteriosamente, con la llegada de un ilustre visitante francés:
“—El doctor Luis Francisco de Rieux y Sabaires, médico francés que viene de Cartagena, donde el virrey lo ha llamado para adelantar la organización del hospital—que descubrió su rostro simpático, con una barba corta, sedosa y cuidada y unos ojos azules e inquietos, reveladores de las cavilaciones y las esperanzas de un espíritu inconforme
—y don Ignacio Bermúdez de Castro, súbdito español peninsular, que es leal a nuestra causa…
—Perdón, marqués —interrumpió el doctor Mutis con tono chocarrero— ¿A qué causa se refiere vuesa merced?. ¿A qué causa puede ser leal un súbdito español si no es la de su majestad?”
Esta es la raíz del conflicto que desarrollará la novela, la insurrección de la gente del común, una parte de la aristocracia santafereña y algunos intelectuales españoles que no tenían fidelidad a una monarquía decadente, sino a unos ideales, en contra de la Corona Española que trataba de financiar sus guerras europeas ahorcando financieramente a sus colonias de América.
La “causa” por la que averigua Mutis, es nada más ni nada menos que la causa de la liberación y la independencia. Y, obviamente, tenía que ser un francés, el doctor Rieux quien plantea de viva voz las ideas libertarias, de las cuales Nariño ha tenido noticia en sus formidables lecturas:
“El doctor José Antonio Ricaurte, Pedro Fermín y yo, sabedores de a dónde nos llevaba aquello, habíamos leído en los libros del abate Raynal y de Thomas Paine las ideas expuestas por el doctor de Rieux, sintetizadas en los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres, heraldos de la mutación drástica que habría de efectuarse en el orden político y económico, y de que el mundo hasta entonces conocido, el mundo de la aristocracia, de la monarquía y del feudalismo, sería barrido por la escoba nueva del liberalismo y de la democracia.”
Los conspiradores de la época, incluido un joven de tan solo 17 años, Nariño, representaban a la crema y nata de la sociedad santafereña, incluidos, por ejemplo, el marqués de San Jorge y el abogado José Antonio Ricaurte y Rigueiros. Es en la casa del primero donde Santos Molano nos deja saber de la gran conspiración internacional por las causa libertarias llevada a cabo por una organización entonces absolutamente secreta que traspasaba fronteras, nacionalidades y juramentos de fidelidad a monarcas y Papas “escogidos por Dios”:
“—Esa organización, mes amis, se llama la Masonería –-Y leyendo en las labios inmóviles de sus oyentes la pregunta— ¿Qué qué es la ma-so-ne-ría? La masonería es la organización a la que pertenecemos los masones, que a nuestro turno somos una agrupación de hombres unidos por la fraternidad universal, por la creencia de que todos los hombres, de cualquier raza, religión o credo al que pertenezcan, son hermanos, y que el Supremo Arquitecto nos ha hecho libres e iguales. Los masones respetamos la moral y la ética, somos capaces de vivir con rectitud y de morir con valor y dignidad por nuestras convicciones, la principal de las cuales, como he dicho, es la fraternidad humana.
—¿Cómo puede la masonería —me atreví a preguntar— garantizar a sus miembros esa seguridad de que usted habla, doctor de Rieux?
—Voici, mon très, très jeune ami… Por el secreto. El se-cre-to es la base de nuestra seguridad. La masonería es una organización secreta, invisible, que actúa sin ser vista, ni oída. Ustedes no han estado aquí, no me conocen, yo no los conozco, no se conocen entre sí, pero… son hermanos masones, o lo serán, porque todavía no han prestado el juramento. Serán iniciados, y acatarán lo que dispongan sus hermanos maestros de nuestra orden, los doctores Mutis, Moreno y Escandón y el señor marqués de San Jorge. Ellos los van a conducir por el camino recto que traza la sabiduría del Supremo Arquitecto, y en su momento les tomarán el juramento, le serment, que los hará miembros de la masonería. Pour le moment, les he traído unos libros…Monsieur Bermudéz, s´il vous plait…”
Y, a través de esos libros, verdaderas enciclopedias del conocimiento revolucionario, es que se empiezan a gestar los cambios de pensamiento que aclararán a todos estos actores que el mundo colonial, feudal y monárquico tiene que ser echado de lado. En verdad se vivía un momento efervescente en el mundo y en América tras la Revolución Francesa y la Revolución Estadounidense contra el imperio británico. Además, en América del Sur, Tupac Amarú sitiaba a Cuzco y el Movimiento de los Comuneros se disponía a avanzar sobre Santa Fe para tratar de acabar de una vez por todas con el desorden establecido.
A través de la voz del Dr. Ricaurte, Santos Molano nos deja ver que hoy como ayer la opresión no era asunto de un individuo, sino de un sistema:
“Tomó la palabra el doctor José Antonio Ricaurte.
—Convenimos en que Gutiérrez de Piñeres es un insensato y un opresor; pero, amigos míos, el visitador no es sino un instrumento, el ejecutor de unas órdenes que se le han impartido, y que debe cumplir con estricta fidelidad, so pena de caer en desgracia. Podemos sacudirnos al visitador, y seguiremos igual. La opresión está más arriba y si queremos ser libres, es de la corona de España de lo que debemos prescindir.
Silencio, ¿asombro y pavor en los doctores Mutis y Moreno y Escandón, que como español europeo el primero, y funcionario criollo, el segundo, no podían escuchar aquel discurso sin incurrir en traición a su majestad?”
Es en este punto en que empieza la novela. Los conjurados se reúnen en cómodas salas, toman chocolate y comen colaciones, Nariño enamora a su futura esposa, Magdalena Ortega y Mesa, el doctor Ricaurte es un próspero abogado, dueño de la hacienda de El Chicó y el marqués de San Jorge es uno de los hombres de más riquezas y abolengos de la época. El joven y brillante Nariño tiene una gran vida por delante… Sin embargo a estos tres personajes se les atraviesa una causa y dejarán todo atrás en su lucha por defenderla… Todos estos son los ingredientes de una extraordinaria novela que con humor, pasión y sapiencia, Santos Molano nos regala como el mejor novelista colombiano de esta época…