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CUENTO

          

                             EL SECRETO

                      

María Teresa Arrázola

 

Enero 4 del 2002. Desde la ventana del cuarto piso, donde fueron vistos por última vez la doctora Yasmín Granados, su paciente Julia Arteaga, un niño llamado Ariel y Luisa Castañeda, la enfermera jefe del piso de pacientes psiquiátricos, miro el entorno de edificios grises y jardines de rosas, donde caminan algunos de los pacientes que están en recuperación y sus familiares.

Hoy es domingo, pero el director general del hospital San Justo me ha dado permiso para tomar mis notas e interrogar a algunas de las personas que pudieran dar alguna luz sobre este caso extraño de personas desaparecidas, que estamos investigando ahora en el departamento de policía.

La doctora Yasmín Granados, su paciente Julia Arteaga, un niño llamado Ariel y Luisa Castañeda, la enfermera jefe del piso de pacientes psiquiátricos, desaparecieron el treinta y uno de diciembre de 1995 del hospital psiquiátrico, en una forma misteriosa.

Una de las asistentes del personal del hospital me ha facilitado las notas escritas por la enfermera Luisa Castañeda, asistente de la doctora Granados, las notas escritas por la doctora Granados, el diario de la paciente y el libro que dio origen a todo este complicado asunto.

Notas de la enfermera Luisa Castañeda

Septiembre 18 del 2001. Encontramos un diario en la cartera de la paciente Julia Arteaga, quien fue hospitalizada hace dos días, a petición de sus familiares, debido a su conducta obsesiva. Ella está ahora bajo medicación y se encuentra en observación. A pesar de que estuve muy ocupada en el hospital, logré sacar algunos ratos libres para leer este diario. Lo llevé también a mi casa el fin de semana, porque me pareció una historia muy interesante. Hoy estuve revisando la historia clínica de la paciente. Nombre: Julia Arteaga. Edad: treinta y cinco años. Sexo: femenino. Profesión: periodista. Diagnóstico: crisis maníaco depresiva (posible esquizofrenia). Su tratamiento actual es una poderosa medicación de tranquilizantes para inducirla a dormir.

Diario del Julia Arteaga

Agosto 2 del 2001. El hombre está siempre sentado en el parque con un libro abierto. Por su expresión absorta pienso que en ese libro de pasta gris él debe estar leyendo algo extraordinario. Lo vi por primera vez cuando pasé por el parque cercano a la oficina del periódico donde trabajo y me detuve un poco para mirarlo.

Agosto 14. Lo escuché hablar algunas palabras. Me extrañó su lenguaje, inesperadamente culto; fue entonces cuando comprendí que el hombre tenía un secreto y que yo debía averiguarlo.

Agosto 22. Me parecen pocas las horas dedicadas a observarlo. Sin embargo, un dolor de cabeza me impidió venir por unos días. Cuando volví al parque no lo encontré. Le pregunté a varias personas, pero nadie me dio razón del hombre del libro...

Agosto 23. Hoy reconocí a un chiquillo al que había visto otras veces en el parque junto al hombre.

¿Tú sabes dónde está el hombre alto que se sentaba aquí con un libro y hablaba solo? —le pregunté.

Me miró sin contestarme, pero me di cuenta de que algo sabía.

¿Cómo te llamas? —le dije.

Ariel —contestó el niño con un poco de temor.

¿Tú sabes dónde está el hombre alto que siempre estaba leyendo un libro aquí, sentado en este banco?

El chico me tendió su manita sucia:

Sí, ¿Quiere que la lleve?

Las calles del barrio antiguo de La Candelaria quedaron atrás cuando empezamos a subir por un sendero agrietado y estrecho a las afueras de la ciudad. Allá lejos se veían las casas iluminadas y las enormes avenidas que formaban ríos de luz en movimiento.

—Aquí es —anunció el niño, después de media hora de caminar a buen paso por la colina. Y se detuvo frente a una extraña construcción que parecía ser una antigua fábrica. Tenía varios patios de cemento y un gran espacio descubierto. Allí pude ver una fogata y rodeado por un grupo de personas, estaba el hombre del libro. Cuando nos acercamos a la fogata percibí la fuerza de estos seres que estaban concentrados en un extraño canto ritual con los ojos cerrados. El hombre se dirigió a mí, sin abrirlos:

—¡Ah! ¿Ya estás aquí?

Él habló como si me conociera y yo me quedé tan sorprendida que no pude contestar. Las chispas del fuego al quemarse una bolsa de plástico, me volvieron a la realidad. Él abrió entonces los ojos, me miró y me entregó el libro gris que siempre estaba leyendo. Luego, todos se tomaron de las manos y emitieron un sonido profundo, como de una campana.

—¡Vamos con ellos! —dijo Ariel.

Yo lo dudé un instante, pero fue tarde. Las figuras se desvanecieron en el aire, ante mis ojos asombrados, como si las hubieran transportado en una columna de luz. Del libro emergió un reflejo azulado y una onda luminosa nos envolvió. «Esto es radiación», pensé. El brillo de la luz me impidió seguir mirando. Cerré los ojos por un momento, pero al fijarlos de nuevo en el libro, éste era sólo un pedazo de cartón sin vida...

Septiembre 2. Hoy vine nuevamente al parque donde lo encontré por primera vez. Me senté en el banco donde él se sentaba. Con el libro abierto ante mis ojos esperé esa luz extraña, que pude ver tan claramente el otro día. La luz que se llevó a los amigos de Ariel a algún lugar lejano. El chiquillo me acompaña a veces y me pregunta dónde pueden estar sus amigos, pero yo no puedo responder, porque no lo sé. ¿Fueron ellos a otra dimensión? ¿Será posible?

Septiembre 15. Hoy llegaron al parque unos hombres vestidos con batas blancas. Están aquí conmigo y quieren que vaya con ellos al hospital. Les conté que soy periodista. Ellos me dijeron que les parece muy bueno que lo sea, pero que yo estoy enferma y mi familia les pidió que vinieran a ayudarme. Los hombres vestidos de blanco le dijeron a mi amigo Ariel que me acompañara y me aseguraron que allí también podría encontrar las respuestas que estoy buscando con insistencia.

Notas de la doctora Yasmín Granados

Septiembre 25. La paciente se encuentra en observación. Se pone frenética si alguien trata de tocar un libro que encontraron en su cartera. El libro estaba junto con un diario de notas personales que la enfermara Castañeda me ha entregado ayer. En sus apuntes hay un extraño relato de seres que viajan a otro espacio y a otro tiempo. Nombra también a un chico llamado Ariel, quien compartió su experiencia. Se refiere al "libro", que según ella, contiene toda la información y que le fue entregado por un hombre con un gran poder.

Octubre 6. Hoy vinieron sus familiares. La paciente pasa muchas horas mirando el libro que tiene junto a su cama. Desde que ingresó no ha vuelto a escribir. Uno de sus familiares comentó que ella parece muy sabia. Estoy dudando de su esquizofrenia. Creo que ella tiene una extraña percepción extra sensorial. También vino a verla el niño que ella nombra en su diario.

 Noviembre 3. Se le retiró a la paciente un pequeño coágulo en el cerebro. La operación fue un éxito, pero tiene amnesia parcial. No ha preguntado por sus notas personales ni por el libro.

Noviembre 17. Hemos dado de alta a la paciente. Ahora tengo el libro en mis manos. Aunque parece un objeto sin importancia, encuentro que en su obsesión por el libro hay algo extraño. Me interesa saber qué es lo que ella veía. Cuando miro el libro fijamente, las letras parecen puntos de luz.

Diciembre. 10. He cancelado casi todos los pacientes de la semana, me obsesiona saber qué hay detrás de todo esto. Es algo que debo entender. La enfermera Castañeda golpea en la puerta del consultorio para recordarme que tengo un paciente en cuidados intensivos, pero, ¡no puedo apartar los ojos del libro!

Notas de la enfermara Luisa Castañeda

Diciembre. 27. Desde que la joven Julia Arteaga, la paciente de la doctora Granados, ha salido del hospital, la doctora ha presentado una serie de comportamientos extraños que me preocupan. Ha cancelado la mayoría de sus citas pendientes y pasa mucho tiempo en la oficina mirando fijamente el libro gris que pertenece a su paciente.

Diciembre. 30. La doctora Granados ha estado encerrada en su oficina por dos días. El doctor Henao, a quien le comenté mis inquietudes, vino a revisarla hoy en la mañana y decidió que la doctora tenía que descansar. Le han aplicado un sedativo y me pidió que la dejara dormir, pero que estuviera atenta a sus reacciones.

Reporte

El treinta y uno de diciembre a las seis de la tarde, Julia Arteaga, la paciente que fue recientemente operada y un niño vinieron juntos al hospital. Ella le dijo a la enfermera que había olvidado su libro aquí en el hospital y le pidió que se lo entregara. Cuando la enfermera le informó que lo tenía la doctora Granados, la paciente le preguntó si la podría visitar por un momento para agradecerle su intervención quirúrgica. A la enfermera Luisa le pareció conveniente que visitaran a la doctora para entretenerla un poco y los llevó a la habitación de la doctora. Cuando regresó a las ocho, para decirles que las visitas eran hasta las ocho y treinta, pudo ver algo increíble. La doctora Granados y sus visitantes estaban tomados de las manos y emitían un extraño sonido, como el de algún antiguo ritual.

La enfermera asustada llamó al médico de turno, pero cuando éste llegó la enfermera estaba sola en la habitación, caminando de un lado a otro y sumida en una profunda crisis nerviosa.

¿Qué pasa Luisa? —le preguntó el doctor.

¡Han desaparecido todos, doctor! Estaban aquí dos personas de visita en el cuarto de la doctora Granados; cuando vine a decirles que la visita había terminado, pude verlos a todos tomados de la mano, pero luego se esfumaron envueltos en una columna de luz. ¡Esto es muy extraño doctor! ¡Es como para volverse loco! —afirmó la enfermera.

Creo que usted ha trabajado mucho esta semana señorita Castañeda. Por favor, tómese dos días de vacaciones y hablamos el lunes, ¿le parece? —dijo el médico de turno, observando a la enfermera con cara preocupada.

La enfermera Luisa Castañeda miró al doctor que se alejaba y tomó en sus manos el libro, que según las últimas notas que pudimos encontrar, escritas por ella antes de desaparecer, despedía ahora una extraña fosforescencia...