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ANÁLISIS

          

         SÍ AL COMERCIO, NO AL TLC

                      

Martha Hauze, LCSW

marthahauze@mfpic.org

Nada más lejos de la verdad que considerar el Tratado de Libre Comercio la panacea para Colombia al “integrarla” al mercado internacional. El Tratado de Libre Comercio ni es libre, ni es comercio. Se trata de la absorción de Colombia POR otro país, en detrimento de su población y su futuro, haciendo modificaciones políticas y sociales estructurales que afectan negativamente la democracia y la soberanía del país.

El TLC tiene 23 capítulos, de los cuales menos de la tercera parte se refiere a comercio. Los demás son “normativos”, es decir, son los capítulos que obligan a Colombia a cambiar sus estatutos constitucionales y estructuras políticas para acomodarse a las necesidades comerciales de otro país.

En realidad no se puede decir que Colombia hubiera negociado el TLC pues sus representantes nunca tuvieron el poder para defender, promover o proteger los intereses del país. Los tratados de libre comercio impulsados por los EEUU están todos “cortados por la misma tijera” y sus diferencias de un país a otro son mínimas, pero los principios que los guían y la estructura que tienen son los mismos. En el caso de Colombia se puede decir que nuestro país es tratado por el TLC como una “economía adherente”, es decir como una nación que no pudo ni podrá en el futuro establecer sus intereses. Esta situación resulta de que su elite político-económica se dejó cooptar por los intereses de la “economía dominante” o país beneficiado por el TLC y su opinión pública se ha dejado amilanar por amenazas de represalias y resultados negativos para su prosperidad si se abstiene de adherirse.

En modo aluno podemos decir que el TLC no beneficiaria a alguien, pues eso seria mentira. Ciertamente, algunos serán altamente beneficiados por el tratado. Esos son los que insisten en promoverlo y los que se empeñan en que es la única o la mejor opción del país. Pero Colombia, como país, seria altamente perjudicado con este tratado.

Entre esos beneficiarios están los narcotraficantes y los paramilitares, además de los políticos corruptos y unas cuantas industrias en posición de sacar ventaja de las circunstancias, casi todas ellas localizadas en Antioquia, donde hasta una minoría de sindicatos que no representan a la masa de trabajadores del departamento han declarado su apoyo al TLC.

Una de las fases del tratado que la opinión pública colombiana ignora  es en lo que hace relación con los llamados “Temas de Singapur”. En la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio que tuvo lugar en Singapur en 1996 se propuso por parte de los países industrializados que se establecieran normas internacionales obligatorias sobre comercio e inversión, políticas comerciales y competencia, transparencia en la contratación pública y facilitación del comercio. En esa reunión se tomó la decisión de crear grupos de estudio sin compromiso de adoptar decisiones sobre dichos temas. En ninguna de las conferencias internacionales sobre comercio que ha habido desde entonces se ha logrado acuerdo sobre estos temas pues muchos países no industrializados consideran desfavorables y desventajosas las propuestas presentadas a nombre de los países más poderosos. En estas discusiones Argentina y Brasil han sido abanderados de la defensa de los intereses nacionales pero los voceros oficiales de Colombia les han negado su respaldo.

El TLC se adelanta a tomar decisiones sobre los temas de Singapur, confirmando de esa manera una ruptura en la posición de los países no industrializados y debilitando su posición negociadora.

Veamos la manera como el TLC puede afectar a Colombia con respecto a los temas de Singapur. En cuanto a la contratación pública Colombia se compromete a contratar con compañías extranjeras en las mismas condiciones que con compañías nacionales lo que permitiría a las primeras traer sus propios trabajadores sin necesidad de enseñarle a los colombianos nuevas técnicas o procedimientos ni ponerlos en posiciones de responsabilidad. Esto no solo afectaría el empleo doméstico sino la seguridad interna. Por este mismo motivo Estados Unidos rechazò recientemente a una compañía árabe que quería contratar el cuidado de sus puertos. Los EEUU se pueden dar el lujo de pagar las consecuencias económicas en multas o demandas de esta decisión pero Colombia no está en condiciones de rechazar a los extranjeros por razones de seguridad nacional o protección de su soberanía.

En cuanto a las inversiones, las compañías extranjeras podrán invertir en Colombia sin pagar impuestos, sin controles medio-ambientales, sin requerimientos de compra de materia prima en el país, y sin obligación de transferencia de tecnología. La mayoría de las compañías colombianas no está en condiciones de competir de igual a igual con las extranjeras pues ellas tienen que pagar impuestos altos por los préstamos y están limitadas en su capacidad tecnológica pues el país ha descuidado el verdadero desarrollo al no invertir en educación y en investigación. Por muchos años el país ha invertido proporcionalmente más en la guerra que en el desarrollo del capital humano pensando que de esta manera se garantiza mejor la seguridad de los inversionistas. 

Uno de los ejemplos más fáciles de entender de la desventaja en que se pone Colombia se echa de ver en lo que se refiere a la propiedad intelectual de productos médicos. Con el TLC Colombia se compromete a proteger las patentes medicinales por más tiempo del que la Organización Mundial del Comercio demanda. Por lo tanto, los laboratorios no solo recuperan su inversión en corto tiempo y aumentan sus ganancias, sino que la gente pierde el acceso a los genéricos y se ve obligada a comprar las medicinas a precios más altos.

La parte normativa del TLC, por lo tanto, se refiere a las condiciones que Colombia se ve obligada a cumplir para garantizar que las compañías extranjeras hagan más ganancias. Al mismo tiempo, la economía colombiana se va convirtiendo progresivamente en una dependencia de la economía estadounidense sin las ventajas y beneficios que los ciudadanos de EEUU derivan de esta situación.

El agro es uno de los sectores más vulnerables de nuestra economía aunque los publicistas y abogados del TLC presenten argumentos de lo contrario. Muchos defensores del TLC usan el caso de México para ilustrar el éxito del NAFTA, pero se olvidan de decirle a la gente que México ha perdido su soberanía alimentaría, que su base cultural (el maíz) ha sido removida y que muchas especies del grano han desaparecido debido a los trans-génicos y a la importación de las cosechas que el gobierno de EEUU subsidia entre sus productores nacionales. En esta línea de argumentos se oculta a la opinión pública que 10 años después de la firma del tratado hay aproximadamente cuatro millones de desplazados económicos mexicanos en Estados Unidos y que muchos de ellos eran campesinos que perdieron su fuente de subsistencia en la agricultura nacional. En el mismo periodo en que ha ocurrido este éxodo de campesinos y obreros mexicanos empobrecidos por NAFTA, un solo mexicano ha logrado una riqueza superior a la de Bill Gates.

Así que espero que los colombianos se den cuenta de que los chances de mejorar sus ingresos y su nivel de vida bajo las regulaciones del TLC son mínimas.

Existen muchos estudios y organizaciones que han hecho un análisis crítico del TLC y sus implicaciones para la vida de los colombianos y el futuro del país y todos deberíamos entender que tenemos el deber cívico de informarnos sobre el particular. Por ejemplo, la organización RECALCA (www.recalca.org) ha hecho un esfuerzo por reunir materiales que permiten evaluar el TLC y ofrecen referencias a otras fuentes de información y comentario en lenguaje accesible para los neófitos como yo. También el Movimiento por la Paz en Colombia (www.mfpic.org) tiene un documento que presenta un resumen crítico del proyecto de tratado.