Los Gaiteros de San Jacinto,
la cuarta generación, tocan Música del Caribe
en una plaza de guabinas
Anamaría Ayala Acuña
Era principios de octubre, por fin los sanjacinteros tenían una presentación grande, relativamente grande, en la plaza de mercado de Ubaté. Ese domingo no llovió, por el contrario, la tarde estaba iluminada por un brillante sol y el cielo despejado. Para ese entonces se vivían las campañas electorales para escoger alcalde, concejal y gobernador, y uno de los aspirantes a la alcaldía tuvo la idea de llamar a la Cuarta Generación de los Gaiteros de San Jacinto para apoyar uno de sus pilares del plan de gobierno, el fortalecimiento de la cultura.
Ese día fue una extraña combinación. La plaza estaba prácticamente rodeada de casetas de restaurantes, en una vitrina se podía ver los ingredientes de una típica "fritanga", y del otro unos helados de Robin Hood. Cientos de ruidos al mismo tiempo: el grito de la muchacha con delantal de flores lleno de grasa preguntando: "¿Qué le provoca?", el sonido de unos platos que se rompen, el ladrido de un perro, el pito de los buses, el bullicio de los hambrientos y, de fondo, el golpe de los tambores alistándose para la presentación.
El animador del evento presentó al grupo que, por los rostros de desconcierto de algunos, era un total desconocido. Bastó que el tambor llamador diera la entrada con tres golpes, y decenas de cuerpos detuvieron sus acciones y dirigieron su vista a la tarima. Algunos rostros de confusión siguieron igual, pero ya no por el desconocimiento del grupo sino por la novedad del ritmo. Para las personas del campo acostumbradas a la guabina y a la música popular, los ritmos caribeños son un sonido perdido y transformado por las montañas que separan nuestra fría Región Andina del cálido Caribe.
No sólo estaban los ubatenses. También foráneos que pasaban a almorzar a la plaza y encontraron además un grupo musical que tocaba las gaitas y los tambores con calidad. Calidad demostrada en sus gestos, su vestuario impecable: los hombres con camisa y pantalón blanco, pañoleta roja atada al cuello y un sombrero "vueltiao”; la cantante con falda ancha a cuadros, blusa blanca con volados y una flor en el cabello, sabían la forma precisa de tomar los instrumentos y cómo obtener de ellos un sonido fuerte y limpio.
El viernes pasado, a un día de la presentación, los integrantes del grupo musical se reunían en su salón de ensayo para practicar el repertorio. En ese gran espacio todo estaba bien guardado y ordenado. Ahora ellos ya poco ensayan, cada uno tiene sus propias ocupaciones y sólo se reúnen previo a eventos. Justo al frente de la puerta del salón se veía un mueble de tres pisos que guarda decenas de estatuillas y menciones especiales otorgadas al grupo por su asistencia a festivales nacionales e internacionales. Al lado, había unos afiches de los años cincuenta con un título en la parte inferior: “un fuego de sangre pura” y en la parte superior la foto de tres gaiteros con arrugas en su rostro y con una sonrisa tenue. Los modelos del afiche son los fundadores de la leyenda y parecen ser el punto de referencia para los nuevos integrantes del grupo.
Es que estos gaiteros no son cualesquiera, son el reflejo de la inmortalidad de una leyenda creada en 1954, de un grupo artístico nombrado en Colombia y en el exterior como uno de los mejores representantes de Colombia, tal como me contó Juan Pimienta, integrante del grupo y persona muy apreciada por sus colegas. Juan Pimienta Flórez es un hombre robusto, moreno, de estatura media y gran sonrisa, quien divide su tiempo entre las clases que dicta en la Universidad de La Sabana, los Gaiteros de San Jacinto y Los Sones de Guacarimaco, otro grupo de música folclórica.
Juan Pimienta narra la historia de sus antecesores como si la estuviera leyendo:
“Los Gaiteros de San Jacinto nacen oficialmente el 11 de mayo de 1954, en San Jacinto Bolívar en la casa de Miguel Antonio Hernández “Toño Hernández”. Este legendario grupo nace en el momento en que Manuel Zapata Olivella siente la necesidad de incluir en sus danzas un nuevo grupo de músicos que interpretaran música folclórica de la región Caribe, y le recomiendan a estos músicos que vivían en San Jacinto. Zapata llega desde Cartagena y conversa con el director Toño Fernández, el cual reúne a José Lara y Nolasco Mejía, y les comenta la propuesta de incluirlos en la próximas giras. Zapata pregunta cómo se llamarían entonces, Toño le responde que se llamarían Los Gaiteros de San Jacinto”.
Así a secas, una labor y un pueblo unidos en un nombre representativo.
Tan pronto el conductor del evento mencionó el nombre del grupo se escucharon rumores entre el público. Algunos citadinos murmuraban que ellos no eran los gaiteros verdaderos y que todo había sido una farsa, politiquería para ganar el voto. Otros decían jamás haber escuchado a este grupo y no estaban seguros si eran ritmos de la Región Caribe o Pacífica.
Muchos no saben de estos ritmos, no por la dificultad de aprender sino por su falta de interés. Interés que les sobra a todos los músicos, en especial a Juan.
“Yo toco desde hace más de 25 años la gaita hembra, aprendí de los maestros sanjacinteros. Antonio García, Orlando Yepes, Fredy Arrieta, Roberto Guzmán y Nicolás Hernández, sobrino de ‘Toño’ Hernández, me enseñaron a interpretar a mi compañera".
Pero no sólo interpreta la gaita perfectamente, toca todos los instrumentos que hacen los ritmos de cumbia, gaita corrida, porro, puya, fandango, mapalé, paseo y merengue. Sus manos son más grandes de lo normal porque al tocar tanto el tambor salen callosidades que las cubren y protegen. Él tiene una segunda piel más sensible que le permite expresar su pasión por medio de sus manos, toca con tal fuerza el tambor que la tambora, aunque suena más fuerte, no lo opaca.
Pese a esos pocos comentarios negativos la presentación fue un éxito. Eran más las acotaciones positivas que se escuchaban de los que aún seguían sentados comiendo y los que se levantaron para apreciar mejor la interpretación. Hasta hubo una pareja que bailó al compás de la cumbia con un sombrero y una falda imaginarios. Al finalizar la hora, ya el panorama había cambiado un poco. Ruanas y gorras andantes, sonrisas, aplausos y bullicio. Los niños se acercaban a la tarima para tomar una foto con los artistas y sus instrumentos.
En agradecimiento, el alcalde y el candidato a la alcaldía les dieron un certificado de participación, un marco de madera y les ofrecieron un almuerzo típico del municipio: gallina "campesina", papa salada, yuca al vapor, plátano frito, arepa boyacense y Colombiana.
Ya en el bus comentaron sobre el evento, como una autoevaluación de su trabajo. Por un lado estaban satisfechos y felices porque Ubaté conoció su música y con los gestos de amabilidad demostraron que fue de su agrado. Por el otro, comentaron los murmullos negativos.
“Actualmente, los que nos escuchan saben o se interesan por los ritmos que tocamos, pero los que no tienen idea, casi no nos escuchan, aunque si lo hacen se les nota lo poco que saben”
En las palabras de Zoraida, la cantante e intérprete de las maracas, se sintió inconformidad con ese público que escucha por escuchar y critica por criticar sin ningún otro fin.
Carmelo, el intérprete de la flauta de millo, le respondió a Zoraida:
“Es que la gente se confunde mucho. Antes de hacer cualquier comentario deberían entender un poco de donde viene la música de su tierra y que el folclor está determinado por cada región y expresión de los modos y circunstancias locales”.
Juan Pimienta también hizo referencia a otro tipo de confusión que rondaba entre el público y que por cierto han escuchado con frecuencia. La audiencia cree que ellos no son originales y tomaron el nombre de Los Gaiteros de San Jacinto. Y peor aún, creen que plagiaron a la primera generación.
“Es que Toño y Nicolás no pueden vivir para siempre, ahora están muy viejos y no se presentan. Por eso estamos la tercera y cuarta generación trabajando para seguir con la leyenda. Ellos nos transmitieron sus conocimientos musicales. Esos solo se transmiten de padre a hijo o de abuelo a nieto y nosotros fuimos afortunados por aprender de ellos”.
La Cuarta Generación de los Gaiteros de San Jacinto nació en el 2002. En ese año hicieron la primera gira internacional a Ciudad de México, exactamente el 12 de octubre, y se presentaron en el Zócalo capitalino. De ahí en adelante surgieron grabaciones y otras giras internacionales a Europa y Sur América hasta el año 2008, porque en los últimos años los gaiteros no han sido tan solicitados.
Ésta fue una de sus grandes presentaciones, después de todo, de las que escasean en estos tiempos. Algo diferente a presentarse en bares y pasar desapercibidos. La tarde ya no estaba resplandeciente, las nubes grises cubrieron el cielo. El bus siguió andando y ellos se quedaron dormidos, abrazados a los instrumentos.
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