UNA REVOLUCIÓN LLAMADA STEVE JOBS
Mario Lamo Jiménez
No todas las revoluciones se pelean con armas, no todos los revolucionarios escriben largos libros explicando sus doctrinas. La de Steve Jobs fue una revolución escrita con unos y ceros y sus armas fueron su inventiva y su visión del futuro. Se trató de una revolución tecnológica inspirada en su genio creador que supo mezclar la ciencia ficción de Star Trek y su visión futurista para crear productos que le cambiarían para siempre el rumbo a los computadores, a la música y a las comunicaciones.
Estas palabras que ahora escribo, salen desde un MacBook Air, una de las criaturas de Jobs. Desde que descubrí en los años 90s el primer portátil de Apple, lancé literalmente todo lo que tenía que ver con Windows por la ventana. Microsoft era el pasado de la tecnología, la cuadratura del círculo, la invención de la rueda triangular. Apple representaba la física cuántica, donde una cosa puede existir en dos lugares a la vez.
Steve Jobs fue un verdadero producto de la contracultura estadounidense. Nacido en San Francisco, la ciudad del amor, un 24 de febrero de 1955, de una madre soltera de origen suizo y alemán y de un padre sirio, fue dado en adopción recién nacido. Sus padres no estaban casados y la familia de su madre no aprobaba su relación con el sirio. Según contó el mismo Jobs en un discurso en la universidad de Stanford en 2005, la madre, llamada Joanne Schieble, quería que su hijo fuera adoptado por profesionales, con grados universitarios. La selección estaba hecha, un abogado y su familia adoptarían a Steve. Cuando Steve nació, la familia que lo iba a adoptar decidió que quería una niña y no un niño. Fue así como llamaron a una familia que estaba en la lista de espera de adopción, la familia de Paul Jobs. Ellos adoptarían a Steve, con la promesa de que un día lo enviarían a estudiar a una universidad.
Los padres adoptivos de Steve no tenían una educación universitaria y cuando su madre verdadera supo esto, no quería firmar los papeles de adopción, solo lo hizo cuando ellos prometieron que Steve asistiría a la universidad. Y, cumplieron su promesa.
Steve llegó a la universidad... en medio de la pobreza, dormía en los dormitorios de sus amigos, echado en el piso, recolectaba botellas vacías para obtener los cinco centavos que pagaban por ellas y caminaba cada domingo 7 millas a un templo Hare Krishna para conseguir una comida gratis y nutritiva, aunque fuera una sola vez a la semana. Esto se volvió en una gran carga para él, así que abandonó la universidad sin dejar los estudios. El mismo Jobs recordaba que gracias a una clase de tipos de letra, aprendió la diferencia que había entre las diferentes fuentes, el espacio que se debía dejar entre las letras y los principios del maravilloso mundo de la tipografía. Así fue que, con la ayuda de una experta en estas lides, Susan Kare, creó los tipos de letra que vendrían con la primera computadora Apple, nombrados tras sus ciudades favoritas, Génova, Nueva York, Toronto, Venecia, San Francisco... cambiando para siempre el mundo de la tipografía.
A los 20 años, Steve, y su amigo de la infancia, Steve Wozniak, empezaron el 1 de abril de 1976 en un garaje la compañía que revolucionaría el mundo informático. Jobs la nombró "Apple", en honor a un huerto donde trabajara un día para ganarse la vida mientras estudiaba en Reed College en Portland, Oregón. Antes de iniciar sus estudios había viajado a la India para iluminar su espíritu, y de allí llegó convertido en budista, con la cabeza rapada y vestido a la usanza indú. Durante esa época experimentaría con el LSD, del cual dijo que era "una de las dos o tres cosas más importantes que había hecho en su vida".
Lo que sigue de aquí en adelante es la historia por todos conocida. El genio que un día fuera dado en adopción, eventualmente conocería a su madre y a su hermana, una exitosa escritora, aunque nunca quiso tener nada que ver con su padre. Paradójicamente, su padre y su madre verdaderos sí terminarían casándose y teniendo una hija a la que no le habría de faltar nada y que sí pudo asistir a la universidad, en Berkeley, California, siendo tan exitosa en las letras como Jobs en la tecnología... tal vez Steve Jobs fue dado en adopción en vano y de ahí que nunca quisiera tener ninguna relación con su padre.
Aquel hombre de gafas redondas, que presentaba en bluyines los productos más innovadores del mercado tecnológico, con una sencillez única y un gran dominio del escenario, nunca se dejaría arrastrar por la fama y la fortuna. Al contrario de todas las celebridades, siguió viviendo en un una casa normal, sin rejas ni guardaespaldas, donde los niños podían llegar como a la casa de cualquier vecino a pedir sus dulces en la noche de brujas.
Su pinta era parecida a la de John Lennon, y como Lennon, fue un genio que se fue temprano de este mundo. Así como Lennon revolucionó el mundo de la música, Jobs nos revolucionó el mundo cotidiano con sus aparatos tecnológicos, salidos de una mente estelar que convirtió la ciencia ficción en una realidad cotidiana.
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