José Rui Martins es uno de los directores de teatro con una trayectoria artística singular, no sólo en Portugal sino en toda Europa. Nacido en Tondela un simbólico 9 de abril de 1959, estudiaría administración cultural y teatro en Bélgica, Luxemburgo y Grecia y en 1976 fundaría uno de los grupos teatrales más importantes de Portugal: Trigo Limpo y la Asociación Cultural y Recreativa (ACERT). Desde entonces ha sido actor, productor, dramaturgo, coordinador de cursos de formación profesional de actores, profesor de teatro y de expresión dramática y mucho más. Ha escrito 18 obras de teatro: originales y adaptaciones al teatro de textos de autores latinoamericanos como García Márquez e Isabel Allende, así como las obras de numerosos autores portugueses. Además es declamador y ha grabado varios CDs y participado como actor en programas de televisión y en películas. Ha coordinado un sinnúmero de importantes proyectos culturales nacionales y internacionales que incluyen seminarios, encuentros y congresos, pero lo que es más importante, ha sido el creador de un movimiento cultural que busca integrar elementos de diversas culturas, ya sean lingüísticos o visuales, para presentar a través de su arte un mundo diferente, donde el arte hace realidad lo que a veces la realidad le niega a la existencia.
José Rui Martins es además un investigador exhaustivo y un enamorado de la palabra escrita, cuya personalidad expresa el amor y el cariño que sólo un poeta puede sentir por la misma. Esta investigación lo ha llevado a conocer poetas y escritores de muchos rincones del planeta y a crear gracias a la magia de la palabra y a sus grandes dotes teatrales verdaderas obras de arte.
La Hojarasca entrevistó a José Rui Martins acerca de su vida y acerca de su último proyecto teatral “Andar Nas Nuvens” (Andar en las nubes), basado en un cuento de uno de los editores de La Hojarasca, Mario Lamo Jiménez.
LH: Cuéntanos cómo nació tu amor por el teatro.
JRM: Se vivía el tiempo de la dictadura. Estudiaba en un colegio privado al que sólo los hijos de los ricos tenían acceso. Mis padres hicieron inmensos sacrificios para que yo pudiera estudiar. Fue así como a los 10 años fui actor en mi primer espectáculo con un profesor que preparaba anualmente una fiesta con un teatro y un coro en el que siempre participé. Mi amor por el teatro surgió de manera más afectiva después de la revolución del 25 de abril. Fue la alternativa que juzgamos más adecuada para sentir un hermoso momento de libertad en mi país y participar activamente en la euforia de la participación política y cívica junto al pueblo. El teatro significó para mí, en primera instancia una herramienta poética para denunciar las injusticias, un arma que lanzaba municiones de palabras portadoras de mensajes de fraternidad y sobre todo, una forma de sentir colectivamente que existía un futuro que deseábamos forjar con nuestras propias manos.
LH: ¿Cuándo y por qué fundaste el grupo de teatro Trigo Limpo?
JRM: En 1976 (dos años después de la Revolución de los Claveles), se creó Trigo Limpo como forma de participar comunitariamente en una región del interior de Portugal adonde los vientos transformadores de la revolución difícilmente llegaban. Era una zona fuertemente marcada por el oscurantismo y por el dominio de los terratenientes para mantener sus privilegios que un régimen dictatorial de casi cincuenta años indebidamente les concediera. Impedían que la población saboreara la libertad.
Fue así que trabajamos durante los primeros años de actividad del grupo: sin sede propia, ensayando en una pequeña población cercana a Tondela (Molelos) y en tiendas de casas de familia que solidariamente nos acogían. Mantuvimos intacta nuestra filosofía de actuación y fuimos desarrollando conocimientos teatrales para que el proyecto tuviera una evolución artística. Fundamos nuestro primer espacio, que en verdad era una asociación cultural (ACERT) con proyecciones mayores y con una recaudación alquilamos una casa de 32 metros cuadrados. Reconstruimos un hospital en ruinas y lo volvimos sala de espectáculos, salas de formación de actores, un bar, una biblioteca…
Todo pasaba muy rápido y comenzamos a crear una alternativa cultural sólida fuera de las grandes ciudades: en el interior de Portugal, las opciones artísticas eran prácticamente inexistentes. Luchábamos por la descentralización de forma empírica, con la misma naturalidad con que un niño brinca apasionadamente con cada juego que inventa. Sin ninguna pretensión, fuimos ganándonos la confianza de los poderes municipales por la capacidad con la que realizábamos nuestras utopías y conquistábamos lazos de unión con el público y la comunidad.
Actualmente, tenemos un bello espacio que construimos en Tondela (Novo Ciclo ACERT), con tres auditorios, bar, restaurante, sala de exposiciones, oficinas, estudios (fotografía, sonido y vídeo), salas de trabajo y un jardín donde plantamos semillas que hacen crecer espectáculos, cuatro festivales internacionales (música, teatro y vídeo) y una programación cultural permanente en varias áreas artísticas.
Todo comenzó hace 31 años y parece que fue ayer …
LH: Has escrito muchas obras de teatro. ¿Cuál es el tema principal de tus obras y qué autores han influenciado más tu estilo de dramaturgia?
JRM: Nunca escribí verdaderamente una obra de teatro. Escribo por la necesidad de corresponder a los sueños que precisamos vivir en cada momento. Soy un escritor de panadería: hago el pan cuando hay necesidad de comer.
No tengo un tema especial que a través de todas las obras teatrales que he escrito o adaptado, aunque mantengo una gran fidelidad al lado poético con que puede ser encarada la transformación de la vida y la utopía de ver un mundo más justo. Naturalmente que también aprecio la fuerza del humor, por el lado en que trata con cuestiones más serias, y que según nos dicen, son “intocablemente sagradas”. Un humor imaginativo e inteligente que favorezca la reflexión sobre los asuntos más serios que nos incomodan y atormentan. Para mí, el teatro es el trabajo de los actores que dan vida al encanto de la palabra y a la magia de la historia que se cuenta.
Existen muchos autores que me influencian, y sin los cuales, difícilmente podría ser lo que soy hoy. Son tan importantes como el aire que respiro, sin tenerlos en orden de jerarquía y corriendo el riesgo de olvidar a muchos otros, están: Gabriel García Márquez, Mia Couto, Isabel Allende, Fernando Pessoa, John Ernst Steinbeck, Alexandre O’Neill, José Eduardo Agualusa, Manuel da Fonseca, José Craveirinha, José Saramago, Pepetela, Jorge Amado y Sofia de Melo Breyner, entre muchos que me han ayudado a desarrollar fuerzas, deseo de crear y esperanzas.
LH: Eres dramaturgo, declamador, poeta, actor…¿cuál de estos papeles te gusta más, y por qué?
JRM: Entiendo que ser actor es ser un hombre con los pies en la tierra, un ciudadano comprometido con el mundo que lo rodea. Me gusta ser actor en un escenario donde se sueña con el argumento y se representa con sinceridad aquello que se ama. Me gusta ser actor de muchas artes por el placer de compartir con los demás y veo siempre con mucho escepticismo el protagonismo individualista de los largos monólogos narcisistas que reducen el arte a una función decorativa o a postulados estéticos desprovistos de cualquier contenido comunicativo.
Me gustaría ser poeta, ejerciendo mi poesía como instrumento de respiración para, como escribió el gran autor de Mozambique, Eduardo White, sentirme más cercano de la palabra, activa ave migratoria, herida que sangra, navaja que mata, sueño que se disipa, visión sin vidente …
Soy como un actor que se ve capaz de actuar en muchos frentes que le apasionan, y por eso sostengo que la vida es un escenario.
LH: Cuéntanos cómo nació la idea de la obra que van a estrenar el 31 de mayo “Andar en las nubes” y en qué consiste la obra.
JRM: En una de mis muchas navegaciones que hago por Internet, procurando bañarme con palabras que me encantan, encontré letras flotando sobre imágenes de un Botero. Era el barco comandado por un marinero colombiano, Mario Lamo Jiménez. Me dejé flotar en un poema que comenzaba con “Abrapalabra” y me sumergí profundamente a su pesca, encontrando peces coloridos, de dientes agudos, aletas graciosas, agallas con sangre viva… Viví una noche feliz y me hice compañero de su embarcación.
Antes de dejar de pescar, surgió un cuento asociado a un libro publicado: “Un viaje al país de las nubes”. Andaba en la búsqueda de aquel pez en muchos otros mares, por lo que no resistí el sueño pues ya llevaba por dentro el teatro que este pez portaba. Desperté y comparé si era verdad o insomnio, verificando que, durante la noche ya había acumulado personajes y situaciones.
¿Coincidencia? Claro que no podía ser. Busqué al marinero por todos los medios que las nuevas formas de comunicación permiten, con la ayuda de dos compañeros, entretanto, ya estaba contaminado con el descubrimiento. No fue fácil …a pesar de no tener su autorización para la adaptación, no conseguí calmar el entusiasmo: escribí, reescribí, anoté, imaginé…
Un día mágico, llegó una botella con un mensaje telefónico para mi amiga Paula Coelho. El marinero había recibido el pedido de auxilio de nuestra embarcación y se alistaba a lanzarse por todos los medios a nuestro salvamento para que juntos venciésemos todas las tormentas, disponiéndose a elevar las velas que permitiesen aprovechar todos los vientos de la pasión que soplaban similarmente.
Más tarde, en un hallazgo en un sótano, llegué a la conclusión de que el marinero colombiano, Mario Lamo, no era más que un viejo compañero de escuela que hacía muchos años había salido de Tondela en común acuerdo para aventurarse en otras tierras, habiendo sellado un pacto de regreso que tendría lugar una noche de luna llena para intercambiar bitácoras de viaje.
En cuanto a la obra, se trata de una fabulosa historia escrita por un fabricante de palabras que sabe que lo fantástico y lo poético pueden conducir a mundos de reflexión sin límites. Un viaje donde se cruzan sabidurías, miedos, sorpresas y formas de ver más allá de la realidad con que nos quieren emparedar el pensamiento.
Estoy viviendo con los actores, constructores de marionetas, videógrafos, escenógrafos, técnicos y todo el resto del equipo de Trigo Limpo ACERT un momento de encantamiento colectivo impar, contando con Mario Lamo como viejo marinero que, a distancia, va flotando en las nubes de nuestro entusiasmo.
Un bello texto para adultos que proyecta, al ser pensado para niños, imaginarios que no son paternalistas, de un sabor poético singular. Un texto donde las palabras danzan un baile que gira, como flechas que se lanzan en un vuelo nunca volado …
LH: ¿Piensan llevar la obra a otras partes?
JRM: La actuación de Trigo Limpo teatro ACERT se caracteriza por una fuerte actividad itinerante. Recorremos todo el país con nuestros espectáculos, realizando giras internacionales por Europa, y de una forma más regular por el nordeste de Brasil, Galicia y Mozambique.
Esta obra fue creada para realizar una gira para el público escolar de todo el mundo y también presentaciones para adultos. Cuando hacemos un trabajo para niños, deseamos siempre que los adultos se puedan identificar con el enfoque artístico que emprendemos. Es una buena situación para que los niños gocen y piensen …
LH: Nos contaste que habías estado en Colombia. ¿Cómo fue tu experiencia en ese viaje?
JRM: Estuve en el Festival Internacional de Teatro de Bogotá con una de las grandes actrices del teatro portugués Maria do Céu Guerra del “Grupo A Barraca”, del cual fui parte. Fue una experiencia artística y humana maravillosa. Fue uno de los países donde me sentí en casa, por los amigos que hice y por haber asistido a uno de los mejores espectáculos de mi vida, realizado por La Candelaria. Fue fantástica la noche que pasé con los actores y los directores del grupo, llena de discusiones sobre el teatro y la vida, para comprender mejor la realidad de América Latina con la que tanto me identifico por los escritores que aprecio y por los deseos de progreso y justicia social para los pueblos de los diferentes países… Y fueron pocos días para comprar libros, para conocer más gente, para ver más teatro, para conocer a Colombia más allá de la capital…
LH: ¿Tienen tus obras un mensaje especial? ¿Cuál es ese mensaje?
JRM: Creo que el mensaje pesa mucho más por un acto de honestidad intelectual y por una actitud de gran ética ante la vida que por un principio rígido a seguir. Doy valor profundo a la espontaneidad y a la autenticidad con que deseo ser feliz con los demás, bien como una perspectiva de ver un mundo más justo, sin ser buitres que viven de la miseria, del hambre y las guerras, que trabajan en nombre de un orden mundial “globalizantemente” medieval. Poco me interesa mi felicidad si veo que otros no la poseen, por eso continúo fuertemente empeñado por medio de mi trabajo al servicio de la gran causa solidaria alimentada por los que sueñan con un mundo mejor y no aceptan que la razón esté del lado de los que tienen dinero o las armas. Recuerdo una parte de la letra de una canción de Zeca Afonso, nuestro músico sin par de la gran Revolución:
Ciudad
Sin muros ni almenas
Gente igual por dentro
Gente igual por fuera
Donde la hoja de palma
Acaricia la cantería
Ciudad del hombre
No del lobo, sino de hermano
Capital de la alegría
Brazo que duermes
En los brazos del río
Toma el fruto de la tierra
Es tuyo, a ti te lo debes
Lanza tu desafío
Hombre que miras con los ojos
Que no niegas
La sonrisa, la palabra fuerte y justa
Hombre para quien
Nada de esto le cuesta
Será que existe
Allá por el lado de Oriente
Este río, este rumbo, esta gaviota
¿Qué humo diferente deberé seguir
en mi ruta?
Este poema tiene por título “Utopía” y define con precisión el valor de la libertad, de la identidad y de la justicia.
LH: Si quisieras resumir en un párrafo tu vida y tu obra, ¿cómo los resumirías?
JRM: Lo que más me gustaría es ser por siempre un agitador cultural…
Es magnífico estar vivos y creer que el multiculturalismo es una forma sublime para que los pueblos sean fraternales con su identidad, permitiéndonos ser ciudadanos del mundo.
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