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ANÁLISIS

          

      EL SOCIALISMO DE AYER A HOY

                      

Octavio Quintero

Cuando el presidente Hugo Chávez habló por primera vez de llevar a Venezuela al socialismo del siglo XXI, mucha gente, si no todos, pensó que se refería al comunismo de la vieja URSS. Sin embargo, al avanzar el debate, que entre otras cosas apenas comienza, nos hemos ido dando cuenta de que se trata de una nueva concepción de la dirección de un Estado dentro de la ya vieja pero nunca bien interpretada y menos aplicada teoría de la plusvalía marxista, de un lado, y de la revisión teórica del libre mercado definido en la concepción smithsoniana y su ‘Mano Invisible’.

Enmendar en una política de Estado la injusticia laboral del capitalismo que consiste en apropiarse del valor que el trabajo no pagado del obrero asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo; y desmitificar la ‘mano invisible’ de Adam Smith, quien no teniendo los conocimientos matemáticos de que dispone hoy la ciencia, ni los recursos que la posmodernidad nos trajo con el desarrollo de la cibernética y la informática, con los que hoy seríamos capaces de calcular con precisión el valor objetivo de un producto, dijo que el precio justo era el que se derivaba de la oferta y la demanda, y que por tanto, el Estado no debía intervenir en su regulación, serían de entrada los dos fines primordiales del Socialismo del Siglo XXI.

Eso en el campo económico y social. En el campo político, el Socialismo del Siglo XXI tiende a deslindar muy expresamente los asuntos que competen al constituyente primario de los que puede asumir el constituyente delegado, es decir, alcanzar la real democracia participativa. Y aunque este es un enunciado ya muy visible en la arquitectura constitucional de los países latinoamericanos, lo cierto es que la deformación inmersa en la democracia practicada por gobiernos autocráticos, corruptos y clientelistas, sigue marginando la participación directa de los ciudadanos en las grandes decisiones políticas que afectan su vida, por ejemplo, en las discutibles enmiendas constitucionales que estos gobiernos han venido introduciendo en sus Cartas para perpetuarse en el poder, sin consultar directamente al pueblo, o los tratados comerciales conocidos como TLC que han dado en suscribir con Estados Unidos “cueste lo que cueste” como en su momento dijo el presidente Uribe en Colombia, sin llevarlos a referéndum, como sí ocurre en el ámbito de la Unión Europea en donde nada que signifique un cambio sustancial en la forma de vida de la gente se adopta sin previo referéndum en cada uno de los países entre su población.

Un paréntesis: a raíz de la reforma del “articulito” que le permitió a Uribe la reelección, se dio en Colombia un interesante debate académico que debió haber inclinado la Corte Constitucional a declarar inexequible la enmienda. Y era que toda Constitución se compone de partes esenciales y partes formales; o en otras palabras, de fondos y de formas que saltan a la vista de cualquier mediano analista. Las fundamentales, por constituir el marco en sí en que la gente quiere organizarse dentro de la sociedad, no pueden ser reformadas ni modificadas sino por el mismo Constituyente Primario, en tanto que las formales, que también pudieran llamarse de convivencia, podían ser reformadas por el Constituyente Delegado, esto es, el Congreso. Si una sociedad, por ejemplo, no quiere la pena de muerte, no puede el Congreso reformar la Constitución para introducirla sino que debe apelarse a un referéndum para que sea el mismo Constituyente Primario el que determine su voluntad al respecto. No podría tampoco el Congreso determinar mañana o pasado, mediante una reforma constitucional, que Colombia ya no es una República independiente sino un Estado asociado a los Estados Unidos y, en ese mismo orden de ideas, como la Constitución del 91 prohibía la reelección, no podía el Congreso cambiar esa sustancia de la Carta sin incurrir en usurpación de funciones atribuidas políticamente al Constituyente Primario. Distinto es esto a que se prohíba o permita el consumo personal de drogas o que se autorice el matrimonio entre parejas del mismo sexo o que, para emplear otro ejemplo, que la Constitución permita al ciudadano hacer todo aquello que ella misma no tenga expresamente prohíbido.

Dejando de la lado el largo paréntesis que vuelve a tomar actualidad ante la pretensión del presidente Uribe de atornillarse en el poder en caso de “hecatombe”, en este contexto es dable admitir que el Socialismo del Siglo XXI es apenas un enunciado hasta ahora admitido como posible por los gobiernos de Chávez en Venezuela, su líder; Correa en Ecuador, Evo en Bolivia y Ortega en Nicaragua. Podrían agregarse algunos pasos dados por Lula en Brasil y Kirchner en Argentina, en tanto en cuanto que no comulgan ciegamente con el modelo neoliberal, pero que tampoco han sido capaces de apostatar de él en forma contundente. No obstante, es necesario advertir que frente al viejo modelo capitalista y la nueva concepción socialista, va ganando la izquierda porque, salvo Colombia, gobernada por una ultraderecha abiertamente proclamada aunque no admitida por el presidente Uribe quien, entre otras cosas, comete el adefesio político de afirmar que eso de izquierda y derecha ya no existe (pero qué más se puede esperar de un Presidente que a tiempo que proclama la guerra a las Farc tampoco admite el conflicto armado), todos los demás países latinoamericanos, incluyendo Chile y México, dan muestras de tender hacia modelos de desarrollo económico propios (menos dependientes del Imperio), en los que se incluyen políticas sociales abiertamente distantes de la ortodoxia monetaria impuesta por el Banco Mundial y el FMI.

Heinz Dieterich, el sociólogo alemán, a quien se considera el principal ideólogo del Socialismo del Siglo XXI, está profundizando el pensamiento en un libro titulado, precisamente, ‘Chávez y el Socialismo del siglo XXI’. El libro está prologado magníficamente por el general Raúl Isaías Baduel, quien se suscribe como “Soldado de Infantería Paracaidista” de Venezuela y quién, irónicamente, acaba de rebelarse contra el presidente Chávez por considerar que su reforma constitucional va más allá de lo que permite la propia Carta al introducir cambios sustanciales en su concepción que la hacen, no una reforma sino una nueva Carta que debía haberse expedido directamente por el Pueblo y no por la Asamblea Nacional como Poder Constituido que es.

El prólogo completo del general Baduel, que sigue siendo interesante a pesar de la discrepancia que ha entablado con el presidente Chávez; y que gentilmente nos ha hecho llegar nuestro apreciado amigo en Caracas, alvaromasmela@yahoo.es, lo pueden abrir en el blog http://misxxi.blogspot.com/ con el fin de no extenderme en este comentario al que sí le quiero agregar un supersintético resumen del propio Dieterich que topé en mi e-mail proveniente de Ecuadoradio que lo entrevistó a su paso por Quito:

 “Nadie aplica todavía el socialismo del siglo XXI; su implementación requerirá tiempo. El Socialismo del Siglo XXI está en construcción, pero existe. La teoría tiene un cuerpo bien definido. En la construcción de esta teoría se debería contemplar la reintroducción del elemento de referéndum en asuntos trascendentales de la nación, como una guerra, un Tratado de Libre Comercio y hasta un presupuesto nacional, pues, se decide la calidad de vida de la gente”.

La información respectiva dice que Dieterich también explicó que el precio de mercado depende de la fuerza de los que hacen alguna acción económica. Sobre la juventud admite que tiene mucho escepticismo frente al sistema político, pero que busca un proyecto de vida y por lo tanto debe decidir cuál es el estilo de vida que va a querer, y obviamente necesita alternativas como ésta.

En el campo internacional sostiene que las conexiones entre Venezuela, Cuba y Ecuador son diferentes; y al resaltar en el presidente ecuatoriano sus conocimientos económicos, indica que eso lo lleva a entender que no se puede aplicar el mismo modelo en todos los países.

Dieterich en esta entrevista considera posible que en Latinoamérica se esté desarrollando una revolución pacífica tomando en cuenta la realidad de cada nación.

oquinteroefe@yahoo.com

08-11-07