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                        BISTURÍ 500

         

                      DE LA BELLEZA FEMENINA

         

Héctor Peña Díaz

La naturaleza es sabia en repartir sus dones. A unas les prodiga belleza y a otras inteligencia pero con muy rara frecuencia esos dones se elevan en una misma mujer. Si no fuera así, los crímenes de los hombres serían árboles raquíticos frente a las secuoyas que cometerían —contra la competencia desleal— las desposeídas de gracia y genio. A veces a la bella le basta sonreír y dejarse ver, a la fea le conviene la magia y en principio debe trasnocharse de un modo distinto. El feminismo ha vuelto a las mujeres más solidarias entre sí pero la guerra silenciosa y verbal no se detiene. Unos botones de muestra ayudan a retratarla. La prueba reina: elogie de manera desmedida la belleza de una mujer delante de otra. Al tiro, como dicen los chilenos, expresará cosas como estas: pero no se sabe vestir, mírele ese peinado de bruja o como tuerce la boca, etc, etc. Hay hermosas que no deberían abrir la boca y feas que cuando hablan nos hacen olvidar por completo su fealdad Hay mujeres que nos gustan y otras que nos hacen caso, están los dos tipos que mencionaba Wilde: las feas y las que se pintan. Las que no tienen humor y las que lo tienen pésimo. Recuerdo al escritor Álvaro Salom Becerra, quien sostuvo una tesis semejante en una conversación con una dama militante, y si no es por el auxilio del moderador del programa de televisión que detuvo aquella mujer, que echaba espuma por la boca y vociferaba, nuestro querido humorista habría dado con sus huesos al hospital. No hay un canon de belleza femenina, aunque desde las pasarelas y las portadas de revistas quieran imponerlo, lo que existe es una multitud de miradas, tantas como enamorados hay en este mundo. A mi memoria acude una escena de la película Cabaret, cuando Joel Grey, el inolvidable maestro de ceremonias, baila con una mona chimpancé y le expresa su amor mientras la gente ríe a carcajadas, entonces el maestro increpa al público: si ustedes la vieran con los ojos que yo la veo, no se reirían. Así son las cosas y como hay tantas miradas ninguna mujer se queda por fuera de la fiesta. Cada cual puede hacer la clasificación que quiera y ni hablar de las que hacen las mujeres de los hombres. Por ejemplo hace unos días le oí decir a una amiga mía que los hombres como amantes se dividen en dos: el hombre pájaro y el hombre tortuga. Y sacaba sus propias conclusiones: el primero llega más rápido que el relámpago y el segundo no ha arribado todavía. En conclusión, como la belleza es subjetiva, todos estamos condenados a verla y quizá en algún momento a padecerla.

Belleza. F. Ilusión óptica provocada por el alcohol, la soledad o el recuerdo de alguno de nuestros padres.