CARTA ABIERTA DE INDIGNACIÓN
Estimado señor rector
Hans-Peter Knudsen Quevedo
Universidad del Rosario
E.S.D.
Como bachiller del Rosario de 1969, quiero sentar mi enérgica protesta por la venta del colegio como si se tratara de una mula vieja, lista para ir al matadero. El Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario es patrimonio histórico de Colombia y su venta sería el equivalente a ofrecer el Puente de Boyacá o las Murallas de Cartagena al mejor postor con la disculpa de que no producen ganancias. ¿Qué tal si la Iglesia decide que la Catedral Primada no es rentable y la vende a Corabastos? ¿Qué tal venderle La Bordadita a Coltejer para sus desfiles de modas, si algún día dejara de hacer milagros?
Después de repasar los documentos donde se argumenta con gráficas, números, barras y demás signos matemáticos la razón de venta del colegio, no encuentro ninguna razón moral, filosófica ni humana que sustente la venta y terminación del colegio. Lo que es más, veo que el colegio fue trasladado a Arrayanes por el éxito que tenía y que la sede de la Quinta Mutis, argumentaban, ya no daba abasto, y además que por ''casualidad'' la sede de la Quinta Mutis le venía como anillo al dedo a la universidad en ese momento. Ésta es la crónica de una derrota anunciada. Cuando el colegio se pasó de la Quinta Mutis a la quinta porra, se le dictó sentencia de muerte. ¿Por qué simplemente no lo devolvieron a donde sí tenía éxito y trasladaron la universidad a la sede de Arrayanes?
Todo esto me recuerda una película de los hermanos Marx en que Groucho es el presidente de un país imaginario y decide ir a la guerra contra el país vecino. Hay un momento en que las cosas pueden salvarse, pero Groucho argumenta ante la llegada de un diplomático para negociar que seguramente el hombre no le dará la mano y lo insultará. Apenas éste aparece, le dice que por sus insultos se irán a la guerra.
La Universidad decide mandar un colegio que ha sido exitoso por siglos a un sitio donde se va a hundir y cuando se hunde no intenta salvarlo, se siente insultado por el fracaso y la solución es irse a la guerra contra el colegio, es decir, venderlo. Si siguiéramos esa lógica, a cada enfermo en vez de curarlo habría que enterrarlo, o a cada persona sana deberíamos mandarla a un lugar donde seguramente se va a enfermar y después deberíamos negarle atención médica por haberse enfermado.
Lo más paradójico de todo esto es que el fervor Rosarista de quienes allí estudiamos, permanece vivo, mientras que los encargados de mantener viva la institución, carecieron de fervor para preservarla y la están aniquilando. ¿Cómo explicar de otra manera que en sólo seis años alguien haya logrado acabar con una obra pedagógica que llevaba más de 350 años gestándose?
Tampoco hay que olvidar que el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario sobrevivió peores épocas. En 1816 y 1817 sobrevivió a Murillo y a Sámano, quienes convirtieron el colegio en cárcel, sobrevivió su pérdida de autonomía en 1885, y sobrevivió a la Guerra de los Mil Días, cuando del colegio sólo quedaba el bachillerato, para florecer de nuevo en el siglo XX bajo el mandato de Monseñor Castro Silva. Sin embargo, parece que más de tres siglos y medio de historia no sobrevivieron a un simple y tal vez malhadado traslado de sede.
Los bachilleres Rosaristas de la promoción de 1969 celebraremos con bandera a media asta el cuadragésimo aniversario de nuestro grado de aquel "dulce hogar de virtudes y ciencias" fundado en 1653 por Fray Cristóbal de Torres procero, quien jamás hubiera aprobado que el colegio que él fundara fuera vendido a cualquier mercader y que su templo de enseñanza fuera medido en pesos y centavos y no en virtudes y conocimiento.
Quisiera finalmente recordarle la última estrofa del himno del colegio:
Oh Virgen del Rosario!
Protege nuestras aulas;
Fe, ciencia, amor y bríos
Dale a la Juventud;
Ampara de Colombia
Los sacros pabellones
Y alumbra nuestra mente
Con tu inefable luz!
Espero que la inefable luz de la Virgen del Rosario alumbre las mentes de las directivas, ya que según parece, perdieron la fe en ese milagro pedagógico llamado Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, y lo hago con la esperanza de que en vez de vender esas aulas, las protejan para futuras generaciones de rosaristas.
Indignadamente,
Mario Lamo Jiménez, Bachiller en Filosofía y Letras 1969
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