PAROXISMO DE ESPERANZA
Bruno Peron Loureiro
a proclamada “libertad” es quien permite que algunos países jueguen con naciones enteras como si estuvieran jugando al póker, inclusive con el recurso del bluff. De forma pueril nos hacen creer que si la partida no acaba bien, basta con volver a dar las cartas.
La negligencia con naciones soberanas, así sean pequeñas e islámicas, es típica de los dominadores con caras de piedra que, al estilo de los norteamericanos que creen dominar el mundo, fustigan por ejemplo a Irán, imponiéndole sanciones deletéreas e imprudentes.
El mensaje es cada vez más claro para los desprevenidos, o usted está del lado de la pandilla que controla el mundo –el Consejo de Seguridad de la ONU es el ejemplo- o usted es un enemigo a ser eliminado. ¿Quién soporta tamañas impertinencias en los tiempos actuales?
Entonces surgen algunos estadistas para frenar esta horripilante tendencia de canalización del mundo, como Chávez o Lula, que a pesar de que hablan como cualquier ser humano, son idóneos y están munidos de una eficiente asesoría en relaciones internacionales y política exterior.
Seguido de las falsedades, llegan los hechos moralizadores. Por eso la crítica al neoliberalismo, la consideración de varias cosmovisiones inéditas y la atención a los grupos humillados históricamente en América Latina, son fenómenos que alcanzan la mayor intensidad.
No confundamos globalización con occidentalización del mundo. El primero es un proceso que ha acortado distancias y permitido el contacto y la instantaneidad y el intercambio entre diferentes y diversos, mientras que el segundo es la Doctrina Monroe que no termina de morir.
En una reciente reunión en Quito, la capital de Ecuador, los jefes de estado de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) continuó con la labor de formación de un Parlamento que reforzaría las instituciones de este mecanismo de integración, mientras se fortalece el Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE) cuya moneda intenta sustituir al dólar, al menos en las transacciones de los Bancos Centrales sudamericanos.
Mientras la atención mundial se desvía al supuesto riesgo de desarrollo del programa nuclear del gobierno iraní, cuyo país alberga las riquezas culturales de la antigua Persia, pocos se incomodan al parecer con que los Estados Unidos se imponga a medio mundo.
En América Latina las cosas se toman tan en serio, que en la temporada de Copa del Mundo el Brasil se para, a fin de que todos puedan asistir a los juegos de su selección. El comercio y la industria cierran sus puertas, prácticamente todos los hogares entrelazan los televisores para acompañar a las estrellas futbolísticas corriendo en el campo. Hasta quien detesta el fútbol se viste de un nacionalismo insólito. Sin embargo a lo largo del año, la expresión brasilera es de lamentación.
Poco se habló de una manifestación pacífica de sudafricanos que habían sido contratados temporalmente por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) y que fueran reprimidos violentamente por la policía del país sede del campeonato. Ellos protestaban por el no cumplimiento del acuerdo salarial con la FIFA, que les pagó menos de lo prometido.
Los organizadores intentan ocultar estas atrocidades del evento, que tiene una absurda fuente de ingresos a través de la boletería, la publicidad y los derechos de transmisión. No es novedad que la Copa del Mundo es un negocio altamente lucrativo.
El gusto por el fútbol, como el que se puede tener por cualquier deporte, es saludable, pero los corsarios hambrientos de ganancias no conocen límites. Todo lo que buscan es vivir como príncipes a cuestas de un pueblo bestializado, dopado por sus “cracks” e “ídolos”.
Mientras tanto, al otro extremo de América Latina, México es el escenario de una guerra sangrienta contra el narcotráfico, que tiene diariamente episodios de genocidio y otros crímenes bárbaros de personas envueltas en el tráfico de drogas.
La cultura del dinero a cualquier costo, tan propia de las tendencias “occidentalizadoras”, ha logrado sus víctimas en el mundo entero, como el masacrado pueblo agfano o la mutilada soberanía iraquí, o ahora la sentenciada nación de Irán.
¡Cuánta injusticia! Todo lo que hacemos es llenarnos de esperanza. Hagamos las cosas diferentes.
Comencemos por la acción a negarnos a los impostores de la evolución humana.
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