De Daniel Kehlmann
Actes Sud 2007,
299 paginas.
Perla Hinestrosa
En el atlas brumoso de mi infancia, el itinerario recorrido por el barón Alejandro von Humbolt, esta marcado por puntos luminosos como los pescados que él descubrió cuando navegaba por el Orinoco en busca del canal natural que según él debía unir los dos más grandes ríos de América: el Orinoco y el Amazonas.
Gracias la libro de Daniel Kehlmann, un prodigio alemán de 30 años, uno puede revivir esa expedición científica apasionante. Antes de partir para el Nuevo Mundo, el aristócrata alemán encontró de manera imprevista, un día, a la salida de una de sus conferencias, un medico francés natural de la Rochelle, que soñaba con plantas desconocidas y exóticas, con árboles gigantescos y mujeres embrujadoras. Se llamaba Amadeo Bomplan.
Humbolt comprendió inmediatamente que ese cientifico soñador era el compañero ideal, pero, antes de partir le hizo firmar un contrato en el cual estipulaba que durante el tiempo de la expedición Bomplan no podía casarse ni acostarse con ninguna mujer ; según von Humbolt, uno se casa cuando no tiene ningún proyecto fundamental en su vida. Pero la verdad de la historia es que el barón alemán era homosexual.
Los dos sabios se aventuraron por los territorios de la Nueva Granada, la Nueva Andalucía, la Nueva España, en barco, en piragua, a pie, midiendo todas las distancias, escalando las más altas cimas, los volcanes, perdiéndose en las cavernas, recogiendo muestras de plantas, de animales y esqueletos humanos. Todo esto pimentado de anécdotas picarescas y de aventuras increíbles.
Según Kehlmann, en el año de 1828, 25 años después de la famosa expedición, el barón von Humbolt, decidió invitar a Berlín, otro geometra, « esta vez del espacio ». El príncipe de las matemáticas, se llamaba Carl Friedrich Gauss. Natural de la ciudad de Brunswick, a la edad de 11 años, él enseño a leer a su padre que era jardinero y se llenaba de cólera y de tristeza cuando veía envejecer a su madre fatigada por todos los oficios domésticos. Quería detener el tiempo y comprender porque el misterio se le escapaba. Su maestro de escuela se llamaba Bütler y se complacía en castigar a sus alumnos. Sobretodo cuando ellos eran incapaces de resolver los problemas de matemáticas largos y difíciles que él les planteaba.
Gauss, alejado en un rincón de la clase los resolvía a una velocidad increíble, pero no decía nada. Hasta que un día que se sentía muy fatigado resolvió dar en dos minutos el resultado de un ejercicio muy complicado cuya solución el mismo Bütler no comprendía. Ante la evidencia que ese alumno de 9 años era un genio, Bütler, muerto de rabia y de estupor decidió encargarse de su educación. Gauss pudo ir a la universidad, estudiar el cálculo de probabilidades, descubrir la famosa curva en forma de campana que lleva su nombre y, sobretodo, observar y medir la distancia de las estrellas. Gauss murió en 1854, cuatro años antes que el barón von Humbolt. En el mundo de las matemáticas fue un genio extraordinario; en la vida cotidiana un hombre intolerable, colérico, solitario, sin amor. El único ser humano que represento un alto valor afectivo fue Johanna, su primera esposa. Pero ella murió muy joven.
Talvez ahora, los dos miran pasar el tiempo, allá, lejos, en el planeta Ceres que él descubrió., bajo la mirada sorprendida de von Humbolt, que no amaba a las mujeres y la sonrisa burlona de Bomplan que las amó tanto.
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