Octavio Quintero
Me he enterado más de argucias electorales que hacen parte de la confabulación política entre el uribismo y los paramilitares por acá en Tocancipá, un pueblito de apenas 20.000 habitantes, que cuando vivía inmerso en la gran urbe de Bogotá con sus más de 10 millones de habitantes, y reto al Dane a que los cuente uno a uno para que vea…
En el lanzamiento de alguna campaña por la alcaldía, se me acercó alguien y me dijo: “tengo noticias de que en Cundinamarca los paramilitares tienen montado el plan de tomarse al menos el 70 por ciento de las alcaldías, y eso es así en todo el país”. No le presté mucha atención a la denuncia hasta que vi una columna en Vanguardia Liberal de un conocido senador en la que denunciaba la intención del paramilitarismo de tomarse la mayor cantidad de alcaldías que pudiera en Santander, y al hacer alusión al movimiento de Convergencia Ciudadana, claro refugio político de los paramilitares y políticos que han dado en refundar el Estado desde los manifiestos de Ralito y Caucacia, noté que ese mismo movimiento era el que avalaba a un firme candidato, sino el más seguro ganador de las elecciones en Tocancipá.
Sobre el particular hice una reflexión en Columnistas Libres (CL) titulada “Dime con quién andas”, y posteriormente en El Satélite, un periodiquillo que edito en este municipio, escribí un editorial que titulé “Runrunes peligros”.
Crece la audiencia, como dice Salamea en las ‘Escalinatas’. Ahora estoy leyendo a otro maestro del análisis político: Pedro Medellín, en El Tiempo. Tras lamentarse de que “nadie parece aceptar que, frente a las elecciones del 28 de octubre, gran parte del país vive un estado de guerra por el control de gobiernos locales y departamentales”, agrega que desde las elecciones del 2003, es decir, desde recién instalado el gobierno de Uribe, (…) “es evidente que la guerra es por el control de los gobiernos locales y departamentales. Más que desterrar a alcaldes y concejales, a gobernadores y diputados, lo que ahora los grupos armados ilegales buscan es hacerlos elegir. Su objetivo es claro: institucionalizar y legitimar el poder que ya han impuesto por la vía armada. Y tener el poder territorial significa adquirir la atribución de controlar la fuerza pública local, nombrar funcionarios públicos, adjudicar contratos o entregar negocios públicos que, como el chance y la salud, proporcionan un buen margen de acción para el lavado de dineros o el enriquecimiento inmediato. El problema está en que esa legitimación no significa que paramilitares o guerrilleros pasen de las armas a las urnas, sino que van a poner los gobiernos locales al servicio de su propia guerra y de los intereses mafiosos que las financian”.
Así de sencillo apreciados electores que se aprestan a elegir a sus gobernantes y legisladores locales el próximo 28 de octubre. Tras las tejas de zinc y los bultos de cemento; tras las baterías de salud y las bolsitas de mercados; tras la pola y el guaro y las rifitas de chécheres y cachivaches, se agazapan los paramilitares y guerrilleros, ambos mercenarios del narcotráfico, con la ventaja de que los paramilitares cuentan además con la tácita colaboración y apoyo del Estado de Uribe con lo cual, queremos decir, que es todo el establecimiento: gobierno, fuerzas militares, poder judicial, poder legislativo y organismos de control y vigilancia, puestos al servicio, algunos total y otros en parte, a la causa de la refundación estatal.
Esa voz alicorada que me sopló la confabulación del próximo 28 de octubre, y a la que no le presté de momento mayor atención, ya anda por las páginas editoriales de El Tiempo; y poco a poco permeará muchas otras páginas de periódicos y revistas; de radio y televisión y de medios virtuales.
Y la gente, como siempre… “a donde vas Vicente”. Ahora me parece más dramática la brutal sentencia de Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas, es el silencio de la gente buena”, que parece reforzada por Luther King cuando dice: “Más que los actos de los malos, me horroriza la indiferencia de los buenos”.
Y como estamos de sentencias, agreguemos otras dos: “El silencio de los que tienen que gritar y se enmudecen, es la paz de los que no deben dormir y logran hacer”: grafito en Barrio Triste de Medellín que me inspiró para luego decir: “La conciencia de algunos es tan negra que logra dejarlos dormir sin remordimientos”: Octavio Quintero. .
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