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EDITORIAL

          

              EL REY QUE RABIÓ

                      

Como en épocas de la colonia, en las que los reyes de España decidían, no solamente quién se callaba sino también quién vivía y quién moría, un reyezuelo Español, heredero de la mejor tradición franquista que representa, y enquistado en una cumbre de líderes iberoamericanos que se reunía en Chile, manda a callar a un gobernante elegido democráticamente, Hugo Chávez Frías, cuando éste señaló que el ex presidente Aznar es un fascista, cómplice del golpe de estado que se promoviera en Venezuela en el año 2002. Sólo dos embajadores asistieron a la posesión del presidente golpista que estaba subvirtiendo la democracia venezolana: El de Estados y Unidos y el de España.

La pregunta es, ¿qué hace un reyezuelo en una cumbre de presidentes iberoamericanos? Los reyes son simples humanos que se han tomado a través de la herencia feudal el derecho a ser superiores a los demás. Un rey al que nadie ha elegido manda a callar a un gobernante elegido democráticamente. Es el siglo XXI, pero actúan como si estuviéramos en el medioevo.

De los españoles, a los latinoamericanos nos quedaron los efectos de su racismo y del genocidio perpetrado por siglos, en que nuestros recursos naturales fueron saqueados, nuestros pueblos esclavizados y lo que es más, cinco siglos más tarde los Latinoamericanos no hemos recibido disculpas ni pagos de compensación por parte de los colonizadores europeos que destruyeron civilizaciones enteras, quemaron obras literarias y fundieron obras de arte en oro para utilizar el metal como una vil mercancía.

Ahora España nos está volviendo a colonizar comprando compañías estatales que han sido privatizadas para exportar una vez más capitales que terminarán enriqueciéndolos a ellos y empobreciéndonos a nosotros.

La respuesta al rey de Bastos de la baraja monárquica española es que no nos callamos porque no creemos en reyes. Los reyes son simples descendientes de tiranos y asesinos que no fueron electos por nadie y que se beneficiaron del trabajo ajeno por siglos, y sus representantes actuales son tan inútiles como un apéndice y deben ser extirpados, es decir, despojados de sus títulos medievales, de su poder, de sus riquezas mal habidas y de su presencia en una cumbre de líderes electos.

¿Qué acto más racista que un “rey” mandando a callar a un mestizo, a un verdadero hijo de nuestra América, como si todavía estuviéramos bajo el dominio de un Carlos IV o de un Fernando VII?

No hay que olvidar que los reyes de España participaron en asesinatos y secuestros. Atahualpa, emperador Inca fue secuestrado por los españoles quienes pidieron por su libertad un jugoso rescate. Atahualpa pagó el rescate, pero fue asesinado por Francisco Pizarro. Parte del rescate fue a parar directamente a la corona española.

El mal llamado “descubrimiento de América” fue en verdad un gran holocausto que no figura como tal en muchos libros de historia y que haría parecer a los futuros holocaustos como cosas pequeñas en comparación. Las masacres se dieron no por miles sino por millones a lo ancho y largo de América. En República Dominicana, Cristóbal Colón participó personalmente en la matanza de miles de indígenas taínos. Hernán Cortés saqueó las riquezas de México y dejó más de 240 mil muertos a su paso.

Durante la época colonial la esclavización y el maltrato acabaría con millones de vidas, mientras las riquezas de América viajaban a España para llenar las arcas de la Corona española. A nosotros nos quedaban la destrucción de nuestras culturas, de nuestras familias y de nuestro modo de vida. Cuando Antonio Nariño tradujo al español del francés los Derechos del Hombre, fue encarcelado, y su abogado José Antonio Ricaurte y Rigueiros, despojado de sus bienes y enviado a una cárcel en Cartagena, donde en medio de torturas moriría sin saberse nunca qué pasó con su cadáver. En otras palabras lo mandaron a callar matándolo.

De los españoles nos quedarían el idioma, una religión dogmática y todo el racismo de una cultura que se había especializado en odiar a los musulmanes, a los judíos, a los negros y a los indígenas, pues según ellos todos eran “razas inferiores” que adoraban dioses falsos y que debían ser convertidos a la sabiduría de su religión, cómplice del genocidio americano.

Cinco siglos más tarde, los españoles están recolonizando a América. En Colombia, las transnacionales españolas se están adueñando de sectores financieros, petroleros y de la comunicación y bajo sus miras han ocurrido masacres de trabajadores, como sucediera con la compañía española Repsol que estaba invadiendo el territorio de los indígena U’wa para sacar petróleo, el oro negro que reemplaza el otro oro que antes robaban a manos llenas. Sindicatos y organizaciones de derechos humanos han denunciado esta nueva colonización que sólo está trayendo más pobreza y muerte al pueblo colombiano y latinoamericano, como en el caso de Nicaragua. Por eso no es de extrañar que ese obsoleto personaje al que llaman rey trate de hacer callar a un Latinoamericano que se atreve a llamar al fascismo por su nombre.