Concluyó en la histórica Isla Margarita, República Bolivariana de Venezuela, la I Cumbre Energética Suramericana , realizada los días 16 y 17 de abril, con dos hechos fundamentales.
El primero, la creación de UnaSur (Unión de Naciones Suramericanas), integrada por las repúblicas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Guyana y Surinam. Estas doce naciones conforman un territorio de 17.800.000 kilómetros cuadrados, y contienen una población de 366 millones 178 mil 719 habitantes, en una de las zonas más ricas en biodiversidad, recursos naturales renovables y recursos hídricos.
El segundo, la propuesta de creación del Tratado Energético Suramericano, por iniciativa del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, como “un sistema de producción, distribución y suministro de energía seguro para nuestros pueblos”, según sus palabras.
Cuando Simón Bolívar hizo la guerra de Independencia, no tenía en mente la mera independencia de las naciones suramericanas de la tutela colonial, sino la independencia como un factor para unir estas naciones en un sólo y gran país. Advirtió el Libertador desde un principio que todos aquellos recursos, todas las inmensas riquezas del territorio suramericano, no tendrían valor alguno si humana, política y administrativamente se fragmentaban en naciones, si se dividía en muchos pedazos lo que por designio de la naturaleza y de la providencia debería ser uno. Y una vez concluida la guerra de Independencia, el Libertador comenzó la otra batalla, la más importante, por la unidad de las naciones suramericanas. Batalla que perdió porque fue la pelea de un luchador solitario contra las diferentes oligarquías locales que necesitaban tener sus propios feudos para reforzar su poder y aumentar su riqueza de castas dominantes.
Al acercarse el bicentenario de la declaración de independencia en América del Sur, la reunión de Porlamar, en la Isla Margarita, demuestra que el sueño de Bolívar principia a hacerse realidad. UNASUR recoge el ideal bolivariano de la unión suramericana.
Los presidentes de los doce países que integran UNASUR llegaron a acuerdos básicos y aprobaron la creación de la Secretaría general de UNASUR con sede en la ciudad de Quito. Al ritmo impresionante en que se han sucedo en los ocho años que lleva en el Gobierno el Presidente Chávez transformaciones que hace una década eran impensables, se puede mirar con optimismo el nacimiento de UNASUR y pensar que no correrá la misma melancólica suerte del Pacto Andino, movimiento de integración que fue aplastado por nuestros vecinos del Imperio del Norte tan pronto vieron que era un peligro para sus intereses comerciales y un principio de emancipación de Sur América con respecto al neocoloniaje implantado por los Estados Unidos, que contaron con la connivencia de las mismas oligarquías criollas que ayudaron a prepararle la zancadilla a la iniciativa del Libertador.
No cabe duda de que nuestros vecinos intentarán sabotear y acabar a UNASUR del modo que lo hicieron con el Pacto Andino; pero es posible que en esta ocasión no se salgan con la suya. Sin embargo hay aspectos de UNASUR que dejan cierta preocupación en el espíritu de quienes hemos visto y preconizado la unidad suramericana con el mismo ardor y con la misma pasión con que las concibió y las batalló el Libertador . Y no son aspectos de poca monta, aunque pudieran parecerlo.
Uno es el caso de las visas. ¿Tiene sentido que doce países que acaban de conformar su unión, exijan a sus vecinos una visa de entrada a sus respectivos territorios? ¿Tiene sentido que un colombiano necesite visa para viajar a Venezuela, o viceversa?
Dos, el asunto del trabajo. ¿Por qué no establecer que los habitantes de las doce naciones que integran la Unión de Naciones Suramericanas pueden trabajar en cualquiera de ellas sin necesidad de papeleos ni permisos, y con el simple contrato de trabajo?
Pensamos que mientras existan las visas y las restricciones para la libertad de trabajo en las naciones de UNASUR, la unidad Suramericana seguirá estrellándose contra barreras infranqueables. Si la unión no empieza por los seres humanos, no empieza, y todo lo demás no pasará de buenas intenciones. Acaso, mucho más que la acción maquiavélica del imperialismo, esa fue la falla que hundió en el fracaso al Pacto Andino, recostado con exceso en la práxis económica. Ojalá lo tomen en cuenta, como lección y experiencia, los fundadores de UNASUR.
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