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      BOGOTÁ, ¿FUERZAS DE INSEGURIDAD?

         

                     La innecesaria muerte

               de un joven artista del grafiti

         

Mario Lamo Jiménez

Versiones contradictorias sobre la muerte de un joven de 16, pintor de grafitis, Diego Felipe Becerra, circulan por la prensa.

Según la policía, él habría sido el asaltante, junto con tres amigos, de un microbús de servicio público. Según los amigos de la víctima, ellos estaban pintando grafitis y no eran asaltantes.

Los hechos hasta el momento


Lo único que se sabe a ciencia cierta es que Diego Felipe fue abaleado por la espalda, a una distancia de 1.80 metros, según medicina legal, y que en sus manos se encontraban manchas de pintura, lo cual es consistente con lo que dijeron los amigos de la víctima, o sea que se encontraban pintando grafitis.

El policía alega que le disparó porque pensaba que la víctima portaba un arma y que le iba a disparar. La policía, según sus informes, llegó al área buscando a los supuestos asaltantes de un microbús. El joven emprendió carrera y en ese momento es que le disparan por la espalda. Aquí es donde surgen los interrogantes y las contradicciones de este caso: El joven recibe el disparo, el policía lo recoge y lo lleva hasta a un lugar donde una camioneta lo lleva al hospital. Si el joven portaba un arma, ¿no era apenas natural que el arma hubiera quedado al lado del joven herido? El policía, aparentemente no ve ningún arma porque no la recoge. El arma aparece en el lugar de los hechos, misteriosamente, horas después. ¿Se ha analizado el arma? ¿Tenía las huellas digitales de la víctima? ¿Huellas de pintura, ya que el joven tenía pintura en sus manos? Nada se ha reportado acerca del arma, la última información es que la joven víctima no disparó ningún arma. Además, si los jóvenes fueron los que asaltaron el microbús, ¿por qué no llevaban consigo lo robado aquella noche? ¿Por qué los otros 3 jóvenes no fueron arrestados si eran supuestamente parte de una banda de asaltantes?

Los testigos
El chofer del microbús asaltado asegura que reconoció a Diego Felipe Becerra como la persona que le apuntara con un arma durante el atraco. Sin embargo, su empresa afirma que no se reportó ningún atraco en su ruta. Un pasajero hizo una llamada reportando un atraco en una buseta, el número no correspondía con el número dado por el chofer, supuesto testigo.

Cualquiera que sepa un poco de criminología estará enterado de que los testigos de crímenes, a pesar de que digan que pueden identificar perfectamente a su atacante, en muchos casos han enviado víctimas inocentes a la cárcel. En los Estados Unidos, un 75% de los casos en que los acusados han sido exonerados por pruebas de ADN, habían sido acusados por testigos que juraban que dicha persona había sido el asaltante o el criminal que había cometido el delito.

El "Innocence Project" de los EE. UU. afirma en su sitio Web:

"Las investigaciones han demostrado que la mente humana no es como una grabadora; ni grabamos los eventos exactamente como los vimos, ni los recordamos como una cinta que ha sido retrocedida. En vez de eso, la memoria de un testigo es como cualquier otra evidencia en la escena de un crimen; debe ser preservada metódicamente o puede ser contaminada".

En el caso del supuesto testigo que identificó como su asaltante al joven grafitero muerto, caben dos hipótesis, además de la del chofer y de la policía: Una, dadas las circunstancias del crimen, el chofer del microbús o manejaba o se dedicaba a observar a su asaltante, estaba en una situación de estrés, es posible que su mente ni recordara al asaltante, dice que lo reconoció al ver su foto en un diario. Puede tratarse de evidencia contaminada: su memoria.
Dos: el chofer está dando una declaración falsa para excusar al policía, quien cayó en cuenta del error que había cometido al no solamente confundir a los jóvenes con los asaltantes del microbús, sino además, al haber ejecutado como cualquier matón a sueldo a una víctima inocente en plena calle y con testigos de por medio.

Le queda a la justicia atar los cabos sueltos que llevaron a la muerte injustificada de Diego Felipe Becerra, ya fuera por tratar de huir de la policía cuando fuera sorprendido pintando grafitis o por haber sido un asaltante sorprendido por la policía cerca de la escena del crimen en compañía de sus compinches y que trató de huir. La evidencia hasta el momento apunta a que el joven Diego Felipe Becerra no se trataba de ningún asaltante, simplemente era un joven que dibujaba en las paredes y que estaba expresando su modo de ver el mundo a sus tiernos 16 años. No me cabe en la mente que un grafitero, amante del Gato Félix, combinara sus actividades de grafiti con el asalto de busetas.

De toda esta tragedia quedan muchas lecciones a aprender por parte de nuestra sociedad. Para la policía, sería el momento de capacitar a sus miembros y enseñarles a distinguir entre un crimen serio contra la sociedad y un delito menor que en los EE. UU., por ejemplo, a lo máximo conlleva una multa y la prestación de servicio comunitario. En un artículo acerca del grafiti, publicado en mayo de este año por El Tiempo, citan al coronel Gildardo Pico, subcomandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, quien dice que "dibujar un grafiti no es un delito sino una contravención del Código de Policía": 'Cuando una persona es sorprendida realizando uno, la Policía no puede detenerla. Sin embargo, las autoridades sí están facultadas para obligarla a borrarlo, a dejar el lugar como estaba y a cancelar una multa a la persona o a la propiedad afectadas, cuando existe una denuncia'. Y añade el artículo: "La Secretaría de Ambiente expide permisos para hacer grafitis". Irónicamente, el título del artículo era: "Bogotá, una gran capital del grafiti". Pueden ver el artículo completo en este enlace:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3988788

Para la ciudad, Bogotá, sería una oportunidad para que sus gobernantes expandan los sitios donde los jóvenes puedan pintar sus grafitis sin que sea un crimen, cosa tal que también existe en otras grandes ciudades del mundo, como en Londres, por ejemplo.

Para los padres, es un grito de alerta para que compartan con sus hijos que están conociendo el mundo, lo que todos sabemos acerca de la vida de ciudad: es un medio peligroso, donde los criminales o la policía misma, por error o por negligencia, pueden acabar con sus vidas en el momento menos pensado. Y es un grito de alerta para toda la sociedad para luchar para que la educación ciudadana recaiga por igual en las familias, en las escuelas, en las autoridades y en los gobernantes para evitar más muertes absurdas e innecesarias.

Dos semanas antes de la muerte de Diego Felipe Becerra, Vive.in había publicado todo un artículo dedicado a los grafitis de Bogotá, titulado "Top 10: los mejores grafitis en Bogotá". Pueden ver el artículo en este enlace:
http://bogota.vive.in/arte/bogota/articulos_arte/agosto2011/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR_VIVEIN-10096044.html

el cual dice en uno de sus apartes:

"Ya sea de forma legal o ilegal los grafitis se han tomado la ciudad poco a poco y por esto vive.in realizó un recorrido por Bogotá buscando lo mejor de este arte callejero para realizar el Top 10 de los mejores grafitis, según nuestro portal."

Tal vez Diego Felipe Becerra soñaba con estar algún día en una lista de los mejores grafiteros, como la del artículo, destacado con su firma callejera: "Trépido", un verdadero intrépido cuya vida fue segada inútilmente por esa falta de tolerancia, educación y conocimiento de la ley de los mismos que están encargados de proteger la vida de los ciudadanos de nuestro país, no de asesinarlos por la espalda.

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En 2007, en Ecuador, sucedió algo similar con un joven grafitero de 16 años. Aquí les dejo el enlace para que comparen los casos:
http://alainet.org/active/16671&lang=es