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         Cómo escribir verdadera poesía

                    (Poetas y editores)

          

                 En el lanzamiento del libro

                       “Vuelos de Libertad”

                  

                   

Juan Revelo Revelo (*)

Todos sabemos que la verdadera poesía es escasa y que hay pocos buenos poetas en el mundo porque es difícil llegar a su esencia, a esa peculiaridad que la hace diferente de otros géneros literarios otorgándole el nivel superior que tiene; esa aura de misterio luminoso, de musicalidad cósmica, de revelación extraordinaria, en donde las palabras brillan con destellos de verdad infalible.

Por esa dificultad, por la exigencia que tiene la poesía verdadera, y también porque hay gente que sigue creyendo que para ser poeta sólo se necesita escribir versos, rimados o no; por eso, abundan los libros de antipoesía, con versos cursis, plagados de lugares comunes, construidos con lenguaje plano, sin imaginación, con metáforas insípidas, que no llegan a darle hondura a las frases escritas, ni conmueven al lector.

Para llegar al nivel artístico que tiene la verdadera poesía, no sólo hace falta talento e inspiración, sino que se requiere una amalgama que combina sensibilidad para expresar las ideas y los sentimientos; intuición y fino oído; estudio de los grandes poetas y sobre todo, trabajo y ejercicio literario permanente.

“La poesía, como arte –lo dijo Octavio Paz–, debe tener, antes que nada, ritmo, imágenes y un cuidadoso manejo del lenguaje que permita ahondar en la esencia del ensueño, en la profundidad de la otra realidad. Sólo así, el poema escrito habrá nacido para perdurar en el tiempo. Sólo así, el poema conmoverá al lector“.

En la nueva antología compilada por María Teresa Arrázola, “Vuelos de libertad”, existen abundantes ejemplos de esto y creo que habrá un alto grado de conmoción en los lectores entendidos, como justa calificación de la buena poesía. Sólo citaré algunos casos, y en cada caso, solamente leeré unas pocas líneas.

En la primera parte del libro, María Clara González escribe con intensidad de presagio irrefutable: “Tu voz urdirá cantos que sosieguen las horas / expectantes metáforas de agua. / Cuando llegue el momento del reencuentro / trazado ya en el cauce del destino / Bastará una mirada para reconocernos“.

Y María Teresa Arrázola, dice en una bella imagen inspirada en la poeta Matilde Espinosa: “Generosa y magnánima / fuiste nido para la fatiga / y el desamparo ajeno. / La vida te dio muchas veces / una pesada carga / para tu levedad de golondrina“.

Y Giomar Cuesta Escobar, escribe con excelente ritmo y nostálgico acento: “Antes del milagro del amor / una sed sin orilla / permitió el hallazgo de este cuerpo / donde sólo habita el Verbo. / Y esta mi boca / se embarcó en tu poema / y ahora eres la luz / la piel, la risa, / el canto y la justicia / y nunca más la ausencia“.

Estos son buenos ejemplos de poesía madura; de verdadera poesía que no descuida su esencia y que estoy seguro, perdurarán en el tiempo.

POESIA Y VERSIFICACIONES

Pero como en todo análisis serio de una obra literaria, se deben mencionar no sólo las virtudes sino también las debilidades (para no caer en la nefasta costumbre que tienen los clubes de elogios mutuos, que impiden la crítica sana y el crecimiento literario de sus socios), me veo obligado a decir que esta antología, como toda compilación de poemas de autores diversos, no está conformada por las poetas que escriben sino por los poemas escritos por ellas, y entonces no es extraño encontrar, de pronto, algunos trabajos que no cumplen las características que exige la poesía verdadera, como lo mencionamos atrás, y que por tanto, solo llegan a simples versificaciones; pensamientos y sentimientos plasmados en el papel, sin ritmo, sin belleza y sin lenguaje poético.

Sin embargo, esto no demerita la obra. Lo que le da validez a este libro y justifica su publicación, son los demás poemas, a los que me acabo de referir y otros, que en oportunidad venidera podremos analizar, o los siguientes que tomo, en forma aleatoria de la segunda parte de “Vuelos de libertad”, empezando por el escrito en forma magnífica por Maruja Viera, que vislumbra una soledad final, la de la muerte, como entrada a nuevos caminos:

“Está bien que la vida / de vez en cuando nos despoje de todo. / En la oscuridad / los ojos aprenden a ver más claramente (….) / Tiempo definido / cuando la soledad / es el total vacío del cuerpo y de las manos / Hay caminos abiertos / hacia lo más profundo y distante“.

O en estas estupendas líneas del poema “Grito” de Carolina Mayorga: “Tan solo dos segundos / Quizá tres a lo sumo / después del fogonazo / Y ya no habrá mañana ni abrazos que te esperen“.

O en los contundentes versos por la paz, de la poeta argentina Ime Biassoni: “Mi lucha no es secreto / no es leyenda para quemar / (…) / Mi lucha por la paz / es halcón volando / hasta el más alto de los santuarios”.

O en lo plasmado en forma concisa y reveladora por Dora Mejía: “Vengo desde la oscuridad / desde el silencio / talvez desde el olvido / Salgo del espejo / arranco mis sandalias / dejo caer mi última lágrima”.

O en el Nocturno de Inés Blanco cuando escribe: “El guiño de una estrella / encenderá a gotas / los ojos de la luz. / La noche siempre traerá tu nombre / en el aliento fresco / del amanecer“.

O en la reflexión poética de Adela Guerrero Collazos, cuando canta: “Nada más se parece al silencio / como esta tierra / deshabitada de amor. / Nada se parece más a la vida / como se niño mirando al vacío / sentado sobre la noche”.

O en lo que escribió María Mercedes Lafaurie en versos cortos: “Aire para mover las velas de un velero ágil / que nos lleve a otra playa. / Aire para impulsar las alas / y acortar las distancias“.

O en lo expresado por Felisa Escobar Carvajalino cuando le canta a los indígenas con referencias dolorosas: “Como único equipaje llevas el desarraigo/ y tu sombra que sueña la muerte redentora / Centauro de la verdad / cabalgas en el mito de tu raza / con tu dolor amarrado / a la noria del exilio“.

Estos bellos poemas y otros incluidos en la antología, quizá tengan una buena acogida entre el público, y no corran con la suerte de otros poemarios que en este país (que es pobre lector de poesía), han quedado en el olvido.

FEMINISTAS MODERADAS Y BELIGERANTES

María Teresa Arrázola, la antologista de “Vuelos de libertad”, que incluye voces femeninas de Colombia y otros países, no pertenece a ningún grupo feminista, aunque alguien podría incluirla en alguna de estas colectividades (moderadas o beligerantes, dúctiles o radicales), por el hecho de seguir empeñada en dar a conocer el trabajo de mujeres que escriben poesía, excluyendo a los poetas varones. Yo, por el contrario, pienso, que nada tiene que ver con el feminismo el hecho de realizar una antología de poetas mujeres, y mas bien creo que sería gratificante que algunas de las feministas apasionadas, empezaran a dejar el egoísmo que las lleva a buscar únicamente su reconocimiento narcisista y emprendieran tareas como ésta, que tienen como objetivo, mostrar el trabajo literario de importantes mujeres que realizan su trabajo poético en forma silenciosa y sabia.

Leí este libro en poco tiempo, en una copia del original que me suministró la compiladora del libro, pero fue suficiente para encontrar que tiene una doble esencia y que en las dos partes en las que está dividido hay versos memorables. La primera parte, el justo homenaje a Aurora Arciniegas y a la maestra de maestras, “magíster máxima“, Matilde Espinosa, de quien todos tenemos el grato recuerdo de su amistad bondadosa y de su importantísimo trabajo de tantos años que perdurará en la literatura colombiana en los siglos venideros, especialmente con poemas tan hermosos, tan bien escritos, como el premonitorio titulado “En la muerte de una golondrina”:

“Pluma arrancada a la noche ciega / ahora ya eres nada / pequeña gota de humo. / Tu corazón de madrugada / vuelve al silencio de la tierra oscura. / Quizá nadie te llore. / Hay tanta muerte grande y tanta sepultura / que se pierde tu brizna de viento y mar. (…) Ya nunca volverás a navegar en la mañana. / Ni volverán tus remos a golpear mi ventana”.

La segunda parte del libro es la antología misma, con “poemas por la vida” en la que el lector encuentra trabajos de algunas poetas destacadas y reconocidas en Colombia y el exterior, y de otras, conocidas muy poco, pero con ansias de realizar la difícil tarea de alcanzar las alturas del arte poético supremo.

POETAS Y EDITORES

Talvez por la escasa cantidad de lectores, y por el poco interés que el sistema educativo colombiano le otorga a la poesía, muy pocos libros de poemas se venden en las librerías. De allí quizá se desprende la dificultad de subsistencia de algunos buenos poetas, hombres y mujeres, que tienen que trabajar en otras actividades para poder subsistir, igual a como tuvieron que hacerlo, por ejemplo, Borges, Vallejo, Cavafis o Eliot, por citar sólo algunos casos, o como le sucedió a nuestro gran Aurelio Arturo, cuya memoria es honrada en esta sala de la Biblioteca Nacional de Colombia, quien tuvo que desempeñar toda la vida, distintos cargos oficiales, como abogado, magistrado y profesor en universidades y colegios, en uno de los cuales tuve el honor de recibir sus enseñanzas en Nariño. Maestro riguroso y perfeccionista, acostumbraba a decir que “para escribir bien es necesario leer y estudiar a los grandes autores“ y aconsejaba sabiamente que sólo se deben publicar aquellos escritos que nos den la seguridad de no hacer el ridículo. Incomprendido en su época, porque su único y breve libro (Morada al sur), tenía una poesía innovadora, diferente a la que se escribía en ese tiempo, ahora es reconocido a nivel nacional e internacional como el poeta colombiano más importantes del siglo XX, admirado por la belleza y profundidad de sus metáforas, por la fuerza de las imágenes y por el nuevo ritmo de la palabra escrita que le imprimió a sus versos llenos de audacia y originalidad.

Difícil, como ocurría en tiempos de Aurelio Arturo, es la situación de poetas y escritores contemporáneos que desean que su obra sea leída por un público extenso y que se encuentran con el desinterés de la mayoría de editoriales y librerías, que prefieren (ya lo hemos dicho en otras oportunidades), los libros de mayor venta, la seudo-literatura, las biografías y memorias de narcotraficantes, madames, divas, secuestrados nacionales y extranjeros que inundan el mercado, aunque no tengan valor literario.

Tal vez, esto ocurre porque vivimos en una sociedad y en un tiempo en el que prevalecen los gustos mediocres, cuando se prefieren las novelas frívolas, o las publicaciones truculentas atiborrados de sexo, violencia y morbosidad, escritas a la carrera. Libros sin ningún valor literario, plagados de errores de dicción y sintaxis; escritos con mal gusto y con lenguaje paupérrimo. Por eso, muy raras veces triunfa una obra valiosa, como si a nadie le inquietara que las grandes editoriales, sigan publicando esos libros triviales escritos por autores chambones, a quienes, gracias al apoyo publicitario que dichas editoriales les dan a sus obras (por obvias razones mercantilistas), se les abren las puertas de los medios de comunicación, con frecuencia cerradas a la buena literatura.

LA POESÍA COMO EJERCICIO DE CATARSIS

María Teresa Arrázola al haber realizado este libro, sin intención de reconocer poesía de género, pero con el deseo publicar la obra sincera y humana de un grupo de mujeres de diverso origen y nacionalidad, se revela como una antologista solidaria con las poetas que en Colombia y en otros países latinoamericanos, siguen siendo (con algunos casos de excepción), marginadas no sólo por editoriales y librerías sino por la sociedad machista vigente. Por eso, “Vuelos de libertad”, como su nombre lo sugiere, es por sí mismo un libro cargado de rebeldía, de reiterada emancipación que nos permite descubrir, a través de los poemas que lo integran, la imagen de la mujer moderna, dispuesta a reconstruir el mundo junto al hombre, o “a pesar del hombre“, como dijera Virginia Woolf. Reconstrucción que ahora pueden realizar las mujeres, gracias al poder de la palabra escrita, en un ejercicio de recordación de sus vivencias más hondas, acompañadas por la soledad y el silencio; en un proceso de purificación; protegidas, a veces, contra la envidia, en la intimidad de sus refugios, en donde se dedican a escribir sobre sus emociones y sentimientos, sobre sus nostalgias y alegrías, sobre su regocijo y su rabia; entregadas a la recóndita tarea poética hasta sentirse livianas, depuradas y felices, por lo menos por un tiempo.

Muchos poemas del libro, reflejan claramente un ejercicio catártico, con remembranzas de voces y ausencias en caminos que fueron recorridos junto a alguien, que un día quedó en el olvido. Versos que sugieren lejanías, desengaños, soledades, melancolías, esperanzas, amor y muerte. Versos cargados de fuego y viento; lluvia y llanto, unidos en metáforas antiguas o nuevas. Versos adheridos a los atardeceres de la infancia y al arco iris de la juventud; y otros, cosidos al corazón de las poetas a quienes les duele el hambre y el sufrimiento de niños y ancianos; hombres y mujeres, campesinos desplazados de sus tierras por la violencia, y que ahora deambulan por las ciudades sin esperanza, sin justicia y sin paz.

Y no podía ser distinto el resumen del contenido diverso de este libro, ya que el trabajo de quienes construyen poesía, es una labor solitaria que emerge de la interioridad, de la propia sensibilidad del autor, del encuentro consigo mismo, de las ensoñaciones, de los recuerdos más profundos y de las certezas e incertidumbres más atemorizantes. Un trabajo difícil pero gratificante, que emerge del enmarañado contexto de la vida del poeta; vida que se resuelve, al final, de igual forma como se resuelve la vida de todos los seres humanos, pobres o ricos, sin distingos de creencias religiosas o posiciones políticas; sin diferenciaciones de sexo, ubicación social, origen étnico u hojas de vida. Todos enfrentados a la soledad del último paso, al irreversible viaje final al que no podremos llevarnos nada de lo que tenemos, y que a veces nos intimida, como lo dijo Matilde Espinosa, poco tiempo antes de su fallecimiento: “Nadie quiere morir / nadie quiere dejar su cuadradito de aire / su gota azul de cielo“

Por eso, hoy, aquí, cuando estamos reunidos, para celebrar el nacimiento de la antología “Vuelos de libertad”, quisiera con la venia de los presentes, decirle a Matilde en nombre de todos los que la conocimos: Te estamos recordando, querida amiga, y te seguiremos recordando con nostalgia y cariño, hasta que nos toque reencontrarnos contigo, en el preciso momento que tengamos que dejar para siempre, ese cuadradito de aire, esa gota azul de cielo, que tu inmortalizaste en tu poema egregio.

Por eso, hoy, aquí, cuando estamos reunidos, para celebrar el nacimiento de la antología “Vuelos de libertad”, quisiera con la venia de los presentes, decirle a Matilde en nombre de todos los que la admiramos: Te estamos recordando, querida amiga, y te seguiremos recordando con nostalgia e inmenso cariño, hasta que nos toque reencontrarnos contigo, en el preciso momento que tengamos que dejar para siempre, ese cuadradito de aire, esa gota azul de cielo, que tu inmortalizaste en tu poema egregio.

Bogotá, Marzo 19 de 2009.
Auditorio Aurelio Arturo de la Biblioteca Nacional de Colombia.

(*) Juan Revelo Revelo: Escritor y periodista colombiano, autor de varios libros de poesía, ensayo y narrativa. Ganador, entre otros, del Premio Nacional de Cuento “Ciudad de Barrancabermeja” (2000). Antologista y jurado de concursos de poesía y cuento. Dicta talleres de literatura en universidades de Colombia y México, y escribe en El Colombiano de Medellín, El País de Cali, Vanguardia Liberal de Bucaramanga y Excelsior de México. E-mail: revelo2000@hotmail.com