OSLO Y LA HABANA 2:
LA IMAGINACIÓN PACIFICADORA
Humberto Vélez R., profesor, investigador humbertovelezr@gmail.com,
Nota Introductoria
En el anterior Atisbos, el número 158, expectante de desarrollos y resultados del proceso Santos-Guerrillas, prometimos que, en cada uno de los números siguientes, no escribiríamos más de tres cuartillas. Pero, ocurre que como no las podemos dejar huérfanas de muchos contextos, hacemos una excepción diciendo que en este Atisbos nos extenderemos a muchas cuartillas más, pero no más de las necesarias para darle un marco conceptual analítico adecuado al proceso de Oslo y de la Habana 2.
ABSTRACT
QUINCE TESIS PRECISAS DE CONTEXTO.
1. Si alguien me preguntase en qué contexto de historia objetiva y simbólica se encuentra el conflicto político interno de Colombia en este octubre del 2012- pero sin pretenderme como poseedor de la “verdad científica, pues a ésta la tenemos que construir entre todos- , ensayaría la siguiente hipótesis: Las guerrillas del ayer de 1998 – Farc y Eln- no son Las guerrillas de hoy 4 de octubre del 2012. Como para decir que tanto en las estrategias como en las posiciones territoriales y en las mismas representaciones simbólicas se han producido importantes cambios. En 1998, ningún General- y entre ellos incluyo al duro tropero General Mora- se opuso de modo abierto a que Pastrana aceptase el Modelo Caguán, apuesta de despeje hecha por las Farc. Y asumieron esa conducta porque sentían que los farquianos, tras duros y humillantes golpes propinados al Ejército en la segunda parte de la década del 90, estaban a punto de quebrar el equilibrio militar estratégico del Estado. Al respecto, recordar el evento más representativo, el de la toma de la Base Militar de las Delicias. Por su parte, las Farc se imaginaban que estaban a las puertas del poder. En la actualidad, en cambio, la situación es muy distinta: mientras que los Generales saben que ya no perderán la guerra, pero que tampoco la han ganado, el Secretariado y el COCE saben que ya no la ganarán pero que tampoco la han perdido. Entonces, en una situación así, como nunca las condiciones son propicias para una negociación.
2. Negociar con las guerrillas no es construir paz en Colombia, es sólo el inicio de un complejo y dificultoso proceso, pues, y ¿los 0tros conflictos internos armados? ; y ¿la cultura intolerante?; y la profunda inequidad social que atraviesa al conjunto de la sociedad colombiana?
3. “Esta vez, la aproximación tiene que ser distinta porque otra es la situación objetiva y simbólica de la guerra interna…”.
4. “Entonces, imaginación política, generosidad y apertura mental, cualidades esenciales para que en Oslo y la Habana 2, pueda desplegarse la imaginación pacificadora, figura ésta, entre romántica y racional, tan ausente en las pasadas apuestas de negociación”.
5. “Ojalá los bandos pudieran ir a Oslo y a la Habana 2 provistos de otro espíritu- de cierta dosis de “espíritu de conciliación”- para que los acuerdos no arrastren consigo la fragilidad de ser un mero producto de relaciones de poder”. “La experiencia histórica ha enseñado que un “espíritu” así, sólo empieza a tomar forma cuando la desconfianza entre adversarios ha iniciado su desmonte. Ojalá que la primera fase de pre-negociación exitosa en la Habana 1, así como permitió concertar unas reglas de juego básicas, haya arrojado algunos frutos positivos y funcionales en materia de construcción de confianzas.
6. “Nuestra posición es que la firma de unos acuerdos para hacer la dejación o uso de las armas – este es un acto político y técnico acompañado de reformas imprescindibles a la luz de las lógicas del evento mismo- no es la coyuntura apropiada para exigir una revolución social y política como se hizo en el Caguán, aunque sí se deben acordar y pactar las reformas sociales y políticas que la posibiliten por encontrarse asociadas a los orígenes y dinámicas del conflicto.”
7. “Ahora bien, si las reformas que acompañaron la dejación de las armas no fueron las necesarias, “alguien” dotado de fuerza social y política y simbólica, tendrá que ampliarlas y ahondarlas, pero la experiencia histórica nos ha enseñado que, con seguridad, ese “alguien” no será el Estado, que en materia social, con el apoyo de la ciudadanía burguesa y aristocrática, tiene una muy gorda deuda social con la ciudadanía popular.”
8. “Entonces, volviendo al asunto de la negociación de Oslo y la Habana 2 y de las posibles reformas, digamos que no vemos razones de fondo para que la firma de una negociación política, que tiene como objetivo central dejar el uso de las armas como método privilegiado de lucha política, tenga, para las sociedades civiles, como condición dominante, la realización de una especie de revolución social y política. “ Y todo esto porque de lo que, como básico, se trata, es de que, por fin, en Colombia los bullosos y fatigantes y perversos fusiles dejen de hablar y, en definitiva, le entreguen el uso de la palabra a la política, a una que sea legal y legítima y democrática y entusiasta y convocante e imaginativa.”
9. “Pero, en el caso de ésta negociación, lo explícitamente acordado en materia de reformas en la primera fase llamada de negociación de la negociación realizada en la Habana 1, fue un problema aterrizado y trascendental para el futuro del país y que ha venido siendo soslayado desde 1863 cuando se dio un primer paso para hacer una reforma agraria, pero que cayó en el vacío: LA CUESTION AGRARIA.”. A la Iglesia, la gran terrateniente de la época, le expropiaron sus tierras, pero éstas no llegaron a manos de sus cultores naturales, a las de aquellos sin tierra, como lo demandaba el sector liberal liderado por Murillo Toro sino que, de modo casi natural, se deslizaron ya hacia los grandes hacendados vigentes ya hacia algunos de los Generales de la Independencia. En otras dos grandes coyunturas de la historia nacional -en la década de 1930 durante la Revolución en Marcha y en la del 60 durante el gobierno de Lleras Restrepo - hubo la posibilidad real de una reforma agraria, pero, de nuevo, la apuesta se traspapeló tras las sinuosidades de las relaciones institucionales de poder y del enorme peso político de los intereses corporativos de los grandes terratenientes. “
10. “LA CUESTION AGRARIA EN COLOMBIA será el tema central de discusión en Oslo y la Habana 2 y a esta Mesa no se llevará, como lo ha afirmado nuestro colega académico Rubén Darío Acevedo “buena parte de la Agenda Nacional bajo el supuesto de que por la paz vale la pena llegar a estos extremos”. Claro que “nadie ha dicho que al final de una guerra civil o de un conflicto interno armado, la amnistía no sea una figura legal aceptada y también un gesto de paz y de reconciliación, pero ahora como nunca sabemos que esa figura jurídica no aplica para crímenes internacionales tales como los de lesa humanidad.”
“No reconocer esto, es tratar de enmarañar, de mala fe, y en el peor estilo de los uribistas, lo que sucederá en Oslo y en la Habana 2”.
11. “Entonces ahora, por haber sido de modo explícito acordado en La Habana, en estas conversaciones, en un marco institucional y con la presencia de fuerzas encontradas, los colombianos vamos a tener la oportunidad de analizar y debatir los actuales problemas del país desde el horizonte DE LA CUESTIÓN AGRARIA, problema éste deslegitimado, como válido y pertinente, por lo menos desde 1970, por el establecimiento colombiano.”
12. “Entonces dijimos, en marzo del 2011 en el Atisbos Analíticos, que en Colombia ninguna negociación tendría futuro si en la formalización de las grandes decisiones finales a ellas asociadas, sobre todo las más técnico-políticas, no participaban los militares como protagonistas, aunque subordinados al presidente de la República.”
13. “Nos guste o nos disguste, Colombia es un país inscrito en el marco de la dominación hegemónica mundial de los Estados Unidos…Ahora Marco Calarcá ha dicho que “no tiene nada en contra de la participación de los Estados Unidos, como parte interesada en asuntos vinculados con el narcotráfico”.
14. “Como para decir, que este proceso de paz debe ser des-mediatizado, vale decir, inhibido y anulado como schow mediático, lo que no quiere decir que el gobierno monopolice la información, que debe ser totalmente libre, sin que la impongan o manipulen o la ubiquen como “única verdad” a través de su propia fuente, ni el gobierno, ni los dueños de los medios, ni las guerrillas ni los Estados Unidos”. La otra razón de la extensa cita sobre Los Medios y La paz se encuentra asociada al hecho de que en su escrito Molano hace sugerencias muy importantes de ser tenidas en cuenta en el caso de unas negociaciones en las que, en nuestro concepto, lo estatal militar va a tener mucho peso, como lo expresa la presencia de dos Generales. Entonces, si a los plenipotenciarios del gobierno se les va la mano imponiendo muchas condiciones para “el otro” y muy pocas “para sí” o exigiendo muchas renuncias sin ellos hacer concesiones, el proceso de negociación podrá traspasar el punto crítico de un nuevo fracaso.
15. “A partir de lo que hasta se ha configurado como “dado”, en Oslo y la Habana 2 van a ser presencia tres temas de importancia dominante, pero los dos primeros, de muchos modos, subordinados al tercero: La cuestión agraria; la conversión de la insurgencia armada en una insurgencia partidista civil; y el estatuto ontológico de los militares.”
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Si alguien me preguntase en qué contexto de historia objetiva y simbólica se encuentra el conflicto político interno de Colombia en este octubre del 2012- pero sin pretenderme como poseedor de la “verdad científica, pues a ésta la tenemos que construir entre todos- , ensayaría la siguiente hipótesis: Las guerrillas del ayer de 1998 – Farc y Eln- no son Las guerrillas de hoy 4 de octubre del 2012. Como para decir que tanto en las estrategias como en las posiciones territoriales y en las mismas representaciones simbólicas se han producido importantes cambios. En 1998, ningún General- y entre ellos incluyo al duro tropero General Mora- se opuso de modo abierto a que Pastrana aceptase el Modelo Caguán, apuesta de despeje hecha por las Farc. Y asumieron esa conducta porque sentían que los farquianos, tras duros y humillantes golpes propinados al Ejército en la segunda parte de la década del 90, estaban a punto de quebrar el equilibrio militar estratégico del Estado. Al respecto, recordar el evento más representativo, el de la toma de la Base Militar de las Delicias. Por su parte, las Farc se imaginaban que estaban a las puertas del poder. En la actualidad, en cambio, la situación es muy distinta: mientras que los Generales saben que ya no perderán la guerra, pero que tampoco la han ganado, el Secretariado y el COCE saben que ya no la ganarán pero que tampoco la han perdido. Entonces, en una situación así, como nunca las condiciones son propicias para una negociación.
Por estos días, Horacio Serpa trajo a colación dos discursos muy frescos y abiertos a esta posibilidad. Al referirse al presidente Santos, un liberal burgués pragmático que sabe que no puede seguir gastando en guerra más del 3.5% del PBI, destacó su último pronunciamiento,
“No se les puede pedir a las Farc que se arrodillen, se rindan y entreguen las armas”.
Y en seguida recordó al Gabino del ELN,
“Llevamos cuarenta años de lucha armada; tenemos territorio; tenemos base social; podemos estudiar una propuesta de hacer la paz de hacer la paz y buscar nuestros objetivos por la vía que nos ofrezca la democracia formal, para lo cual podríamos estar dispuestos a dejar la lucha armada. Pero no pueden creer que sería una rendición o que nos podemos humillar. Eso lo saben el gobierno y el Estado.
Entonces, nunca Estado y guerrillas se habían acercado tanto en sus posiciones para sacar adelante intereses específicos: El Estado por sopesar el enorme costo de la guerra y las guerrillas por intuir que podrían ser muy eficaces como insurgencia civil.
Como punto central aunque final de este Ensayo, urge la más precisa caracterización del conflicto interno armado colombiano en esta etapa del segundo semestre del 2012, pues la discusión y debate de muchos de los problemas que harán presencia en las Mesas de Oslo y la Habana 2, requerirán de ese referente, de lo que esté acaeciendo en ese escenario de guerra, máxime cuando se ha decidido conversar en medio del conflicto.
Al confrontar los resultados de los más importantes estudios empíricos que sobre el conflicto interno armado se han hecho en los dos últimos años , con el Enfoque hipotético deductivo, que los Atisbos Analíticos han venido utilizando para abordar la guerra interna- pasar esos resultados fácticos y sus hipótesis empíricas por la criba de la teoría y del pensamiento crítico en procura de levantar hipótesis más explicativas – éstas son sus notas más definitorias para este período 1998-2012, pero con la advertencia que aquí solo estamos entregando resultados- lo propio del método de exposición- sin referencias específicas al método de investigación.
Estas conclusiones explicativas acerca de la actual situación objetivo-simbólica del conflicto interno armado, las obtuvimos mediante la periodización de la evolución de la guerra interna en los tiempos comprendidos entre 1990 – el momento PreCaguán- y el 2012 – el momento Santos o el desarrollo de la Estrategia de la Seguridad democrática sin “el todo vale”-. Entonces, para cinco momentos relativamente cortos nos preguntamos por los avisos y evidencias de cambios en las Estrategias de guerra y en las posiciones territoriales de cara a la confrontación armada. Este fue el criterio dominante de periodización. Dos advertencias importantes se hacen necesarias en este estado de la reflexión. PRIMERA: uso o apelación al método de exposición: nos limitamos a presentar resultados investigativos sin preocuparnos en este escrito por las maneras metodológicas procesales como los obtuvimos. Y SEGUNDA: es inherente a nuestra mirada analítica destacar que los estudios de corto plazo son insuficientes para fijar si ciertas presumibles tendencias bélicas lograrán mantenerse y consolidarse. Para ello se requiere, como básico, un abordaje descriptivo y analítico de mediano plazo. En este caso, esto es válido sobre todo para las Farc para lograr saber si su reactivación militar a partir del último año y medio del segundo gobierno de Uribe, logrará consolidarse en el mediano y largo plazo.
En el estudio de este período, 1990-2012, y teniendo en cuenta el criterio de periodización ya señalado, podemos distinguir cinco momentos importantes:
1. 1990-1997: El Auge del poderío militar, que no sociopolítico, de las Farc: a unos farquianos en rápido ascenso armado estratégico no les fue difícil avanzar al control territorial de nuevas regiones del país y acelerar la práctica inhumana del secuestro, aunque su proyecto de revolución se entrabó por no poseer apoyos sociopolíticos macros. En otras partes del mundo, con un movimiento guerrillero tan fuerte, un movimiento social sólido lo hubiera empujado a la revolución social. Fue éste el momento en el que los farquianos, que estaban pasando a la condición de un cuasi ejército regular, le infringieron a los Generales duras y humillantes derrotas, entre las que la toma de la Base Militar de las Delicias fue el ejemplo más paradigmático.
2. 1997-2001: un Pastrana a la zaga en las negociaciones pero haciéndole la más radical reingeniería a la Fuerza Pública : fue la época del contradictorio y tan odiado por muchos Caguán: Antes de optar por esta salida, en la práctica impuesta por las Farc, los Generales, entre ellos el más tropero, el General Mora, casi en silencio se resignaron a esa fatalidad, pues para ellos el ascenso vertiginoso del poderío militar farquiano estaba colocando en peligro el equilibrio estratégico del Estado. Esto no obstante, más temprano que tarde, ante los desarrollos de ese frustrado experimento de paz, iniciaron su oposición. Ese fue el contexto de historia en el que apareció Alvaro Uribe Vélez cuestionando y criticando el que ese proceso no estuviese comandado por las lógicas de soberanía estatal.
3. 2002-2008: La Estrategia de la Seguridad democrática con el “todo vale” : más allá de las vacilaciones iniciales en fijarle objetivos específicos a la Estrategia de Seguridad democrática, más temprano que tarde se le asignó una meta precisa: recuperar para el Estado la soberanía interna expulsando a las guerrillas de los grandes centros de población y de producción sin que importasen mucho los medios a los que hubiese que apelar para lograrlo. A este respecto, el éxito fue real pero parcial, pues para finales del 2008 las Farc habían perdido en un 50% el control que tenían sobre numerosas zonas del país. Fue así como, sin que hubiesen sido derrotadas, sufrieron una derrota estratégica, de la que muy pronto salieron al regresar a la modalidad de guerra de guerrillas innovando mucho en la eficacia perversa de los métodos.
4. 2009-2010: La reactivación de las Farc con el suroccidente del país y la zona Catatumbo y Arauca como como pilares militares básicos
5. 2010-2012: Santos o el desarrollo de la Seguridad democrática con el Plan Espada de Honor pero sin “el todo vale”.
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Negociar con las guerrillas no es construir paz, es sólo el inicio de un complejo y dificultoso proceso, pues, y ¿los 0tros conflictos internos armados? ; y ¿la cultura intolerante?; y la profunda inequidad social que atraviesa al conjunto de la sociedad colombiana?
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Esta vez, tras los fracasos de Caracas, Tlaxkala y el Caguán, la aproximación tiene que ser distinta porque otra es la situación objetiva y simbólica de la guerra interna, porque, por fin, ha habido una negociación de la negociación, porque se han asimilado experiencias pasadas y porque nos estamos haciendo preguntas como las que esbozó el representante Iván Cepeda el pasado 20 de junio,
“Hemos avanzado en Colombia en pensar “qué significa verdad, justicia y reparación? ¿Quiénes son las víctimas, cuál es su lugar, su papel en la sociedad? ¿En qué han consistido la criminalidad y la violencia? Ahora viene un momento en que vamos a tener que pensar esos y otros problemas. ¿Qué significa pensar un país sin guerra? Cuál es el reto que eso plantea? ¿Cuáles son las grandes oportunidades que pudieran abrirse? Para eso se requiere imaginación política, se requiere generosidad (subrayados nuestros) y se requiere desprenderse de una muy espesa capa de relaciones, de formas de actuación, estructuras de pensamiento que tiene la densidad de 60 años de cuerpos sometidos a la confrontación.”
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A esto último, con perdón del representante Cepeda, lo llamamos apertura mental. Entonces, condensando el anterior acápite, imaginación política, generosidad y apertura mental, cualidades esenciales para que en Oslo y en la Habana 2 pueda desplegarse la imaginación pacificadora, figura ésta, entre romántica y racional, tan ausente en las pasadas apuestas de negociación. Por ella entenderemos la capacidad de unos negociadores designados por sectores encontrados de la sociedad colombiana, para que, con la participación de las ciudadanías de “arriba” y de “abajo”, pongan en acción la “inteligencia” en procura de acordar unas fórmulas inéditas, que permitan encontrarle final a un conflicto interno armado con medio siglo de existencia. En la historia colombiana de 200 años, pasarán a ella si avanzan y construyen acuerdos en esa dirección.
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Como espíritu y como actitud y conducta, reales y simbólicas, a Oslo deberíamos ir no a negociar- como a buscar qué puede arañar de provechoso cada bando para sí- , sino, más bien, a construir en equipo una fórmula que resuelva la ecuación de la paz para, a partir de ahí, sí entrar a negociar y concertar. Ojalá los bandos pudieran ir a Oslo provistos de otro espíritu- de cierta dosis de “espíritu de conciliación”- para que los acuerdos no arrastren consigo la fragilidad de ser un mero producto de relaciones de poder. La experiencia histórica ha enseñado que un “espíritu” así, sólo empieza a tomar forma cuando la desconfianza entre adversarios ha iniciado su desmonte. Ojalá que la primera fase de pre-negociación exitosa en la Habana 1, así como permitió concertar unas reglas de juego básicas, haya arrojado algunos frutos positivos y funcionales en materia de construcción de confianzas.
Normalmente ocurre que cuando se habla de resolver problemas y transformar conflictos, es muy difícil fijar las fronteras entre los análisis con una adecuada base de objetividad y los juicios de valor. Sin embargo, es claro que en la anterior afirmación, el llamado “espíritu de conciliación”, que debería animarnos a todos de cara a Oslo y la Habana 2, es un deseo o, si se quiere, algo deseable, pues, más allá de las bondadosas buenas voluntades, las bases y recursos de poder de cada bando estarán siempre atentas a hacer presencia prevalente. Entonces, ojalá el deseable emergente espíritu de conciliación señalado, logre tornarse eficaz para que el poder “contra” el otro” se trasforme en poder “con” el otro, situación fáctica necesaria y funcional para construir en equipo una fórmula que resuelva la ecuación de una pacificación raquítica, pero con indispensables e ineludibles reformas. Como decir, como mínimo y básico, una ausencia temporal de guerra, pero con unas reformas atadas a la naturaleza originaria del conflicto. Sería ésta, entonces, una primera etapa del complejo y contradictorio proceso de construcción de paz colombiana.
De no ser así, se correrá el riesgo, si es que el proceso logra avanzar, de arrojar un paquete de acuerdos precarios, inestables y poco sostenibles, que a futuro podrían ser el origen de una reproducción de la guerra interna.
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A la luz de la anterior lógica política, el tiempo dirá si las reformas acordadas en el corto plazo fueron suficientes para domar la guerra en sí, pues el gobierno y el pueblo ciudadano, cada uno en sus específico ámbito de acción pero también aunados, deben seguir recorriendo las rutas de la construcción de paz con metas a corto, mediano y largo plazo.
Nuestra posición es que la firma de unos acuerdos para hacer la dejación o uso de las armas – este es un acto político y técnico acompañado de reformas imprescindibles a la luz de las lógicas del evento mismo- no es la coyuntura apropiada para exigir una revolución social y política tal como se pretendió en el Caguán, aunque sí se deben acordar y pactar las reformas sociales y políticas que la posibiliten por encontrarse asociadas a los orígenes y dinámicas del conflicto. De manera incoherente, no se podrá olvidar que en una sociedad que está luchando por dejar las armas para abrirle paso a la política democrática, el espacio de la revolución social es el de las luchas sociales y políticas.
Derechos humanos; Política agraria integral; Explotación y conservación de recursos naturales; Estructura económica y social; Reformas a la justicia; la lucha contra la corrupción y el narcotráfico; Reformas políticas para la ampliación de la democracia; Reformas del estado; Acuerdos sobre DIH, Fuerzas Militares Y Relaciones internacionales , fueron los substantivos, variados y numerosos puntos levantados en el Cagúan y no como punto de partida, pues a la zona de despeje los bandos negociadores entraron a la topa tolondra quemando la etapa de una pre-negociación. Fue ese el boquete, entre otros muchos, por donde el “establecimiento” o conjunto institucional de factores de poder, se le corrió al proceso: que los guerrilleros querían que si les hiciese la revolución social por decreto, fue lo que afirmó el expresidente López Michelsen; y que no iban a pagar el elevado costo económico de esa revolución social y política, le dijeron a GALLUP 530 directivos de las 500 empresas más grandes del país. Como lo destaqué en su momento, la casi universalidad de los deseos de terminar la guerra, no era la universalidad de la voluntad de cubrir los costos que la negociación demandaba.
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Ahora bien, si las reformas que acompañaron la dejación de las armas, no fueron las necesarias, “alguien” dotado de fuerza social y política y simbólica, tendrá que ampliarlas y ahondarlas, pero la experiencia histórica nos ha enseñado que, con seguridad, ese “alguien” no será el Estado, que en materia social, con el apoyo de la ciudadanía burguesa y aristocrática, tiene una muy gorda deuda social con la ciudadanía popular. Ese “alguien” solo podrá ser el pueblo- el conjunto de los trabajadores que no tienen otro medio de subsistencia que la venta de su fuerza de trabajo- y que, de resistencia social en resistencia social, en un momento dado de la historia colombiana podrán llevarlas a un cambio cualitativo asociado a una revolución social democrática. O sea, a aquella que, sin armas, ampliará la democracia en todos los espacios de la vida social conmoviendo y colocando en aprietos por la raíz al establecimiento vigente.
Es ése el ideal, el deseo y la posibilidad.
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Por estos días Gustavo Duncan, muy a propósito, nos trajo a referencia los importantes e interesantes estudios de James Scott, el gran analista de La insubordinación de los subordinados por las vía de las resistencias sociales. Duncan nos recuerda que no obstante ser Colombia uno los países más desiguales del mundo, la revolución social nunca ha estado a sus puertas. Esto no obstante, destaca, no es que el pueblo colombiano haya sido una masa de sumisos obedientes, pues su historia social ha sido una historia de continuas y arduas resistencias. Algo similar he encontrado en mis estudios de historia política: Colombia nunca ha estado al borde de una genuina revolución política, pero esto no obstante, entre 1886 y 1991, su historia política ha estado signada por las más vigorosas resistencias políticas orientadas a impedir la reproducción de la república autoritaria de 1886 y , por eso, la Regeneración, como forma de gobierno y como cultura política, sólo empezó a desmontarse efectivamente con el movimiento ciudadano y la Constitución de 1991 aunque, más temprano que tarde, la amenaza de la república autoritaria reapareciese bajo la forma de la Seguridad democrática.
Entonces, volviendo al asunto de la negociación de Oslo y la Habana 2 y de las posibles reformas, digamos que no vemos razones de fondo para que la firma de una negociación política, que tiene como objetivo central dejar el uso de las armas como método privilegiado de lucha política, tenga, para las sociedades civiles, como condición dominante, la realización de una especie de revolución social y política. Y esto por varias razones, 1.porque en Colombia el ámbito casi natural de una revolución social y política ha sido el de las resistencias en lo social y en lo político; 2.porque la guerra interna que se busca trascender nunca ha gozado de apoyos sociales macro; y. 3.porque de lo que, como básico, se trata, es de que, por fin, en Colombia los bullosos y fatigantes y perversos fusiles dejen de hablar y, en definitiva, le entreguen el uso de la palabra a la política, a una que sea legal y legítima y democrática y entusiasta e imaginativa.
Entonces, volviendo al asunto de la negociación de Oslo y la Habana 2 y de las posibles reformas, digamos que no vemos razones de fondo para que la firma de una negociación política, que tiene como objetivo central dejar el uso de las armas como método privilegiado de lucha política, tenga, para las sociedades civiles, como condición dominante, la realización de una especie de revolución social y política. Y esto por varias razones, 1.porque en Colombia el ámbito casi natural de una revolución social y política ha sido el de las resistencias en lo social y lo político; 2.porque la guerra interna que se busca trascender nunca ha gozado de apoyos sociales macro; y. 3.porque de lo que, como básico, se trata, es de que, por fin, en Colombia los bullosos y fatigantes y perversos fusiles dejen de hablar y, en definitiva, le entreguen el uso de la palabra a la política, a una que sea legal y legítima y democrática y entusiasta y convocante e imaginativa.
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Pero, en el caso de la actual negociación, lo explícitamente acordado en materia de reformas en la primera fase llamada de negociación de la negociación realizada en la Habana 1, fue un problema aterrizado y trascendental para el futuro del país y que ha venido siendo soslayado desde 1863 cuando se dio un primer paso para hacer una reforma agraria, pero que cayó en el vacío: LA CUESTION AGRARIA. A la Iglesia, la gran terrateniente de la época, le expropiaron sus tierras, pero éstas no llegaron a manos de sus cultores naturales, a las de aquellos sin tierra, como lo demandaba el sector liberal liderado por Murillo Toro sino que, de modo casi natural, se deslizaron ya hacia los grandes hacendados vigentes ya hacia algunos de los Generales de la Independencia. En otras dos grandes coyunturas de la historia nacional -en la década de 1930 durante la Revolución en Marcha y en la del 60 durante el gobierno de Lleras Restrepo - hubo la posibilidad real de una reforma agraria, pero, de nuevo, la apuesta se traspapeló tras las sinuosidades de las relaciones institucionales de poder y del enorme peso político de los grandes terratenientes.
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LA CUESTIÓN AGRARIA EN COLOMBIA será el único tema económico-social central de discusión en Oslo y la Habana 2 y a esta Mesa no se llevará, como lo ha afirmado nuestro colega académico Rubén Darío Acevedo, “buena parte de la Agenda Nacional bajo el supuesto de que por la paz vale la pena llegar a estos extremos”. Por otra parte, hasta ahora es claro que aunque la justicia transicional será clave en este proceso, sin embargo, ella no constituye una fórmula mágica que permita saltarse el DIH, pues el Estado colombiano – éste, colega Acevedo, en su actual situación de evolución histórica- no podrá invocar provisiones de derecho interno positivo para distribuir amnistías a diestra y siniestra como, de modo explícito, lo sugiere usted que lo haría Santos, un presidente que, después del anterior gobierno, que se autodenominó liberal, mandó esa ideología a la porra con su tesis de que, con tal de derrotar a la guerrilla, “todo valía”. Nadie ha dicho que al final de una guerra civil o de un conflicto interno armado la amnistía no sea una figura legal y aceptada y también un gesto de paz y de reconciliación, pero ahora como nunca sabemos que la figura no aplica para crímenes internacionales tales como los de de lesa humanidad.
Tapar esto, es tratar de enmarañar, de mala fe y en el peor estilo uribista, lo que sucederá en Oslo y en la Habana 2.
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Entonces ahora, por haber sido de modo explícito acordado en La Habana, en estas conversaciones, en un marco institucional y con la presencia de fuerzas encontradas, los colombianos vamos a tener la oportunidad de analizar y debatir los actuales problemas del país desde el horizonte DE LA CUESTIÓN AGRARIA, problema éste deslegitimado, como válido y pertinente, por lo menos desde 1970, por el establecimiento colombiano.” Y será así como se nos volverá a hacer evidente que el problema no es, como el establecimiento nos lo ha venido remachando durante las cuatro últimas décadas, que la tierra ya no tiene significado económico, que una reforma agraria es obsoleta, que la tierra ya no significa nada como riqueza. De ser así, varias de las más importantes transnacionales extractivas del mundo no andarían acelerando los procesos de internacionalización de las tierras colombianas.
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Al examinar en el Atisbos Analíticos 127 de marzo de 2011, pasadas experiencias de negociación nos encontramos con el hecho de que nunca un militar de trayectoria había hecho parte del equipo de negociadores.
En nuestro concepto , esta ausencia conspiraba primero, contra la naturaleza del Estado (éste, además de una organización que le marca dirección a la sociedad, estructuralmente es un fenómeno de fuerza, un aparato coercitivo); segundo, contra la historia concreta de los militares en Colombia (éstos, además de ser los administradores institucionales de las armas legítimas del Estado, han sido en este país un muy poderoso grupo de interés y de presión); y, tercero, contra la fuerte identidad de los militares con el Estado ( éstos, como representación simbólica, se sienten instalados en su pasado, su presente y su futuro). Entonces dijimos, en marzo del 2011 en el Atisbos Analíticos, que en Colombia ninguna negociación tendría futuro si en la formalización de las grandes decisiones finales a ellas asociadas,- sobre todo las más técnico-políticas- no participaban los militares como protagonistas, aunque subordinados al presidente de la República.
Ahora en esta ocasión de las nuevas conversaciones, el presidente Santos ha advertido esa ausencia disfuncional y, por eso, ha dispuesto que en el Equipo de Negociadores haya dos Exgenerales de reconocida trayectoria. O sea que en el perfil del Equipo gubernamental, el peso del horizonte de lo militar es enorme, aunque la reaccionaria ACORE, que no está de acuerdo con el proceso o que lo quiere como total sometimiento -o sea, desmovilización total, entrega de las armas y nada de reformas pactadas con ellos-, solicitó la presencia de tres Generales, uno por cada rama de las Fuerzas Militares. Al lado de ellos estará, liderándolos, un hábil político caldense que, digámoslo así, expresa los intereses del conjunto del establecimiento en cuanto haz orgánico por el que pasan los hilos de los grandes poderes institucionales del país, ligados a las lógicas y ritmos de “los de arriba”. Hace presencia también un funcionario de la alta burocracia del Estado, muy cercano al “estilo de Santos”, un aristócrata pragmático éste quien para cada asunto importante sabe mover el hilo de poder “que es y que debe ser”. Por las distintas fracciones del gran capital, estará Luis Carlos Villegas, más cercano a la fracción de los industriales.
Institucionalmente, “a las sociedades civiles de “los de abajo” no se les ha asignado espacio alguno, sino aquel en que quepa la participación ciudadana liderada y jalonada por el propio pueblo. Esto no obstante, si alguna categoría de ciudadanos tiene el derecho ganado a que la escuchen y atiendan tanto en Oslo como en la Habana 2, es a la masa crítica de víctimas de la guerra, llámense campesinos expropiados de sus tierras o soldados lisiados por las inhumanas minas o campesinos raízales que nunca han podido acceder a la propiedad de la tierra.
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Pero, los ausentes no han sido sólo los necesarios militares. Nos guste o nos disguste, Colombia es un país inscrito en el marco de la dominación hegemónica mundial de los Estados Unidos. Ahora en la época del Wikileaks, como nunca antes se ha evidenciado que en este país, en materia política, nada importante sucede que no haya pasado antes por la Embajada norteamericana. Es difícil, entonces, que uno de nuestros “independientes presidentes” tome una decisión de desenlace del conflicto armado sin haber obtenido antes el apoyo del gobierno norteamericano. Dejemos que nos hable un experto español, Vicenc Fisas,
“No veo una salida al conflicto colombiano sin ese diálogo entre los factores de poder, sin una implicación directa de los Estados Unidos en algún estadio del proceso, y sin abordar de manera clara el tema del narcotráfico a lo largo del proceso negociador, pues es el sustento económico del conflicto.” Creo que debemos instalarnos en el optimismo en este tema, dejando a un lado el pesimismo razonado y justificado de los últimos tiempos. Entramos en una nueva etapa política, y hemos de pensar que ha de ser posible llevar a cabo nuevas iniciativas de paz. Desde la insurgencia y desde el Gobierno, sin embargo, deberán lanzarse “señales de humo” en esta dirección. Estaría bien, además, que desde otros países amigos se alentara esta dinámica de gestos de paz. Estaría bien que algunos presidentes de la región lo manifestaran de forma explícita. También sería bienvenida una declaración proveniente del Gobierno de Estados Unidos y de Naciones Unidas. “
Importa destacar cómo en esta ocasión, los negociadores de las Farc no se han mostrado cerrados a la presencia del gobierno de los Estados Unidos. Ahora Marco Calarcá ha dicho que “no tiene nada en contra de la participación de los Estados Unidos, como parte interesada en asuntos vinculados con el narcotráfico”. Y en la misma entrevista había dicho, “Lo que tenemos claro es que habrá una participación de acuerdo con cómo la Mesa lo defina. No es en la idea que llegue el patrón a mandar”; Estados Unidos “es el imperio y manda en muchas cosas al Estado colombiano y traza políticas que nos ha hecho mucho daño”.
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En un proceso de paz los Medios tienen como rol recoger y entregar información- veraz, integral, precisa y oportuna- , recurriendo a todas las fuentes, pero siempre habrá que evitar convertir el evento en un show mediático en el que importan más los micrófonos altisonantes y las imágenes televisivas efectistas que la racionalidad de los contenidos en debate. Como para decir, que este proceso de paz debe ser des-mediatizado, lo que no quiere decir que el gobierno monopolice la información, que debe ser totalmente libre, sin que la impongan o manipulen ni el gobierno, ni los dueños de los medios, ni las guerrillas.
En esta oportunidad, el gobierno de Santos ha empezado a separar los Informes del espectáculo mediático, ya sea nacional o internacional, pues sus Negociadores tendrán que venir a entregarlos a Bogotá quedándoles prohibidas las comunicaciones telefónicas y digitales. No se trata de no informar, sino de que la información llegue como debe llegar, por donde debe llegar y a quien debe llegar. Sobre la Información y los Medios, Alfredo Molano ha escrito en el Espectador,
“Se los culpa de ser combustibles de fuego y se les reclama, por tanto, responsabilidad y mesura. Una especie de autocensura de medios. Algo tiene de válida. Pero, más valiosa sería si el gobierno frenara a los departamentos de propaganda de la Fuerza Pública… El daño que a la paz y a las partes les ha hecho la propaganda bélica, sobre todo por los militares, es enorme. Al país le han hecho creer que las guerrillas son un monstruo de maldad nacida en el alma de Satanás. Tolo lo malo que sucede, que es mucho, se carga en la cuenta de la insurgencia, que es larga. Han acuñado un lenguaje propio que machacan y machacan hasta lograr que guerrilla y terror sean sinónimos ideológica y políticamente. Y no quiero decir que la guerrilla sea un ejército angelical. Nadie puede desconocer sus crímenes y la responsabilidad que les cabe en el desangre y por el que tendrán que responder. Pero, nadie puede decir que la guerra la hace sólo la guerrilla. La brutalidad es compartida…La información oficial sobre orden público debe ser controlada por el Ministerio del Interior y no por el Defensa. Permitir que los militares manejen a favor de sus intereses esta arma, por naturaleza civil y política, es aumentar el precio del acuerdo… Si las cosas van en serio, como parecen ir, el gobierno no puede seguir endosándoles esta responsabilidad a los militares que, como es aceptado hoy, pelean por sus propios intereses. No tiene sentido que mientras el gobierno controla la información sobre la mesa de negociaciones, los militares continúen divulgando informaciones amañadas sobre el orden público…”
Por dos razones básicas hemos citado in extenso este escrito de Alfredo Molano. Primera: porque a la paz no sólo le ha hecho daño la propaganda bélica de muchos militares, también la de algunos comunicadores, sobre todo por estas semanas cuando ALGUNOS DE ELLOS se han dedicado a explayar en público el amplio prontuario del Equipo de Negociadores de las Farc. Que sobre los cinco plenipotenciarios recaen 345 medidas de aseguramiento; que su pasado criminal implica delitos tan graves e imperdonables como concierto para delinquir y rebelión y terrorismo y reclutamiento ilícito y enriquecimiento ilícito y secuestro y desaparición forzada; que el menos perverso sería Simón Trinidad con apenas 11 medidas de aseguramiento, pero que, para desgracia suya, se trataría de un negociador inviable, pues está pagando en Estados Unidos una condena de 60 años por su participación en el secuestro de tres norteamericanos.
Entonces, muchos ciudadanos, sencillos y comunes y legales, al leer un pasado así se dirán, ¿cómo negociar con semejantes tipos? Pero, lanzamos la pregunta, ¿para qué ensañarse en ventilar un pasado criminal así cuando es obvio que se va a negociar con personas ilegales que casi no presentan acción alguna dentro de la legalidad?
La otra razón de la extensa cita sobre Los Medios y La paz se encuentra asociada al hecho de que en su escrito Molano hace sugerencias muy importantes de ser tenidas en cuenta en el caso de unas negociaciones en las que, en nuestro concepto, lo estatal militar va a tener mucho peso, como lo expresa la presencia de dos Generales. Entonces, si a los plenipotenciarios del gobierno se les va la mano imponiendo muchas condiciones para “el otro” pero muy pocas “para sí” o exigiendo muchas renuncias sin ellos hacer concesiones, el proceso de negociación podrá traspasar el punto crítico de un nuevo fracaso.
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A partir de lo que hasta ahora se ha configurado como “dado”, en Oslo y la Habana 2 van a hacer presencia tres temas de importancia dominante, pero los dos primeros, de muchos modos, subordinados al tercero,
1. La cuestión agraria;
2. La conversión de la insurgencia armada en una insurgencia civil;
3. El estatuto ontológico de los militares.
En nuestro concepto, los alcances de las reformas acordadas alrededor de la cuestión agraria y la mayor o menor amplitud de las nuevas condiciones para que las FARC y el ELN se transformen, con seguridad de vida y con eficacia política, en un partido insurgente de oposición política, en mucho van depender de que los militares sientan que lo estatal militar y su estatuto ontológico van a salir “bien protegidos”.
Claro que otros temas, por prioritarios o tácticos, se van a ir asomando en el momento oportuno. Entre ellos destacamos, primero, el asunto del narcotráfico: En nuestra opinión, ese escenario no es el pertinente para darle salida a un problema macro internacional, asociado a una Transnacional de las Drogas ilícitas, en relación con la cual- no sé precisamente a cuáles niveles-, las Farc, si en realidad buscan relegitimarse, deben aceptar de cara al país que sí han tenido mucho que ver, aunque sea para financiarse como lo están haciendo casi todos los subversivos anti-estatales del mundo actual. De todas maneras, si el la actual negociación se hace exitosa, los exfarc, podrían contribuir, ya lo adelantaron en el Cagúan, a construirle salidas alternativas a ese complejo asunto. Segundo: Sobre si el cese al fuego es un prerrequisito para negociar o no negociar. Ya lo precisamos en el anterior Atisbos, esa posibilidad se encuentra condicionada- más allá de las bondadosas voluntades- al estado preciso actual del conflicto interno armado. Por ahora he destacado la siguiente hipótesis: la primera etapa, la pre-negociación, la del proceso OSLO HABANA 2, formalmente duró casi medio año y durante ese tiempo, sin salirse de la Mesa, y no obstante los duros golpes que de parte y parte se dieron , no se levantaron de la “ELLA”.
Por lo tanto, el problema del cese al fuego no se puede discutir en el vació sin ese referente del estado actual de la guerra interna el país.
Y TERCERO: acerca de si más allá o más acá de los cinco Acuerdos formales de la Habana 1, algunos puntos importantes se quedaron sueltos, otros dos temas con seguridad se plantearán de entrada: el tiempo de duración de los diálogos y los alcances de la participación ciudadana. En relación con lo primero, por razones distintas- al gobierno porque con los problemas de oposición uribista que arrastra, no quiere darle muchas largas al asunto y a las Farc porque, si se avanza en construcción de acuerdos básicos, quieren verse muy pronto jalonando procesos sociales legales- con seguridad que estos diálogos serán un asunto de no mucho tiempo. Y en cuanto a lo segundo, el asunto de los alcances de la participación ciudadana, por lo menos para las Farc si será un asunto central. Al respecto ya se han insinuado muchas propuestas siendo la más importante el que los acuerdos básicos se lleven a un referendo.
De todas maneras, no es gratuito el que a quince días de la reiniciación del proceso en Oslo, La Revista Semana haya dedicado su último artículo central sobre la paz a ese asunto de lo estatal militar .Por eso lo tituló así: “LA PAZ…!ARR! Contrario a lo que muchos creen, la fuerza pública puede ser la gran beneficiada del proceso de paz que comienza. SEMANA explica por qué.”
Empieza el artículo destacando que para bien- los golpes a las figuras más prominentes de las guerrillas- o para mal – los falsos positivos, por ejemplo-, la Fuerza pública ha tenido un papel protagónico en la última década y que por eso muchos se están preguntando “cuál va a ser el verdadero papel de la fuerza pública en este proceso. Y sobre todo, qué impacto puede tener el resultado de esta negociación sobre la tropa y sus comandantes.”
A ese respecto planteó,
“Mora y Naranjo son voceros de los que aún siguen con el traje de fatiga… Y el tercer frente, y tal vez el más crucial, es el de la estrategia jurídica. La atención a las tropas por parte del gobierno ha estado milimétricamente calculada. Los militares hace tiempo están molestos porque un convenio firmado en 2006 privilegió la justicia ordinaria sobre la penal militar. En otras palabras, este convenio acabó con el fuero que tenían… El expresidente Uribe reconoció el error hace unos meses al decir en un twitter que decisiones de su administración ‘de buena fe …pudieron debilitar el fuero militar’. La incertidumbre creció cuando en 2009 la justicia ordinaria comenzó a condenar a los militares” (al General Jaime Uscátegui a 40 años por la masacre de Mapiripán, al Coronel Plazas Vega por el Palacio de Justicia y al General Rito Alejo del Río por la muerte de un campesino en el Chocó). “El temor se fue acumulando y una encuesta hecha a los miembros de las Fuerzas Armadas en 2010, reveló que para el 85 por ciento de los 5000 uniformados consultados, el principal temor era terminar en la cárcel por participar en combates en contra de la guerrilla. Con estos antecedentes no resulta extraña la insistencia del gobierno en buscar darles garantías jurídicas a los militares. Por una parte, logró incorporar en el Marco Jurídico para la Paz un artículo en la Constitución que obliga a darles un tratamiento diferenciado poniéndolos en un nivel distinto de la guerrilla y de los paramilitares. Ese marco tendrá que ser reglamentado por una ley estatutaria. Y por otra parte, el gobierno hace unos días fijó como prioridad para el Congreso para este semestre resolver un tema que tenía en ascuas a los militares desde hace seis años: el del fuero militar. En el caso del fuero no ha habido tal vez momento político más apropiado para que sea debatido y aprobado. Con el anuncio de la negociación con las Farc todo cambió. La clase política y los opositores tradicionales estarán más dispuestos que nunca a darles beneficios a los militares…Como si fuera poco, la semana pasada el ministro de Defensa anunció que también se radicará el proyecto de la ley estatutaria que desarrolla el fuero militar. De cómo salga esa norma dependerá que casos como los falsos positivos e incluso apelaciones de militares condenados por la justicia ordinaria, podrán ser revisados”. (Importa recordar que 1.900 militares se encuentran privados de la libertad, de los cuales 200 son oficiales, 370 suboficiales y 1.300 soldados profesionales).
Bueno, si en este caso también hemos citado in extenso a la Revista SEMANA es porque en nuestra opinión este tema será central y prioritario en los debates que se llevarán a cabo en Oslo y en Habana 2. Aún más, mucho de lo que se acuerde en la Mesa dependerá del tratamiento que se le otorgue a lo estatal militar. En este caso no se podrá hacer caso omiso ni de una realidad ni de una idealidad. En cuanto a ésta, el DIH debe cubrir las conductas tanto de las farc como las de los soldados. Y en cuanto a lo primero, al mundo de las realidades, no se podrá olvidar que los Generales son parte de un Estado de derecho mientras que los guerrilleros, como subversivos ilegales que son, vienen de un mundo de luchas en contra de él. Precisamente por eso se sentarán a tratar de resolver esa enorme y real contradicción.
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