LA DESCENDENCIA DEL SEÑOR INGRA
Luis Geminal Muñoz Salvador
El anciano Sr. Ingra era un personaje famoso en el pueblo. Su figura era habitual en las historias de miedo para asustar a los niños. Nunca había hecho nada malo, pero era casi tan viejo como el pueblo mismo, desde que se conoce siempre ha habido un Sr. Ingra en el pueblo. Un hombre tranquilo, muy educado y silencioso, vivía solo, no se le conocía esposa ni hijos. Su único defecto era esa mirada fría, calculadora y penetrante que dirigía sobre todo a personas jóvenes. El echo de que su ojo derecho fuese blanco y totalmente ciego le daba un aspecto aun mas amenazante. Era calvo, sin barba y siempre había sido así, incluso cuando joven. En el pueblo los niños le temían y se decían de él las mismas leyendas de todos los ancianos de los pueblos, que era un brujo, que su casa estaba maldita, que comía niños…
Pero quien más miedo le tenía era la joven Marta, una chica totalmente común y corriente, pero el ver a aquel anciano le ponía la piel de gallina. El anciano siempre la miraba como un depredador hambriento que ve una comida fácil.
El día de su vigésimo cumpleaños durante el atardecer el anciano la sorprendió a solas en un callejón.
--Martita hija, podrías ayudarme a llegar a casa, estas viejas piernas me fallan --dijo el viejo con un rostro cansado.
Algo en Marta la incitaba a correr y alejarse del anciano, pero el rostro de anciano se veía muy fatigado, su respiración entrecortada y sus piernas temblorosas persuadieron a la chica. Marta se acercó lentamente al anciano.
Al tocar al anciano este reaccionó con movimientos felinos y sujetó a Marta con una fuerza muy superior a la de un hombre normal. Marta intentó gritar pero las manos del anciano sujetaron su cuello cuales garras de acero y ahogaron su voz. Marta abría la boca intentando buscar aire mientras el anciano mantenía la presión sin esfuerzo.
En cuestión de segundos el anciano acercó su boca a la de Marta y la besó. Marta podía sentir un sabor desagradable en su boca, mientras la lengua del anciano parecía deslizarse hacia su esófago, podía sentir cómo se la tragaba. Segundos después las manos del anciano perdieron su fuerza, sus piernas fallaron y cayó al suelo sin vida. Marta al respirar sintió el olor más nauseabundo de su vida, como si algo podrido hubiese estado en su boca, duró unos segundos escupiendo y luego volvió la vista al cuerpo del anciano. Marta fue corriendo a su casa, le contó temblorosa a sus familiares que había visto al Sr. Ingra en el suelo en el callejón. El miedo le hizo omitir lo sucedido.
Desde ese día Marta se volvió una persona distinta, tenía pesadillas y empezó a comer mucho y a subir de peso. Diez años después Marta estaba obesa, su peso era tal que no le permitía caminar mucho. Al cumplir 40 años estaba tan obesa que le era imposible levantarse de la cama y estaba al cuidado de su hermana Raquel. El día de su cumpleaños empezó a tener un fuerte dolor abdominal, no era extraño le sucedía muy a menudo, pero en esta ocasión el dolor era tan intenso que no funcionaban los analgésicos. El dolor aumentaba y su abdomen se distendía rápidamente por lo que su hermana Raquel fue a llamar al hospital para que enviaran una ambulancia.
Al volver a la habitación Marta se encontraba silenciosa, sus ojos vacíos, sus manos y piernas se habían secado y solo se veía una cantidad excesiva de piel sobre huesos. En cambio su abdomen era enorme. Algo empezó a brotar por el ombligo de marta, unos dedos ensangrentados se abrían paso a través de su piel. El aire se lleno de un olor fétido, mezcla de excrementos y carne podrida. Unas manos desgarraron con violencia el abdomen de Marta dando salida a un hombre joven. Raquel quedó petrificada ante tal horror, en cuestión de segundos aquel hombre se había lanzado hacia Raquel, sus manos con fuerza sobrehumana la estrangulaban hasta dejarle sin vida.
Durante un mes solo se habló de dos cosas en el pueblo, primero el misterioso asesinato de Marta y Raquel. Y la llegada al pueblo del nieto del señor Ingra, que al comparar con las fotos, era idéntico a su abuelo.
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