HOYOS NEGROS Y LA ALACENA
Javier Moyano
Nube que tuve toda tragar
hoy parpados hinchados te ciegan,
brumaría las horas
cansado y hambriento
La alacena
Héroes del silencio
Domingo 22 de Junio, 2:00 PM, Barrio Restrepo, Ciudad Nadie.
Dos de la tarde sobre Ciudad Nadie, domingo caluroso, séptimo día con pocos rezos, festividad de los padres, guayabos y Tangos en honor a tiempos mejores. Desayuno en la cama, llanto en el campo santo. ¡Madre solo hay una, papá cualquier…! ¡Viejo mi querido viejo! ¿Qué quiere mijo de almuerzo? ¿Era el segundo o el tercer domingo de junio? Dos de la tarde y algunos minutos, el dueño del restaurante llama mi atención y me pide llamar con mayor fuerza a la “distinguida clientela”, me pica la nariz, más no me rasco por miedo a que se me corra el maquillaje. Tengo la boca reseca pero aun la faltan por lo menos dos horas de trabajo, ¡Puñetera vida!
¡Sigan señores, festejen en su restaurante el Tío Peluca su día. Sí señora siga deje que atendamos a los papitos como se lo merecen en su día, los mejores platos a los mejores precios de la zona. Parqueadero exclusivo para clientes. Sigan, Sigan!
Sábado 21 de Junio, 8:35 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie.
En la cantina de la esquina, los hombres empinan las botellas, hablan de fútbol, cuentan chistes, se cuentan un pedazo de sus vidas, meten monedas a la vieja radiola, se reconfortan cantando canciones populares. En un rincón Jaime que pide un cigarrillo con las pocas monedas que hay en su pantalón, Jaime que llora por su mala suerte, le robaron la quincena llegando al barrio, eran dos chicos de no más de quince años, cada uno con un cuchillo y dispuestos a todo. Jaime limpia con disimulo una lagrima que asoma, debe mucho en la tienda y hace días que su crédito se reventó por completo, en el pequeño cajón que hace las veces de lacena en el rancho de latas solo sobreviven dos tomates y un poco de cilantro. Sus dos pequeños hijos y su hermosa esposa esperan en casa con la barriga desocupada, los minutos llenan de ansiedad y esperanza sus rostros, sus delgadas siluetas son reflejadas por la lámpara de alcohol que ilumina y sirve de calefacción en tiempos de invierno. En la cantina uno de los hombres hace un chiste sobre un payaso triste y le invita un trago Jaime, ¡Gracias Compadre pero hoy no, hoy no!
Sábado 21 de Junio, 8:35 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie.
Dos jovencitos cuentan emocionados su motín después de un asalto, minutos después se meten a un asadero de pollos, piden papa, yuca, un pollo para cada uno y dos cervezas frías, el mesero les pide pagar por adelantado, los jóvenes le pagan y le dicen que se quede con las vueltas, el mesero sonríe y acelera la entrega del pedido, terminado el festín el mesero les pide que desocupen, al salir le gritan insultos. Los pequeños parten rumbo a su sitio de refugio nocturno, entre bolsas de basura, cartón y dos cobijas harapientas ríen por un buen rato, acto seguido uno de ellos, él mayor que apenas cuenta con catorce años saca un tarro con pegante y hace los honores en bolsas de plástico, poco a poco sus ojos se van perdiendo y les cuesta mas hablar, el sueño llega lentamente para uno de ellos, la muerte de un solo sopetón para el otro, su pequeño corazón reventó posiblemente de felicidad. La noche esta fría en Ciudad Nadie.
Sábado 21 de Junio, 9:55 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie.
Jaime entra a su pequeño y humilde rancho de latas, los niños se abalanzan sobre él, Gloria su esposa lo mira y presiente que algo esta mal, trae la misma mirada de abandono de aquel tristísimo día de enero.
Enero del mismo año, 7:15 AM; En algún pueblo alejado, País de no dormir.
Por un día distinto
sin apremios ni ayuno
sin temor y sin llanto
porque vuelvan al nido
nuestros seres queridos
todavía cantamos, todavía pedimos,
todavía soñamos, todavía esperamos.
Todavía cantamos
Víctor Heredia
Las veintitrés familias que habitaran una pequeña vereda en el País de no dormir caminan en medio de la lluvia con las pocas pertenencias que pueden cargar, todos y cada uno de ellos y ellas, niños y adultos, campesinos sencillos, su delito estar en medio de un conflicto que no comprenden, las consignas de unos y otros saben amargo, el destierro, el exilio, el desplazamiento su condena no merecida. Atrás quedaron las cosechas que nadie recogerá. Atrás quedan los amaneceres tranquilos, sus herramientas para sembrar vida. El miedo viste camuflado. Los pequeños asustados no entienden que pasa, les preguntan a sus padres su próxima estación, los padres inventan historias de familiares lejanos, los pequeños preguntan por el desayuno, los padres muerden sus labios y aprietan sus puños pues en la huida no hubo tiempo para traer suficientes viáticos para este caminar que tal vez nunca terminara. Jaime aprieta el paso y carga a sus dos pequeños al escuchar las ráfagas a lo lejos.
Domingo 22 de Junio, 2:55 PM, Barrio Restrepo, Ciudad Nadie.
Entro al restaurante, me dirijo a la caja y le pido permiso al gerente para retirarme cinco minutos al baño, responde de mala gana qué no me demore, en la fila hombres analizan lo comido, uno cree que la cazuela estaba muy pequeña, el otro reniega por el filete sin la cocción necesaria, un niño juega con mis zapatos rojos, Le sonrió. Por fin en el baño me bajo el vestido, herencia de Don Edgar, un vecino que se rebuscara la vida con este hasta que esa extraña enfermedad y la falta de atención medica se lo llevaran, recuerdo el día que su mujer me lo dejo y partió con sus nenes rumbo en la búsqueda de algún familiar que les diera la mano. Me duele el orinar, tomo un sorbo largo de la llave, me acomodo la peluca, respiro hondo, recuerdo el chiste del payaso triste y no se me hace gracia. Al salir del baño él dueño señala su reloj en señal de que me apresure, atravieso las mesas con cuidado de no molestar a nadie. Tantos olores me dan cierto mareo, un niño lanza pequeños frijoles a su hermano, lo observo molesto, no lo puedo evitar, la madre se percata de que los miro disgustado por su actitud y les proporciona un sendo pellizcó a juntos seguido de un: ¡Cuantas veces les he dicho que con la comida no se juega, no saben que hay mucha gente que no tiene que comer! Salgo a la calle y veo como una gran nube negra asoma en el horizonte.
Domingo 22 de Junio, 8:05 PM, Barrio Potosí, Ciudad Nadie.
La noche cae sobre la Ciudad Nadie. Las preocupaciones de la nueva semana hacen su entrada triunfal en cada uno de sus habitantes. Las noticias titulan: “El banco de la Republica pondrá en marcha estrategias para frenar la caída del dólar”. “Es condenado a siete años de prisión hombre por cogerle el trasero a una mujer en la calle”. “El diputado Fulanodetal sale libre por falta de pruebas”. “El estado muestra nuevas estadísticas de desempleo favorables”. “Futbol, Futbol, Futbol, Formula uno, Farándula criolla”. Domingo en la Ciudad Nadie, las calles vacías, en un improvisado rancho de latas ubicado en los cerros occidentales Jaime hace los honores al servir arroz, pedacitos de carne y unas papas, doña Martha fue muy amable al arreglarle la comida en el restaurante, Jaime espera que no se halla percatado el gerente pues los echaría a juntos si supiera que están sacando sobrantes. Los nenes se quedan profundos después del festín, Gloria le recuerda la deuda en la tienda y Jaime promete solucionar eso mañana, la mujer parte a la cama, Jaime arregla el disfraz y sale a la calle a fumar una colilla que recogiera en la calle, observa las estrellas y el miedo desaparece por un momento.
Javier Moyano
Director colectivo RABIARTE
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