EL INFORME BRODECK
DE PHILIPPE CLAUDEL
Editions Stock, Paris
Perla Hinestrosa
Yo creo que Philippe Claudel fue eliminado como finalista del Goncourt 2007, a causa de la batalla que opone las editoriales francesas por alcanzar el premio y las presiones que los directores tratan de ejercer sobre el jurado. Felizmente, el Goncourt de los liceos de Francia le fue otorgado.
Philippe Claudel no habla mucho, tiene dificultades para comunicar y solamente cuando se encuentra en frente de una página blanca las ideas se amontonan en su cabeza y empieza a hablar con letras.
El informe Brodeck no es un libro más sobre las atrocidades y consecuencias de la segunda guerra mundial. Es el relato de cómo una pequeña localidad alemana bajo el imperio del miedo es capaz de todo. El miedo puede conducir al heroísmo, pero la mayoría de las veces las pasiones más bajas y vergonzosas salen a la superficie, para deshumanizar los rostros y las almas.
Brodeck a los cinco años fue abandonado en un camino desierto y recogido por Fedovina, una mujer judía que huía con su carreta. Ella le enseñó un viejo dialecto alemán que se parece al yidish.
El propietario del único café del pueblo era el hombre más rico y al mismo tiempo el alcalde. Como Brodeck era buen alumno, despierto e inteligente, resolvió ayudarlo para que fuera a la capital a seguir un curso universitario. En Berlín conoció una estudiante húngara, se casaron inmediatamente pero tuvieron que regresar al pueblo pues la guerra venía de estallar. Los soldados nazis recorrían Alemania en busca de judíos, los “extranjeros” y Brodeck era el único extranjero del pueblo. ¿Cómo sobrevivió? Porqué, según su relato, él perdió toda noción de vida y de dignidad; vivió como un animal, obedeciendo y conformándose al horror. Cuando regresó al pueblo, las gentes que lo habían denunciado lo miraban asombrados, tuvieron que quitar su nombre del monumento a los muertos. La prueba más horrenda le esperaba en su casa. Su bella Alvira no lo reconoció, sentada en la ventana, la mirada perdida susurraba una canción, había una niña de cuatro años. ¿Su hija? Y Fedovina sollozaba.
Alguien le contó la verdad. Los hombres que lo conocían y que se decían sus amigos, habían violado y maltratado a su mujer. Alvira perdió el habla y la voluntad; permanecía en la ventana con la mirada perdida más allá del horizonte.
Un día llegó al pueblo un personaje extraordinario, vestido a la antigua, con gran lujo y venía acompañado de un caballo y un asno. En el café-hotel del alcalde arrendó la mejor pieza y pagó tres meses por adelantado. No hablaba con nadie y solo sonreía. Brodeck lo observaba de lejos recorrer el pueblo con un cuaderno de dibujo en la mano. La sospecha y el miedo empezaron a modificar la vida de los habitantes. ¿Quién era ese hombre excéntrico que había escogido el pueblo más desconocido de Alemania para instalarse? Una mañana todos los habitantes recibieron una invitación para un vino de honor en el café-hotel. El desconocido había preparado todo. Un buffet suculento y sobretodo, una exposición de cuadros colgados en los muros, pero cubiertos de velos negros. Cuando el anfitrión entró en la sala, el asombro y la alegría enrojecían los rostros animados por el vino. La únicas frases que pronunció fueron: ¡Gracias por su gentileza, yo he tratado de hacer el retrato más fiel de cada uno de ustedes, Pueden descubrir los cuadros ¡ Un silencio de muerte se instaló en la sala. Cada rostro mostraba el secreto que guardaba: envidia, muerte, traición, adulterio, denunciación, la violación de Alvira, etc. Poco a poco comenzaron a interrogarse: ¿Usted ve lo que yo estoy viendo?
El libro comienza cuando Brodeck, que no esta invitado, llegó corriendo al café por un poco de aceite para Fedovina. Al abrir la puerta se dio cuenta de lo ocurrido. Habían asesinado al desconocido y quemado todo lo que le pertenecía. El alcalde ordenó a Brodeck de hacer un informe detallado de lo sucedido, lo más pronto posible, sin ninguna escapatoria. Encerrado en la biblioteca día y noche, Brodeck escribió el informe y al mismo tiempo el relato de su vida, lo dejó en manos del alcalde y partió en busca de su familia.
Al despuntar el alba, una vieja carreta avanzaba por un camino desconocido. En el interior un hombre que era “nadie” había recobrado su dignidad y una madre con ojos asombrados contemplaba por la primera vez una niña que le decía mamá.
|