A Hércules le encomendaron realizar siete trabajos imposibles, y los cumplió uno por uno. Si hubiera vivido en nuestro tiempo, Hércules habría preferido medírsele de nuevo a esos siete trabajos imposibles y no a la tarea plus imposible de ser facilitador de la paz en Colombia.
Sin embargo, a esa tarea le han puesto el pecho el presidente de Venezuela Hugo Chávez, y la senadora colombiana Piedad Córdoba. Veamos las dificultades principales que deberán enfrentar –y que ya están enfrentando—los dos hercúleos facilitadores , para entender la magnitud del problema que con tan noble empeño se han ofrecido a resolver.
Tenemos, primero, a los dos supuestos protagonistas del conflicto colombiano. En una esquina del ring al gobierno colombiano, hoy presidido por el doctor Álvaro Uribe Vélez, reelegido para un segundo período, y quien, según las encuestas, tras cinco años de mandato cuenta con un respaldo del 70% entre la opinión pública. En otra esquina, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, agrupación guerrillera subversiva que se acerca al medio siglo de lucha “en las montañas de Colombia”, y declaradas por el gobierno colombiano y por la comunidad internacional como una organización terrorista. Ya veremos cómo y por quiénes están ocupadas las otras dos esquinas de este extraño cuadrilátero que sirve de escenario a la guerra en Colombia.
Durante el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) se adelantaron importantes negociaciones de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC, que entonces tenía dos jefes máximos: Manuel Marulanda y Jacobo Arenas. Había otras facciones guerrilleras independientes de las FARC, y a veces enemigas por cuestiones de interpretación ideológica y de metodología de combate. Tales, el M19, el Ejercito de Liberación Nacional, ELN, guerrilla de inspiración religiosa; el EPL, el ERP, y otras guerrillas maoistas, trostkistas, etc. Las conversaciones de paz del gobierno de Betancur se concentraron con las FARC y se avanzó hasta el punto de que esta guerrilla acordó dar un primer paso de retorno a la vida democrática con la creación de un partido político que se denominó Unión Patriótica. Las FARC y el gobierno de Betancur acordaron en 1983 un cese al fuego y suspendieron hostilidades. La Unión Patriótica hizo su presentación en público, integró sus cuadros políticos (muchos de ellos miembros del partido comunista) y comenzó a actuar en la legalidad. El siguiente paso sería la firma del acuerdo de paz definitivo y la paulatina disolución de la guerrilla. En lugar de eso, tres mil militantes de la Unión Patriótica, y sus dirigentes, fueron acribillados, uno por uno.
Casi por la misma época en que asumió la presidencia Belisario Betancur, y anunció sus intenciones de buscar la paz con la guerrilla, entraron en acción el grupo denominado Muerte a Secuestradores (MAS), cuya formación se les atribuye a Pablo Escobar y a otros jefes de la mafia antioqueña, y las autodefensas campesinas, después Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), organizaciones paramilitares cuyo objetivo era combatir a la guerrilla en su terreno y con sus métodos, según el modelo que se ensayó durante la violencia de los años cincuenta, en que a la guerrilla liberal se le opuso una guerrilla conservadora, también de tipo paramilitar como las AUC. Dichas AUC son las ocupantes de la tercera esquina del cuadrilátero de la guerra colombiana y las encargadas del juego sucio contra el adversario. Han sido las perpetradoras de horrendas masacres, asesinatos de dirigentes sindicales, de educadores y políticos, en un larga historia de sangre y terror. En la cuarta esquina están quizás los púgiles más peligrosos de esta pelea pactada a un número indefinido de rounds: los narcotraficantes y la oligarquía colombiana, iguales de corruptos, inescrupulosos y sanguinarios, y estrechos aliados.
La guerra interna de Colombia comenzó el 7 de agosto de 1946 con la caída de la República Liberal y el ascenso de la República Fascista. Cuando la guerrilla liberal, un verdadero movimiento popular de campesinos y de intelectuales, estaba a punto de derrocar el régimen fascista de Laureano Gómez, la oligarquía tradicional propició el golpe de estado del general Rojas Pinilla, que con el programa de la convivencia y la recuperación de la libertad, consiguió que los guerrilleros liberales entregaran las armas. Hubo una relativa tregua de paz, hasta que en 1964, surgieron las guerrillas de las Farc y el Eln como respuesta a una ofensiva de los terratenientes y los ganaderos contra el campesinado indefenso al que, como ahora, querían despojar de sus tierras. Desde entonces el conflicto se ha intensificado, la guerrilla de las Farc conformó un poderoso movimiento armado, que en sus últimos años implementó el secuestro de ciudadanos como una estrategia de guerra. Hoy en día hay más de tres mil colombianos que están contra su voluntad en poder de las Farc. Tres de ellos son ciudadanas de los Estados Unidos, nación que actúa en el ring como juez y parte.
Ante semejante panorama puede comprenderse sin esfuerzo la dificultad casi invencible que tienen los facilitadores de la paz en Colombia. Cuando a todos los que se encuentran en el ring side no los motiva otra intención que la de noquear al adversario, parece utópico pedirles que se quiten los guantes.
Precisamente una tarea para Titanes, para Hércules modernos. Y en ella el presidente de Venezuela Hugo Chávez y la senadora colombiana Piedad Córdoba han dado muestras de que están dispuestos a cumplir su misión facilitadora de paz en Colombia con la tenacidad, la inteligencia y el coraje con los que Hércules dio remate a sus siete trabajos; pero, así como no hay que desmayar, tampoco hay que hacerse ilusiones de que los secuestrados estarán pronto de regreso en sus hogares, ni que la paz nos aguarda al doblar de la esquina. A no ser que ocurra un milagro. |