A CORREAZOS
César Hildebrandt
Hay que matar a Rafael Correa. Se ha metido con la prensa.
Hay que darle duro. Vamos, Mario, duro con un palo y duro también con una piedra.
Vamos RPP y su legión de periodistas comprometidos con The Big Money, que es la casa matriz del merengue con mermelada. Mermelada Integra, por ejemplo.
Vamos todos, patriotas, a demostrar quién es Correa. A saber, un cabrón, un homicida frustrado, un verdugo de las libertades, un aspirante a tirano, un tirano a secas, un populista, un sobreviviente de las izquierdas melancólicas, un hereje, un exblanco, un nuevo cafre.
El asunto es pintar a Correa, Mario, con los tintes más negros, Cofradía, con los trazos más sucios, Cayetana, con la indignación del caso, con las condenas más elocuentes, guerrilla liberal, Grandes Hermanos.
¿Pero es así la cosa?
Veamos. El problema de Correa es que se ha enfrentado al poder de la plutocracia que alquila escribidores, sicarios, malandros de la laptop y que llama a eso “libertad de prensa”.
Acaba de morir Público, el único diario español que no defendía el sistema. Lo ha matado la misma bala que amenaza a cualquier publicación no comprometida con los grandes intereses: boicot publicitario, lectoría decreciente, exceso de entretenimiento que pasa por información, frivolización de la prensa.
Decir la verdad no está de moda. Y, además, aburre. Lo que pega es la tiradera de la farándula. Y lo que conviene es estar con ellos, o sea los que deciden quién vive o quién no vive en el mundo de la comunicación con soporte de papel.
Es cierto que Correa es un mandón que muchas veces produce repelencia. Lo fue cuando creó un nuevo impuesto a la importación de papel, o cuando casi festeja el desalojo de la revista Vanguardia, o cuando le cortó toda la publicidad del Estado al diario La Hora.
Pero tampoco es cierto que El Universo haya sido un diario informativo castigado por sus contenidos. El Universo es una cerbatana con curare soplada por la oligarquía ecuatoriana, esa que odia a Correa porque no puede darle órdenes y que aceptaría sin chistar cualquier dictadura de derechas.
En esa redacción el gran señor era Emilio Palacio, un trotskista juvenil que hoy parece un conservador con hepatitis.
Y Palacio no opinó sobre Correa. Lo calumnió, sencillamente. Escribió, textualmente, lo siguiente: “Un nuevo presidente podría llevarlo a una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles”.
De eso se trata el asunto. Palacio no dudó: el presidente había dado una orden asesina. Y todos sabemos que eso no fue cierto. Lo que hubo fue un presidente vejado por un cuerpo policial alentado por la derecha ecuatoriana para empezar así un golpe de Estado. El golpe abortó porque los militares desertaron. La rabia de Palacio venía de allí.
¿Hizo mal Correa judicializando todo y pidiendo una indemnización hollywoodense? Claro que sí. Se dejó llevar por ese narcisismo que le hace creer que es infalible y, de paso, demostró que la judicatura ecuatoriana se muere de miedo ante los arrebatos presidenciales.
Pero de allí a salir a decir, con la SIP y Radio Mambí (domiciliada en Little Havana), que El Universo es la encarnación de la libertad de prensa, hay como 60 leguas de vergüenza.
La economía ecuatoriana creció 8% en el 2011
Ni El Universo es un diario confiable ni la prensa, en general, debiera reclamar estatutos monárquicos para mentir, distorsionar, premiar a sus canes, castigar a los réprobos y difamar a quienes no piensan como ella.
Lo curioso es que Mario escribió un “Yo acuso” mundial, que era mezcla de Zola con Alvarito, justo 24 horas antes de que Correa se desistiera del proceso y solicitara la anulación de las sentencias que lo favorecían.
Al día siguiente, los titulares de la prensa que tiene los propósitos de la piraña y el cerebro de Tribilín fueron increíbles. Correa seguía siendo un monstruo. No tenía derecho a perdonar a nadie porque nadie, China, lo había ofendido, Malena, nadie. De modo que era malo, Raúl, cuando era malo y malo también cuando, Vargas, se hacía el bueno, Canchalla (o como te llames). Porque eso les pasa a los que no se tragan entero el catecismo de los liberales que aplauden la ayuda socialista a la banca podrida pero chillan si alguien habla de un subsidio a los que se mueren de hambre: están condenados al paredón del descrédito hagan lo que hagan.
A Correa lo odian porque es un bocaza, un heterodoxo antipático, un guardaespaldas de sí mismo. Pero cuidado: también lo detestan porque Ecuador, con él, sigue creciendo. ¿Saben cuánto, según datos internacionales confirmados? Pues nada menos que 896 en el 2011. Más que Perú y Chile. Y no lo hizo por el petróleo porque el rubro que más empujó las cifras finales de la medición fue, precisamente, el no petrolero (con el de la construcción a la cabeza).
A mí que no me vengan con futías. No creo en la libertad de prensa manejada por quienes dependen para su bienestar de la explotación, la coima, la licitación con truco, los peritos delivery y la santa burundanga cama adentro. No creo que haya en el mundo actual algo parecido a lo que podría llamarse libertad de expresión. Una Bulgaria del consumo, una Rumania del merengue, un Pacto de Varsovia del Liberalismo Sin Matices deciden nuestra agenda. La libertad, en todo caso, está en la Internet, en la prensa artesanal alternativa, en las dulces guaridas de la disidencia, en las publicaciones insólitas que viven de sus lectores. Como esta, que tiene usted en sus manos.
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