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                         LITERATURA

                         EVGENII EVTUSHENKO

                NO ESTUVO DE PASO EN BOGOTÁ

      

Rubén Darío Flórez

Evgenii Evtushenko con el fondo de los cerros bogotanos, por entre los anacrónicos pinos de la Santa Fé del siglo XIX, del gimnasio de Nieto Caballero, caminó pausadamente hacia su destino habitual, su recital; llevando sin titubeos sus rebeldes 77 años. Por el sendero me acerco y lo saludo. Responde de manera declarativa en su español ni de aquí ni de allá:

-“No soy gospodín, soy compañero”.

Es correcta su afirmación aunque ignore que en Colombia se cambió el cortés “Señor” por el “Patrón” de ralea narco, como dicen los taxistas bogotanos o los emboladores que captan rápido los cambios culturales de la clientela admiradora del orden narco y sospechosa del desorden anarco que creen ver en el individualismo y el lenguaje díscolo con los estereotipos de la tribu.

El poeta ruso volvía a Bogotá después de su visita a Colombia hacía 42 años., Entonces lo acompañó el escritor nadaista Gonzalo Arango y se hicieron amigos. A Evgenii Mijailovich Evtushenko lo precedía su fama de inconforme, de poeta aclamado en los estadios de su país a comienzos de la década del 60

Su poesía al lado de las canciones intimistas de Bulat Okuddzhava, de los poemas de Bela Ajmadulina y Voznisienski había sido escuchada por miles de jóvenes a la búsqueda de nuevos códigos que los representaran, en el teatro del Museo Politécnico de Moscú en 1961. Heredaron el fervor masivo por la poesía desatado en Moscú con la apertura en 1958 de la estatua a Maiakovski. Alrededor de estas lecturas de poesía, a los pies de Maiakovski llegaron a reunirse hasta 30000 personas.
http://www.youtube.com/watch?v=5n22-EjPFSI&feature=related .

Hoy no resulta fácil imaginar el interés masivo hacia los versos de Evtushenko y de los demás jóvenes poetas quienes con estilo homérico, con gestos teatrales hacían sentir a su auditorio adolescente de estudiantes, obreros, artistas y simples moscovitas, que en aquel año de 1962 cualquier cambio era posible. Que tenían en sus manos el futuro.

La oferta de liberalización que ofrecía Jruchev para transformar el socialismo autoritario de Stalin en un socialismo de libertades se sentía a la vuelta de la esquina, cuando estos jóvenes escuchaban las declaraciones vibrantes con ritmos vanguardistas y palabra cotidianas de los poetas moscovitas de los sesenta.

Particularmente Evtushenko era desafiante en sus poemas y con él se identificaba su auditorio. El poeta recitaba con una inusual libertad que le salía por todos los poros. Evtushenko articulaba con el cuerpo y gesticulaba con versos sarcásticos, feroces y tiernos.

Soy distinto,
Soy el que trabaja,
Soy un vago,
Soy de oriente
Soy obstinado y orientado
No tengo continente,
Resulto incómodo
Se que soy tímido y desvergonzado
Y soy también perverso y bueno.
Me gusta así, que se confunda todo
Que cada cosa dentro de mí esté patas arriba,
Desde occidente hasta oriente,
Desde la provocación hasta la envidia.

La cultura juvenil y underground de la época comenzaba a ser estremecida con el desacomodo de los valores culturales y políticos. Los jóvenes exigían y vivían sus propias reglas. No querían parecerse ni en la forma ni en el contenido, ni en los zapatos, ni el cabello ni en las palabras a la generación de los padres. Era una tendencia que atravesaba París, Moscú, Bogotá, Nueva York, Liverpool.

En el caso de Rusia, Evtushenko se identificaba con una generación posterior a la guerra que fue golpeada por las revelaciones del XX congreso que denunció el culto a la personalidad y los crímenes del stalinismo.

Pero no se trataba sólo de una inconformidad política y social. Evtushenko traía su individualidad, su vida privada a la poesía. Las confesiones del poeta, o más bien compartir con otros, con sus contemporáneos su propia vida en un lenguaje poético sin hermetismos, contribuyeron a su popularidad. Al leer sus versos Evtushenko contaba también la vida de sus lectores contemporáneos sin tapujos y sin lenguaje censurado. Sobre todo en los primeros años de la década de los sesenta.

A pesar de su popularidad Evtushenko debió enfrentar las críticas de la ortodoxia oficial, aunque también se benefició de la pasajera atmósfera permisiva para el inconformismo y la cultura impulsada por Jrushev.

Las lecturas públicas de los versos de Evtushenko y de otros poetas fueron permitidas en las veladas multitudinarias en el auditorio del moscovita Museo Politécnico.
Los grandes recitales en el Museo Politécnico de Moscú en 1962 coincidieron con una liberalización de la libertad de expresión y con la aparición de nuevos poetas muy jóvenes que ponían por encima de otros valores sociales su pasión por la libertad. Los encuentros entre poetas y jóvenes del Instituto Politécnico, sirvieron como escenario para una película documental, “Tengo veinte años”; una historia sobre la amistad, el inconformismo social, los amores y los dilemas de tres jóvenes amigos. En esta hermosa película, con oníricas secuencias en claro oscuro de calles de Moscú, filmada en 1962 sobre los jóvenes citadinos de los sesenta. El director Marlen Jutsiev, (admirado por Fellini) mostró la rebeldía y las dudas de los jóvenes soviéticos de entonces. Descubrió que sin proponérselo, inconscientemente crearon su propia subcultura, que sus impulsos iban sin aceptar las reglas, más bien creando las propias. En la película los jóvenes escuchan jazz, (todavía no ha empezado el vértigo del Rock), se enfrentan a problemas existenciales en medio de borracheras, inventan de manera anárquica su libertad, su propio juego, transgreden y se reconcilian. A un espectador de ahora le puede parecer extraño o ingenuo, que estos jóvenes mezclen reflexiones angustiadas sobre la historia de su país con sus dilemas amorosos. Que intenten resolver el sentido de la vida caminando en la madrugada y en la noche por las calles de una ciudad maravillosamente representada por la fotografía.

http://www.youtube.com/watch?v=PmbXG6bR3nY

Video

La película fue censurada por el mismo Jrushev. Sólo fue exhibida en 1965, tres años después de su filmación, y fue vista por 8 millones de espectadores. Las lecturas de los poetas en el politécnico, incluyendo las de Evtushenko, que fueron un símbolo de la subcultura juvenil se integraron a las escenas de la película. De esta manera el cine contribuyó a divulgar el talento poético de Evtushenko, su histrionismo como lector de su propia poesía.
Con tan solo veintinueve años Evtushenko y su poesía hicieron parte del lenguaje rebelde de los jóvenes soviéticos urbanos en 1962, cuya subcultura mostró por primera vez la película Tengo Veinte años. Lo hizo conocido en occidente, pues en Venecia en 1965 el film recibió el premio especial del jurado y fue nominada al león de oro del mismo festival.

Evtushenko es inconfundible aún antes de que se transforme leyendo sus versos. Cuando lo saludé unos minutos antes de su recital, como amuletos, de sus manos centellearon las pulseras metálicas incrustadas con gruesas gemas siberianas. Aunque el poeta está viejo, pule como Kaldun siberiano sus conjuros para estremecer y provocar la catarsis que experimenta junto con su publico. El kaldun Evtushenko sabe de memoria del corazón, los procedimientos y los ensalmos del ritmo, de los gestos con el cuerpo, de los sonidos de la voz.
Algunos han juzgado a Evtushenko por lo que cree cuando opina. Para mí esto puede ser interesante pero no determina esencialmente la relación con su poesía. Cuando se apaga el ruido de una época queda el sonido del poeta. Y éste sonido nos impregna de su lenguaje, de su mente, de sus amores y fobias. Un poeta puede creer en muchas cosas, en los generales mexicanos contrarios a Zapata como Porfirio Barba Jacob, o en la transubstanciación como Lezama Lima. Evtushenko creía en la URSS, en un destino de esperanza, así como el poeta Horacio creyó en la gloria de Roma. Pienso con Pushkin, que los poetas que no creen hacen vacía su suerte. En palabras del gran Pushkin “no hay verdad donde no hay amor” Y la poesía se nutre de los mitos que dan origen a la pasión y al lenguaje. La poesía está donde encuentre belleza, humanidad, amor y ritmo. Podemos compartir o no aquello en lo que cree el poeta, lo esencial es la poesía y su desacuerdo fundamental con la trivialidad que aplasta al individuo.
La llegada de Evtushenko en Bogotá no fue trivial. Apareció caminando a su recital junto a los cerros, con una chaqueta que rezumaba colores vibrantes y con pantalones pintados por un artista vanguardista. Su mano mostraba un anillo con una gema negra. Evtushenko se apoya a veces en un bastón, cuya empuñadura tiene talladas las fauces cerradas de un dragón, con estos talismanes va creando su propio espacio. Su cuerpo habla de manera estrepitosa, provocadora. Está expuesto como un signo para ser descifrado. Pero cuando el poeta subió a la escena fuimos testigos de un modo de leer poesía que juntaba el cuerpo y la palabra. Su poesía es una acción teatral. La comunicación del poeta con sus lectores-oyentes, empieza sin traducción, él mismo se traduce al español que aprendió en 1967 en Chile recorriéndolo desde Antofagasta a Tierra de Fuego, con su amigo Neruda. Evtushenko inició su recital en el Gimnasio Moderno, recordando una idea suya sobre las fronteras: - “las fronteras son las cicatrices de las guerras”- dijo., evocando cálidamente su amistad con Gonzalo Arango que también a su manera no dejó piedra sobre piedra de los hábitos poéticos de entonces. Evtushenko estaba nostálgico en esta mañana bogotana de julio. Recordó cuando fue expulsado a los 23 años del instituto de literatura de Moscú por mostrar su público desacuerdo con el veto oficial sobre la novela de Dudintsev “No sólo de pan vive el hombre”. Volvió a contar la tristeza y la indignación que hizo públicas cuando se enteró de la entrada de los tanques soviéticos a Checoslovaquia.
Evtushenko arrancó su lectura transformándose en un poeta que toma la imagen del picador de la corrida. Leyó con su propio acento ni ruso ni chileno un poema provocador dirigido al torero. El que se juega la vida no entrega a cualquiera su triunfo, “Torero muchacho, no entregues tu triunfo al palco del gobierno”. La lectura convirtió a Evtushenko en un poeta oral que nos envolvió con su magnetismo. Lo que transmitió Evtushenko no era un significado, era la pasión de la esperanza obstinada, que perdura en el tiempo, que te atrapa, era la esperanza del amor que no conoce fronteras, de la rebeldía que está en el alma de cualquiera sea empleado anónimo o modelo de revistas de farándula. El amor es una clave para desafiar a la muerte o a la tristeza, así lo fue diciendo el poeta mientras se despojaba de su chaqueta vanguardista y quedó en mangas de camisa blanca como la nieve de Siberia, donde el poeta de niño iba a la escuela pegada a una remota estación de trenes.
Si la poesía transforma a sus obsesionados, esto ocurrió en esta mañana bogotana. Me acordé del poema de Kavafi que pide un filtro de hechicero para devolver la belleza de la juventud. A Evtushenko le bastó la poesía para regresarnos la belleza perdida. A sus 77 años el poeta retornó a su adolescencia, para traer nuevamente a la memoria y al cuerpo su primera experiencia erótica, con una campesina siberiana que lo llevó de un manotazo tierno a los laberintos del sexo, del amor y la nostalgia. Hubo una conexión de todos con una belleza extraña, elemental a través de las palabras del poeta. Por el arte de la poesía el poeta nos devolvió la belleza de dos cuerpos y el amor de comunión de las sectas de Siberia. El Kaldun de la poesía consiguió trasladarnos a una esfera de nostalgias extraviadas, de indomable esperanza:
“¡Cierra tus desvergonzados ojos!” y te lanzaste sobre mi
como un ángel tierno de los bosques silvestres de Siberia,
sobre tu desamparada camisa color caqui,
tu sostén negro de duelo,
sobre unas botas de soldado.
Me desnudaste con unas manos hambrientas de amor,
yo estaba ruborizado y lleno de vergüenza,
pero me ayudaste a no quedar mal
y entré en ti como en la eternidad.
Tú te habías olvidado cómo abrazar a un hombre.
Tu esposo, un soldado, lo habían matado hace cinco años.
Mientras me abrazabas cerraste los ojos,
quizás tratando de acordarte de él. (Traducción del inglés de Javier Campos)
Fue este lenguaje coloquial, con el léxico de la calle y metáforas cotidianas que atrajo a Nicanor Parra. El poeta chileno, por sugerencia de Neruda, tradujo en 1966 los versos de Evtushenko, un año antes del recorrido que hicieran el poeta de Siberia y el poeta de la Isla Negra a lo largo de Chile. Este mismo amor por la libertad y esta tozuda independencia que compartía con Neruda y que le ha costado a Evtushenko envidias y ataques, fue reconocido por la Presidenta de Chile Michelle Bachelet, quien el año anterior le otorgó en el Palacio de la Moneda la orden al mérito Bernardo O Higgins, en el grado de gran comendador. Al entregársela la presidenta chilena expresó: “amigo de tierras lejanas, que ha sostenido la bandera de la poesía, que es sin duda la bandera de la libertad”.
Cuando el poeta Evtushenko terminó su recital, su camisa blanca estaba empapada de sudor y nosotros en silencio. Se escuchaba en la sala su respiración agitada. Había regresado, como él lo advirtió, a su modo de actuar de la juventud, o de encarnar leyendo sus poemas: el rostro comunicaba sarcasmo, de pronto se empecinaba en un diálogo tierno y franco con todos nosotros, a veces su cara era como la de un kaldun airado, o adquiría la dureza apasionada de un revoltoso callejero. Como si se tratara de una confesión después de cuarenta y dos años de ausencia y quisiera aprovechar hasta el último segundo. Alguien le pidió que leyera en idioma ruso y él contestó, -No he visto a mis amigos hace cuatro décadas, quiero hablar con ellos-. El poeta se sentía entre dos amores como lo dice en este poema que traduje del ruso, mientras escribía esta crónica:

Acaso ardiendo todos los amores despertaron en mis labios,
Acaso las camisas como banderas de adiós saludando desde un patio
Me hacen volver a una noche blanca de tentadora desnudez,
No se va uno de un amor querido a otro amor perdido.
Como si por momentos naufragara el alma en sus tinieblas,
Como si por momentos el alma quedara deslumbrada,
Como si llegara una noche blanca, como si susurraran alas.
No se puede vivir sin amor pero como vivir con dos
Que se embisten de madrugada como barcos en la neblina de repente.
Los dos amores esconden un regalo con un fondo de abismos,
Acaso sean como un rayo que estalla en la ventana,
Con un tizón encendido partiendo en dos la cama,
Convirtiendo en basura cartas de antes tan amadas.
Dos amores acaso traigan la guerra o quizá llegue el amor,
Dos amores son un imposible, será verdugo uno del otro,
Dos amores como dos piedras que se irán contigo al fondo,
Me da miedo querer pues tengo hace tiempo este amor.
El poeta Evtushenko salió apresuradamente de la sala. En una hora tomaría el avión de regreso a Moscú. Alcanzó a tomarse algunas fotos con los asistentes y con Dora Franco la modelo de Medellín, su amiga de hace casi cincuenta años. Un aire de juventud envolvió la expresión de ella, mientras escuchaba leer a Evtushenko el poema de su amor adolescente en Siberia.
Me acerqué al poeta, le dije unas frases en ruso, él preguntó cuál era mi nombre: -Rubén- respondí; Evtushenko me habló entonces en idioma armenio, mientras yo le entregaba mis traducciones de Anna Ajmatova. Guardó el pequeño libro blanco de Ajmatova, en una pequeña cartera que llevaba alrededor del cuello cayéndole sobre el corazón. Las palabras que me dijo fueron: -. Gracias-, en el idioma del Cáucaso.

 

A
Aunque

 

 

 

En los años sesenta