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¿QUÉ HAY QUE LEER?

 

              María, El ángel rebelde

  

 

De Gonzague Saint-Bris

Editorial Belfond

Perla Hinestrosa

Gonzague Saint-Bris es noble y romántico por los cuatro puntos cardinales de su alma. En la línea de sus abuelos el conde Georges Saint-Bris propietario del castillo de Clos-Luce tocaba el piano en compañía de Federico Chopin. Y en el castillo de Saint Ambroise, propiedad de otro de sus antepasados, donde murió Leonardo Da Vinci, su padre, aterrado por las malas notas que el pequeño Saint-Bris traía de la escuela, lo hacia dormir en la alcoba de Leonardo, para ver si algo del genio luminoso le entraba por la cabeza. La ciencia no le interesa, pero el amor romántico es la pasión de su vida de escritor. Por esto, la vida de  Maria d’Anzoult y su historia amorosa no podían escapar a su sensibilidad.

De origen alemán por su madre y francés por su padre, Maria de Flavigny recibió todas las gracias y dones de las hadas madrinas. Una belleza sorprendente, una inteligencia brillante, que le sirvió para adquirir una erudición que sobrepasaba los círculos femeninos del siglo XVX. Inmensamente rica, su fortuna le permitió afrontar todas las adversidades que su pasión devorante por Franz Lizt le crearon durante casi cincuenta años de su  vida. A los 26 años, en una velada en Saint Germain-des-Près, la condesa d’Azoult, casada y madre de dos hijos, vio  una extraña aparición, según ella misma, la persona más extraordinaria nunca vista hasta entonces. Todo en él era gracia, desenvoltura y majestad. Alto, delgado –como ella – una palidez sorprendente y unos ojos verde mar. Franz Linz, a los veinte años, entraba en su vida para siempre. Subyugada por su belleza, su talento de intérprete y de compositor, al cabo de dos años de encuentros furtivos, de citas clandestinas, de una situación imposible en la existencia de una gran dama, Maria abandonó su marido, sus hijos y su salón de intelectuales y artistas para iniciar un peregrinaje por toda Europa en compañía de Linz. En 1832 nació su hija Cosima, y al final cuando los ardores de la pasión lanzaban los últimos resplandores, Daniel. Ella no tuvo nunca un gran sentimiento maternal, Ana Linz, la madre del compositor se encargó de educarlos. Maria los veía de tiempo en tiempo, ocupada como estaba en su trabajo de musa confidente. Al cabo de diez años de separaciones, encuentros, letras desgarradoras de amor y celos, Maria volvió definitivamente a Francia. Franz estaba acaparado por su arte inimitable, conciertos, invitaciones; un tiempo en su Hungría natal y siempre rodeado de admiradoras y amantes.

Saint-Bris la llama El Ángel rebelde porque indudablemente ella supo imponerse contra las convenciones rígidas de su época. Muchos no la comprendieron, sobre todo como escritora ya que bajo su seudónimo de Daniel Stern, publicó obras de teatro, libros de poemas y más tarde, cuando decidió partir del Faubourg Saint-Honoré por una calle menos burguesa, publicó el “Manifiesto en favor de la República Progresista”. Ella se rebeló contra todas las imposiciones y ese amor de la libertad la llevó a rebelarse contra su propio destino.

El 5 de marzo de 1876 un día de lluvia, dulcemente se extinguió la vida de Maria d’Anzoult; Los últimos años los vivió fuera de la realidad cotidiana, en una especie de bruma melodiosa. Ese día una música lejana, le inundó el alma porqué la pasión sin medida oriento siempre la trágica belleza de su destino. La armonía inmortal tenía un nombre: era el “Sueño de Amor” interpretado por Franz Linz.