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          ECONOMÍA Y DESARROLLO

         

                

                 DESARROLLO HUMANISTA

         

Bruno Peron

En 1990 un grupo de economistas asiáticos creó el concepto de “desarrollo humano” y formuló la primera edición de su Reporte en el ámbito del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), un órgano de las Naciones Unidas (ONU). La frase que fundó este nuevo concepto fue: “Las personas son la riqueza real de una nación”.
El desarrollo debería enfatizar así a las personas, y traerlas al centro del proceso de transformación de la sociedad en los debates y en las políticas económicas. En la visión del paquistaní Mahbub ul Haq, fundador del Reporte, el objetivo básico de este emprendimiento es ampliar la escogencia de las personas.

El economista hindú Amartya Sen, a su vez, declaró que “desarrollo humano” es “avanzar la riqueza de la vida humana, en lugar de la riqueza de la economía en la que viven los seres humanos”. A partir de entonces, el concepto de “desarrollo humano” no se aplica solamente en las investigaciones anuales del PNUD, sino también en varios contextos nacionales alrededor del mundo, esto es, inspira a gobiernos en varias áreas.

Estas ideas servirán de punto de partida para una reflexión más amplia e inclusiva del concepto de desarrollo, a fin de elucidar formas alternativas de transformar los países en función de algo más que la utilidad materialista de las mercaderías. Uno de los argumentos favorables a este cambio paradigmático se refiere al desafío de reducir las desigualdades anteriores a la creación del Reporte.

Lo que constituyó el paradigma de “desarrollo humano” en la década de los 90, que fue tomada de los preceptos neoliberales, ciertamente difiere de lo que hoy significa, ya que se trata de un concepto dinámico, condicionado a la medida de la transformación que provoca en las sociedades.
El PNUD declara que, aún en los países que enfrentan condiciones económicas adversas, la mayoría de las personas vive con más salud, longevidad, educación y acceso a bienes y servicios. Comparativamente el concepto similar de Índice de Desarrollo Humano (IDH) clasifica a los países de la ONU en función de criterios como expectativa de vida, nivel educativo y renta real (no per cápita). En él, las desigualdades asumen otras proporciones.

En 2010 el Reporte de Desarrollo Humano cumplió su vigésimo aniversario. En el prefacio de la edición de ese año, Helen Clark, directora del PNUD, declaró que “el desarrollo humano nacional debe ser medido no simplemente por la renta, como ha sido durante mucho tiempo, sino también por la expectativa de vida y por la alfabetización”.
Innumerables han sido los esfuerzos para agregar variables al concepto de “desarrollo” de manera de suavizar que él mismo, a fin de cuentas, desigualó todo lo que hoy intenta combatir y reducir en nombre del humanismo.

La gestación del Reporte de Desarrollo Humano conformó una tentativa de “humanizar” la carga economicista del concepto de “desarrollo”. El riesgo mientras tanto es de que la economía, que en sí encierra también un aspecto de desarrollo humano, pase a fagocitar otras esferas humanas dentro de sus directrices políticas a través de una fachada legitimadora que encubra la reivindicación de un “desarrollo” efectivamente más humanitario. En otras palabras, el aspecto “humano” del “desarrollo” no se debe transformar en otro elemento más para avalar el crecimiento, la renta, la demanda, la oferta, la oscilación, etc.

El concepto de “desarrollo humano” no resuelve todavía el impasse del humanismo como fin en la medida que él redunda en el propio “desarrollo” a despecho de la buena voluntad de sus ideólogos y de las políticas que lo aplican.
Será posible ver con menos desconfianza cuando no sea la economía el campo o la disciplina que nos intente redimir los pecados del “desarrollo”.

* Traducción del portugués: Miguel Guaglianone.