INGRATITUD, ENVIDIA Y SAÑA
Darío Botero Pérez
CONTENIDO
Sofismas de la neolengua
Las tarifas de la impunidad
Pasos de animal grande
Proezas del furibismo
Negocios sucios
Contradicciones santorales
Esperanzas civilistas
Méritos personales del líder
Panegiristas incondicionales
Tiempo de la gente
Sofismas de la neolengua
Las explicaciones de Uribe son tan cabalísticas como sus nociones, pensamientos o ideas. Buscan crear la sensación de que entiende cosas que los demás ni barruntamos. Son tan contra evidentes, que no admiten crítica ni él la tolera.
Suele negar cualquier intento de aclaración a sus arbitrariedades, lo cual le han copiado aparentes pero felones clones como Juan Manuel Santos, convencido de que este país es su buque particular y que puede seguir haciendo de las suyas, violando las normas internacionales de convivencia entre las naciones y de respeto a los derechos humanos (Angostura, Operación Jaque, falsos positivos, chuzadas).
La original política emprendida por este gobierno, aficionado a pisotear la Constitución reemplazándola por las arbitrariedades uribistas, se quiere presentar como una “política de Estado”.
Intentan ocultar que se trata de abusos de una camarilla corrupta dirigiendo un Estado anticonstitucional, ilegítimo, criminal, vendepatria, neoliberal, genocida y narcotraficante, cuyos integrantes se han convertido en reos de la justicia internacional, a la cual no pueden engañar con jaculatorias y profesiones de fe, ni hipnotizar ni comprar en Consejos Comunales (¿o Comunitarios?) semanales.
Las tarifas de la impunidad
Mientras tanto, el saqueo a nuestras riquezas naturales alcanza proporciones demenciales con las autorizaciones a los mineros internacionales para que depreden nuestros suelos, los conviertan en desiertos y condenen a la miseria a esos campesinos que Álvaro Uribe considera inferiores y despreciables, simples peones alelados con el patriarca de Salgar, tan buen domador.
Por eso, no tiene inconveniente en promover tratados de libre comercio que destruyen nuestro aparato productivo y aumentan escandalosamente el desempleo, aunque las cifras oficiales afirmen lo contrario, pues parece que consideran que el trabajo tradicional no existe.
En consecuencia, lo tienen sin cuidado los cuatro millones de desplazados que ha producido su gobierno, despojándolos de sus tierras, condenándolos al “rebusque” y a producir víctimas de los “falsos positivos” tanto como nuevos guerrilleros y paramilitares.
Igualmente, le son indiferentes las 450 mil familias dependientes de la producción lechera nacional que caerán en la ruina si se aprueba el TLC con la Unión Europea, lo cual hasta los más fervorosos defensores del Supremo le están criticando.
Su antieconómica y ruinosa decisión no deja dudas sobre los intereses a los que sirve la gestión de Uribe -otro peón más del neoliberalismo, empeñado en ser el más servil de todos- y confirma la falsedad de sus razones.
Lo que sí registran las estadísticas es el mortal aumento de la inversión extranjera, que Uribe considera demostración de sus éxitos como el cipayo más arrodillado a los potentados extranjeros, el que más les inspira “Confianza Inversionista”, el vencedor indiscutible entre los anacrónicos lacayos vendepatria sobrevivientes.
Al efecto les ofrece toda clase de prebendas, incluyendo la exención de impuestos garantizada contractualmente durante décadas, para ruina del erario y desazón de los nacionales.
También, para que adelanten sus aventuras depredadoras, les cede tierras públicas o expropiadas a sus legítimos dueños, quienes entrarán a engrosar las huestes de miserables que alimentan y perpetúan el conflicto social.
Para nada lo mortifica destruir santuarios naturales, posesiones indígenas ancestrales o nichos ecológicos irreemplazables, desde que los índices de inversión crezcan y sobresalgan en el concierto de los países dependientes.
Lo guía la defensa de los intereses de esos potentados decididos a destruir el mundo en el corto plazo. Espera que así le perdonen sus crímenes y su fortuna personal crezca, como ha crecido.
Esa es la manera como entiende que “Es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación”, como lo ordena el artículo octavo del contrato social de 1991. Así es como defiende la Constitución, perjurando y prevaricando.
Pasos de animal grande
No obstante, los eventuales contradictores internos, tan vulnerables, comprenden que es más saludable callarse o echarles flores al gurú y sus secuaces que exponerse a sus argumentos contundentes, causantes de la desaparición o la muerte. La prudencia aconseja no exponerse.
Es preferible esperar a que los hechos sean tan evidentes e innegables que los culpables no puedan eludir los castigos que se merecen, como vemos que está a punto de pasar si le cerramos las puertas de la continuidad a la república mafiosa, y eludimos las argucias del maestro universal del engaño, J. J. Rendón, gran amigo de José Obdulio y de Juan Manuel, y prenda de victoria del Lobo de Honduras. A su lado, José Obdulio Gaviria Vélez, el primo y consejero estrella del presidente domador, no pasa de ser un aprendiz, y está aprendiendo.
La percepción creciente de que han sido engañados explica porqué nadie reviró, ni se sintió escandalizado por la presunta ofensa al sagrado redentor ni lo apoyó en su exculpación, cuando Uribe se quejó porque los crímenes del paramilitarismo y la parapolítica apenas hayan comenzado a ser perseguidos bajo el gobierno de la “Seguridad Democrática”, lo que desacreditaría su consigna estrella, con la cual reemplazó la seguridad constitucional pactada en 1991 por el pueblo.
A pesar de sus evidentes y permanentes atropellos a los derechos humanos; aunque los falsos positivos, las chuzadas, las persecuciones, las calumnias y los asesinatos de líderes populares y de ciudadanos anónimos no cesan, Uribe y sus huestes insisten en que fueron cometidos antes del gobierno providencial.
Se consuelan sosteniendo que éste logró avances asombrosos para el mundo e increíbles para los colombianos, gracias a que reemplazó la Constitución de 1991 por una normatividad superior y propia, inspirada en las más aberrantes teorías autocráticas.
Y tienen razón en lo referente a los crímenes del régimen, aunque se pifien en lo de los avances, pues el asesinato de líderes populares, ya sean sindicalistas o defensores de los derechos humanos o políticos de la oposición, tanto como las campañas de limpieza social que diariamente le arrebatan la vida a cientos de colombianos, no son nada nuevo.
Desde el gobierno de Misael Pastrana se han vuelto evidentes; y no cesan. Aprovechan que la impunidad ha sido la fiel compañera de las clases dominantes criollas, tanto las tradicionales como las emergentes, desde siempre.
Por eso no se sabe quien mató a Gaitán, o a Carlos Pizarro León Gómez, o a Luis Carlos Galán Sarmiento, o a Jaime Pardo Leal, o a Jaime Garzón, o a Héctor Abad Gómez, o a Bernardo Jaramillo Ossa, o a miles más, en una vorágine de violencia que no cesa… La impunidad es vieja; tanto, que aún no se sabe quién mató a Sucre.
Por eso, que se siga matando gente inocente todos los días no escandaliza a las clases dominantes. Más bien, ofende a los criminales actuales que se los quiera castigar por algo que es ley (o, al menos, privilegio de los esbirros del régimen), porque nace de la costumbre.
Sólo el reclamo de los ofendidos podría lograr que se haga justicia y se detengan los crímenes de Estado.
Es la oportunidad que se nos abre a los colombianos si derrotamos a los candidatos de la república mafiosa, al menos a aquellos cuyos vínculos con ella son innegables. De todos modos, para superarla no basta elegir un candidato que sería ajeno a los capos.
La penetración de la cultura mafiosa requiere una acción cívica decidida y permanente para derrotarla. Pero, al menos, se puede aplazar o hasta evitar que los capos refundadores de la patria consoliden su hegemonía abiertamente criminal.
El caso del jesuita Javier Giraldo, perseguido inclementemente desde hace años, demuestra sobradamente el carácter criminal del Estado imperante. Sus denuncias valientes de los crímenes oficiales, en particular de los genocidios adelantados en sociedad con los paramilitares, son conocidas en el mundo entero, lo cual ha impedido que lo asesinen tan fácilmente como a los campesinos cuyos derechos se empeña en defender.
Pero al recordar que la república mafiosa viene consolidándose a punta de crímenes y toda clase de delitos desde las épocas de la “bonanza marimbera” que floreció durante el gobierno de Misael Pastrana, pretenden ocultar que Álvaro Uribe Vélez, el providencial, realmente está comprometido con la construcción de la república mafiosa desde sus inicios.
Tiene mucho que ver con el auge de personajes como su pariente Pablo Escobar Gaviria o sus compadres Ochoa, cuyos iniciales escarceos políticos giraron alrededor de la consigna de “Antioquia Federal”, tan cara para los paisas.
Por algo, hace años que figura en las listas oficiales de narcotraficantes perseguidos por USA. Pero, a juzgar por los cipayos caídos en desgracia, como Saddam Hussein o el tan de la casa Manuel Antonio Noriega, sus vergonzosas posiciones serviles y el empeño en conseguir el perdón internacional a sus delitos, regalando la patria y oprimiendo al pueblo, pueden no rendirle la impunidad esperada ni le servirán para salir de la infamante lista.
También está íntimamente vinculado con la implementación de las políticas neoliberales en nuestra adolorida patria, como lo demuestran sus antecedentes y la gestión de traición a la patria que ha desarrollado en estos terribles ocho años de depredación.
Proezas del furibismo
A los ojos de Uribe y sus seguidores, en particular los incursos en delitos que temen pagar, tratar de cobrarles sus crímenes es una injusticia que sugiere una especie de conspiración de quienes combaten su genial trípode de la “Seguridad Democrática” y la “Confianza Inversionista”, que estarían validadas por los notables avances en la “Cohesión Social”.
Ésta sería la tercera pata redentora del monstruo medieval con tintes inquisitoriales, cuya gran hazaña ha sido convertir a Colombia en el país más desigual de América, el que presenta las diferencias sociales más profundas, la mayor iniquidad y la guerra civil más prolongada, cuando ya son mínimas las revoluciones armadas en el resto del continente.
No obstante, la “Cohesión social” puede ser, más bien, su gran metida de pata, que invalida toda su gestión y constituye su gran fracaso, en caso de que en su particular semántica “cohesión” no sea sinónimo de “disolución”. En ésta, se desatacan sus evidentes logros en desplazamiento, violencia común, destrucción del tejido social y la célula familiar, enfrentamientos, rapiña, división, delación, recompensas, genocidios, desapariciones, narcotráfico, “chuzadas” y toda clase de felonías y canalladas, que mantienen dividida y enfrentada a la sociedad.
La miserable realidad de las mayorías, tanto como los enfrentamientos entre los grupúsculos de bandidos que lo apoyan, son muestras de sus logros en “Cohesión Social”, según el particular diccionario de la neolengua uribista, que tiende a confundir los significados originales con sus antónimos, y que considera lógica impecable los más sórdidos sofismas. (Ver DBP “Lógico (o loco) esperpento uribista”)
Semejante desprecio por la vida de miles de jóvenes en Colombia, desperdiciados como sicarios, mulas y traquetos, es una de las mayores conquistas de la “Seguridad Democrática”.
La pérdida del valor de la vida para esas mayorías, mientras las de los potentados han recibido la máxima protección, corresponde a dicha interpretación torcida de los conceptos al tiempo que representa el polo amable del macabro régimen, que los potentados valoran y defienden.
En este caso, la “Seguridad Democrática” es la garantía de tranquilidad para las otrora víctimas de las guerrillas, a costa de la vida de tanto vago desplazado. Desconoce totalmente el mandato constitucional de que las fuerzas armadas están al mando del presidente para proteger la vida de todos los ciudadanos.
Por eso, no tiene inconveniente en calificar como delito de “lesa humanidad” el narcotráfico ilegalizado, que tantos crímenes estimula.
Lo considera equivalente a los impresionantes genocidios cometidos por esos narcotraficantes de derecha ejerciendo como Mano Negra del régimen tanto como empresarios criminales de nuevo cuño, nutridos de la ilegalización de sus sórdidas actividades.
Un crimen objetivo, el asesinato, reconocido como tal por todas las culturas durante todo el período histórico, lo quiere presentar ante sus alucinados adoradores como tanto o hasta menos grave que uno meramente convencional, surgido como estímulo a un negocio sucio pero bastante rentable que se basa en la ilegalización de las drogas del placer, y que desaparecerá cuando sean legalizadas.
En cambio, el genocidio y el mero asesinato de un individuo, aunque pertenezca a otra especie animal o hasta vegetal, jamás podrán dejar de ser un delito, según los valores de dignidad que defendemos los seres de la Nueva Era tanto como muchos que han existido en la Historia.
Pero a Uribe no le importa que muchas culturas, y muchos pueblos y muchos individuos, ejerciendo sus fueros personales, aprecien los efectos alucinógenos de las sustancias que amplían sus horizontes vitales, lo cual garantiza que el consumo es invencible.
Negocios sucios
Los narcotraficantes y sus socios políticos lo entienden perfectamente. Por eso saben que el negocio no dejará de prosperar mientras lo relacionado con ese consumo siga siendo considerado un delito.
Los tiene sin cuidado que esté destruyendo países enteros, como Colombia y México, y acabando las vidas de tantos jóvenes condenados al crimen como única esperanza de supervivencia.
La descomposición del Salvador y tantos países más, condenados a convertirse en estados fallidos o parias, es la única visión de futuro que nos ofrece el neoliberalismo, padre putativo del narcotráfico y asesino de la teoría económica de carácter científico, al negar todos sus postulados y reducir lo económico a lo monetario.
Tal deformidad es congénita a las sociedades mercantiles, aunque circunscribirlo a cuestiones de dinero no agota el problema económico ni lo enfoca correctamente.
Pero ha permitido que los banqueros ocupen un lugar preeminente, aunque inmerecido y letal, en las sociedades basadas en el comercio, desde la antigüedad.
Incidentalmente, esa prelación explica que los sionistas hayan alcanzado posiciones destacadas, aún en su condición de esclavos, pues los judíos han sido banqueros y comerciantes por excelencia.
En tales circunstancias, los especuladores se imponen a los productores; los bandidos a los ciudadanos honrados, y el lucro individual e irresponsable, a la satisfacción de necesidades de consumo que sirvan de base a un progreso real, capaz de construir un futuro promisorio para la especie humana tanto como para la vida en sus demás manifestaciones, y para el planeta.
Contradicciones santorales
Después de que la “refundación de la patria” no pudo garantizarles la impunidad cocinada a través de la llamada “ley de Justicia y Paz”, Uribe no tuvo inconveniente en traicionar a sus socios narcotraficantes y paramilitares.
No le importó que algunos, como Báez y Mancusso, tuviesen ínfulas de parapolíticos; ni que tanto contribuyeron a sus dos elecciones como presidente. Hasta estaban resueltos a matar a Horacio Serpa Uribe, en 2002, si Álvaro Uribe Vélez no ganaba en la primera vuelta. Ojalá no le apliquen a Mockus ese trato.
Desde luego, tanta crítica, tan recurrente y cansona, obedece a pura envidia de quienes pretenden que el costoso Contrato Social de 1991 era superior a la política impuesta por el régimen mafioso victorioso.
Pero, según Uribe, esta iniquidad criminal apenas es un “huevito” que sus émulos habrán de cuidar, si su compromiso contra el terrorismo es auténtico. Duda de la adhesión de algunos candidatos a su fórmula de progreso, aunque sabe que todos quieren beneficiarse de la buena prensa que ha tenido (o tuvo, pues cada día se deteriora más su imagen) entre los electores.
Por eso, haciendo gala de su riqueza conceptual, exigió que quien lo remplace debe tener “genuina convicción y sincero compromiso” para continuar su exitoso trípode, tan apreciado por los saqueadores atraídos por la pata que llamó “Confianza Inversionista”, que los trata tan bien, mientras el hambre acosa a los desplazados y a muchos otros más, víctimas indefensas de la “Seguridad Democrática” y de la “Cohesión Social”.
Sus chuparrueda han supuesto (pero ya no están tan seguros) que sus prosélitos seguirán engañados por las palabras, promesas y rasgaduras de vestidura del gran capo, de modo que tendrían que declararse como sus mejores interpretes en el ejercicio del poder, si esperan tener alguna atención entre los furibistas.
No caen en cuenta de que la sociedad decente que le creyó, ahora está informada bastante bien sobre su catadura.
Además, ya entiende que la guerra no se acabará echándole gasolina al fuego mediante el desplazamiento de millones después de despojarlos de sus tierras para dedicarlas a cultivos industriales, en particular los que producen biocombustibles, lo cual agudiza y perpetúa el conflicto social (que no existe para Uribe), pero jamás lo resolverá.
Es una cuestión de simple lógica, de modo que es imposible que los furibistas, con sus mentes retorcidas, la entiendan, aunque para las mayorías sanas es clara.
Esperanzas civilistas
Con la labor de Colombianos y Colombianas por la Paz, se vislumbran soluciones reales, que les reconozcan sus derechos a los desamparados, de modo que no tengan que acudir a la delincuencia para satisfacerlos a su manera. En particular, las guerrillas perderían su razón de ser y su inagotable fuente de militantes.
Pero la presunta injusticia que significa que estén reventando esos escándalos de la parapolítica, callados durante tanto tiempo -según lo exige la acostumbrada impunidad- no es tan injusta, pues el actual titular de la presidencia tiene mucho que ver con esos procesos, aunque la prensa le haya hecho creer que, efectivamente, está hecho de teflón y no tiene que pagar sus crímenes.
En un escrito de octubre de 2008, como en tantos otros, he tratado el tema, como lo haré en el presente.
En ese texto -que llamé “Poder emergente, armado inconstitucionalmente”- se demuestra, sin lugar a dudas, que el gobernador de Antioquia de ese entonces fue el promotor de las CONVIVIR y de las matanzas promovidas por varios generales claramente identificados, entre los que suena mucho el tal Rito Alejo del Río, un criminal bastante cínico, digno de Uribe y del inmolado Pedro Juan Moreno.
Éste era el Secretario de Gobierno departamental, en la época, cuando el Gobernador era el casto Uribe Vélez, siempre tan trabajador y diligente. Sus viajes a Urabá eran constantes y le dieron muy abundantes frutos a la derecha criminal, como lo prueba la legalización de las mencionadas cooperativas de asesinos patrocinados por el régimen, las CONVIVIR, mediante las cuales compartieron con los particulares el monopolio constitucional de la fuerza.
Por eso, cuando llega la hora de pagar los crímenes, el cascar de dientes se vuelve evidente. Los escondites se agotan, igual que las excusas y los tontos que las creían incondicionalmente, sin exigir explicaciones, con fe de carbonero.
No habría lugar a tanto miedo si el gurú no hubiese transitado en medio de tanta miel, supuestamente sin untarse. Su gestión ha tergiversado todos los conceptos, pero la semántica ya no soporta la neolengua, copiada del libro de Orwell por el arrogante asesor impune, el primo José Obdulio Gaviria Vélez, hermano de un par de delincuentes reconocidos quienes, desde luego, también son primos del presidente.
Méritos personales del líder
Su astuta y dudosa sabiduría no alcanza para negar, o justificar como un mérito, que el primo presidente, entre tantas proezas admirables, ha:
· Trabajado con Alfonso López Michelsen en la adecuación del primer gran envión neoliberal, consistente en el endeudamiento público gigantesco que buscaba diluir la crisis causada por la abundancia de dólares sin respaldo, emitidos por Nixon para estafar a los árabes, cuando éstos resolvieron aumentar el precio del crudo y amenazaban con incendiar los pozos si el Imperio pretendía despojarlos de ellos. El papel de Uribe fue negociar los predios requeridos para construir la represa de El Peñol, financiada con los préstamos que el Banco Mundial obligó a los gobernantes vendepatria a suscribir. Se trató de una tentadora orden del Imperio que no dejó de seducir a los ladrones arrodillados que nos han gobernado, y que son tan aficionados al saqueo del erario desde los inicios mismos de la república liberal establecida tras la “independencia”.
· Ocupado la jefatura de la Aeronáutica Civil, bajo el gobierno de Julio César Turbay Ayala (el padre del actual Contralor General). Fue en ese entonces cuando se cocinó el matrimonio con la espartana doña Lina Moreno, quien se ha mostrado digna, modesta y ejemplar. Se niega a ser cómplice de las pilatunas de su marido, sus hijos y hasta del resto de su familia consanguínea; pero es leal. Por su parte, la destacada labor del hacendoso, despierto y ambicioso joven consistió en concederles autorizaciones para la construcción de pistas de aterrizaje, tanto como matrículas para aeronaves, a los nacientes narcotraficantes de derecha. Así lograron disfrutar de un auge asombroso las clases emergentes, a la cabeza de las cuales descolló su pariente Pablo Emilio Escobar Gaviria; y su propio padre, Alberto, hasta helicópteros adquirió.
· Durado un suspiro como alcalde de Medellín por sus tratos con Pablo Escobar y su apoyo a Medellín sin tugurios. Aunque Belisario Betancur lo había nombrado en tal cargo y no tuvo inconveniente en asistir al entierro del narcotraficante Alberto Uribe Sierra, asesinado por las FARC a causa de negocios de narcotráfico, pronto se vio obligado a destituirlo. Alguna reacción social hubo, pues entonces la sociedad era más hipócrita que ahora, no estaba tan relajada (o degenerada).
· Impulsado, como senador durante el período del funesto vendepatria César Gaviria Trujillo, las leyes 50 y 100, que acabaron con las conquistas laborales, fruto de muchos años de luchas populares; decretando la privatización del manejo de las cesantías, de los servicios de salud y de los ahorros pensionales de los colombianos, y propiciando un empobrecimiento creciente de los trabajadores, paralelo al enriquecimiento de los avisados propietarios de los fondos de pensiones y cesantías, las EPS, IPS, ARP y otros negocios neoliberales inventados alrededor de las necesidades sociales. Ahora, como presidente, ha profundizado sus ataques a las conquistas democráticas, no sólo pisoteando la Constitución y las leyes sino decretando reformas laborales mucho más regresivas; y emergencias, como la Social, tan arbitraria, pérfida e ilegal que hasta el procurador de bolsillo la cuestionó y la Corte Constitucional la declaró inexequible. Además, concluyó el despojo y desmantelamiento del ISS, que siempre acarició el neoliberalismo para proceder a convertir la atención de la salud en una mercancía, y cuyo rechazo produjo la ejemplar huelga del sector salud en 1977.
· Desmantelado, como gobernador de Antioquia, muchas empresas públicas departamentales de naturaleza comercial, industrial, agropecuaria o de servicios, mientras impulsaba la creación de las CONVIVIR (asesinos al servicio del régimen), acompañado por su malogrado socio, Pedro Juan Moreno, quien se constituyó en su primer detractor, en particular a través de su revista “La Otra Verdad”, lo cual precipitó su helicoptericidio en plena campaña para el Congreso. Para su criminal empresa, el par de angelitos contaron con el respaldo del cínico criminal, primer mandatario reconocido como parapolítico mediante el famoso proceso 8.000, el inefable y simpático Ernesto Samper Pizano, agradecido con los primos Uribe (Álvaro y Mario) quienes le ofrecieron un respaldo incondicional a su cuestionada gestión. Por su lado, los ambiciosos primos aprendieron que quien dispone del presupuesto es invencible en las tierras pobladas de miserables, como lo demostró Samper con su famoso “Aquí estoy y aquí me quedo”. Incidentalmente, Noemí Sanín, a quien el querido Jaime Garzón se refería como “No a Mí”, era embajadora nombrada por Samper; pero lo traicionó ostensiblemente diciendo que lo iba a defender, después de renunciar a su alta canonjía. ¡Qué miedo!
· Privatizado y, muchas veces, desnacionalizado, como presidente, tantas empresas públicas y tantos recursos naturales irreemplazables. Estas bellacadas incluyen la proyectada venta de Isagén, lo cual es un auténtico crimen económico y social contra nuestro pueblo, que todavía podemos evitar. Por el momento, es reconfortante que haya renunciado a venderla en los días como presidente -cada vez más desacreditado- que le quedan. Prefirió dejarle la decisión al próximo gobierno. Confía en que su sucesor será otro discípulo incondicional del neoliberalismo. Tiene razón, de modo que es necesario no abandonar la causa antineoliberal para que conservemos lo poco que aún no nos ha quitado y que los gobernantes vendepatria insisten en negociar para lucrarse a costa del patrimonio común.
· Desplazado a tantos campesinos para despojarlos de sus tierras. Prefiere dedicarlas a la “Confianza Inversionista” que exacerba las diferencias sociales y profundiza la miseria y el conflicto, protagonizando una reforma agraria de tipo prusiano. Esto es, la que despoja a los pobres para aumentar las posesiones de los terratenientes, eximidos del pago de impuestos y beneficiarios de los subsidios de Agro Ingreso Seguro y de enormes negociados.
· Espiado a tantos ciudadanos decentes; protegido y defendido a tantos criminales, y asesinado a tantos inocentes. Patrocinado tanto abuso; cometido tanto desafuero y engañado a tantos ingenuos aterrados con las acciones violentas de las guerrillas.
· Apoyado a sus hijos para su asombroso, vertiginoso e injustificado enriquecimiento mediante el evidente tráfico de influencias. Y, mientras el cacao Luis Carlos Sarmiento Angulo no lo llamó al orden, estimulado tantas pirámides que terminaron arruinando a tantos ilusos. En la estafa masiva, el Gobierno propició la ruina de miles de colombianos que, en vez de hacerlo en pirámides, habían invertido en la rentable y confiable lavandería del genial Murcia, dedicada a irrigar el dinero del narcortáfico entre ciudadanos comunes y corrientes. Aunque Murcia lo admiraba y le prestó una colaboración valiosa para impulsar el repugnante referendo reeleccionista, terminó odiándolo, como les pasará a quienes lo apoyaron porque lo consideraron decente y capaz.
· Buscado la impunidad para sus primos parapolíticos y para su hermano paramilitar y para los funcionarios delincuentes dignos de su confianza (como Diego Palacio o Sabas Pretelt quien no ha logrado una impunidad plena, como la que exhibe su colega).
· Mantenido como funcionarios y apoyado como politiqueros a reconocidos delincuentes, activos en sus delitos y aspirando a honores como la presidencia del Senado, cuyos titulares han resultado, todos, involucrados con delitos de diversa catadura, y que han sido reelegidos contra toda consideración ética, moral y legal, aún estando bajo investigación y contando con pruebas contundentes que indican claramente su culpabilidad.
· Apadrinado masacres tan aterradoras como las que dirigió Rito Alejo del Río, incluida la de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, con sus infanticidios canallescos.
· Traicionado a sus socios ocasionales; engañado a su pueblo; envilecido sus conciencias…
· Autorizado la ocupación militar usana, en condiciones vergonzosas que renuncian a la soberanía y atropellan la constitución en materia grave, pues ese tipo de determinaciones son un evidente delito de traición a la patria. Las consecuencias sobre la paz regional no han dejado de sentirse, y el futuro del proceso de paz ha quedado amenazado de muerte, pues lo que se busca no es la paz ni la reconciliación sino el exterminio de los guerrilleros y de quienes los admiren o justifiquen, o de quienes tengan la mala suerte de vivir por donde suelen moverse.
Si todo eso no fuese innegable; de conocimiento público. Si no hubiese más irregularidades bastante conocidas pero silenciadas. Si sus atropellos a la Constitución y a las Leyes no fuesen evidentes. Si lo que no se conoce no fuese tanto o más grave que lo que ha salido a la luz gracias a patriotas honorables de verdad, rápidamente acusados de terroristas. Si no hubiese alcanzado las más altas cotas de la república mafiosa y neoliberal en que vienen empeñadas las clases emergentes desde el gobierno del “pollo” López, por lo menos.
Si todo eso no fuese cierto y detestable; si cualquiera de esos hechos no inhabilitaran a cualquier ciudadano para aspirar a gobernar a sus compatriotas; no hay duda de que sus malquerientes se inventarían alguna de esas canalladas increíbles para desacreditar al más trabajador, carismático y “honesto” presidente que haya tenido la patria.
Panegiristas incondicionales
Desde luego, se trata de este Uribe que el peruano Jaime Bayly reconoce como el mejor mandatario de Latinoamérica, cuando menos.
Por su parte, la jefa del peruano, Claudia Gurisatti, jamás se atreve a cuestionarlas; ni siquiera menciona las proezas del afamado presidente, antidemocráticas cuando no abiertamente criminales.
Pero ambos periodistas atacan diariamente, con notables insistencia, perfidia y parcialidad, a Hugo Chávez, a Evo Morales, a Rafael Correa y a Fidel Castro, entre otros personajes que se niegan a arrodillársele al Imperio y, algunos, hasta procuran mejorar las condiciones de vida de las mayorías, tradicionalmente despreciadas por los cipayos defensores de los potentados.
Son destacados o, al menos, decididos paladines del neoliberalismo y sus desmanes. Carecen de sensibilidad ecológica pero, en cambio, poseen una ambición inconmensurable, y saben que sólo la podrán satisfacer declarándose defensores incondicionales de los potentados y del desastroso neoliberalismo.
Incidentalmente, dados la decadencia de los políticos y el poder de la televisión, además de su popularidad personal y de vieja data, Bayly aspira a ser el presidente que elegirá el Perú en el 2011, lo cual lo induce a despreciar a su actual jefe, nuestra bella Nefertiti, a quien no considera tan distinguida ni tan inteligente, a pesar de que ella se comporta como una diosa.
Tiempo de la gente
Volviendo al domador memorioso, declamador y demagogo que infama a Colombia y pisotea nuestro ordenamiento legal y constitucional a su capricho, sucede que la envidia de los honestos y decentes es biliosa, además de que son desagradecidos, según sostienen los perversos furibistas.
Esa gente decente, ajena a los pactos mafiosos de “refundación de la patria”, insiste en que nadie tiene derecho a ser criminal. Por ende, no respeta falsas dignidades; procura violarles a los superiores inescrupulosos sus inadmisibles fueros, y se molesta por la impunidad de los malos de cara bondadosa, buenas maneras, palabra dulce y carácter fuerte, enrazados en tigre pero con pinta de “seminarista pobre”, como algún lúcido anotó.
Los buenos ciudadanos no respetan el sacrosanto derecho a la impunidad, del que tanta gala ha hecho el primo José Obdulio Gaviria Vélez, junto a sus hermanos, reconocidos narcotraficantes y paracos.
Lamentablemente –su inseparable cómplice; el de la línea agria, la adustez y la antipatía, casi antípoda de su primo presidente-, Mario Uribe Escobar no ha podido correr con igual suerte, por culpa de un Fiscal, Mario Iguarán Arana, que no resultó tan arrastrado como había calculado su nominador; tanto como de una Corte Suprema de Justicia que tampoco valora el aporte de estos bandidos a la patria. Más bien, insiste en castigarlos por sus crímenes y no procede a nombrar un nuevo Fiscal porque sabe que la terna que le pasó el presidente no es confiable, ni independiente ni objetiva.
Camilo Osorio lo entendió, al fin. Por eso resolvió renunciar a su postulación el 12 de mayo, lo cual le permitirá a la Corte aplazar para el nuevo gobierno el nombramiento que los furibistas consideran indispensable para asegurar su impunidad.
¡La vida es injusta! ¡Los ricos también lloran!, diría Verónica Castro, si le interesaran nuestras minucias.
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