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        COLOMBIA: ELECCIONES 2010

         

            UN MOCKUS ANTIMOCKUSIANO

          

Humberto Vélez Ramírez

Está tambaleando nuestra posición inicial fijada en el Atisbos 113, “Un voto crítico, no antimockusiano, por el Polo”, vale decir, un voto crítico por el Polo en la primera vuelta y otro voto crítico por Mockus en la segunda. Y está tambaleado porque, a sus virtudes y limitaciones, Mockus ha agregado ahora una grave y enorme incoherencia, se ha vuelto antimockusiano.
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Todavía no ha accedido a la presidencia y ya, por razones electoreras- y quizá por otras de convicción que no explicita ligadas a la precariedad de su programa social y a la falta de una posición propia sobre el conflicto armado- Mockus ha renunciado a un principio angular de su apuesta (presumiblemente) pacifista que señala, como él mismo lo ha reiterado, que en la vida democrática no existen enemigos sino adversarios. El síndrome del enemigo, heredado de la Seguridad democrática, ha mostrado sus cuernos en el horizonte de sus ideas.

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Recogiendo escritos y declaraciones aisladas, por tres razones centrales, Mockus ha descartado una alianza con el Polo, primera, por incompatibilidad de posturas programáticas, segunda, porque una importante fracción de sus seguidores ha rechazado la posibilidad de esa alianza, y tercera, porque, dijo Mockus, le cuesta trabajo aliarse con “alguien que va tan en contra” de su pensamiento. Claro que, al respecto, precisó, “no es que Petro esté invitando a que haya más violencia, pero sigue teniendo teorías que, de algún modo, directo o indirecto, justifican la violencia”. O como dijo en Manizales el 11 de mayo, “no haré ningún tipo de alianzas con el Polo porque hay fuerzas en ese movimiento que todavía no han roto lazos con la subversión”.

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Nos deja pasmados, para empezar con lo menos grave, que un intelectual como Mockus-quien siempre ha dado muestras de seguir la tradición de manejar la coyuntura inscribiéndola en miradas de mediano y largo plazo- nos salga ahora con una tesis que a su ahistoricidad, agrega una buena dosis de incoherencia lógico práctica.
Veámoslo de modo rápido.

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En el caso de nuestra sociedad, la izquierda, como realidad pero también como representación social, siempre ha estado asociada a la violencia subversiva en particular. Hace media década cuando escribí un Atisbos en el que preguntaba qué es ser de izquierda en la Colombia actual, muchos ciudadanos, jóvenes, sobre todo, sorprendidos por mi escrito me preguntaban si para ser de izquierda no era una condición el apoyo a las guerrillas. A las derechas, como contraste, les ha acaecido un fenómeno distinto, el grueso de ellas en la realidad histórica ha sido violenta pero por la intimidad de las personas ha transitado como pacifista.
Desde el Bernardo Jaramillo que tuve como alumno en la Universidad de Caldas a finales de la década de 1970, miles y miles de colombianos iniciaron un proceso, zigzagueante pero efectivo, progresivo pero vigoroso, de clara ruptura con las armas como método de lucha iniciando, en simultáneo, un proceso de construcción de democracia radical como objetivo de la acción política y, al mismo tiempo, como estrategia central de combate.
Ha sido éste el hecho histórico que Mockus ha pasado por alto con su intelectualmente superficial declaración.
Por otra parte, si examinamos la historia del régimen político colombiano, en el que el centro derecha ideológico ha predominado, podemos observar que, por primera vez, una organización que se ha reclamado de la izquierda, ha logrado permanecer en él por más de una década aunque sitiada en lo ideológico , simbólico y práctico por el establecimiento y con sus relaciones en permanente crisis con las guerrillas no obstante su decidida voluntad por terminar la violencia subversiva mediante una negociación política.
He ahí otro hecho histórico que Mockus ha pasado por alto con su políticamente ligera declaración.
Y para no sobreabundar no olvidemos que al mismo Bernardo Jaramillo un Ministro le puso una lápida sobre sus espaldas cuando en público lo acusó, a él que estaba liderando la ruptura con las armas, de estar propiciando la línea de “todas las formas de lucha” inventada por las ultraderechas colombianas.
He ahí otro hecho histórico que Mockus ha pasado por alto con su irresponsable declaración.

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Pero, resignifiquemos esos hechos históricos desde otro contexto, el de la relación de los Verdes con su variopinta masa de seguidores. De acuerdo con el “Estudio Mundial de Valores” Colombia, en masa, puede ser considerada como una de las sociedades más conservadoras y tradicionalistas del planeta-tierra; sólo en la última década se estaría presentando una notoria ruptura entre la gente joven, entre esa cohorte policlasista de la generación del internet, abierta al discurso del desarrollo sostenible y golpeada por la crisis de la naturaleza como realidad y como cultura. Pues bien, existiría así un soporte empírico para afirmar que esa masa conservadora, que Uribe sensibilizó en sus intimidades para legitimar su opción de reguerra, en lo básico ha sido la misma que los Verdes han venido aglutinando en ardoroso apoyo a una apuesta que, condensada, puede ser caracterizada como el “Programa del no todo Vale en la Seguridad democrática”. Y , diseccionada en sectores, en esa masa hay de todo: ecologistas en procura de construir un programa; un millón de votos de opinión que, conquistados antes por el Polo, se fueron en busca de otra opción; uribistas decentes y moderados; irritados con la corrupción galopante del “octoenio de Uribe”; miles de ciudadanos entusiasmados con los discursos de ciudadanía, legalidad y moral; pero también hasta los Verdes han llegado millares de personas que en el pasado apoyaron a los “paras” como un “mal menor y necesario” ; allí están también muchos que coquetearon con Mancuzo, Jorge 40 o Don Berna; y no faltarán también muchos que en el pasado ejercieron y ahora continúan ejerciendo la violencia ya como dispositivo sostenedor de los poderes institucionales macros ya como dispositivo reproductor de la bárbara inequidad social que caracteriza a la sociedad colombiana.
Supongamos que, tal como ha sucedido con el Polo, Mockus rechace las alianzas con los exjefes paras o con el Pin pues, al fin y al cabo, se trata de organizaciones de dudosa limpieza en materia del ejercicio de la violencia. Sin embargo, una persona como él, a la manera de Uribe, no puede salir con el cuento que no está en sus manos impedir que los miembros y simpatizantes de de esos grupos voten por él. Por lo menos, en nuestro concepto debería rechazar públicamente esos votos, decirles en la cara que, por espurios y sanguinolentos, rechaza sus votos.

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Pero, dejemos que sea Petro el que le responda a Mockus, “¿plantear, preguntó el lúcido, preciso y directo candidato del Polo, la equidad social es justificar la violencia? Si a Mockus le parece que plantear las reformas que buscan la equidad social es un discurso violento, pues adiós Mockus…Nos vamos solos”.

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Por muy pausado y controlado que hable, a nuestro colega de la academia, cuando se refiere a temas extra, su lindo e importante discurso programático - la Cultura en sus versiones ciudadana, legal y moral- se le dispara y dice lo que efectivamente piensa. Por lo menos, eso ha acaecido en asuntos relacionados con el conflicto armado y el modelo económico y la equidad social. En otras ocasiones, ha dado muestras de falta de sentido del humor. Tola y Maruja, en un excelente chiste, al referirse al Dios-Uribe, dijeron que Mockus era ateo porque no creía en el Mesias antioqueño. Y ahí lo tuvimos dos días parloteando no sobre la relación política y religión, que es lo que debería plantear un candidato, sino sobre sus frustraciones y ventajas por no haber sido fraile.
Por todo lo anterior, muchos simpatizantes del Polo estamos repensando si en la segunda vuelta votamos por los Verdes o nos abstenemos. En las actuales condiciones, lo ideal habría sido un testimonial Voto en Blanco.