La victoria alada de Syriza

 

 

Enrique Santos Molano

 

 


La Victoria Alada de Samotracia, que representa a Niké, la diosa de la victoria, es una escultura de fina elaboración, precursora del barroco, atribuida a Pithócritos de Rodas, y presuntamente tallada a comienzos del siglo II para festejar las victorias sobre Antíoco III Megas.

Hoy en día, la Victoria Alada de Samotracia, que reposa en el Museo del Louvre, se tiene como el símbolo de los triunfos de las causas que defienden a los oprimidos contra los opresores, y a las que es adicta la diosa Niké. Los griegos de nuestros días no dudan en atribuir a la influencia de Niké el triunfo contundente del partido Syriza –defensor de los oprimidos—sobre los partidos de extrema derecha, manipulados por la troika opresora que gobierna a Europa a punta del látigo empuñado por la señora Ángela Merkel, Primera Ministra de Alemania. Ángela no es ninguna diosa, aunque pretende serlo. Ni siquiera es un ángel.

 

El partido griego de izquierda socialista, Syriza, conducido por el joven político (cuarenta años) Alexis Tsipras, ganó las elecciones generales del pasado 27 de enero y asumió el poder en Grecia, no obstante la feroz campaña que la ultraderecha neoliberal europea lanzó contra Syriza en las últimas semanas previas a las elecciones, para asustar al pueblo griego e inclinar la votación a favor del gobernante derechista, Samaras.
Niké puso una coraza en el pecho del oprimido pueblo griego y le dio el valor para rechazar en las urnas a la troika opresora (El FMI, El BCE y la UE) que ha mantenido al viejo continente bajo una política de austeridad y recortes presupuestales, cuyo resultado visible es el elevado desempleo próximo al 25%, el fin del estado de bienestar logrado por Europa después de la Segunda Guerra Mundial, y el retorno a la pobreza y la miseria generalizada que caracterizaron la vida en los años posteriores a la revolución Industrial, y hasta comienzos del Siglo XX, en que las innovaciones de la tecnología (el cine, el automóvil, los rayos X, el avión, la radio, la velocidad en las comunicaciones) produjeron una ilusión de prosperidad universal y una ola de optimismo que permitió bautizar el período entre 1900 y 1914 como La Belle Époque; pero vino la I Guerra Mundial y las ilusiones quedaron ahogadas en mares de sangre y tormentas de dolor.
Esa ha sido hasta nuestros días la historia del capitalismo salvaje y de su doctrina, el neoliberalismo, incubada por la revolución industrial del siglo XVIII. Recuperada Europa de los desastres sufridos en la I y II guerras mundiales, los “nuevos pensadores” del antiguo continente crearon el sueño de una Europa Unida geográfica y económicamente.

 

Las naciones europeas, reacias por naturaleza a ceder su soberanía, fueron poco a poco y una a una cayendo ante las voces de sirena que les cantaban las maravillas de lo que sería una Europa Unida, fuerte, con una moneda común, con un vasto territorio por el que podrían movilizarse libremente. Tras cuarenta y dos años de negociaciones se firmó en 1992 el Tratado de Maastricht. Entró en vigor en 1993, y le dio forma a la Comunidad Europea o Unión Europea, con doce estados adherentes, que fueron ampliándose en el curso de los años siguientes, hasta llegar a veinticinco. En el 2002 el Euro se convirtió en la única moneda oficial de la Unión Europea. La política monetaria de la llamada “Euro-zona” quedó concentrada en el Banco Central Europeo, con sede en Bruselas.
Al principio se vivió la ilusión de prosperidad que en La Belle Époque. Generosos préstamos del BCE, endeudaron a varios países más allá de sus posibilidades. Los felices beneficiarios de la prosperidad a debe se gastaron el dinero en llevar bienestar y felicidad a sus habitantes (Grecia, Italia, España, Portugal, Francia), sin que la productividad aumentara lo suficiente para responder por los pagos de la deuda, llegado el momento. El momento llegó antes de lo previsto. La crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos, disparó las alarmas. El FMI, El BCE, y Alemania, que es el mayor prestamista, entraron en acción y urgieron a los países deudores el pago de la deuda. Se negociaron plazos y rescates a cambio de que los gobiernos de los Estados morosos aplicaran severas políticas de ajuste o recortes presupuestales que reducían casi a cero la inversión social, suprimían en más del cincuenta por ciento los derechos económicos laborales y que obligaban a la reducción drástica de los empleos oficiales, consejo al que se acogieron a toda prisa las empresas privadas.

 

Habiendo perdido su soberanía económica, y sin capacidad de emisión, los gobiernos de izquierda no tuvieron otra opción que aplicar en sus países la amarga pócima de la Troika. Por supuesto se desprestigiaron y sufrieron derrotas electorales apabullantes a manos de los partidos de ultraderecha. Los mandatarios elegidos por esos partidos inyectaron sin compasión la política de reformas de austeridad reclamada por Alemania e impuesta por la suprema autoridad económica de la Eurozona, el BCE, con el visto bueno del FMI.
Grecia fue uno de los países más afectados por la austeridad y su secuela de recortes. La situación del pueblo heleno es casi equiparable a la del haitiano, en el Caribe. Contra ese remedio venenoso de la austeridad, se formó el partido Syriza, que tras varios intentos, ganó las elecciones generales del domingo 27 de enero, en un pronunciamiento histórico del pueblo griego, y desalojó del poder a la ultraderecha.

 

La victoria de Syriza ha provocado el miedo y la cólera entre los poderosos de la Eurozona. Las advertencias amenazadoras contra el nuevo gobierno socialista no se hicieron esperar. Habrá represalias si Syriza cumple sus promesas. Es posible que Grecia, en los meses venideros, sea sometida a un trato infame semejante al que hoy sufre Venezuela. La desinformación acerca de lo que haga el gobierno de Tsipras ocupará las páginas y los noticieros de la prensa adicta o vendida al neoliberalismo. Todo lo malo que se pueda decir sobre Grecia, gobernada por Syriza, se dirá, aunque no sea cierto, y con mayor razón si no es cierto. La victoria alada de Syriza ha puesto sobre la guillotina a la hidra neoliberal, con sus dos cabezas monstruosas. Y la hidra hará lo que esté a su alcance por evitar que se las corten.

 

La diosa Niké protegerá la victoria alada de Syriza. El fin de la austeridad, de los recortes a la inversión social, y del neoliberalismo en general, ha sido proclamado en Grecia por el gobierno de Alexis Tsipras. El mundo entero se rebelará siguiendo el ejemplo de los griegos. Si no detenemos, ahora y para siempre, la locura neoliberal, pronto la humanidad rodará por un precipicio sin retorno.


 

Un resumen magnífico de los programas que se propone Syriza, y que ha comenzado a ejecutar al día siguiente de su victoria alada, puede verse en el enlace DE PÁGINA 12:

LOS VIENTOS DE CAMBIO EN GRECIA