CHAMBÚ, UNA EXPRESIÓN AMERICANA
Édgar Bastidas Urresty
Guillermo Edmundo Chaves, autor de la novela Chambú, y de Oro de Lámparas, libro de poemas, nació en Pasto, en 1909 y murió en la misma ciudad en 1984. Perteneciente a la generación nacida entre 1890 y 1910, su prosa se destaca por una fina y musical vena poética.
Chambú, voz caribe que significa roca, es una novela telúrica, como La vorágine, que narra la epopeya de la integración de la sierra (Pasto) al mar Pacífico (Tumaco), mediante la construcción de una carretera. Los primeros capítulos describen las características y el drama de esa epopeya.
El décimo titulado El sentido de la tierra se ocupa de Pasto desde la fundación española, su paso por la Conquista, la Colonia y la República
Habla del mestizaje, de la herencia, del aporte indígena, de la conformación de un tipo humano “bondadoso, leal, apegado a la tierra y a la tradición, valeroso para la guerra, abnegado para la vida, y heroico para el sacrificio”.
Describe la ciudad colonial, sus casas, sus calles y su tránsito a la ciudad republicana. Se refiere a las costumbres sociales en “esa línea peligrosa que marca el equilibrio del puritanismo y del snob desenfrenado. El alma fluctuando entre el quietismo y la inquietud”.
Hace el registro de las primeras invasiones de tierras ocurridas en los alrededores de Pasto, por parte de los colonos de Miraflores. El movimiento indígena está dirigido a reconquistar las tierras (latifundios) cuya propiedad debe ser de “quien la cultiva y de nadie más”.
Novela y paisaje
Hablar de Chambú, equivale a hablar de una novela de expresión americana, por el contexto geográfico y humano en que trascurre.
La novela parece ser el trasunto de una autobiografía, de una experiencia vivida por el autor. Describe un mundo en el que Ernesto Santacoloma, personaje central de la obra, pone en juego su destino en la búsqueda de nuevos horizontes. Emprende así un viaje formidable por las características de que está revestido, que ha de conducirlo, como en La Vorágine, de José Eustacio Rivera al encuentro y descubrimiento del obsesionante pero temible mundo del trópico, ese “avasallador dominio de la naturaleza, del paisaje, de los espacios inmensos”1.
El paisaje como perspectiva poética y creadora constituye uno de los rasgos más determinantes de la obra. En cuanto hace posible, la visión íntima, descubierta como un subfondo, de “las realidades de su tierra, de su corazón y su destino”.
La contemplación del mar, por ejemplo desde el puerto (Tumaco) cuya conquista marca una de las etapas más significativas de la travesía emprendida desde su lejana Pasto, da pie para hacer profundas meditaciones acerca del sentido de la vida:
“Algunas embarcaciones volvían. Al mirarlas Ernesto le pareció que su corazón era como un puerto también, entre el oleaje de la sangre y de los sueños. Un barco que llegaba, otro barco que partía. Así debía ser quizás vivir en plenitud: abrir el corazón al universo, y dar y recibir algo cada día…Pero él pensó que todo lo había dado; y en las orillas de su anhelo sólo sintió las amarguras del mar” (2).
El paisaje está también presente en la música “que es poesía eterna del paisaje de América” (3); y en la danza donde la figura de la muchacha que baila se confunde con el alma de América.
Hay un pasaje que conjuga la música, el paisaje, el fuego y la danza: "El cuerpo de Gabriela seguía entonces al ritmo de las llamas en el ondear de todas las formas de vida. Parecía que la música naciera de ella y que el paisaje de la raza se meciera en su cuerpo. Luego fue sólo llama…Porque la danza es eso: interpretar la vida a través de la música, y crearla a veces. Ser imagen de toda melodía. Realizar la escultura de la música, y darle al movimiento ritmo de arpegio y lineamiento plástico. Por eso sabe ser creación; y bien puede caber el universo en la curva melódica de las manos que danzan”. (4).
Sería esta una concepción poética del cosmos como la de Gaston Bachelard, un fenomenólogo de la poesía.
La selva se presenta aquí como uno de los aspectos más subyugantes del trópico. Su avasalladora presencia va a ejercer una influencia ciega y fatídica en la vida de los seres y cosas del entorno.
Chambú reivindica a los pueblos de Latinoamérica a partir del valor de la raza y de la sangre, posición que va a coincidir con el pensamiento de Roberto Fernández Retamar en su ensayo Calibán, de tan profundas repercusiones sociales, políticas y culturales.
El final de la novela es dramático y conmovedor. Se ha llegado a la culminación de un proceso vital. Sobreviene para el protagonista una etapa que se debate entre “el ser y el no ser”. El sentido de la vida alcanza alturas metafísicas. Y se plantea la interrogación existencialista: vale la pena seguir viviendo, o se impone el suicidio.
Ernesto cavila y medita. Afronta el conflicto entre la duda torturante que desgarra su espíritu y el encuentro de una última y quizás definitiva esperanza salvadora.
Lo salva la fe. En la vida y en el amor. Lo salva la roca Chambú, frente a la cual se vislumbra el abismo negro y profundo de la muerte. Lo ha salvado la voz secreta pero inteligible de Chambú, la roca que es símbolo de lucha, esperanza y guía por los caminos de América.
Chambú estuvo a punto de ser adaptada al cine en los años setentas pero el proyecto fracasó porque la empresa cinematográfica ofrecía una suma exigua por los derechos de autor.
Conocí a Guillermo Edmundo Chaves en los años setentas, con ocasión de la entrega que le hice de mi artículo Chambú, una expresión americana, que él recibió complacido y agradecido.
Debía tener un poco más de sesenta años, vestía elegantemente, usaba sombrero y saludaba con una venia.
Le había vendido los derechos de autor de Chambú a la editorial Bedout de Medellín que hizo varias ediciones sin citar el número correspondiente, lo que constituía un engaño para el escritor.
En una de las visitas que le hice a su casa me contó que el profesor mexicano Joseph F. Vélez que enseñaba en la Universidad de Baylor, Texas, había escrito cinco ensayos sobre Chambú. Me puse en contacto con él, me envió los ensayos que se publicaron en el libro Cinco ensayos sobre Chambú, como homenaje al autor de la novela, a cuya presentación asistió en 1984 a pesar de su delicado estado de salud, año en que moriría.
Notas
1. Chaves, Guillermo Edmundo. Chambú. p.
2. Ibid. p. 8
3. Ibid. p. 8
4. Ibid. p. 17
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