GANDHI O EL DESPERTAR
DE LOS HUMILLADOS
DE JACKES ATTALI
Perla Hinestrosa
Desde hace ya varios años y a través de los últimos cuatro libros que ha publicado, Jacques Attali, reafirma su convicción en la tolerancia y la fraternidad humanas como la sola utopía capaz de salvar al mundo. Ilustre representante de un pueblo que tiene fé en los milagros, la biografía de Ghandi corresponde integralmente a la actualidad de un mundo moderno que se debate como nunca frente a una violencia multiforme político-religiosa.
Mohandas Gandhi nació en 1869 en la ciudad de Porbandar situada en la región de Gujarât que es una de las entidades culturales más antiguas de la India. Su padre pertenecía a la casta de los comerciantes y el nombre Gañí significa: comerciante en perfumes. Cuando nació Mohandas él ocupaba una situación muy importante en el gobierno de la provincia pero como no tenía muchos recursos económicos y los matrimonios cuestan mucho dinero en la India, para hacer una sola ceremonia, resolvió casar a Mohandas el mismo día que a su hermano mayor, Gandhi se encontró casado a los trece años con una linda niña que él no conocía, llamada Kasturbaî. Ella tenía doce años y era analfabeta. Él le enseño a leer y a escribir y le dio tres hijos. Katurbaî aprendió muy rápido, llegó a tener una gran cultura, fue siempre su compañera y algunas veces su confidente pero no fue el gran amor de su vida. Gandhi luchó continuamente contra la sexualidad que él consideraba de una violencia nefasta.
El combate contra la violencia que marcó su existencia se lo impuso a sí mismo. Para cambiar el mundo hay que comenzar por cambiarse uno mismo. El joven de veinte años, tímido, frágil, humillado, que llegó a Londres para estudiar derecho, al cabo de cuatro años de esfuerzos se convierte en un abogado independiente y rebelde. A causa de los graves disturbios, las luchas intestinas, las masacres y las humillaciones que la dominación inglesa imponía en todas las regiones del Imperio, Gandhi retornó a Bombay para instalarse como abogado y defender los oprimidos. Por esta época se impregna de la enseñanza que extrae de los grandes textos fundadores de la cultura india: El Bhagavad Gita, canto divino o canto celeste, la biografía de Buda, la doctrina de Aurobindo, los libros de Tagore y muchos otros maestros espirituales. La política de persecución y de desastre, organizada por el gobierno inglés en África del Sur, lo obliga a viajar a Johannesburgo para defender los hindúes. Allí comenzó su vida de asceta, privándose de todo, cultivando su pequeña propiedad, escribiendo manifiestos para levantar la moral de los pueblos oprimidos, exhortando a los ingleses a partir, defendiendo los derechos de los humildes. En África del Sur estuvo en la cárcel tres veces por diferentes motivos. Cuando regresó a su país, diez millones de indios lo conocían. Comenzó entonces diez años de oposición pasiva contra el gobierno colonial: defensa de los campesinos y de los obreros, ayunos en el recinto del Congreso, seis años de cárcel; los ojos afiebrados, casi desnudo y sin fuerzas predicaba por todas partes la necesidad imperiosa para la India de obtener su independencia.
A partir de los años treinta viajó de nuevo a Europa y los Estados Unidos donde fue recibido como el símbolo encarnado de una utopía que paradójicamente comenzaba a realizarse. En abril de 1947 Lord Mountbatten, el último gobernador inglés lo recibió oficialmente para la proclamación de la independencia. Pero Gandhi continuaba su cruzada por la paz. Los musulmanes fanáticos, que siempre lo detestaron, no le perdonaban la separación de Pakistán. En 1948 comenzó un nuevo ayuno porque el gobierno de Nehru teniua dificultades inmensas para imponerse. El 20 de Enero asistió a una última reunión en Nueva Dehli y allí dos fanáticos musulmanes Nathuram Godes y Narayan Apte lo asesinan. Expiro dulcemente como había vivido, mostrando a la humanidad el único camino que puede salvarla.
Hace cincuenta años, por la misma ocasión, Ricardo Ortiz McCormick escribía en El Tiempo esta bella metáfora: La jugosa fruta hindú se ha desprendido del árbol británico por el peso del espíritu, en una lenta maduración del ayuno.
|